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Sin ofensa ni temor 81: Izquierda Nacional… ¿Y eso?

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Harrrmosísimo artículo para leer y pelearse, escrito por Martín Ribadero. Al final, patina porque vincula al kirchenismo con la izquierda nacional; diagnóstico que a nuestros ojos carece de fundamento. Sin embargo, el trabajo es más que respetable porque ordena algunos elementos que la historia se llevó por delante, y se anima a indagar algunas puntas que usualmente los autores “esquivan”. Lea el artículo y peléese… (es nuestra razón de existir).

El Editor Federal

¿Nacionalistas? ¿Peronistas? ¿Socialistas? A propósito de la categoría de “izquierda nacional” en el escenario ideológico argentinoMartín Ribadero*

Introducción

El artículo tiene como objetivo analizar la trayectoria de la categoría de “izquierda nacional” en el panorama ideológico argentino desde mediados del siglo XX hasta las primeras décadas del XXI. El interés radica en establecer quiénes han apelado a esta noción y de qué manera lo hicieron, con sus luchas de clasificación y delimitación de pertenencia frente a otras opciones ideológicas, con el fin de comprender la historia de una tradición que, y a pesar del contexto actual, en los últimos diez o quince años sigue presente en la vida político-cultural. En efecto, si a fines de los años noventa esta constelación de ideas (después de un período de emergencia y auge entre las décadas de 1950 y 1970) parecía por lo menos residual, a partir del presente siglo volvió a resurgir como un afluente ideológico que permitió abrevar en él a varios actores políticos, intelectuales y militantes asociados a lo que se ha denominado como kirchnerismo o “izquierda populista”. Y aunque este marco no alienta una irradiación similar a aquella de la que gozó esta categoría tiempo atrás, su insignia tampoco parece presta a desaparecer, aun cuando ya no posea sus antiguas certezas y quienes la reivindican ya no sean hombres y mujeres pasibles de ser ubicados, siguiendo a Norberto Bobbio, dentro de una izquierda radical amparada en el igualitarismo y un programa de corte revolucionario.[1]

Los comienzos de la “izquierda nacional”

Desde sus inicios la izquierda argentina estuvo atravesada por una constante lucha en la definición de sus características ideológicas. Desde la década de 1920 en adelante, las principales familias que integraban este espacio (socialistas y comunistas) priorizaron asumir como rasgo central de sus intervenciones y tomas de posición la identidad antifascista.[2] Esa adopción implicó que esta cultura política dejara de lado sus diferencias con otros sectores hasta ese momento oponentes, como eran liberales, radicales y demócrata progresistas. Producto de acuerdos, alianzas y afinidades entre estas diversas familias político-culturales, el antifascismo se conformó a partir de su inscripción en la tradición del liberalismo, que ofrecía un sentido único y general a las heterogéneas fuerzas que integraron esta constelación.[3]

A mediados de los años cuarenta, con el surgimiento y posterior predominio del nacionalismo popular de cuño antiliberal en la arena política e ideológica nacional, esta asociación entre izquierdas y liberalismo, si bien continuó por varios años, comenzó a revelar un notorio agotamiento, visible en distintos reacomodamientos y rupturas tanto a nivel de sus partidos políticos como de sus formaciones político-culturales. El Partido Socialista, por caso, experimentó una fuerte partición interna durante los gobiernos peronistas, producto de un movimiento triunfante que revelaba una ambiciosa política social y un evidente apoyo por parte de los trabajadores urbanos. Las expulsiones en 1952 de miembros de peso como Enrique Dickman, un histórico del partido, o Carlos María Bravo revelan de forma nítida el alcance de la crisis que surcaba a la cúpula partidaria del socialismo argentino, a la que se agregaba la salida de dirigentes sindicales como Ángel Borlenghi y Juan Atilio Bramuglia. Unos años más tarde, esta división interna prosiguió al calor del impacto que produjo en esta legendaria institución política el contexto posperonista, la Revolución Cubana y la emergencia de una nueva camada de políticos y militantes.[4]

El comunismo, por su parte, también se vio envuelto en una serie de pujas y divisiones internas durante los años del peronismo. La expulsión de dos importantes historiadores del partido como eran Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano -quienes habían apoyado varias iniciativas del gobierno de Perón-, a lo que habría que sumar los sucesos desencadenados a partir del denominado “caso Real”, evidencian dos de los hechos más salientes de una serie de rupturas y tensiones que, sin embargo, no logró quebrar la estructura y el orden interno de esta institución ni tampoco el consenso ideológico que el liberalismo (detectable incluso en la obra de Puiggrós) conservaba todavía en la cultura comunista.[5]

Otro integrante significativo de la izquierda argentina como el trotskismo también atravesó, por esos mismos años, un importante proceso de disidencia entre las distintas sectas o tendencias que lo conformaban, cuyo resultado terminaría alejando a varias figuras y a grupos del antifascismo y de la tradición liberal como fuente ideológica común.[6] El grupo liderado por Jorge Abelardo Ramos representó una de esas disidencias respecto al peso vertebrado de que el liberalismo gozaba dentro del trotskismo y de la cultura de izquierda en general, al auspiciar una revisión de las bases ideológicas que constituían al socialismo argentino inducido por el triunfo y el predominio que el nacionalismo popular detentaba entre los trabajadores argentinos. Incorporando y adaptando ciertas ideas provenientes de este afluente ideológico -como era la relevancia asignada a las masas en la historia nacional, o a líderes populares como José de San Martín y Manuel Dorrego hasta Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón- pero también del antiimperialismo latinoamericano vía el socialista Manuel Ugarte, Ramos y su grupo buscaron rediseñar una nueva doctrina socialista con el objetivo de lograr un consenso entre trabajadores y militantes en la construcción de auténtica soberanía contra el imperialismo, a partir de su incorporación a lo que denominaba como los “Estados Socialistas de Latino América”, bajo la bandera del socialismo nacional.[7]

Esta integración de temas y tópicos propios del nacionalismo popular y del antiimperialismo a la visión utópica de izquierda le permitió a Ramos y a su grupo -pero también al que lideró un tiempo después el contornista Ismael Viñas- canalizar referencias históricas, acontecimientos, actores e ideas opuestos a los que apadrinaba la tradición liberal.[8] Si bien este distanciamiento con el liberalismo habría que relativizarlo incluso en el caso del propio peronismo, es claro que para este sector del marxismo la emergencia del nacionalismo popular no solo desafió la común división entre izquierda y derecha que apadrinaba su cuadrilátero ideológico, sino que también obligó a la búsqueda de un diálogo posible, no exento de disputa -incluso con las ideas que apadrinaba una figura algo más distante como era José María Rosa-, con el fin de ofrecer una solución a la crisis ideológica y política, en la que el predominio que ostentaba Perón entre los trabajadores y los sectores populares había sumido a la izquierda argentina.

La izquierda nacional en los sixties (sesenta)

La idea de una “izquierda nacional”, hasta donde puede registrarse, emergió a fines de los años cincuenta. Frente a lo que enunciara en su momento Jorge Abelardo Ramos, por lo que la evidencia permite afirmar, es poco probable que esta categoría haya comenzado a circular en el ambiente intelectual argentino durante los años del peronismo en el poder. Más bien, es factible identificar su uso recién a fines de la década de 1950 entre ciertos sectores de la izquierda marxista y el peronismo, como puede apreciarse de manera nítida en la revista El Popular, dirigida por el entonces abogado y propiciador político-cultural Carlos Strasser. En un intento por delimitar quiénes podían ser parte en este espectro ideológico, El Popular incluía entre sus integrantes a hombres inscriptos en diferentes tradiciones y generaciones, como Ismael Viñas (frondizismo), Ramos (trotskismo), Hernández Arregui (nacionalismo popular), Puiggrós (comunismo) y John William Cooke (peronismo de izquierda), entre otros.[9]

Esta visibilización, y al mismo tiempo apuesta, que Strasser realizaba del naciente y creciente espacio de la izquierda nacional no estuvo exenta de disputas por su liderazgo. Un instante explícito se observa en el debate que sostuvieron Ramos y Hernández Arregui en revistas como Política, Voz Popular y El Popular. Más allá de las cuestiones personales que enfrentaron a cada uno, esta diatriba versó sobre el uso y la delimitación de las ideas que podrían ser consideradas parte de la izquierda nacional y sobre quiénes podían ser incluidos dentro de este espectro. Mientras que para Hernández Arregui el surgimiento de la izquierda nacional era constatable después del golpe de Estado de 1955, para Ramos esta había tenido como fecha de nacimiento un tiempo anterior y en publicaciones de origen trotskista como Frente Obrero y Octubre. En un plano complementario, este enfrentamiento también dejaba en evidencia el dilema estratégico que varios intelectuales de izquierda afrontaron durante los años sesenta y setenta: el de la incorporación o no al peronismo. Pero más allá de esta cuestión, nada menor en el interior del panorama político-ideológico nacional, lo cierto es que hacia los primeros años de la década del sesenta la autodenominada izquierda nacional se convirtió en una nueva opción ideológica, en especial entre la juventud universitaria, de la mano de la creación de distintas organizaciones -como el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), liderado por Ramos, o el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) de Viñas-, y de una serie de emprendimientos culturales, como revistas –Izquierda Nacional y Liberación– y libros, auténticos best seller políticos, como Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Ramos, o Imperialismo y cultura, de Hernández Arregui.

Ahora bien, ¿cuáles podrían ser los rasgos, siempre inestables, que le otorgaban cierta coherencia a quienes decían integrarla? Podrían sugerirse tres, que, en una mirada general, la emparentan más con el cruce entre el nacionalismo popular y el marxismo “clásico” -Marx, Lenin, Trotsky- que, como algunos han afirmado, con un nacionalismo afincado en la obra de los hermanos Irazusta o el renovado “marxismo occidental”. En primer lugar, un aspecto saliente es la interpretación “positiva” del “hecho peronista”, como un momento significativo del desarrollo de la conciencia obrera y de la preponderancia de los intereses nacionales por sobre los extranjeros, apuntalada desde una mirada antiimperialista y que, en el caso de marxistas como Ramos y Puiggrós, declinaba a través de la denominada “cuestión nacional”. Un segundo punto de conjunción radicó en la toma de distancia y la crítica a la denominada “izquierda tradicional”, que se identificaba con el socialismo y el comunismo, dada la aversión al componente popular, obrero y plebeyo que atravesaba a la sociedad argentina y a los sectores populares y que el peronismo bien habría sabido captar. Un último elemento estaría vinculado con la posibilidad de conjugar un encuentro entre peronismo y socialismo, ya sea en términos políticos (a partir de la estrategia de los “Frentes Nacionales”) o ideológicos, apelando a ideas como soberanía nacional o a una interpretación de la historia argentina contraria a la propuesta por el liberalismo o a las que ofrecía el marxismo como “imperialismo” de tradición leninista y la división del mundo capitalista entre “países coloniales y semicoloniales”.

Sin embargo, esta mirada de conjunto no debe dejar de advertir las diferencias que existían entre quienes decían componer esta izquierda nacional que, más allá de disímiles trayectorias intelectuales, hacían muy probablemente difícil una unificación a nivel político o partidario. En el caso de Ramos y Viñas (en Puiggrós esto no ocurre), su postura común de no ingresar al movimiento liderado por Perón (el primero por razones asociadas a su apego a la tradición leninista) los diferenciaba de esas otras figuras con las cuales cierta literatura los emparentaba, como Cooke y Hernández Arregui. Tal diferencia se asentaba en el objetivo de toda iniciativa política: mientras en Ramos el objetivo era plasmar una revolución de corte socialista que superara la “revolución nacional” y con ello las desigualdades que apañaba el capitalismo argentino, en el resto ese horizonte era más bien lejano aunque no menos deseable (Cooke) o ni siquiera enunciable (Hernández Arregui); en el caso de Puiggrós, su énfasis declinaba lentamente en sus distintas intervenciones.

Ya en los años setenta, esta izquierda nacional amplió su irradiación al sumarse nuevas figuras (Norberto Galasso, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo L. Duhalde) y obtener una nítida repercusión en el medio universitario, al tiempo que su discurso logró una estandarización en el uso de tópicos e ideologemas, los cuales solo sufrían agregados que actualizaban lo que la tradición semiológica francesa denomina “lenguaje de madera” o, en otras palabras, relato militante.[10] Quizás un aspecto distintivo respecto a los años sesenta radicó en que varios de quienes se autodenominaban parte de la izquierda nacional priorizaron la arena partidaria e institucional a las batallas de ideas, como revela el caso de Ramos y el Frente de Izquierda Popular (FIP), fundado en 1971, y su participación en las elecciones presidenciales celebradas dos años después, o el mismo Puiggrós en calidad de decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

A fines de los años setenta, sin embargo, comenzó un lento declive del uso de esta categoría y de quienes eran asociados a esta ten–den–cia. El golpe de Estado de 1976, la muer——te de Hernández Arregui y de Puiggrós, el exilio de otros tantos como Viñas y la crisis interna del FIP de Ramos -que implicó la división del partido y el distanciamiento de su socio principal durante décadas, Jorge Enea Spilimbergo- y, finalmente, el triunfo de la Unión Cívica Radical liderada por Raúl Alfonsín en 1983, conformaron algunos de los elementos que permiten explicar la decadencia, mas no su desaparición, de esta constelación en el escenario ideológico durante la década del ochenta y parte de la del noventa del siglo pasado.

En el marco de una nueva crisis de las izquierdas a nivel global, cuya profundización se evidenció sobre todo a raíz de la implosión de la URSS, el declive de la idea de izquierda nacional es significativo, al punto de casi decretarse su desaparición cuando Jorge Abelardo Ramos, después de décadas de alentar una posición independiente, se incorporó al peronismo en 1994. Tal hecho venía gestándose tiempo atrás, a partir del diálogo y el contacto asiduo que Ramos tenía por entonces con muchos miembros del Partido Justicialista inscriptos en la denominada “renovación peronista”, en especial Antonio Cafiero y Carlos Saúl Menem, según se constata en su correspondencia personal, donde el dilema del “aislamiento” y una nueva crisis de las izquierdas en la Argentina asomaba como una preocupación permanente. Este acoplamiento de quien pregonó durante años una autonomía total respecto al peronismo significó que un sector de la autodenominada “izquierda nacional”, entre la década del noventa y parte del nuevo milenio, pasara a ser un mero elemento residual dentro de la cultura política argentina.

La izquierda nacional: entre la crisis del “socialismo real” y el surgimiento de la “izquierda popular”

A fines de la primera década del presente siglo, las figuras de Ramos, Arregui y Puiggrós, sus libros y algunas de sus principales ideas retomaron lentamente su presencia en la arena ideológica nacional. En el caso de Ramos, tal rehabilitación se debió en parte a su ingreso al peronismo, pero ahora sumaba un elemento nuevo: un sector dentro de este, el kirchnerismo, asumía ese legado al destacar un manojo de nociones tales como “Patria Grande” o la “balcanización latinoamericana” y a la nueva publicación de los libros que habían formado a varias generaciones de intelectuales y militantes, tanto peronistas como de izquierda, entre los años cincuenta y sesenta.

Quizás un momento que grafica y al mismo tiempo condensa esta apropiación del legado de la izquierda nacional de Ramos, a manera de apunte, pueda apreciarse en el encuentro que sostuvieron en 2011 la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el mandatario venezolano Hugo Chávez, momento en el cual este último lee y cita varias partes del libro de Ramos Historia de la Nación Latinoamericana, publicado en 1968, exaltando la idea de “Patria Grande” y “unificación latinoamericana” (la radicalidad socialista y las apelaciones a Marx, Lenin y Trotsky brillaban por su ausencia en su alocución).[11]

A principios de la presente década, el kirchnerismo parecía hallar en Ramos y en el resto de la tradición de la izquierda nacional referentes intelectuales que le permitían tomar distancia del peronismo de los años noventa. Asimismo, ofrecía un cúmulo de ideas pertenecientes a un pasado anclado a una militancia de izquierda de los años setenta, aunque ese gesto evidenciaba una nula apelación a conceptos como “revolución”, “socialismo” o “lucha de clases”, típicos de la formación discursiva de Ramos y su grupo durante su época de notoriedad, pero también al lugar central que ocupaba Juan Domingo Perón en la obra de Hernández Arregui. Así, esta tendencia ideológica emergía de nuevo en la vida local como un referente dentro de un espectro político presto a diagramar un pasado y un futuro para un proyecto que intentaba establecer una inscripción propia en la historia nacional. El reverso de esta actualización de la izquierda nacional, y de Ramos en particular, mostraba una cada vez más escasa independencia en cuanto a su producción ideológica y su posicionamiento político, como un signo representativo del que sufría la cultura de izquierdas. En la última década, buena parte de esta tradición aparecía diluida en el peronismo-kirchnerista, subsumida en una narrativa de una “izquierda popular”, la cual entre otras cuestiones ya no habilitaba los contornos socialistas radicales y el énfasis igualitarista que Ramos o Ismael Viñas, entre otros, supieron cultivar.[12]

En conclusión, ¿de qué nos habla el derrotero trazado? No solo de los cambios políticos e ideológicos alcanzados por esta autodenominada “izquierda nacional” en las últimas décadas respecto al momento histórico de su surgimiento y expansión, sino también de que en gran medida su definición estuvo supeditada a distintas coyunturas, dando cuenta de la contingencia que existió en cuanto a su definición y a quienes se inscribían o eran autorizados a formar parte. Asimismo, su configuración, sobre todo durante el siglo pasado, estuvo supeditada a las batallas protagonizadas entre quienes provenían del mundo de las izquierdas de signo marxista y del nacionalismo popular -y a su vez enfrentados a la “izquierda tradicional” y a las derechas de signo liberal-, en un proceso de competencia por la hegemonía de un espacio que, entre las décadas del sesenta y el setenta, afrontaba una amplia recepción en los sectores medios politizados. Por último, en relación al tiempo reciente, no es menos significativo advertir la pérdida progresiva tanto de una autonomía enunciativa como de su carácter discursivo más radical, en el sentido de diseñar horizontes alternativos para una sociedad que ha adquirido profundos niveles de desigualdad social y económica.

*Martín Ribadero, es docente e investigador de la Universidad Nacional de San Martín, Perú. El artículo compartido, fue publicado originalmente en la revista Prismas (vol. 24, núm. 2, pp. 282-288, 2020), bajo el título “¿Nacionalistas? ¿Peronistas? ¿Socialistas? A propósito de la categoría de “izquierda nacional” en el escenario ideológico argentino”. Replicado también por el Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes.

Notas

1 Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, Buenos Aires, Taurus, 2014.

2 Ricardo Pasolini, Los marxistas liberales: antifascismo y cultura comunista en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2013. Ricardo Martínez Mazzola, “El Partido Socialista en los años 30”, 2017, disponible on-line <http://www.psocialista.org/13493/>.

3 Fernando Devoto, “Reflexiones en torno a la izquierda nacional y la historiografía”, en F. Devoto y N. Pagano (eds.), La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 107-131.

4 María Cristina Tortti, El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva izquierda”, Buenos Aires, Prometeo, 2009.

5 Adriana Petra, Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra, México, FCE, 2018.

6 Horacio Tarcus, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996.

7 Martín Ribadero, Tiempo de profetas. Debates, ideas y labor cultural de la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos (1945-1962), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2017, p. 83-84.

8 Carlos Altamirano, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.

9 Carlos Strasser, “Acerca de una izquierda nacional”, El Popular. Hacia el pueblo por la verdad, Buenos Aires, año I, n°1, septiembre de 1960, p. 19.

10 Marc Angenot, Interdiscursividades. De hegemonía y disidencias, Córdoba, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, 2010.

11 Al respecto véase <https://www.youtube.com/watch?v= 9zBHYZPIHqo>. Sobre el vínculo entre Cristina Fernández de Kirchner y Jorge Abelardo Ramos, cf. “Cristina Kichner dijo que en 1973 votó a Perón ‘por izquierda’”, en diario Infobae, puesto en línea <https://www.infobae.com/2013/09/09/1507683-cristina-kirchner-dijo-que-1973-voto-peron-por-izquierda/> (9 de sep——tiembre de 2013).

12 Itai Hagman y Ulises Bosia, La izquierda y el nacionalismo popular ¿un divorcio inevitable?, Buenos Aires, Colihue, 2017.

Bibliografía citada

Altamirano, Carlos, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.

Angenot, Marc, Interdiscursividades. De hegemonía y disidencias, Córdoba, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, 2010.

Bobbio, Norberto, Derecha e izquierda, Buenos Aires, Taurus, 2014.

Devoto, Fernando, “Reflexiones en torno a la izquierda nacional y la historiografía”, en Devoto, F. y N. Pagano (eds.), La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 107-131.

Hagman,Itai y Ulises Bosia , La izquierda y el nacionalismo popular ¿un divorcio inevitable?, Buenos Aires, Colihue, 2017.

Pasolini, Ricardo, Los marxistas liberales: antifascismo y cultura comunista en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2013.

Petra, Adriana, Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra, México, FCE, 2018.

Ribadero, Martín, Tiempo de profetas. Ideas, debates y labor cultural de la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos (1945-1962), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2017.

Strasser, Carlos, “Acerca de una izquierda nacional”, El Popular. Hacia el pueblo por la verdad, Buenos Aires, año I, n° 1, septiembre de 1960, p. 19.

Tortti, María Cristina, El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva izquierda”, Buenos Aires, Prometeo, 2009.

Fuente: IRH Jorge Abelardo Ramos

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