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Sin ofensa ni temor 67: Nuestro Quijote

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. El pasado 6 de diciembre se cumplieron años de la “Proclama” de Felipe Varela. Alguna vez, publicamos la efemérides, hoy, compartimos un artículo del historiador Juan Godoy*, titulado “Felipe Varela y el grito de la unidad latinoamericana”, y publicado en el año 2011.
El Editor Federal
“Vengo personalmente a cumplir con el sagrado mandato encomendado por el pueblo argentino de hacer entrega de las reliquias que, esperamos, sellen para siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y nuestros países.” (Perón, Juan Domingo. Palabras pronunciadas en acto de devolución de los trofeos de la Guerra del Paraguay, 1954)

¿El padre de la historia o del país semi-colonial?

Brevemente diremos aquí que el fundador del diario La Nación (guardaespaldas para su posteridad, a decir de Homero Manzi), Bartolomé Mitre, se iba a instaurar en el poder luego de la defección y el retiro de Justo José de Urquiza luego de la Batalla de Pavón. Con él, la oligarquía porteña, estancieros de Buenos Aires y comerciantes del puerto, accedía al poder pleno. Se sientan las bases del modelo agroexportador, de crecimiento “hacia el exterior”, el trazado de los ferrocarriles en forma de tela araña metálica hacia el puerto de Buenos Aires que aprisiona a la mosca de la República (dirá Scalabrini Ortiz), la exportación de materias primas y la importación de mercancías de la metrópoli, la instalación de bancos británicos, la instauración de una política librecambista.  Es un proyecto de nación semi-colonial. Jorge Abelardo Ramos sostiene que “alrededor de la personalidad de Mitre y de su tradición ideológica se han agrupado todas las tendencias antinacionales del país” (Ramos, Del patriciado a la oligarquía, página 14). El interior provinciano iba a ser asfixiado por la política mitrista (1862-1868), así éste se iba a levantar gran cantidad de veces, eran los caudillos que lideraban la lucha contra la política de apertura económica que llevaba a las provincias a la ruina, entre los cuales figuran Vicente “el Chacho” Peñaloza, Juan de Dios Videla, Carlos Juan Rodríguez, Juan Saa, Felipe Varela (quien nos compete en estas líneas), etc. Para acallar las voces de éste, iba a aplicar lo que se denominó “política de pacificación”, que consistía en una feroz represión sobre la montonera, “en esos seis años del gobierno mitrista (…) se produjo la represión más violenta con miles y miles de criollos asesinados, solo comparable al proceso de 1976. De la misma manera, para imponer el proyecto semi-colonial que hundiría a las provincias del interior, fue preciso, primero, someterlas, imponerles el terror, aniquilarlas” (Galasso, El mitrismo y las bases de la Argentina agroexportadora, página 14).
Mitre aparece así en la historia y política nacional como fiel representante de la burguesía librecambista, portuaria, europeizante, aliada a las potencias extranjeras, etc. De esta forma, “el gobierno de Mitre constituye una dictadura sobre los pueblos provincianos, así como su política económica constituye la base de la Argentina semi-colonia inglesa, “granja de su Majestad británica” (Galasso, El mitrismo y las bases de la Argentina agroexportadora, página 6).


Un “incómodo” modelo alternativo

Ante este modelo agroexportador se erigía el Paraguay de Francisco Solano López. Paraguay había heredado la estructura económica desarrollada por los jesuitas, y por sus particularidades geográficas desde sus comienzos se encontró en una situación de aislamiento respecto al resto de los dominios españoles. El estado asumía desde el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia un rol vital para la economía del país, para el desarrollo de ésta “Francia (…) estructuró paso a paso la política económica a seguir y en pos de alcanzar la liberación económica” (Somosierra, El Dr. Francia y la independencia del Paraguay, página 102). Así la mayor parte de la tierra estaba en manos estatales, se desarrollaron las “estancias de la patria”, medidas proteccionistas de las artesanías y la producción local, desde 1828 se dictaba la obligatoriedad de la enseñanza desde los 14 años, etc. Pero, podemos considerar que dicha política “aislacionista” impidió la relación con los demás sectores del continente. Ramos sostendrá que la negativa al acceso a los ríos interiores y a nacionalizar la aduana de Buenos Aires de Rivadavia y de Rosas, terminó aislándola y declarándola independiente. Así el Paraguay de López se ve compelido a apoyarse en fuerzas nacionales, por lo cual es fruto de sesenta años de evolución autónoma, es decir, de ese aislamiento también pudo sacar ventajas. (Ramos, Del patriciado a la oligarquía). El modelo paraguayo aparecía como un “modelo alternativo” al planteado por las oligarquías locales de los demás países, como la desarrollada por el mitrismo en la Argentina. Así éste era visto como un “mal ejemplo” para la región. A la vez damos cuenta que los intereses de la economía paraguaya coincidían con los de nuestras provincias interiores. En el Paraguay del Mariscal Solano López, el estado tenía el monopolio sobre las maderas de construcción, la yerba mate, existían los Campos de la patria y Monte, repartos de tierras a los indios, el desarrollo de una próspera industria metalúrgica, la primera línea telegráfica, una marina mercante con 11 barcos, industrias de fundición, el primer ferrocarril de América del Sur, fábricas de armamentos, hornos de fundición, ausencia de empréstitos extranjeros, etc. En fin el Paraguay era, en los 1860, sin lugar a dudas “el país más desarrollado de América del Sur. Era la realización práctica del programa morenista (se refiere al Plan de Operaciones)” (Galasso, La Guerra de la Triple Infamia, página 5). Es este desarrollo autónomo el que “hará posible resistir durante cinco años una tragedia de proporciones descomunales como fue la “Guerra de la Triple Alianza”” (Patiño, La independencia del Paraguay: una grieta en el proceso de emancipación hispanoamericana, página 275). Resistir el ataque conjunto de tres países: Argentina, Brasil y Uruguay, con el apoyo de una potencia como Gran Bretaña.

Estalla la guerra y el grito de unidad

Ante esta situación, en los primeros meses del año 1865 se desencadena la guerra denominada de la Triple Alianza, pero que los acontecimientos nos permiten denominarla de la Triple infamia. Mitre ya había explicitado las causas que lo llevaban a tal empresa “hay que derrocar a esa abominable dictadura de López y abrir al comercio a esa espléndida y rica región” (citado en Galasso, Felipe Varela y la lucha por la unidad latinoamericana. Originalmente La Nación, 24/3/1865). Al mismo tiempo que estallaba la guerra, el interior provinciano se iba a levantar apoyando la lucha heroica del pueblo paraguayo.
Alberdi va a caracterizar la política porteña y a la Guerra del Paraguay como una guerra civil, así sostiene que “si Buenos Aires deseara la unión de los argentinos, no habría necesitado buscarla por el camino de la guerra con el Paraguay. Hay un camino más corto, que está siempre en su mano, y sería el de devolver a la nación lo que es de la nación –su renta, su tesoro. Pero devolverla de palabra, o en principio, no es devolverla de hecho (…) las guerras exteriores de ese país (Argentina) no son más que expedientes suscitados a propósito, ya por la una, ya por la otra de sus dos fracciones, para encontrar la solución interior que cada una desea. Son guerras civiles en el fondo, bajo la forma de guerras internacionales, como la presente” (Alberdi, La guerra del Paraguay, páginas 153-154) La guerra del Paraguay solo se puede entender desde una mirada latinoamericana, no desde las “patrias chicas”. En la concepción de Alberdi, lo que aparece como gobierno argentino es una abstracción, pues en realidad es el gobierno de Buenos Aires, así argumentará que en realidad lo que aparenta ser una nación son dos “hemos dicho que Buenos Aires y las provincias argentinas forman como dos países extranjeros uno del otro” (Alberdi, La guerra del Paraguay, páginas 94).
La derrota aliada de Curupaytí va a ser el desencadenante del levantamiento del interior. El triunfo paraguayo es recibido con júbilo y festejado en las provincias del interior argentino. Los federales van a avanzar en varias provincias, como en Mendoza ocupada por las fuerzas revolucionarias al mando de Juan de Dios Videla y Carlos Juan Rodríguez, San Luis ocupada por Felipe Saa, San Juan ocupada también por Juan de Dios Videla, La Rioja por Felipe Varela, en Córdoba se prepara un complot a cargo de “los Rusos federales”, En Entre Ríos López Jordán conspira, en Buenos Aires se percibe apoyo de algunos intelectuales nacionales, también hay contactos en Bolivia, Chile, Uruguay y Paraguay. Una de las voces que se iba a levantar en contra de la guerra, era la del autor del Martín Fierro: “en nombre de la democracia habéis atentado contra ella, pretendiendo imponer a otro pueblo nuestros principios, aunque ellos hablasen en nombre de los beneficios de una civilización que se anuncia con la muerte y la destrucción. En nombre de la independencia habéis conspirado contra la independencia de un pueblo” (citado en Rivera, José Hernández y la guerra del Paraguay, página 73). Norberto Galasso consigna las alianzas del enfrentamiento: “por un lado, la oligarquía mitrista, la oligarquía montevideana (con V. Flores a la cabeza), la clase dominante del Brasil, y el imperio británico. Por otro lado, el pueblo paraguayo, los blancos orientales, los caudillos federales y los pueblos del interior argentino con su esperanza puesta en los litorales del litoral, y la buena voluntad de Chile, Bolivia y Perú”. (Galasso, La Guerra de la Triple Infamia, página 22). La oligarquía porteña era la que oprimía tanto a las provincias del interior, como al Paraguay. Pero, la revuelta provinciana no tiene el sustento económico suficiente para derrotar al mitrismo, quien podría darlo es Urquiza, que terminará defeccionando. Pocos meses después de Curupaytí, en diciembre de 1866, Felipe Varela, quien había sido integrante de la Coalición del Norte junto con el “Chacho” Peñaloza, va a dar su proclama revolucionaria. “COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!… ¡es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos Argentinos” (La proclama del 6/12/1866 es reproducida en Ortega Peña y Duhalde, Felipe Varela contra el imperio británico, páginas 343-344). Norberto Galasso sostiene que Varela “ha presenciado o intervenido en los desbandes del gauchaje entrerriano, de ese gauchaje que no entiende de ficciones jurídicas y para quien es más compatriota un paraguayo o un blanco uruguayo que un mitrista porteño. Ahora va a asistir a las rebeliones que estallan en todas las provincias confirmándose su presunción de que las masas populares repudiarían esta política” (Galasso, Felipe Varela y la lucha por la unidad latinoamericana, página 67).
Recorreremos proclamas y manifiestos brevemente para poder visualizar la concepción acerca de la guerra del Paraguay y de la Unidad Latinoamericana de Felipe Varela. Así, en la proclama del 6/12/1866 va a fustigar la política mitrista en relación al interior provinciano “ COMPATRIOTAS: desde que aquel usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reserva para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad y sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre”. (Proclama del 6/12/1866).
En la misma también identifica a los responsables de la infamia y plantea la posición a asumir “¡abajo los infractores a la ley! Abajo los traidores a la patria! Abajo los mercaderes de Cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental. ¡ATRÁS los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente. SOLDADOS FEDERALES! Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión don las demás Repúblicas Americanas, ¡¡ Ay de aquel que infrinja este programa!!” (Proclama del 6/12/1866)

En el Manifiesto del 1º de Enero de 1868, Felipe Varela va a desnudar la política mitrista en la Guerra del Paraguay, a poner de relevancia que la guerra fue calculada, premeditada por Mitre, va a dar cuenta también de que la Unidad de los pueblos de Nuestro Continente, tiene ya varios años de desarrollo, así sostiene que “no era, pues, una idea enteramente nueva en la sociedad Sudamericana, la de la alianza de sus poderes democráticos (…) los pueblos generosos de la América, como se ha dicho, acogieron llenos de entusiasmo la iniciación de esta gran idea, porque ella es el escudo de la garantía de su orden social, de sus derechos adquiridos con su sangre”. (El Manifiesto de 1/1/1868 es reproducido en Ortega Peña y Duhalde, Felipe Varela contra el imperio británico, páginas 337-363). Felipe Varela dará cuenta también que las provincias argentinas no deseaban participar de la guerra, así dice: “las provincias argentinas, empero, no han participado jamás de estos sentimientos, por el contrario, esos pueblos han contemplado gimiendo la deserción de su presidente, impuesto por las bayonetas, sobre la sangre argentina, de los principios de la unión Americana.” Demuestra asimismo que Buenos Aires se impuso luego de la Revolución de Mayo sobre las demás provincias: “Buenos Aires es la metrópoli de la República Argentina, como España lo fue de la América” (Manifiesto 1/1/1868). En el mismo manifiesto pone en consideración la concepción de federalismo que lo guía “La palabra Federación, tiene aquí una significación especial. Es un vocablo que envuelve un significado opuesto al de Centralismo, que hemos combatido siempre en las provincias, para recuperarnos las rentas de la Nación confiscadas, centralizadas en Buenos Aires”, a la vez que gritará allí también la causa por la que lucha “¡Federación o muerte!, ¡¡Viva la Unión Sudamericana!!¡Abajo los negreros traidores a la patria” (Manifiesto 1/1/1868).
La guerra terminará luego de cinco años de heroica resistencia del pueblo paraguayo, el Mariscal López morirá combatiendo en Cerro Corá el 1º de marzo de 1870. En la Guerra de la triple infamia, además de las armas, la diplomacia británica se encargó de hacer partícipe a la Alta Banca, así “al terminar la guerra, endeudaron al Paraguay en ruinas, con empréstitos usurarios, de los que jamás se recuperaría, y se apoderaron de sus tierras” (Ortega Peña y Duhalde, Felipe Varela contra el imperio británico, página 51). El Paraguay quedará en ruinas, su población era al comenzar la guerra aproximadamente de 1.500.000 personas, al finalizar serán aproximadamente 250.000. (Galeano, Las venas abiertas de América Latina). De los asesinados la inmensa mayoría era población masculina de más de 15 años (algunos autores hablan del 99%). Solo una guerra de exterminio puede producir tal genocidio. Guido Spano dirá en su poema Nenia que “¡Llora, llora urutaú,/ en las ramas del yatay,/ ya no existe el Paraguay,/donde nací como tú ­/ ¡llora, llora urutaú!” Así, los fantasmas del pasado habitan en el presente, en nosotros.

Al pueblo paraguayo se le debe un resarcimiento. Algunos han dado muestran en ese sentido. El Presidente Juan Perón devolverá al pueblo hermano los trofeos de la guerra en el año 1954. La Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner ha pedido perdón en nombre del pueblo argentino, en 2007 ha dicho que la guerra significó la triple traición a los intereses latinoamericanos frente a los imperialismos. Este año, le ha puesto el nombre de Mariscal Francisco Solano López a un Grupo de Artillería argentino. También ha destacado al Mariscal López, y a su Paraguay como el primer país industrializado del continente. En todas las ocasiones el guardaespaldas (los editorialistas) que dejó Mitre al terminar la guerra, salió en defensa de su “protegido”. Cristina Fernández de Kirchner les ha contestado en una ocasión “algún medio de comunicación fundado tal vez por uno de los que encabezó aquella «triple traición», me criticó duramente. No importa, la verdad histórica no puede taparse con editoriales, está escrita, desgraciadamente a sangre y fuego en el corazón del pueblo paraguayo”.

* Juan Esteban Godoy es historiador y periodista.

Fuente: Revista Reseñas y Debates, Nº 67, año 7, agosto de 2011

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