Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Murió Antonio Elio Brailovsky. Un tipo que no era necesariamente admirado por esta Redacción, pero que nos enseñó varias cosas: que la mirada ecológica es sinónimo de mirada histórica y solución política hacia el conflicto internacional que tiene en vilo a todos los pueblos del mundo desde hace al menos 150 años. Esto es que la producción, el trabajo y la justicia social, no irán jamás de la mano sin una impronta ecológica.
El Editor Federal
Quienes nos leen habitualmente ya saben: no somos de andar escribiendo homenajes y semblanzas de los personajes que queremos destacar, ni “enterramientos” públicos de aquellos que despreciamos. Preferimos en lo posible, que ellos hablen por sí mismos.
También saben los y las lectoras, que somos buceadores de archivos y publicaciones que ya nadie recuerda ni valora; o que muchos dicen haber leído pero no lo hicieron. Entonces, los fines de semana, nos damos algunos permisos y compartimos algunas piezas periodísticas que consideramos que valen la pena.
A propósito del fallecimiento de Brailovsky, compartimos un trabajo escrito por él en 1999, dónde realizó un rescate de la figura de Perón respecto del tema ecológico.
Perón, el general ecologista – Por Antonio Elio Brailovsky*
Juan D. Perón fue el primer dirigente político argentino que expresó su preocupación por el medio ambiente y el primero que pudo expresarlo, no como una curiosidad simpática sino como un tema político que cuestiona el modelo de país establecido.
La politización del tema ambiental requiere un previo reconocimiento de su especificidad. En realidad, los distintos componentes del tema ambiental habían estado presentes en las políticas públicas desde tiempo inmemorial, tal como lo he demostrado en dos publicaciones[1] [2]. Previsiblemente, la mayor experiencia histórica a escala mundial se encuentra en los temas de ambiente local, especialmente de ambiente urbano. Sólo un desarrollo minucioso de políticas de saneamiento hizo posible el establecimiento de las ciudades de la historia, de las cuales la Roma imperial es el mejor de los ejemplos. Entre nosotros, los cabildos coloniales tuvieron un cuidadoso manejo del ambiente urbano, tanto por las competencias que les asignaron las Leyes de Indias, como por la propia iniciativa de los cabildantes.
Pero recién a partir del desarrollo de las concepciones ambientales desde Naciones Unidas, se fueron integrando esos componentes en un cuerpo unificado. Los organismos de Naciones Unidas incorporan el tema ambiental con su concepción actual en la Conferencia sobre el Ambiente Humano (Estocolmo, 1972). Es a partir de dicha Conferencia que se crean los principales organismos ambientales del Sistema de la ONU: el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y el MAB (Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO).
Paradójicamente, estas concepciones iniciales estuvieron más orientadas hacia las políticas nacionales que hacia las políticas locales. De este modo ingresan en la Argentina, siguiéndose así la tónica internacional. Esto abre un largo período durante el cual las políticas ambientales locales carecen de autonomía y son apenas un reflejo de las que se fijan a escala nacional. Todavía hoy es frecuente que se atribuyan a la Secretaría de Recursos Naturales de la Nación hechos que son competencia de la autoridad local.
El gobierno argentino de ese momento (presidencia de facto del general Alejandro Agustín Lanusse) participa en la reunión de Estocolmo pero le da muy poca importancia al tema. En esto incide el que 1972 fue un año de profunda crisis económica y política, que ocupó todas las energías del gobierno[3].
Mensaje a los Pueblos del Mundo
Entre nosotros, la definición de lo ambiental como un tema político con entidad propia se origina en el documento Mensaje del General Perón a los Pueblos del Mundo, que el ex presidente redactara desde el exilio, en 1972, en ocasión de la Primera Reunión del Ambiente Humano. Se trata del primer texto sobre política ambiental firmado por un político argentino y tal vez el más importante. Allí Perón critica los modelos de consumo y despilfarro de las sociedades altamente desarrolladas.
“Creemos—dice Perón— que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y de la necesidad de revertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”.
En opinión de Perón, existe un cruce de razones económicas, culturales, sociales, políticas y tecnológicas que llevan a la degradación ambiental y que requieren de un abordaje integrado para su superación. “Esta heterogeneidad de causas —dice— debe dar lugar a una heterogeneidad de respuestas, aunque en última instancia tengan como denominador común la utilización de la inteligencia humana”.
Interesa especialmente la adopción de puntos de vista ecologistas para criticar el modelo de sociedad vigente: “La humanidad —agrega— está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones”.
“En el último siglo ha saqueado continentes enteros, y le han bastado un par de décadas para convertir ríos y mares en basurales, y el aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil, que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las consecuencias de la vida sedentaria”.
Esta profesión de fe ecologista tiene un alcance que después no se repitió en su partido (ni en ningún otro) con la misma intensidad: “Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se puede construir una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la personalidad humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente, exhausto por el hambre y la sed y enloquecido por el ruido y el hacinamiento. Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro”.
“Las mal llamadas ‘sociedades de consumo’ —dice también— son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, porque el gasto produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos y, entre estos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna corta vida porque la renovación produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente para aumentar el pique de los mismos”.
Un aspecto sugestivo es la durísima crítica a la modernización tecnológica, en la que Perón ataca algunas de las manifestaciones que en ese momento se anunciaban y que hoy están ingresando en nuestra vida cotidiana.
“Mientras un fantasma —el hambre— recorre el mundo devorando 55 millones de vidas humanas cada 20 meses, afectando hasta a países que ayer fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo en las próximas décadas, en los centros de más alta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casa harán sus compras desde su hogares por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos. La separación dentro de la humanidad se está agudizando de un modo tan visible que parece que estuviera constituida por más de una especie”.
“El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología —dice—, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la Luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas”.[4]
Las consecuencias del texto
Perón carga duramente sobre las tecnologías que siguen sin utilizarse para resolver los problemas del medio ambiente ni para reparar las desigualdades sociales.
Por esta razón—y por la identidad de su autor—, este texto influirá en las actitudes hacia la política ambiental del peronismo hasta la actualidad. Este documento hace que dicho partido, que gobernó al país entre 1973 y 1976, se considere el introductor del tema ambiental en la política argentina. Perón vuelve a ser presidente hasta su muerte (1974) y es sucedido por su viuda y vicepresidente, María Estela Martínez de Perón, quien gobierna hasta el golpe de Estado de 1976.
En ese momento, el tema fue calificado como esotérico en nuestro país. Para algunos reflejaba la senilidad del fundador del justicialismo, en tanto que otros lo calificaron de genial precursor.
En cualquier caso, ese documento fue el preludio de la creación de organismos nacionales, provinciales y municipales de medio ambiente. Sin embargo, a pesar de la insistencia de Perón de asumir la dimensión municipal del ambiente, la gestión se mantuvo casi exclusivamente en los niveles nacionales, sin proyectarse sobre lo local.
En ese momento, se crea una Secretaría de Estado de Recursos Naturales y Ambiente Humano, como organismo del Ministerio de Economía, que se encarga de unificar a todos los entes del Gobierno Nacional que se ocupan del manejo de los recursos naturales y del medio ambiente.
La ubicación del organismo dentro del Ministerio de Economía significó que se le diera prioridad al desarrollo económico antes que al medio ambiente. En ese contexto, la mayor parte de los políticos y empresarios consideraban que cualquier política ambiental podía disminuir el ritmo de crecimiento económico. Por eso, casi no se tomaron medidas concretas. En consecuencia, este gobierno no actuó sobre los problemas ambientales en forma directa, sino que se planteó una tarea educativa para que la sociedad aceptara la existencia de estos problemas y la necesidad de ocuparse de ellos[5]. Hoy nos resulta inadmisible pensar que los serios problemas de contaminación puedan resolverse educando a los responsables de esas conductas criminales, pero en ese momento ese criterio tuvo amplio consenso en el sector político.
Una medida concreta fue desgravar de impuestos (en particular, del impuesto a las ganancias) las inversiones que las industrias hicieran en plantas de tratamiento de efluentes. Esto hizo que muchas de ellas construyeran, así, sus plantas de tratamiento. Sin embargo, como la operación de esas plantas tiene un alto costo y las autoridades no les exigían que las hiciesen funcionar, estas inversiones no se reflejaron en conductas que mejoraran la calidad del agua de ríos y arroyos.
El problema central fue que la política ambiental requiere de muy amplios consensos sociales para la armonización de medidas eficaces. Pero el clima de guerra civil de ese período era el menos indicado para arribar a dichos consensos.
En los veinte años siguientes no se produjo la politización del tema sino sólo su burocratización. Es sugestiva la escasez de logros ambientales concretos en un período tan prolongado, en el cual los funcionarios entendieron su rol como más vinculado a la asistencia a eventos internacionales que al control de lo que ocurría con los ecosistemas.
Referencias
1. Brailovsky, Antonio Elio y Foguelman, Dina, Memoria Verde: Historia ecológica de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1989.
2. Brailovsky, Antonio Elio, Esta, nuestra única Tierra, Buenos Aires, Editorial Larousse, 1992.
3. Para una descripción de esa crisis, ver: Brailovsky, Antonio Elio, Historia de las crisis argentinas, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1996.
4. Perón, Juan Domingo, Mensaje ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo, Buenos Aires, Partido Justicialista, 1973.
5. Ortiz, Yolanda (ex Secretaria de Estado de Recursos Naturales y Ambiente Humano) comunicación personal, 1992.
* Antonio Elio Brailovsky, argentino nacido en 1946, licenciado en Economía Política, periodista, ensayista y novelista, docente universitario, miembro constitucional constituyente de la ciudad de Buenos Aires. Artículo publicado en la revista Todo es Historia (Año 33 – N° 385), de agosto de 1999.
Fuente: Revista Todo Es Historia