Sin ofensa ni temor 8: “Patagonia Norte”, un proyecto industrialista de 1910

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Sin ofensa ni temor 8: “Patagonia Norte”, un proyecto industrialista de 1910

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Compartimos el siguiente artículo escrito por Carlos Altavista y poblicado en el portal “90 líneas”. En el se cuentan algunos detalles y anécdotarios sobre uno de los proyectos de poblamiento y desarrollo que hubo en e país para nuestra patagonia. No se trata de coincidir, se trata de comprender, ya que la logica que enmarcó la discusión hace un siglo atrás está vigente todavía.

El Editor Federal

En el seno de la propia oligarquía terrateniente de fines del siglo XIX y principios del XX hubo vehementes desarrollistas, que incluso trajeron profesionales de los EEUU que proyectaron una nación industrial a partir de la colonización del sur. Pero los mayoritarios militantes del «granero del mundo» ganaron la pulseada. Otro tren que pasó y el país tampoco abordó, mientras unos pocos privilegiados festejaban el Centenario

Dentro de la oligarquía terrateniente argentina, no todos a lo largo de la historia nacional apostaron siempre a construir un país en el que una minoría viviese a la altura de la nobleza europea, a la par -o a costa- de una inmensa mayoría empobrecida. Hubo quienes postularon, incluso con vehemencia, que gran parte de las insultantes ganancias que provenían de la exportación de granos y carne se utilizaran para industrializar la nación. El caso más emblemático fue el de Carlos Pellegrini en el último tercio del siglo XIX. Pero hubo otro industrialista “tempranero”, el ministro de Agricultura y de Obras Públicas (4 de noviembre de 1907-16 de julio de 1913), Ezequiel Ramos Mexía. Para que no queden dudas de su pertenencia social, el abogado y político presidió la Sociedad Rural Argentina entre 1900 y 1904.

Ezequiel Ramos Mexía fue el impulsor, entre 1910 y 1914, de un proyecto de colonización del sur mediante una red de comunicaciones que uniría todas las ciudades patagónicas merced a vías férreas y caminos, y de una urbe construida desde cero que se llamaría Ciudad Industrial del Nahuel Huapi, situada a la vera de ese lago, y que haría las veces de nodo principal de un sur colonizado, de centro manufacturero, de base militar nacional y de sede de la Universidad de la Patagonia, Industrial y Bellas Artes.

Aquel ambicioso proyecto se topó de entrada con la oposición de los “empresarios británicos estrechamente ligados al monopolio del transporte ferroviario a través del Ferrocarril del Sud, que unía el puerto atlántico de Bahía Blanca con Neuquén y la cordillera norpatagónica, las estancias ganaderas, la producción y exportación de lana e importación de productos elaborados, con su correspondiente valor agregado”, quienes “no querían compartir sus negocios ni la fuerte competencia que este proyecto vislumbraba” (“Ciudad Industrial del Nahuel Huapi”, arquitecta Liliana Lolich, investigadora del Conicet en el Centro Regional Bariloche de la Universidad del Comahue – diario Río Negro, 6 de noviembre de 2002).

En tanto, Ramos Mexía fue obligado a renunciar en 1914 ante la virulenta oposición política que desató su proyecto industrialista entre los popes de la clase dominante y el gobierno nacional, que, vale aclararlo, en ese tiempo eran las mismas personas.

Con el tiempo, el proyecto condensado en dos enormes tomos se denominó “Patagonia Norte”. Pudo ser el inicio de una Argentina industrial desde su cuna. Pero Ramos Mexía y compañía, como antes Carlos Pellegrini y otros, perdieron la “interna oligárquica”.

Ahora bien, ¿Ramos Mexía elaboró por cuenta propia semejante propuesta? En absoluto. Contrató al ingeniero civil y en minas y doctor en Geología estadounidense, Bailey Willis, quien recaló en el país con un amplio equipo de trabajo y aparatología de primer nivel para la época que fue a buscar expresamente a Inglaterra. ¿Y quién era Bailey Willis? Nada menos que uno de los responsables de la colonización del oeste de los Estados Unidos de América del Norte durante su, precisamente, proceso de colonización de tierras y desarrollo industrial.

El investigador platense Alberto Riccardi, quien se “encontró” con el proyecto Patagonia Norte mientras escribía “Ideario de Francisco P. Moreno” y se puso a investigarlo en profundidad, le contó a este cronista que “Willis hallaba enormes similitudes entre EEUU y Argentina en aquel siglo XX que apenas amanecía” y “predijo un país con gran futuro”. Claro que Willis hablaba de similitudes geográficas y de “inagotables” recursos naturales: no ponía en la balanza la existencia de una clase dominante agroganadera que no tenía el más mínimo interés en el desarrollo de la Nación.

La visión de un liberal británico, 100 años después

En la reseña del libro “Economía falsa: una historia económica sorprendente del mundo” (Nueva York, Riverhead Books, 2009, 321 págs), del economista británico Alan Beattie, ex director del Bank of England y editorialista del prestigioso periódico londinense Financial Times, la editorial Elsevier, líder mundial en información y análisis de literatura científica y de salud, explica así el extenso fragmento que el economista dedica a sentar su postura sobre los caminos antagónicos que tomaron EEUU y Argentina: “Beattie comienza a desgranar sus historias siempre estructuradas como respuestas a un interrogante. Parte, en un primer capítulo, de un caso paradigmático: el de porqué las trayectorias de dos países como Argentina y los Estados Unidos, que hace un siglo tenían posiciones económicas similares, han sido tan divergentes”.

Sigue. “Para Beattie, la respuesta está en las distintas decisiones que se tomaron en estos dos países desde el principio de su colonización interna. En Argentina, esa colonización llevó a la constitución de una oligarquía agraria, que controló la política económica en defensa de sus intereses ganaderos olvidando los industriales. Como resultado, Argentina se encontró progresivamente ligada a un sector primario exportador poco diversificado y dependiente de la marcha del resto de las economías”. Luego criticó el “desarrollo de un sector industrial ineficiente” por parte del peronismo. Y comparó: “Entre 1880 y 1914 el sistema económico norteamericano se adecuó dinámicamente a los cambios y demandas de su población. El sistema argentino, en cambio, persistió obstinadamente dominado por una minoría autocomplaciente”. Claro como el agua.

Volvamos al Museo de Ciencias Naturales del Bosque platense, donde el investigador y escritor Alberto Riccardi resaltó que “el ingeniero y geólogo Bailey Willis consideraba que la región (el valle de 11.000 hectáreas donde se construiría la Ciudad Industrial) podía compararse con la que ocupa Suiza, con una zona montañosa de buen clima y variados recursos naturales, apta para sostener (a futuro) 3.000.000 de habitantes, con tierras apropiadas para la agricultura, bosques, campos de pastoreo y, sobre todo, fuerza hidráulica, una fuente inagotable de energía que faltaba en el resto del país y que era fundamental para el establecimiento de industrias que permitiesen a la Argentina independizarse de las manufacturas extranjeras”.

Para elaborar lo que fue Patagonia Norte, el más completo y planificado proyecto desarrollista que conoció el país, Ramos Mexía contrató a Willis, dueño de una sólida formación como ingeniero y geólogo en Alemania, Gran Bretaña y en EEUU, pero sobre todo, como dijimos, con una invalorable experiencia como parte del equipo que llevó adelante el desarrollo del oeste y sudoeste estadounidense.

Si bien el trabajo primario para el cual se contrató a Willis fue el de resolver el problema del agua en el sur, Ramos Mexía era un convencido de que había que unir la Patagonia entera a través del ferrocarril, y además “desarrollar una provincia en la cordillera, por lo que solicitó al experto estadounidense que reuniese toda la información acerca de los recursos y capacidad para sostener una población considerable”, detalló el científico Riccardi.

Como ministro de Obras Públicas, Ramos Mexía dio nacimiento por decreto a la Comisión de Asuntos Hidrológicos, base de operaciones desde la cual trabajó Willis, quien viajó a su país natal a buscar profesionales y técnicos, así como a Inglaterra para adquirir aparatología de última generación.

Explicó la investigadora del Conicet Liliana Lolich en su trabajo del año 2002: “La tarea de la Comisión incluyó la exploración de una franja andina del orden de los 100.000 km2 comprendida entre Junín de los Andes -latitud 38º S- y Colonia 16 de Octubre -44º S-. En esa área se planteaba crear la ‘Provincia Cordillerana’ como centro manufacturero”.

“En tanto, al proyecto ferroviario en danza (construcción del ferrocarril San Antonio Oeste-Nahuel Huapi) se le sumó la propuesta de una red de comunicaciones que vincularía la zona explorada de norte a sur y de este a oeste, y cuyo nodo sería la ciudad capital de provincia (es decir, la Ciudad Industrial del Nahuel Huapi). La red estaba integrada por caminos y vías férreas que comprendían la extensión hacia el puerto de Valdivia, sobre el océano Pacífico, promoviendo así una importante vía bioceánica. La planificación incluía el servicio de tranvías eléctricos para las conexiones interurbanas”.

“Para la ubicación de la ciudad capital, Willis escogió un valle ubicado al nordeste del lago Nahuel Huapi, dentro del actual departamento Los Lagos, en Neuquén, a unos 20 kms de la ciudad de Bariloche (…) Allí propuso el endicamiento de la Segunda Angostura del río Limay para generar electricidad y así proporcionar energía a los establecimientos fabriles, creando un lago artificial a cuya vera se erigiría la urbe industrial”.

“Como nodo de comunicaciones y transporte y como principal polo manufacturero, la ciudad capital tenía asegurado su futuro. Su rol, además, le permitiría actuar como núcleo político-administrativo, cultural y educativo destinado a ser un centro geopolítico de desarrollo regional, mientras que para el entonces Pueblo San Carlos -actual ciudad de San Carlos de Bariloche- se reservaba el destino de centro turístico con la escala de una villa de montaña”, apuntó la científica.

La Ciudad Industrial del Nahuel Huapi estuvo diseñada con un nivel de detalle que, al ver hoy los planos originales, provoca escalofríos. Contaba con un sector industrial, uno comercial y uno residencial.

En la futura zona residencial, por caso, se observan dibujos de las manzanas con dos espacios verdes (al fondo y al frente). Estaban contemplados hasta los desagües pluviales y cloacales, los materiales de construcción, calles más anchas o más angostas de acuerdo a los vientos, dos avenidas centrales con nombres ya definidos (de Mayo y Chacabuco) y dos diagonales (San Antonio y Valdivia), una plaza central, una universidad, hospital, palacio de gobierno y demás edificios públicos. Increíble. Pero fue real.

Fuente: 90 Líneas

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