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Al momento de escribir éstas líneas la cotización del dólar – o la devaluación del peso argentino respecto de la moneda norteamericana – es de $ 45,84. Ese valor puede subir o bajar en segundos; pero ¿qué más da? Mire; ni se moleste en leer la nota…
Redacción
Lo que intentaremos hoy es bajar a tierra los argumentos, y en la medida de lo posible explicarlos, de por qué el rumbo financiero del actual Gobierno argentino, y del que asuma el 10 de diciembre próximo, no variará demasiado sino se toman medidas radicales al respecto.
Algunos datos para tener en cuenta, y que con los que deberá lidiar la próxima gestión: la cantidad de dólares que se generan a partir de las exportaciones agropecuarias cada año es del 10% del Producto Bruto Interno (PBI). Es decir, todo lo que se compra y se vende en el país.
Ahora bien, en 2022 y 2023, o sea la segunda mitad del próximo mandato, Argentina deberá pagar en cada año vencimientos de la deuda externa con el FMI; más los intereses de la misma; más bonos emitidos que circulan internacionalmente; y otros “papelitos”, la misma cifra de lo que en teoría se genera por exportaciones.
Sucede que, como hemos escrito tantas veces, Argentina impone un plazo de diez años para “liquidar” las ventas al exterior. Es decir, para que los exportadores transformen en pesos los dólares obtenidos afuera; al tiempo que les permite a los tenedores de ese dinero no ingresar las divisas al país. Por lo tanto, con solo una Declaración Jurada y el pago de los tributos correspondientes según ese documento; el trámite está resuelto. No existe en la actualidad ninguna área estatal que controle si es veraz lo expresado en tales DD.JJ.
Por otro lado, todo el aparato bancario y financiero estimula, desde el pequeño ahorrista hasta el monstruo buitre más especulador, a tener dólares: Uno, diez, cien o millones. No importa. A ese fenómeno, los economistas – incluyendo a los del campo nacional y popular – lo denominan “formación de activos externos”.
Por supuesto, quiénes poseen millones de verdes “fugan esos capitales”. En criollo, hacen operaciones bancarias en entidades extranjeras fuera del país o con sus sucursales en Argentina. Al estar “liberado” el mercado de capitales – el Estado argentino no controla el movimiento de entrada y salida de dinero al país -, ante cualquier “lío” – recuerden el corralito en 2001- esas sucursales remiten ese dinero a sus casas matrices en el exterior y buenas noches; se fue la guita.
Obviamente, quienes “fugan” ese dinero, generalmente obtuvieron en el ínterin ganancias muy importantes.
Las respuestas gubernamentales de mantener altísimas “tasas de interés de referencia” (lo que vale el dinero en Argentina cuando se obtiene un crédito), para que los actores económicos se vuelquen al “peso”, ya no sirven. Todos se quedan con los dólares.
Resulta disparatado bregar por la inversión en los distintos sectores de la producción, cuando la industria está operando al 40% de su capacidad; cuando mes a mes la población compra menos artículos de necesidad básica; cuando mes a mes la desocupación y la informalidad crecen; y cuando cualquier oferta de crédito direccionada a la producción supera largamente el 100 % anual.
Entonces, el panorama no es esperar a que la situación se doble o se quiebre. De seguir así, esto se rompe; y hay sectores ligados al capital extranjero muy interesados en que ello suceda.
Es más, hay otra timba en ciernes: en los últimos días, el Banco Central estuvo rubricando contratos del “dolar futuro” – o sea acuerdos/apuestas que especulan sobre la cotización de la moneda norteamericana dentro de unos meses -, dónde se pactaron valores para el dólar de $ 50 en octubre; $ 52 a noviembre; $ 60 a marzo y $ 66 a junio de 2020. Acá nunca está demás el dato fútbolero: Boca Juniors acaba de firmar un contrato de indumentaria con la marca de las “tres tiras” con una referencia del dólar a $ 70.
¿Qué queda por hacer entonces? Si no se cambia la matriz de referencia económica, poco y nada. Lo ideal sería declarar al peso argentino como inconvertible, nacionalizar los depósitos bancarios y el comercio exterior. En criollo: estatizar la banca, e instalar una gran ventanilla con mostrador incluido, dónde sea el Estado Argentino quién comercie con el resto del mundo. A partir de allí sustituir importaciones masiva y sistemáticamente
Si la elección la gana Macri, olvídense. Si gana Fernández en octubre, y más allá de su afición al instrumento, no le vemos uñas de guitarrero para emprender tales medidas.
Ambos, de alguna forma, intentarán que el dinero a la gente le “rinda más”, sin sacarle ganancias a los monstruos. Eso se reforzará con una mayor apertura de exportaciones agropecuarias y minero-carburíferas.
Desde ya avisamos: eso no durará más allá de los 24 o 30 meses. Luego vendrán las quejas por la falta de infraestructura instalada en materia minero-agropecuaria y el alto costo argentino. Excusas para encaramarse para condicionar a la gestión gubernamental de 2023 a 2017. Son de libro.

Fuentes: Proyecto Económico / Ecolatina / BCRA

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