Tiemblen los Tiranos 61: Monasterio y la artillería nacional

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Tiemblen los Tiranos 61: Monasterio y la artillería nacional

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Pocas cosas se saben de Ángel Monasterio. Fue uno de los tantos “técnicos” ignotos que formaron parte de los días de Mayo y de las Guerras de la Independencia. Acá contamos algo de su historia y de por qué su rol fue fundamental para la artillería nacional.
El Editor Federal
Nació en Santo Domingo de la Calzada, provincia de Logroño – España, el 28 de febrero de 1777, Monasterio cursó estudios artísticos en Madrid; y tuvo destacada actuación durante su formación, lo cual le valió cierto prestigio y reconocimiento. En 1808 se trasladó a Cádiz, para encabezar la cátedra de dibujo en la Academia de Guardias Marinas. Allí formó parte del personla militar que tomaría partido por la Revolución Liberal que se había alzado en la península. Poco tiempo después, destinado por la Junta Central de Sevilla para la administración de correos de la villa de Potosí; y por ello en 1810 llegó al Río de la Plata.
Monasterio llegó a estas tierras con el ambiente en plena ebullición. Así, dada su formación e inclinación liberal, se puso decididamente al servicio de la Junta de Mayo. Poco tiempo después, fue sorprendido en Montevideo por la ruptura de las relaciones entre las autoridades de ambas márgenes del Río de la Plata. Intentó trasladarse furtivamente a Buenos Aires con el norteamericano Samuel William Taber, siendo sorprendido en la intentona y apresado; y cuando se disponía el gobernador Elío remitirlo a España, el Tratado de pacificación ajustado en octubre de 1811, le permitió trasladarse a Buenos Aires, donde se le recibió con merecidas consideraciones. Había permanecido cuatro meses en Montevideo cargado con grillos en un inmundo calabozo hasta el ajuste de la paz mencionado.
El 6 de noviembre de 1811, el primer Triunvirato dictaba un decreto creando el Estado Mayor, para cuya jefatura fue designado el coronel Francisco Xavier de Viana, y como secretario ayudante del cuerpo de artillería Angel Monasterio. El 19 de diciembre del mismo año se le reconocía la jerarquía de teniente coronel de artillería y se le designó Inspector de las Escuelas Militares.
En febrero de 1812 se le encomendó levantar la fortificación de las barrancas del Río Paraná en Rosario, así como también la construcción de baterías en las islas adyacentes para asegurar el dominio de aquella arteria fluvial, constantemente amenazada por las fuerzas navales españolas. Monasterio reveló actividad y celo a favor del servicio público, quedando listas aquellas baterías en el término de 15 días. En una de ellas, el general Belgrano enarboló por primera vez la bandera argentina. En la misma misión, Monasterio fue el encargado de efectuar un notable estudio hidrográfico sobre el río Paraná, sentado bases de prospección todavía hoy irrebatibles.

La primera pieza de artillería fundida en Buenos Aires

En mayo de 1812 el Triunvirato le encomendó a Monasterio que instalara en Buenos Aires una fábrica de cañones, en dos naves desmanteladas de la iglesia de la Residencia (1). El sólo había visto fundir cañones una vez en Sevilla pero aceptó el encargo y fue capaz de llevarlo a buen puerto. Contó como ayudante en esta tarea, con el vecino del barrio y poeta, Esteban de Luca y Patrón.
El 22 de julio de 1812 se fundió un mortero de bronce, de 12 pulgadas cónico “a lo Gomer” (por el apellido del general que los había introducido en el ejército francés en 1765) y el 24 se sacó del molde. Se trataba de una pieza muy corta, de tiro curvo, que lanzaban bombas huecas rellenas de pólvora.
Para el segundo mortero, el teniente coronel Ángel Monasterio fue ayudado por Simón Araoz: el primero aportó sus conocimientos teóricos y el segundo los prácticos. La pieza fue fundida el 15 de agosto de ese año. Se usaron como moldes unos morteros que habían sido fundidos en Sevilla en 1724 y 1727. Las armas se bautizaron “Tupac Amarú” y “Mangoré”.
Un relato de la época dice: “…También han quedado concluidos tres cañones, que se han fundido del calibre de a 24, en la fábrica que se estableció por cuenta del estado en este año; y dos morteros de alplaca (sic), todos de bronce, los cuales se han puesto a la vista del público en la Plaza Mayor, cuyos morteros el uno tiene por nombre El Tupac Amarú y el otro, el Mangoré”.
Los morteros fueron trasladados con grandes dificultades a Montevideo, sometida entonces al segundo sitio por las fuerzas del General Rondeau, y montados en batería con la intervención del coronel austríaco Eduardo Kaillitz – conocido por el relato historiográfico como Barón de Holmberg -. Allí, las piezas fueron rebautizadas “Boca Negra” y “Manduré” y el 13 de septiembre de 1813, a las dos de la mañana iniciaron el bombardeo la plaza.
Gaspar de Vigodet, gobernador de la plaza, ordenó el retiro de las familias a los barrios del oeste de la ciudad (hacia el Hospital y las Bóvedas) e hizo instalar un vigía en lo alto de la Iglesia Matriz para hacer repicar su campana como advertencia a los ciudadanos para que se protegiesen. El “Boca Negra” salió de servicio rápidamente pero el “Manduré” siguió efectuando bombardeos nocturnos (durante el día actuaban los cañones), si bien en ocasiones con largos intervalos, hasta el 10 de octubre a las 20 hs cuando después de haber efectuado 296 disparos estalló con lo que cesó el bombardeo.
Relata Beruti en sus Memorias Curiosas: “26 de octubre de 1813. Nos llegó la infausta noticia de haberse inutilizado el único mortero que nos había quedado con el que echábamos bombas a Montevideo, pues pocos días hacia que había llegado a esta capital el primer mortero que a fuerza de echar bombas había reventado por los muñones y este único que había quedado corrió haciendo fuego la misma desgracia, pero con el consuelo de haber entrado en la plaza rebelde de Montevideo mas de 300 bombas que, aunque no los ha rendido les ha originado muchos daños”.
Los españoles respondieron mediante los tiros de “Bombillo”, una lancha cañonera situada frente al Arroyo Seco, que disparaba sobre el reducto sitiador, el cual estaba entre los médanos de esa zona.
Un tercer mortero, con características parecidas a los dos anteriores, fue fundido a comienzos del año 1813, y fue denominado “Monasterio”, en homenaje al director de la fábrica. Esta pieza se encuentra en el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama, Buenos Aires; y es el que ilustra la presente nota.
Alentados por el éxito, y una vez que el personal había adquirido mayor experiencia, se intentó la fundición de cañones, requeridos con mayor urgencia por los ejércitos de campaña. Los primeros cañones livianos (de calibre 8 y 12 pulgadas) se fundieron a comienzos de 1814 y se construyeron un total de ocho, los primeros cuatro de calibre de 8. Los montajes fueron efectuados por la Maestranza de Artillería, anexa al Parque y fueron entregados al Regimiento de Artillería de la Patria. Fueron probados el 11 de Marzo de 1814.
En el primer año de actividad la fábrica produjo 22 cañones de campaña de calibre 4 de bronce, y tres de montaña de calibre 6. Durante 1816 y 1817 la actividad se reduce, siendo producidos dos piezas de bronce de 6, llamadas “El Vigilante” y “El Chacabuco”. Otra pieza fundida en este arsenal denominada “El Inexpugnable” fue llevada a Chile por San Martín, con el Ejército de Los Andes, y hoy se encuentra en el Museo Militar de Santiago de Chile.
Por decreto del 8 de setiembre de 1813, el teniente coronel Monasterio fue nombrado “mayor general de infantería” de Buenos Aires. El 6 de junio del mismo año se le había encomendado, como igualmente al coronel Holmberg, la preparación de sendos planes para la defensa de la ciudad y sus alrededores.
Destacado miembro de la Logia Lautaro, el 3 de febrero de 1814 Monasterio fue ascendido a coronel de artillería, nombrándosele jefe del Regimiento del arma, siendo reemplazado en la dirección de la Fábrica de Cañones por el teniente de artillería José María Rojas. Dos días después el Supremo Director Posadas le honraba con la distinción especial de elegirlo Tercer Consejero de Estado. El 2 de setiembre del mismo año, “atendiendo a sus relevantes méritos y distinguidos servicios, expresa el nombramiento que ha contraído en obsequio de la justa causa de la libertad”, se le confirió al coronel Monasterio el empleo de Cuartel Maestre General del Ejército Auxiliar del Perú (2).
Tiempo después, el coronel Monasterio tomaría partido por el bando alvearista y perdería crédito, prestigio y moriría en el exilio.
El testimonio permanente a su memoria que ha realizado el Ejército Argentino, está dado porque una unidad del mismo lleva su nombre: el Batallón de Arsenales 602 “Coronel Ángel Monasterio”. Boulogne Sur Mer, Provincia de Buenos Aires, el enclave se encarga del abastecimiento y mantenimiento de la totalidad de los vehículos blindados de dotación, con centro de gravedad en la familia TAM.

Referencias

(1) Situada en las calles Liniers y Núñez, actuales Defensa y Humberto 1º, Barrio de San Telmo, Buenos Aires
(2) Por decreto del 6 de setiembre de 1819 este cargo se consideró equivalente al de brigadier mientras fue ejercido por Monasterio.

Fuente: Portal Revisionistas

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