Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. A 75 años de su fallecimiento, no queríamos dejar pasar el recordatorio para Manuel Nicolás Savio: el hombre que demostró que Argentina podía desarrollar rápidamente el autoabastecimiento siderúrgico y la implantación de la industria pesada.
El Editor Federal
La carrera militar de Manuel Nicolás Savio comenzó a los 17 años, cuando en 1909 comenzó a cursar en el Colegio Militar de la Nación. Egresó a fines del año siguiente y posteriormente fue destinado al 5° Batallón de Ingenieros, bajo el mando de Alonso Baldrich, quien luego luchará junto a Mosconi por el petróleo nacional.
Años después fue destinado al Colegio Militar, como instructor de cadetes en el arma de Ingenieros. Enseñaba “Metalurgia y Explosivos”, “Servicio de Ingenieros” y Organización Industrial Militar”. Entre 1922 y 1923, cursa la Escuela Superior de Guerra y, al finalizar el 2º año, opta por la especialidad técnica. Poco antes de terminar el año 1923, es nombrado en la Comisión de Adquisiciones en el Extranjero con asiento en Bruselas. En Europa visita establecimientos industriales vinculados con la producción bélica, en particular en Francia y Alemania. Recoge datos y testimonios de quienes vivieron las vicisitudes logísticas durante la 1º Guerra Mundial. Regresa al país en 1926 con el grado de mayor y, desde esa fecha hasta 1934, prepara en San Martín, asiento del Curso Superior y Especial y luego Escuela Superior Técnica, a los futuros ingenieros militares.
Hasta el golpe de 1930, fue jefe del Curso Superior y Especial del Colegio Militar de la Nación y profesor en el mismo de Servicios de Ingenieros y Organización Industrial Militar. Ya con Uriburu en el poder, Savio le sugiere la creación de la Escuela Superior Técnica, constituyéndose en el primer paso de un plan para preparar y disponer del recurso humano necesario para un programa de industrialización que había de concretar en etapas sucesivas.
La creación de la Escuela Superior Técnica significaba la formación del personal militar capacitado para ejecutar esa “movilización industrial” que Savio siempre preconizaba y que, sostenía, llevaría al Ejército a convertirse en la fuerza propulsora que habría de establecer la industria pesada de la Argentina, justamente, un Ejército que tenía una desesperada necesidad de equipamiento, lo que imponía al país una pesada carga financiera.
La guerra mundial no sólo había agravado dramáticamente el déficit de combustibles y fluido eléctrico, no sólo impedía renovar el equipo industrial, sino que privaba a las Fuerzas Armadas de sus fuentes tradicionales de abastecimiento. Era indudable que la Argentina necesitaba en ese momento crear su industria pesada.
Savio veía que, a falta de empresas privadas con capacidad para hacerlo, y como la protección industrial y los subsidios no darían fruto antes de mucho tiempo, era forzoso que el Estado acometiese esa tarea por sí mismo, a través del Ejército. Más adelante, a medida que el capital privado cobrase fuerzas y la conciencia de ellas, suplantaría al estado en esa actividad.
El proyecto preveía que al final de una década el Estado estaría equipado con materiales producidos en el país, frente a una perspectiva bélica que parecía inevitable, y además habríamos iniciado la industria pesada, estimulando la iniciativa del capital y capacitando la mano de obra.
Al idear Fabricaciones Militares, sustituyó la palabra fábrica por la de fabricaciones porque pensaba en un organismo que produjese para la economía y la defensa nacionales a través de terceros, sin tener ninguna empresa propia. La misión específica de ese organismo era, simplemente, la movilización industrial, pero no con vistas a un determinado conflicto bélico, sino como tarea permanente.
De hecho, llegó a tener 14 fábricas, ubicadas en lugares estratégicos, y abocadas al desarrollo de las industrias para la Defensa, sino que fundamentalmente para la forja inicial de una nación industrial con proyección de varias décadas por delante. Un ejemplo – aunque ahora velado, escondido y pasado por alto – fue el estudio sobre Vaca Muerta, área que pertenecía a la DGFM.
Así, al promulgarse el 9 de octubre de 1941 la ley que creaba la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM) se convirtió en su primer director. En 1943 inauguró los Altos Hornos de Palpalá y el 11 de octubre de 1945 se produjo la primera fundición de arrabio en Zapla, Jujuy, primera acería de la Argentina. Se trataba de una experiencia piloto y de un pequeño alto horno que trabajaba con carbón de leña. La experiencia demostró que se podía producir arrabio en el país a precios razonables y avanzar, rápidamente, hacia el autoabastecimiento siderúrgico y la implantación de la industria pesada.
Savio también proyectó una ley de materias primas básicas: cobre, plomo, estaño, tungsteno, berilio, otros metales no ferrosos, uranio y demás minerales radioactivos. Previó la explotación del aluminio y del manganeso. Cada uno de estos proyectos estaba precedido por un estudio con proyecciones de mercado a 8 o 10 años, donde se consignaban las necesidades, los objetivos de producción y los métodos a emplear.
Alcanzó a ver tres sociedades mixtas: la de aceros especiales Atanor, concebida para producir caucho sintético y que debía llevar hasta la petroquímica; y la de industria química, a partir del ácido sulfúrico, con azufre autóctono, indispensable para la química pesada. Asimismo, proyectó la conversión de una vieja fábrica de munición de artillería para explotar nitrato de amonio y obtener fertilizantes nitrogenados.
El 31 de diciembre de 1946 recibió el grado de general de división. Seis meses después. el 31 de junio de 1947, mediante el decreto 22.315, se creó la Sociedad Anónima Mixta “Siderurgia Argentina” –SOMISA- de la cual fue su primer presidente.
Savio también forjó doctrina y puso en marcha la estrategia para la industrialización del país. El general, fallecería el 31 de julio de 1948 a los 56 años. Sin embargo, la inercia de su trabajo – a pesar de más golpes de Estado y atentados contra la industria nacional -, procuró que el 5 de mayo de 1961, en la planta General Savio de San Nicolás, se obtuvo la primera producción de acero.
Savio nunca aceptó cobrar más sueldo que el del Ejército. Formó una familia con la que vivió en una casa de Belgrano comprada con un crédito del Banco Hipotecario que a la hora de su muerte no había terminado de pagar.
A 75 años de su fallecimiento, no queríamos dejar pasar el recordatorio para Manuel Savio. Necesitamos regresar a su doctrina y volver a andar el camino de su obra.
Las naciones que dominan el ciclo del acero son las que pueden llevar adelante los verdaderos procesos de soberanía política, independencia económica y justicia social.
En 2023, nuestro país ha vuelto a convertirse en una semicolonia agroexportadora que importa del extranjero agujas de coser.
Fuentes: Portal Revisionistas / Radio Universidad Nacional de Litoral (entrevista a Alejandro Roux Savio el 29/07/2023)