Tiemblen los Tiranos 41: Algunas formas de entender la Revolución de Mayo

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Tiemblen los Tiranos 41: Algunas formas de entender la Revolución de Mayo

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Compartimos el siguiente artículo de la historiadora Cecilia González Espul*, que ya tiene unos años, pero no ha perdido vigencia. En él se hace un repaso por las tres interpretaciones que han tenido los hechos de 1810, que siempre vale la pena volver a repasar, porque en gran medida, todavía la “gesta de mayo” todavía no ha concluido.
Redacción
La revolución de Mayo de 1810 es uno de los fenómenos más complejos de nuestra historia, y por eso el más difícil de interpretar. Tan es así que ha dado origen a diversas y contrapuestas corrientes interpretativas. Según sea la que adoptemos será también cómo enfocaremos todo nuestro pasado y por ende nuestro presente.
En esta charla trataremos de clasificar las diferentes interpretaciones que a lo largo de nuestra historia y de acuerdo a las diversas posturas ideológicas se han dado sobre este hecho tan caro para nosotros, los argentinos, y que ha quedado registrado en nuestra memoria infantil a través de los actos escolares, con las imágenes del lluvioso día del cabildo abierto y el pueblo en la plaza de la Victoria con sus paraguas, pidiendo saber de qué se trata.
Pérez Amuchástegui, en Más allá de la Crónica, sintetiza los diferentes enfoques historiográficos sobre la Revolución de Mayo, de la siguiente manera:
1.- Los románticos de la Generación del 37 y sus epígonos: Sarmiento, Mitre, Vicente F. López, y la Generación del 80.
2.- Los liberales modernos y
3.- Los revisionistas

La primera corriente historiográfica sobre el 25 de Mayo fue la de los románticos de la Generación del 37, (Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez) que se caracterizaron por:
– impugnar la herencia hispánica,
– despreciar lo multitudinario y
– desconocer lo autóctono en sus valores prístinos (1).
Consideraban que el punto de partida de la nacionalidad argentina era el 25 de mayo de 1810, negando todo valor al pasado colonial. Según ellos el pensamiento de mayo rector de la argentinidad, convertido en dogma patriótico, consistía en:
1.- obtener la independencia,
2.- organizar una nación soberana, democrática, basada en la libertad, igualdad y fraternidad y
3.- a través de un sistema republicano y representativo.
De Esteban Echeverría dice Amuchástegui: desarraigado de la tierra y de la tradición, culturalmente colonizado. (2)
Esta interpretación se retomó después de Caseros por Sarmiento, Mitre y Vicente Fidel López. Sostuvo que
1.- La revolución de Mayo fue consecuencia del pensamiento iluminista,
2.- Fue popular,
3.- Exaltó la acción de los jacobinos como únicos líderes: Moreno, Castelli,
4.- Vio sólo una intención independentista a pesar del reconocimiento expreso de la soberanía real,
5.- Vio en el Cabildo Abierto del 22 de mayo los gérmenes del régimen constitucional republicano, representativo y federal.
La tradición de Mayo según Bartolomé Mitre tenía como programa:
la independencia, la libertad y la justicia. Se eclipsa en el año 20. Fue por los caudillos de aquella federación salvaje que viola las tradiciones de Mayo, atando sus caballos al pie de la pirámide erigida en honor de aquel día memorable. (…) Así como la revolución del 25 de Mayo fue origen de la independencia, de la democracia y la libertad; así la reacción de los caudillos fue el punto de partida de la guerra civil».
Luego del interregno de Rivadavia, el Mesías de libertad y justicia que retoma la tradición de mayo, se cayó en un segundo eclipse del partido de la libertad, fue en la época de Rosas. Dice:
«De un lado han estado Rosas, y los bárbaros y sanguinarios caudillos descendientes de Artigas, servidos por inteligencias prostituidas al oro o subyugadas por el miedo vergonzoso, que enseñaban al pueblo que la revolución de Mayo era una farsa, los revolucionarios de Mayo unos locos, y la tradición de mayo, indigna de equipararse con el Corán de la Santa Federación. Del otro lado estaban Lavalle, Paz, Lamadrid, Avellaneda, Castelli, Cramer, y tantos otros que han rendido noblemente su vida, fieles al dogma, a la bandera, a la tradición de Mayo.»
Y por supuesto aunque lo expresa con una interrogación, la tradición de Mayo es retomada por los triunfadores de Caseros. (3) Está así claramente expuesta la tan remanida línea Mayo- Caseros.
Los hombres de la Generación del 80 consideraron que el 25 de mayo fue el triunfo del pensamiento liberal y el origen de nuestra nacionalidad. Esta concepción fue impuesta en las escuelas como la historia oficial.
Jaime Delgado, el historiador español, en su libro «La Independencia Hispanoamericana» coincide en la caracterización de esta interpretación, que no se dio solo en Argentina sino en toda Hispanoamérica. Nos dice:
«Como es sabido, la primera interpretación histórica de la Independencia de Hispanoamérica fue hecha por la historiografía decimonónica de inspiración liberal. Según ella, la América española había vivido sojuzgada por la opresión del gobierno metropolitano, aislada del resto del mundo, culturalmente atrasada y bajo el mando despótico y tiránico de la Corona y de la Iglesia. Tal esclavitud duró hasta 1810 en que el pueblo se dio a sí mismo la libertad, tras cruenta y triunfal lucha, mediante la revolución de la Independencia, realizada a imagen y semejanza y con el mismo significado que la revolución norteamericana y la Revolución francesa.» Aunque sostiene tal interpretación ha sido totalmente desechada. (4)

En la segunda corriente interpretativa, la de los liberales modernos, Amuchástegui prefiere obviar los nombres. Estaría representada con los trabajos de la Academia Nacional de la Historia y de su director Ricardo Levene. En general sostuvieron que:
1.-las nuevas ideas de la ilustración y de la revolución francesa inspiraron las posturas criollas sobre la soberanía popular, descartando cualquier influencia de las doctrinas del padre Francisco Suárez.
2.- Fue un movimiento independentista, republicano, en el que estaba en germen el régimen representativo y federal.
3.- La fórmula a nombre de Fernando VII fue solo un pretexto para lograr la adhesión de los tibios y pusilánimes, de ahí su apoyo a la teoría de la máscara de Fernando VII, que en el momento propicio se arrancaría para proclamar la independencia.
4.- Convicción de la continuidad Mayo- Caseros. Los constituyentes del 53 retomaron el pensamiento de mayo.
5.- España es considerada oscurantista medieval, atrasada con respecto a la ilustrada Europa.

La otra corriente historiográfica es la de los revisionistas que ateniéndose a los textos de las actas capitulares sostiene que:
1.- los movimientos de 1810 instalaron juntas provisionales de gobierno para preservar en cada lugar la soberanía de Fernando VII.
2.- No existía una postura independentista sino la más clara lealtad para con el rey y con España.
3.- La formación de juntas proviene de una larga tradición española y niegan por ende la influencia de los filósofos de la ilustración y de Rousseau.
4.- La teoría política que sirvió a la formación de las Juntas hispanoamericanas fue la del jesuita Francisco Suárez, (su doctrina establece que la soberanía, cuyo único detentador es Dios, ha sido depositada en el pueblo por El creado, y éste la delega en el rey) no la del liberalismo francés e inglés.
5.- Destacan la ausencia de las masas populares el 25 de mayo, y la frialdad de las provincias ante las ideas de los jacobinos porteños que quisieron volcar el movimiento a la independencia.
6.- La tesis de la máscara de Fernando VII es una burda invención de los liberales.
El primero que enunció tesis semejantes fue Juan Manuel de Rosas. En un discurso en el aniversario del 25 de mayo correspondiente a 1836, Rosas sostuvo que el movimiento de mayo había sido totalmente ajeno a las ideas liberales predominantes en Europa, y había carecido de toda intencionalidad separatista, simplemente se había llevado a cabo para evitar la anarquía que podría haberse producido por el despojo llevado a cabo por Napoleón.
Lejos de buscar la separación de la madre patria, los revolucionarios de 1810, habían querido fortalecer aún más los vínculos con los españoles, «poniéndonos en disposición de auxiliarlos con el mejor éxito en su desgracia».
Tal actitud de fidelidad al rey fue calificada por Rosas de acto heroico, pero a raíz de la persecución por el gobierno español, cuando Fernando VII retorna al poder, nos declaramos independientes de España y toda dominación extranjera en 1816. (5)
Federico Ibarguren, uno de los representantes del revisionismo histórico sostuvo esas mismas tesis:
«Patriotismo, hispanismo, anti-jacobinismo, anti-bonapartismo, fidelidad al legítimo rey y, subsidiariamente, independencia de toda dominación forastera. Tal sería (…) el auténtico repertorio de temas que propagó la Revolución de Mayo en el Virreinato del Río de la Plata, al día siguiente de la caída del Virrey. Con respecto a considerar la Revolución de Mayo a favor de un sistema republicano representativo sostiene lo siguiente: La mayoría de los actores de la Revolución de Mayo profesaban ideas reformistas en cuanto a la transformación del sistema virreinal en América. Pero ninguno de ellos renegó en Buenos aires de la monarquía, forma de gobierno que les era tradicional a todos, ni se manifestó en público partidario de la implantación de una democracia en el Plata.

El cambio querido, a la sazón, por los revolucionarios criollos coincidía en forma notable con la aspiración de los liberales españoles de su tiempo. Vale decir: implantar la monarquía constitucional en lugar de la absoluta que ya entonces se juzgaba anacrónica y perjudicial al desarrollo de los pueblos hispánicos (afrancesadas sin remedio sus clases dirigentes, como lo estaban, por el liberalismo dieciochesco cuyo pontífice institucional era Montesquieu)». (6)

Roberto Marfany en «El Cabildo de Mayo» va a sostener que la Revolución de Mayo no fue propiamente revolucionaria, porque no estaba dirigida contra la monarquía, sino que estuvo desde el vamos en la línea del gran levantamiento español de 1808 contra el invasor francés y el rey intruso José Bonaparte.
Los argumentos del Cabildo Abierto del 22 de mayo, a cargo de Castelli y Paso estaban tomados del viejo derecho hispano y no de Rousseau ni Montesquieu, y carecieron de real contenido revolucionario.
La independencia de los pueblos hispanoamericanos presentábase como un hecho consumado casi inmediato, consecuencia de la, al parecer, derrota definitiva metropolitana en marzo de 1810. La independencia no fue buscada por los dirigentes criollos de Buenos Aires, antibonapartistas declarados los mas, que solo pretendía defenderse con un gobierno propio de emergencia, legalmente dependiente de Fernando VII, y no mediante el separatismo total, lírico, que los dejaría a merced del enemigo francés y del no menos ambicioso rival lusitano.
Pérez Amuchástegui en Más allá de la crónica, critica esta línea interpretativa al considerar que no puede negarse todo propósito separatista en los revolucionarios de mayo basándose exclusivamente en la lectura de las actas capitulares.
«La intencionalidad no surge, por cierto, de documentos comprometidos por eventos circunstanciales.»(…) «Entre los gestores de los movimientos hispanoamericanos – uno de los cuales fue la revolución del 25 de mayo- había sin duda alguna, tendencias conservadoras y radicales, que iban desde el afán independentista hasta la sincera adhesión al rey, y desde el mantenimiento de la monarquía hasta la instalación de un régimen republicano y popular.» (7)

Otro historiador que podríamos incluir dentro de la corriente del revisionismo histórico, es Enrique de Gandía, que en su libro «Orígenes desconocidos del 25 de mayo de 1810» sostiene tesis muy similares, y otras no tanto pero que nos muestran las contradicciones en que cayeron los actores de ese momento. Y en las que cae también, a mi entender, De Gandía. Sostiene lo siguiente:
1.- rechaza la existencia de ideas de independencia o separatistas. La creación de una junta era para el autogobierno, pero reconociendo la autoridad de Fernando VII y no para la creación de un nuevo estado.
2.- Hubo dos posturas: liberal y demócrata versus absolutista o contraria al poder del común. En la primera ubica al Cabildo, al alcalde de 1er. voto y comerciante monopolista Martín de Álzaga, a su aliado y amigo en la asonada del 1º de enero de 1809, Mariano Moreno.
En la misma se intentó crear una junta popular de gobierno, con dos representantes por cada Cabildo del interior, bajo la hegemonía de Buenos Aires, siendo el pueblo la fuente del poder.
En la segunda postura ubica a la Audiencia, al virrey Santiago de Liniers, a Saavedra, que con su regimiento de Patricios evitó su caída en enero de 1809, partidarios del derecho divino de los reyes, a quienes el pueblo debe obedecer ciegamente. Aceptarían el cambio de dinastía, con tal de conservar sus puestos. (Es contradictorio colocar a Saavedra con su voto en el Cabildo del 22 de mayo, quien sostuvo que es el pueblo el que confiere la autoridad y mando.)
3.- los fundadores de nuestra nacionalidad siguieron en sus ideas políticas a pensadores españoles ilustrados como Jovellanos. (8) Niega la influencia de las ideas de la revolución francesa. El espíritu jurídico y político del 25 de Mayo se remonta a agosto de 1806 cuando el pueblo depuso al Virrey Sobremonte y sigue la más pura tradición española. Fue Benito González Rivadavia, padre de Bernardino, quien justificó el hecho, basándose en las leyes de las partidas de Alfonso el sabio. Sostuvo que el pueblo podía tomar las medidas que creyese conveniente para su defensa, en momentos en que corría riesgo inminente su conservación. Buenos Aires estaba a punto de ser invadida por segunda vez por los ingleses.
4.- No existió la imaginaria división de criollos y españoles. La ciudad estaba dividida en bandos de ideas y no de razas.
5.-Álzaga, según De Gandía, no sería sólo representante de los comerciantes españoles monopolistas. Defensor del Cabildo cordobés y de los Funes y demás criollos de la ciudad, estaba más unido a los criollos que a los españoles. Quería instalar en Buenos Aires una junta de gobierno democrática y liberal como las de España.
6.- Liniers, pésimo general, amigo de los anglófilos, sospechoso de ser partidario de Napoleón. Enemigo de los Cabildos. Saavedra, Goyeneche y otros militares eran igualmente enemigos del sistema de juntas.

Es una contradicción más, difícil de entender. La interpretación más aceptada es sostener que Saavedra, defensor del derecho local y popular, de los criollos o mancebos de la tierra, apoyó a Liniers en contra de Álzaga para evitar la creación de una junta en manos de los godos. Caeríamos entonces en considerar como una causa de la Revolución la división tajante de dos bandos rivales: criollos y españoles, cuando no fue así. Pío Tristán y Goyeneche, dos jefes realistas, eran criollos.
El filósofo Alberto Buela en su artículo «Historiadores, historia y memoria nacional» distingue cuatro grandes corrientes historiográficas: la liberal u oficial, la revisionista o rosista, la liberal de izquierda o escolar, equiparable a los liberales modernos de Amuchástegui, y la izquierda nacional o sincretista. Con respecto al revisionismo sostiene que:
«…como corriente historiográfica nace con el trabajo de Ernesto Quesada, La época de Rosas (1898) que es cuando por primera vez se denunció la necesidad de superar el método lineal-positivista de la historiografía liberal. Tanto Bilbao como Saldías tienen un propósito reivindicatorio, pero su método histórico es liberal, pues «ninguno de los dos consiguió desaferrarse de la sujeción estricta a la letra escrita», en cambio Quesada establece la diferencia metodológica entre la explicación liberal-positivista y la comprensión historicista. De modo que el aporte de la corriente revisionista no se agota en lo reivindicatorio sino que se extiende a lo metodológico». (9)
Por ello atenerse sólo a las actas capitulares para interpretar el 25 de mayo no permite una comprensión profunda del fenómeno, como bien lo explica Amuchástegui.
Nos queda entonces por analizar las dos últimas.
La liberal de izquierda o escolar cuyos representantes máximos son José Luis Romero y Tulio Halperin Dongui, y continuada por Luis Alberto Romero, de marcada influencia en los nuevos libros para la enseñanza media. Buela nos dice sobre ella:
“tiene su fluorit después del golpe de Estado de 1955 que derroca a Perón. Sus principales mentores se caracterizan por su marcado antiperonismo. Sus análisis históricos están signados por una diarquía de origen, pues aplican categorías marxistas pero entendidas sub specie política liberal.” (10)
Y la de la izquierda nacional o sincretista, porque sigue la tradición liberal, aggiornada con elementos del revisionismo, y que se volcó al peronismo. Sus representantes más conspicuos son Rodolfo Puiggros y Jorge Abelardo Ramos.

José Luis Romero, en la más pura tradición liberal sostiene que hubo un enfrentamiento entre criollos y peninsulares. Para los criollos «había llegado la ocasión de alcanzar la independencia política, y con ese fin constituyeron una sociedad secreta Manuel Belgrano, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, Hipólito Vieytes, Juan José Castelli, Agustín Donado y muchos que, como ellos, habían aprendido en los autores franceses el catecismo de la libertad.» (11)

Vemos entonces dos de los principios básicos de la interpretación liberal: la idea de la independencia, y la influencia de las ideas de la revolución francesa. Otra consideración, cara a una interpretación marxista, es sobre el régimen económico y la rivalidad entre comerciantes monopolistas españoles, proclives al proteccionismo y los hacendados criollos a favor del libre cambio.
Dentro de la corriente de la izquierda nacional, Jorge Abelardo Ramos desarrolla su tesis sobre la Revolución de Mayo «Las masas y las lanzas (1819-1862)». Retoma una interpretación de corte liberal, iniciada por José León Suárez, quien a comienzos del siglo XX, sostuvo que existía una comunidad de ideales entre los revolucionarios criollos y los liberales españoles, opuestos ambos al absolutismo.
Ramos viene a sostener que había dos Españas. La España negra de la reacción feudal encarnada por Fernando VII, el rey felón, desleal y ultramontano, y la España revolucionaria defensora del liberalismo borbónico de Carlos III y IV. Carlos III, representante del despotismo ilustrado intentó introducir el espíritu de la modernidad en España, a través de sus grandes ministros, el conde de Aranda, Floridablanca, Campomanes, jefes de la masonería española. Los obstáculos a la difusión de las ideas liberales, las más avanzadas de la época, fueron la Iglesia y los nobles. Ramos tiene una interpretación ambivalente: la masonería y el liberalismo de la burguesía moderna cumplieron una función revolucionaria y progresista, al principio. Luego la masonería cae en nuestros días bajo el control del imperialismo y la burguesía se convierte en reaccionaria.
Es un prejuicio de origen marxista contra la edad media y el feudalismo el caracterizar a la España negra encarnada en Fernando VII, un rey absolutista, como una reacción feudal.
Ramos considera al levantamiento nacional del 2 de mayo de 1808 contra el invasor francés como una de las más heroicas páginas de la historia moderna, y que de este levantamiento arranca la existencia histórica de los americanos del sur. Dice así: «El pueblo en armas reproducía a su manera la revolución francesa y se plegaba con un instinto profundo al siglo XIX.». (12)
Por lo tanto sostiene Abelardo Ramos:
«El levantamiento revolucionario en toda América no fue sino la prolongación en el Nuevo mundo de la conmoción nacional de la vieja España que pugnaba por remozarse. Nuestra Revolución de Mayo, que adquiere casi simultáneamente un carácter continental, no fue un levantamiento contra España. ¡Dos Españas había y luchamos con una de ellas contra la otra! No fue para desasirnos de España que Mayo nació sino para liberarnos juntos del yugo absolutista. Americanos y españoles combatieron mezclados en los dos campos. (…) El regreso de Fernando VII y la derrota de la revolución ibérica fueron nuestra derrota. La victoria fernandina acarreó a España un siglo y medio de frustración del que aún no se ha repuesto y nos lanzó a la independencia, para no capitular ante la reacción absolutista.» (13)
Observamos que toma algunos de los postulados revisionistas como el de sostener que no fue un levantamiento contra España. Y que americanos y españoles combatieron mezclados en los dos campos. En cuanto a considerar el levantamiento español del 2 de mayo, como el de reproducir a su manera la revolución francesa, retoma la corriente liberal. El pueblo se levanta contra Napoleón en defensa de la patria, el rey y la religión. No tienen nada que ver, sino todo lo contrario, las ideas liberales ni la revolución francesa. La minoría ilustrada afrancesada, la jerarquía de la Iglesia, la alta nobleza, los mandos superiores del ejército, no participaron de ese levantamiento.
Ramos va a sostener que los hombres de Mayo se hicieron revolucionarios en las fraguas españolas, y que leyeron los autores de la ilustración en traducciones españolas. Rodolfo Puiggros en cambio sostiene en su libro «La época de Mariano Moreno», que las fuentes ideológicas de la revolución de mayo deben buscarse solamente en los enciclopedistas franceses y en los revolucionarios de 1789. (14)
Ambos coinciden en exaltar la figura de Mariano Moreno como el númen de la Revolución. No así la de Cornelio Saavedra. Dice: «La caída de Moreno por obra de los liberal-conservadores se adaptará perfectamente a las necesidades de la burguesía comercial porteña pro-británica.» Y más adelante: Al caer Moreno, comienza la crisis monetaria…Ya en el primer Triunvirato, cuyo inspirador es su secretario Rivadavia, heredero político del saavedrismo, se permitirá el ingreso al país del carbón europeo. (15)
Esta postura anti saavedrista, la vimos ya en De Gandía.
José María Rosa dice sobre Saavedra: “Heredero del prestigio de Liniers… como éste, no atinaría a madurarlo en auténtica jefatura. Se quedó con la apariencia del poder, porque le faltó imaginación para conducirse y conciencia de su lugar y su hora. La noche del 25 debió meterse a la Junta en un puño y reducir a los abogados a una función de asesores; si lo hubiera hecho, la revolución habría mantenido, tal vez, el calor popular del primer día. (…) Envanecido por las exterioridades del poder, Saavedra dejaría que otros le birlasen el gobierno.”
Y con respecto a Moreno, tan ensalzado por los historiadores liberales como por los liberales de izquierda, sostiene Rosa: “Moreno -que se hizo de la Revolución- no era hombre de multitudes, ni siquiera como Castelli o como Paso de la pequeña multitud de una peña de café. Antes de 1810 vivía retraído en su bufete, y lo siguió estando en su despacho de la Fortaleza. Era un intelectual, del tipo de quienes tratan de amoldar la realidad a los libros (…) Un político de biblioteca, y más de un solo autor o corriente de ideas, es la forma más cruel y deshumanizada del revolucionario». (16)
Sostiene además que Moreno fue colocado como secretario de la Junta por influencia de comerciantes ingleses.

Vemos entonces como también en la valoración de Saavedra y Moreno se enfrentan las diferentes corrientes historiográficas.
Ramos, al contrario de la historiografía liberal, y más afín con el revisionismo destacará que la Revolución de Mayo formó parte de un proceso iberoamericano, fue uno de los movimientos que se produjeron en toda la América española.
Norberto Galasso, desde el peronismo de izquierda, considera la interpretación revisionista, como una concepción reaccionaria que simpatiza con la época colonial, cuyos miembros provienen de la clase alta. Pero se basa mas que nada en Hugo Wast. Coincidiendo con Ramos sostiene que la revolución de mayo fue una revolución democrática dirigida contra el absolutismo, … los antagonistas en 1810 no son americanos pro-británicos contra españoles, sino españoles, criollos y mestizos, que componen la mayoría de la población, influidos por las banderas democráticas desplegadas en Francia (1789) y España (1808), quienes embisten contra el funcionariado virreinal y sus protegidos (nobles, monopolistas, alto clero), defensores de los principios absolutistas. (17) Es guerra civil, inicialmente no separatista sino democrática. Fernando VII expresaba en ese momento a las fuerzas democráticas que se levantaron contra la invasión francesa y el absolutismo. Por eso las Juntas tanto en España como en América asumieron el poder en nombre del rey cautivo.
Galasso, sin embargo, cae en la interpretación liberal igual que Ramos, al considerar determinante la influencia de las ideas de la Revolución francesa.
Como conclusión y a manera de síntesis trataremos de dar una explicación de este magno acontecimiento tomando como punto de partida los estudios del historiador español Jaime Delgado.
Dice el autor que los hechos ocurridos en España: la invasión napoleónica y la crisis monárquica que produjo, la reacción absolutista de Fernando VII y la revolución liberal de 1820, tuvieron una esencial misión americana y unas repercusiones directísimas en el proceso histórico emancipador. No podía ser de otra manera, pues no en balde la España europea y los territorios americanos constituían una unidad espiritual y política, y también fueron españoles, aunque españoles-americanos, quienes protagonizaron la separación de América de la Corona hispana. (18) Recalca la similitud entre los procesos históricos español e hispanoamericano.

Por ello para entender qué se produjo el 25 de mayo de 1810, debemos comprender primero qué ocurría en España. Los hechos son por todos conocidos. Hubo españoles afrancesados que apoyaron a José Bonaparte, «Pepe Botella», que eran en realidad una minoría. La masa del pueblo, en cambio, se levantó el 2 de mayo de 1808 contra el francés invasor, contra los gabachos como los siguen llamando, iniciando la heroica guerra de la independencia.
En esa histórica jornada que se inició al grito de «Vivan las cadenas» murieron 409 españoles entre los cuales hubo cinco americanos, 1500 fueron fusilados por los franceses al día siguiente. Murieron por Dios, la Patria y el Rey, que sería después emblema del carlismo. Pero el rey Fernando VII, llamado «El Deseado», se convirtió en el más canalla, bellaco, ruin y miserable de todos los monarcas que en España han sido, según expresión de Fernando Díaz Villanueva (19), cuando regresó al trono.
Se crearon, ante la situación del rey cautivo, juntas de gobierno en toda España para luchar contra el vil invasor ansioso de la rapiña y el botín. Se denominaban, siguiendo la antigua tradición medieval de los fueros, Juntas Provinciales Supremas de Armamento y Defensa, cada una de las cuales se hizo depositaria de la soberanía local a nombre del rey. (20) Las que poco tiempo después, delegaron sus poderes soberanos en la Junta Central de Sevilla, que el 6 de junio declaró la guerra a Napoleón.
Una proclama a los españoles de las autoridades de Granada es un ejemplo del sentido de la lucha y del rechazo a los franceses y al Príncipe francés. Dice así: «… las duras leyes ya trazadas para trastornar vuestra religión, saquear vuestras iglesias, escandalizar vuestra piedad, pervertir vuestras costumbres, despoblar vuestras provincias, y hacer de vuestros padres, de vuestros hijos y hermanos, murallas de carne contra las Potencias del Norte y del Oriente, para poner nuevos laureles sobre las sienes de Napoleón, del enemigo de la humanidad, del que pospone a su gloria la felicidad y la sangre de sus pueblos, y de aquellos que se le someten. (…)
«Ea españoles; a las armas; sed fieles a Dios, al Rey y a la Patria(…) el Dios de los exércitos está a vuestro favor; clamadle confiados, y veréis a las águilas francesas caer a vuestros pies, confundido el orgullo que las exalta: decid todos a una voz, VIVA FERNANDO VII, y mueran los franceses; y sea la señal del combate::: SAN FERNANDO CONTRA ELLOS.» (21)

La cuestión es que para lograrlo buscaron la alianza con el enemigo histórico, Inglaterra, en guerra contra Napoleón. En el convenio Apodaca-Canning del 14 de enero de 1809 la Junta tuvo que otorgar facilidades al comercio con Inglaterra.
Los reinos o provincias americanas también expresaron su repudio al invasor francés y a Napoleón. Juraron fidelidad a Fernando VII y quedaron de hecho y de derecho sometidas a la Junta Central. Pero también tenían derecho a reasumir la soberanía y crear juntas como en España, y a estar representadas en la Junta Central y en las Cortes Generales.
La creación de una junta de gobierno no significaba la independencia ni la creación de un nuevo Estado, la fidelidad al rey Fernando VII no estaba en duda. Si el rey legítimo estaba preso, América podía gobernarse como lo hacía España, con juntas en cada ciudad autónoma. Expresa Jaime Delgado: “Tanto en España como en América, las Juntas encarnan y encauzan la repulsa de la comunidad contra la agresión napoleónica, que implicaba la destrucción de los dos pilares básicos de la conciencia hispanoamericana: la Iglesia Católica y la Monarquía.» (22) La Junta Central de Sevilla tuvo en cuenta a las provincias americanas y declaró que las mismas eran reinos en igualdad de condiciones que los peninsulares.
Se retoma por lo tanto la posición de los Austrias, que partía de la existencia de un pacto monárquico, donde hay obligaciones recíprocas entre el rey y los vasallos, los reinos están representados en las cortes, las provincias americanas son reinos no colonias. América es patrimonio del rey no de España.
Con los Borbones en cambio se establece un absolutismo monárquico, Carlos III representante del déspota ilustrado. Se debe obediencia incondicional al rey, los vasallos pasan a ser súbditos. Los reinos de Indias pasan a ser considerados colonias, territorios que sólo existían para beneficio económico de la metrópoli. El concepto de estado patrimonial fue reemplazado por el concepto moderno de Estado nacional y unitario.
La Junta de Sevilla retoma la tradición de los Austrias. Sin embargo la igualdad política entre la metrópoli y las provincias no se verificó porque en la Junta los reinos peninsulares estaban representados por 26 diputados y los americanos por sólo nueve, y en las Cortes, España 250 diputados y América 30.
Para Jaime Delgado, “la creación del Consejo de Regencia y la reunión de las Cortes fueron expresiones ambas de la fundamental tendencia a la unidad (…) que muestra hasta qué punto había calado en la conciencia de los españoles europeos la obra del reformismo carlotercista en su empeño de sustituir el viejo concepto patrimonial del Estado por el moderno de un Estado nacional unitario. Pero en América se opuso viva resistencia a este cambio, (…) y triunfó la antigua idea patrimonial y se rechazó la pretensión unificadora de la Junta Central, primero, y después, de la Regencia y de las Cortes de Cádiz. Allí triunfó entonces el viejo criterio divisor de reinos iguales, pero separados entre sí y sólo unidos en la persona del monarca, y al faltar éste, las distintas comunidades populares que esos reinos representaban optaron por resolver el problema constitucional mediante nuevos pactos sociales con el monarca, y en tanto éste recobraba el trono, conservando sus derechos a través de las Juntas, que por eso se apellidaron conservadoras de los derechos de Fernando VII. (23)
Esta diferente concepción política de los americanos frente a los peninsulares los predispuso a la separación, la que se vio aumentada por incomprensión de los organismos de gobierno españoles. Los liberales españoles no comprendieron ni a los tradicionalistas americanos que siguieron las doctrinas tradicionales en la erección de las Juntas ni a los liberales americanos, que procedían del liberalismo español, y compartían los ideales de los constitucionalistas de Cádiz. …los liberales americanos acusaron de inconsecuencia a los liberales españoles y afirmaron que éstos sólo eran liberales para cuanto se refería a los problemas internos de la España peninsular, pero olvidaban su ideario en cuanto dirigían su mirada a los reinos de América. (24)
Esta aseveración vendría a refutar la idea de que liberales españoles y liberales americanos estaban tan de acuerdo como sostiene Ramos.
Cuando se estableció el Consejo de Regencia, luego de caída Sevilla en poder de los franceses, en América hubo quienes reconocieron al Consejo de Regencia: Nueva España, América Central y Perú. Y las Juntas de América del Sur, de Caracas a Buenos Aires, que lo desconocieron, por considerarlo ilegal y en el que no tenían representación los americanos, y según José María Rosa, formado y controlado por Inglaterra (25).
Los primeros recibieron el nombre de realistas, y los segundos de patriotas. Fue así que se inició la guerra civil que llevó finalmente a la emancipación, guerra entre realistas y patriotas, y no entre españoles y criollos, pues tanto unos como otros participaron en los dos bandos.
El retorno de Fernando VII al trono y su reacción absolutista e intransigencia favoreció la separación política de América. Lo que coincide con la interpretación que dio Juan Manuel de Rosas en su discurso con motivo de la celebración del 25 de mayo en 1836.

Notas

(1) Pérez Amuchástegui, A.J: «La revolución de Mayo y la historiografía», p. LIII, en Crónica Argentina, Bs.As., Ed. Códex, 1979
(2) Pérez Amuchástegui, A.J.: «La sociedad argentina. Génesis del Estado Argentino»,Bs.As., La ley, 1973, pág.216
(3) Los Debates, 26 y 27 de mayo de 1957, en Biblioteca Ayacucho: Proyecto y construcción de una Nación. Selección, prólogo y cronología de Tulio Halperin Donghi, pág.170, Caracas, 1980.
(4) Delgado, Jaime: «La Independencia hispanoamericana». Colección Nuevo Mundo. Instituto de Cultura hispánica. Madrid 1960. Pág.38
(5) A.J. Pérez Amuchástegui: La sociedad Argentina. Génesis del Estado Argentino, págs. 219 y 220.
(6) Federico Ibarguren: «Así fue Mayo» (1810-1814), Bs.As., Ediciones Teoría, 1956, pág. 61
(7) Pérez Amuchástegui, A.: Más allá de la Crónica, pág LV y LVI
(8) También debe tenerse presente a Benito Feijó y su teatro como gran difusor de las ideas de la ilustración en España y América. Cfr. Alberto Buela: «Pensamiento de ruptura» Despliegue del pensamiento americano, Bs.As., Ed.Teoría, 2008.
(9) Buela, Alberto: «Historiadores, historia y memoria nacional en Argentina» en Revista del Inst.de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas Nº44,julio-septiembre 1996, pág.34
(10) ibm. Pág.35
(11) Romero, José Luis: «Breve historia de la Argentina»Bs.As. Ed. Huemul, 3º edición, 1979, págs. 56/57.
(12) Ramos, Jorge Abelardo: «Las masas y las lanzas» (1810-1862) Bs.As., Hyspamérica, 1986, p.23
(13) Ramos, Jorge Abelardo: ibdm., p.24 y 25.
(14) Puiggros, Rodolfo: «La época de Mariano Moreno», Bs.As., ED.Partenón, 1949, págs.17/18.
(15) Ramos, Jorge Abelardo: «Las masas y las lanzas» (1810-1862) Bs.As., Hyspamérica, p.31/32
(16) Rosa, José María: Historia Argentina, tomo Bs.As., Ed. Granda, 1965, págs. 199 a 201.
(17) Galasso, Norberto: La revolución de Mayo y Mariano Moreno, Bs.As., Centro cultural E.S.Discépolo, 1999, pág.11/12.
(18) Delgado, Jaime: La independencia hispanoamericana, pág. 105/106.
(19) Aguinaga, Enrique de: Gesta del Pueblo español, Altar Mayor, Nº 123, septiembre-octubre 2008, pp.1179
(20) Pérez Amuchástegui, A.J.: «Más allá de la crónica» El Juntismo, en Crónica Argentina, Tomo I, p.XLIII, Bs.As., Ed.Códex, 1972
(21) Mayo Documental: Tomo I, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1962, p.198.
(22) Delgado, Jaime: op.cit. pág. 107
(23) Delgado, Jaime: op.cit. pág. 107/108

* Publicado el 2 de mayo de 2016, bajo el título “Corrientes interpretativas de la Revolución de mayo de 1810”.

Fuente: Revisionistas de Gral. San Martín

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