Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El 25 de abril de 1829 tuvo lugar la batalla de Puente de Márquez. Allí, Rosas y López derrotaron a Lavalle. El general unitario no contó con la astucia de el mejor soldado federal: el campo.
El Editor Federal
Después del derrocamiento y fusilamiento de Dorrego en diciembre de 1828, Lavalle pretende que sea tomado como un asunto interno de la provincia de Buenos Aires, pero la Convención reunida en Santa Fe rechaza ese argumento, y lo considera “un crimen de alta traición contra el estado”, y declara “anárquica, sediciosa y atentatoria contra la libertad, honor y tranquilidad de la Nación, la sublevación militar de las tropas el 1° de diciembre del año pasado en Buenos Aires por el general Juan Lavalle…” designando a López como jefe del ejército para batir a los rebeldes.
El 29 de diciembre, Quiroga indignado le advierte en carta dirigida “Juan Lavalle, gobernador intruso de Buenos Aires”:
“No pierda V.E. los instantes que le son preciosos al abrigo de la distancia, para escudarse del grito de las provincias. El que habla no puede tolerar el ultraje hecho a los pueblos sin hacerse indigno del título de hijo de la Paria, si dejase la suerte de la República en manos tan destructoras. Debe tomar la venganza que desde ahora le promete”.
Apoyado por el general Paz, Lavalle retira los diputados de Santa Fe, y al mando de las tropas veteranas de la guerra contra Brasil, cruza el Arroyo del Medio e invade Santa Fe. Pero las tropas y experiencia de Lavalle, no le alcanzan para batir al escurridizo ejército de López, que conoce el terreno mejor que nadie, y retrocede con escaramuzas, pero sin presentar batalla abierta.
López maniobra con habilidad hasta que el ejército de Lavalle, con las caballadas agotadas, llegan hasta la Cañada del Carrizal, donde López deja de hostilizarlo.
Lavalle ordena campamento para descansar, pero a la madrugada se llevará una sorpresa: las propias caballadas se encuentran diezmadas por la mortandad a causa del mío mío, un yuyo venenoso con que estaba cubierto el campo. El gaucho pícaro de López, haciéndolo acampar en la Cañada, lo había dejado de a píe sin presentarle batalla.
El soberbio Lavalle, sin caballada, se ve obligado a retroceder, y asediado por López es derrotado en Puente de Márquez, con el apoyo de Rosas, el 25 de abril de 1829.
Estanislao López, dirá en el parte con ironía:
“El general enemigo, que ha abusado hasta el día de hoy hablando de nosotros con el lenguaje de la presunción y la arrogancia, fundado según decía en la elevación de sus conocimientos, en su valor y en la calidad de sus soldados, ha tenido desde hoy un motivo para ser más modesto”.
Sabedor López, había ordenado había ordenado poner morrales a sus tropillas antes de la persecución, y por lo tanto no lo comieron. Pero sí los de la tropa unitaria, que perdió su caballería.
El mío mío es un arbusto parecido al romero – también se lo conoce como romerillo -. Es tóxico para los animales si lo consumen en cantidad cosa que ignoraba Lavalle, quien por esta causa y la astucia del brigadier Estanislao López fue derrotado en los campos de la hoy comuna santafesina de Carrizales, en el departamento Iriondo, a 65 kilómetros de Rosario.
Pero no sería el único episodio de Juan Lavalle con el mío mío. En 1840, Lavalle decidió marchar otra vez a Santa Fe en 1840. Ocupó Rosario y la ciudad capital, donde lo asediaron los federales dirigidos por el general montevideano Manuel Oribe. En Cayastá y en Calchines, mientras esperaba salir del acoso, hizo pastar a su caballada en campos tapizados de mío mío. Así perdió miles de animales que había arriado desde Buenos Aires.
Decidió abandonar la provincia rumbo a Córdoba: esperaba que allí el general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid le ayudara a recomponer la caballada. Perseguido por Oribe, Lavalle intentó la ruta habitual vadeando el Río Tercero, pero el montevideano le cortó el paso y tuvo que ingresar por la de Sunchales, en la zona conocida como El Tío.
¿Y qué había allí?: pastizales con mío mío y pocas aguadas. “Fue entonces que recibimos orden de montar para iniciar el camino de la sed y del desierto, escapándole a Oribe y a Pacheco y buscando a Lamadrid, para dar juntos la batalla definitiva. Casi sin caballos, diezmados en Los Calchines por el envenenamiento del mío mío, nos arrastramos hacia Córdoba”, relató un ex soldado de Lavalle aquel derrotero.
El campo encierra “misterios” tan sencillos de develar, que sólo alcanza con prestar atención. No se trata de decir, de trata mirar y escuchar.
Material Bibliográfico
-Diario EL Ciudadano
– Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
– Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
– Saldias, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina.
– La Gazeta Federal
Fuente: La Gazeta Federal