Tiemblen los Tiranos 6: «Ideología y acción de San Martín»

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Tiemblen los Tiranos 6: «Ideología y acción de San Martín»

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Reproducimos seguidamente, un artículo completo donde se analiza la “Ideología y acción de San Martín” de Antonio Pérez Amuchástegui.

Por Rodrigo Hugo Amuchástegui

En este libro, se interesa Pérez Amuchástegui en el aspecto político del pensamiento de San Martín, es decir, “se trata de hallar el plan de acción que fue forjándose San Martín a lo largo de su actuación, como respuesta al acondicionamiento del ambiente físico, social, económico, cultural e ideológico, a fin de comprender cabalmente sus intenciones, convicciones, esperanzas, temores y obras positivas”. Veamos rápidamente los elementos destacados de la formación ideológica de San Martín.

1. San Martín era antibonapartista y participó en España e Inglaterra –donde estuvo cuatro meses antes de venir a la Argentina– en diversas logias “en las que se formaban neófitos con alma de apóstoles para llevar adelante la maravillosa obra de regeneración de los pueblos”. Las logias –que apuntaban a la liberación de toda Latinoamérica– tenían intereses concurrentes con los de los ingleses, es decir, el interés económico de éstos se conciliaba con la necesidad de apoyo independentista para los latinoamericanos. 

2. Rivadavia era contrario a la idea de unidad latinoamericana ya que sus intereses eran más localistas y porteñistas. Ese grupo tenía el poder. San Martín fue reconocido al llegar como teniente coronel por sus antecedentes y se le encomendó la formación de un cuerpo de caballería modelo. Organizó aquí una filial de la logia inglesa, la Logia Lautaro para “la independencia de la América”, que hizo una revolución pacífica sacando a Rivadavia. A partir de ese momento la situación estuvo en manos del partido hispanoamericano, aunque hubo algunas derrotas militares como le ocurrió a Belgrano. 

3. Su gobierno en Mendoza –ya definido el proyecto de ataque a Chile– fue militarmente ejemplar. Allí se encargó de enrolar a todo aquel que pudiese llevar armas “so pena de ser condenado por traición a la patria” (1814). “San Martín hizo de Cuyo algo así como un país distinto, sin conflictos internos, con un ordenamiento económico planeado militarmente para asegurar el abastecimiento según las producciones locales de época y un régimen impositivo peculiarísimo en el que alternaban el donativo y la confiscación de dinero y de los efectos más diversos; la opinión pública era guiada políticamente por obra de una Misión patriótica, y hasta el clero debía contribuir al fortalecimiento de la conciencia cívica”. Pérez A. dice que aunque las medidas eran de estricto rigor, terminó generando el afecto y respeto del pueblo mendocino, que lo mantuvo como gobernador, a pesar de la oposición del Director Supremo, Carlos de Alvear, que fue depuesto también. En ese momento los bloques políticos fueron: 1. el alvearismo depuesto, pero que seguiría conspirando. 2. el artiguismo federalista, que era republicano y antibrasileño. 3. los integrantes de la logia, con apoyo militar y buena opinión general. Aunque “coincidía con el artiguismo en la decisión de constituir el Estado, prefería una solución monárquica e hispanoamericana, dejando en paz a Brasil para no desafiar a Inglaterra.  A este último grupo estaba adscrito San Martín” 

Corresponde notar que a esta altura, aunque él reconocía la autoridad central tenía su propia autonomía y, por lo tanto, era un referente político inevitable. El congreso de Tucumán, y es algo que se olvida y se hizo olvidar, proclamó el 9 de julio de 1816 la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica respondiendo a los objetivos de la Logia Lautaro y por lo tanto fijando el plan de operaciones de San Martín. Dice Pérez A.: “El texto del acta de Tucumán fue, probablemente, uno de los más significativos triunfos de la logia Lautaro” La continuidad de su plan de acción se mantuvo a pesar de que por los problemas internos de la Argentina las autoridades se desinteresaron de la continuidad de la campaña sanmartiniana, y por esto tuvo que desplegar una importante actividad para mantenerla y mantener su ejército independientemente de los cambios de gobierno en Buenos Aires y el fracaso de la constitución unitaria. Ante la acefalía, San Martín renunció y fue elegido jefe por una junta de oficiales (esta sería una segunda renuncia, que sus mismos allegados –o el pueblo– rechazan) convirtiéndose en jefe sin discusión “de un ejército pequeño pero maravillosamente organizado, que tenía por misión irreversible libertar a la América del sur”. San Martín entonces está continuamente mostrando con sus acciones su ideología y su plan de acción (recordemos entonces los principios que fundamentan la concepción de la historia de Pérez A. que vimos en el apartado anterior) que debe obviamente estar continuamente acomodándose a las circunstancias. “Para él no había más partido que el ‘americano’ ni más objetivo político que la unificación nacional de Sudamérica independiente. Todo lo demás era accesorio y secundario, incluso la forma de gobierno, que habría de resolverse sobre la marcha, aprovechando las facilidades y coyunturas que se presentaren”. Con respecto a los hechos históricos, el ejército de Bolívar había logrado sucesivas victorias y mantenía una excelente relación con los peruanos, que habían colaborado en sus últimas batallas (año 1821). Mucho escribió Pérez A. sobre el encuentro con Bolívar y su renunciamiento a continuar la campaña. San Martín sabía que Bolívar quería como él unificar Hispanoamérica y terminar las guerras internas. En esos momentos Artigas tenía un proyecto federal que San Martín, de todos modos, entendía que podía debilitar el proyecto americanista continental, aunque lo tenía en gran estima. 

Recordemos que en estos momentos había un movimiento restaurador europeo, que había logrado un importante ejército. Aunque San Martín defendiese la idea monárquica-constitucional estaba dispuesto a defender la república si ésta apareciese como mayoritaria.  El texto clave es La ‘carta de Lafond’ y la preceptiva historiográfica.  tenía poca ayuda de Chile y nula de Buenos Aires y había intrigas contra él. De todos modos, destaca que los acuerdos de cooperación y defensa mutua entre Perú y Colombia daban cuenta de que la concepción hispanoamericana estaba firme.

Es a través de la valoración que hace Pérez A. de esos acuerdos que podemos acercarnos a su propia concepción. Así, pues ellos “representan exactamente lo opuesto a la hoy tan defendida doctrina de la no intervención en los Estados hispanoamericanos. No se trataba, pues, de una lírica hermandad espiritual, sino de una confederación activa y ejecutiva” y ese pacto se quería hacer extensivo al resto de las naciones hispanoamericanas. 

El plan de acción de San Martín se mantiene incluso después de su salida de Perú. De hecho, hasta 1830, continúo activo políticamente. Su presencia en Mendoza despertó inquietud por sus posibles ambiciones (muchos lo veían a él como el único capaz de terminar con las disidencias internas) e incluso le llegaron noticias de que si fuese a Buenos Aires iba a ser detenido y juzgado por no haber obedecido en su momento las órdenes que se le había dado (en determinado momento de actuar contra el caudillo santafesino Estanislao López). El diario rivadaviano El centinela lo atacaba constantemente a él y a Bolívar principalmente por su ideología integradora, Pérez A., que rechaza las ideas de Rivadavia, lo nombra irónicamente como “el mejor intendente que tuvo Buenos Aires”.

Mientras en Europa las monarquías estaban organizadas para terminar con la experiencia hispanoamericana republicana, al mismo tiempo apareció el apoyo inglés y el norteamericano (doctrina Monroe oponiéndose a intervenciones europeas en América, que en la práctica sirvió de poco y nada). Pero San Martín provocaba temor y se suponía que su viaje a Londres (con su hija) estaba destinado a buscar un príncipe para estas latitudes. Él decía que se iba a Londres para educar a su hija, pero nadie le creyó y tenían razón. En su exilio, siguió moviéndose políticamente y estaba informado de la situación argentina por sus múltiples contactos. Hay que tener en cuenta que la Santa Alianza estaba decidida a reponer la monarquía y que Inglaterra era el único país que podía frenarla, en particular en los países sudamericanos y San Martín sabía eso. La coherencia sanmartiniana se muestra en que hacía lo que a su juicio “tenía que hacer un libertador: contribuir a la destrucción de la santa Alianza para asegurar la paz exterior de Hispanoamérica y facilitar, así, la consolidación de los gobiernos independientes”.

San Martín no fue estrictamente un demócrata, ya que “el escaso desarrollo intelectual y las precarias posibilidades económicas de los diversos Estados recientemente constituidos en la América Meridional obligaban a tener por la democracia un amor platónico… Para San Martín, la libertad era correlativa de la responsabilidad. Para ejercitar la libertad responsable era necesario, a su juicio, aprender antes a obedecer, pues solo quien supiera obedecer podría llegar a saber mandar”.  A pesar de las diferencias, San Martín y Rivadavia coincidían en que las independencias hispanoamericanas no se podían sostener sin el apoyo de Gran Bretaña y ésta obviamente estaba interesada en mantener relaciones comerciales con estos nuevos países.

Por último, Pérez A. termina su texto sanmartiniano presentando la relación Rosas y San Martín. El gesto de entrega testamentaria de su sable siguió siendo coherente con su propia ideología y su plan de acción. Dicha decisión fue por la satisfacción que le produjo “ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” y no por su tarea como gobernador. La concepción de la historia de nuestro historiador encuentra en este breve texto su más clara demostración.

Fuente: Revisionistas de San Martín

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