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Ayer, martes 17 de enero, se cumplieron 65 años de la puesta en funcionamiento del Reactor del RA-1. Cómo fue la carrera para lograr la primera reacción nuclear controlada de América Latina. El legado del Modelo Argentino de Desarrollo.

Redacción

El 17 de enero de 1958, la Comisión Nacional de Energía Atómica puso en marcha su primer reactor experimental. Fue construido en apenas 9 meses, con técnicos, científicos y tecnología locales. Aquellos pioneros sentaron las bases de la soberanía nuclear argentina, que hoy tiene como un nuevo hito la construcción del RA-10.

La idea original era comprar un reactor nuclear experimental llave en mano a la empresa estadounidense General Electric. Pero fue reemplazada por otra más ambiciosa: que la Argentina construyera su propio reactor, con científicos y tecnología locales. Así nació el RA-1, que logró su primera reacción nuclear controlada el 17 de enero de 1958, hace 65 años. Fue inaugurado oficialmente tres días después y fue el primero en operar en América Latina.

Tardaron nueve meses en construirlo. Excepto el uranio enriquecido, que provino de los Estados Unidos mediante un convenio de cooperación firmado en 1955, el grafito importado de Francia y algunos componentes electrónicos, todas las otras partes del reactor fueron desarrolladas en el país.

La construcción del Reactor Argentino 1 o RA-1 fue posible gracias al entusiasmo y la inventiva de los científicos y científicas de la Comisión Nacional de Energía Atómica. También hubo una cuota de rivalidad con Brasil, para ver cuál de los dos países lograba la primera reacción en cadena autosostenida en esta parte del continente.

La génesis del proyecto

En noviembre de 1956, la CNEA anunció que la Argentina compraría un reactor nuclear para poder pasar de la teoría a la práctica. Su presidente era el entonces capitán Oscar Quihillalt, quien a principios de 1957 viajó a Nueva York para concretar la operación con General Electric. La falta de algunos estudios jurídicos demoró la transacción.

En su libro “El sueño de la Argentina atómica” (Edhasa, 2014), Diego Hurtado de Mendoza cuenta que Quihillalt se dirigió entonces a Filadelfia para asistir a una conferencia. Allí se encontró con el ingeniero Carlos Büchler, quien había trabajado en la CNEA y en ese momento lo hacía en el Argonne National Laboratory de Chicago. El mismo donde el físico Enrico Fermi desarrolló el primer reactor nuclear artificial del mundo, en 1942.

A instancias de Büchler, Quihillalt fue a conocer el Argonaut (Argonne Nuclear Assembly for University Training), un pequeño reactor experimental que había sido inaugurado unos días antes en Argonne. Y consiguió sus planos, convencido de que la Argentina debía construir su propio reactor.

El 9 de abril de 1957 se decidió que la CNEA construiría el primer reactor nuclear de investigación argentino en un predio de la Dirección General de Fabricaciones Militares, en Constituyentes y General Paz.

El director del proyecto era el físico Fidel Alsina Fuentes, jefe de Ingeniería Nuclear de la CNEA, quien formó parte del grupo que viajó a Chicago para recibir formación técnica. “Al principio no los dejaban participar en los experimentos. Hasta que ellos encontraron un problema en el registro del reactor Argonaut y a partir de eso sí les permitieron presenciar las prácticas. Y aprendieron muchísimo”, cuenta el ingeniero electrónico Hugo Scolari, que lleva cuatro décadas como jefe del RA-1.

En el país, al frente de la construcción quedó el ingeniero Otto Gamba, jefe del Departamento Reactores de la CNEA. A su mando había varios equipos de trabajo formados con egresados de los cursos de reactores nucleares.

La construcción del RA-1

Carlos Domingo, quien integró la Sección Reactores de la CNEA entre 1955 y 1960 y fue parte de la comitiva que viajó a Chicago, escribió un relato acerca de aquellos días de prueba, error y búsqueda de soluciones durante la construcción.

“Se trató de calcular la masa crítica del reactor para diferentes disposiciones de uranio, cálculo complicado por la geometría, que no era un anillo completo. El Taller, dirigido por Di Marzio, avanzó rápidamente en la construcción de las placas de control, el sistema de circulación de agua de enfriamiento y el tanque de aluminio del reactor. Velia (Hoffman) supervisaba y trabajaba en la construcción del blindaje. Había que diseñar los encofrados de las diferentes clases de bloques y controlar con cuidado el vaciado de cemento especial con la cantidad adecuada de barita. Koppel se encargó de controlar el corte del grafito que rodeaba al tanque”, contó Domingo.

Uno de los grandes desafíos fue construir los elementos combustibles, hechos con placas de óxido de uranio forradas por una fina cubierta de aluminio de alta pureza. “Se producían por un procedimiento de extrusión a la temperatura en la que el aluminio es deformable. El grupo de metalurgia dirigido por Jorge Sábato, que contaba con gente muy preparada, estudió el problema y llegó a hacer un prototipo usando óxido de uranio natural preparado en el país y aluminio común”.

Hubo dudas acerca de si el sistema funcionaría con el uranio enriquecido. Pero Harry Bryant, el director del Argonaut, aseguró que estos elementos combustibles diseñados en la Argentina eran de mejor calidad que los que se usaban en el reactor estadounidense. Y se decidió que los del RA-1 se harían en la CNEA.

Los científicos argentinos trabajaban de 12 a 18 horas por día para construir el reactor. La primera prueba comenzó el 16 de enero de 1958. Al principio parecía que no había uranio suficiente para alcanzar la criticidad. Lo solucionaron cambiando de posición los elementos combustibles, colocando los que contenían más uranio en el centro. La reacción nuclear en cadena autosostenida se alcanzó a las 6:30 del 17 de Enero de 1958. Fue la primera en América Latina. La inauguración oficial se hizo el 20 de enero y el reactor recibió el nombre de “Enrico Fermi”. Brasil inauguró su reactor cinco días después.

“Este hito fue el puntapié inicial para el desarrollo en el país de reactores de investigación y producción”, subraya Scolari.

El legado del RA-1

En 1959, una reforma integral del RA-1 permitió subir diez veces su potencia máxima. Hubo que construir un nuevo tanque y nuevas piezas de grafito. También se renovaron las placas de control y se instaló una torre de enfriamiento. Después de una prueba en la que no se logró criticidad, hubo que reducir el diámetro del cilindro interno de grafito y agregar a su alrededor algunas placas de combustible. Para eso había que arquearlas. Los técnicos encontraron la manera de realizarlo en forma segura. El reactor volvió a alcanzar criticidad el 25 de diciembre de 1959.

El RA-1 fue utilizado para innumerables experimentos e investigaciones y fue pionero en la producción de radioisótopos nacionales para uso medicinal e industrial (a baja escala). Aún hoy se lo usa para capacitación de recursos humanos; extensas actividades de divulgación; ensayos por activación neutrónica de materiales; estudios de daños por radiación, por ejemplo, en metales que luego formarán parte de Reactores de Potencia, y el desarrollo de una terapia revolucionaria en medicina nuclear para tratar ciertos tipos de cáncer, llamada BNCT (Terapia por Captura Neutrónica en Boro).

A 65 años de la inauguración del primer reactor, la CNEA construye el Reactor Nuclear Argentino Multipropósito RA-10 junto a la empresa estatal INVAP. Y hasta el día de hoy, la Argentina produce sus propios elementos combustibles para sus plantas y reactores nucleares.

“El RA-1 dio inicio a la carrera nuclear argentina y hoy se encuentra en servicio gracias a las capacidades científicas tecnológicas, humanas y de gestión de nuestro país y su gente. Las mismas que hoy permiten desarrollar el RA-10. Esta es la historia entrando en diálogo con el presente, para construir el futuro. El RA-1 es la semilla que se sembró en el 57 y asomó en el 58, dando lugar al actual ecosistema de excelencia nuclear que hoy lidera nuestra Nación”, destacan desde el Departamento de Reactores de Experimentación y Servicios de CNEA (GRyCN – GAEN), liderado por Fabián Moreira e integrado por Juan Manuel Politano, Florencia Parrino y Agustina González.

“La construcción y puesta en marcha del RA-1 es un hito en sí mismo, pero lo más importante es el sendero que comienza a marcar –subrayan-. Hoy en la CNEA las personas siguen capacitándose y llevando adelante nuevos proyectos con la misma energía, sed de conocimiento y de crecimiento para el ámbito nuclear, siempre asumiendo y superando cada desafío con compromiso, seguridad, profesionalismo, creatividad y con mucha pasión”.

Fuente: Argentina.Gob / Télam

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