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Desde INTA se realizan permanentemente, estudios para la recuperación de suelos y retención de material contaminante en cuencas y cursos de agua. El modo de producción aplicado en el país desde la década de 1990, ha llevado la cuestión ambiental al límite.

Redacción

Argentina no está exenta de los cambios climáticos y descalabros que está arrojando el modelo tecnológico de producción agropecuaria vigente desde mediados de los ’90. En los últimos años, son cada vez más frecuentes los estudios a favor o en contra de esta lógica, que hablan de la conservación o recuperación de suelos, como así también de las cuencas hídricas asociadas a la producción.

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), por ejemplo, lleva adelante diversos estudios que abarcan esas temáticas. Algunas de las problemáticas que se abordan en distintos sitios de experimentación, están asociadas a la degradación de bosques nativos por deforestación, incendios o erosión; de los mallines en la Patagonia por sobrepastoreo; áreas dañadas como consecuencia de las actividades extractivas -petroleras, canteras o mineras-; y el mencionado deterioro de suelos y aguas.

Técnicos del organismo, manifiestan que de cara a incrementar la productividad y la competitividad en forma sustentable, a diferentes escalas espaciales, temporales y de niveles organizativos; los trabajos se basan en estrategias de conservación, mitigación y remediación.

Aseguran que “los cambios en el uso de los suelos y la simplificación de las secuencias de cultivos – la no diversificación – en la región han condicionado la capacidad reguladora del suelo, mediante el deterioro de sus condiciones físicas, químicas y biológicas”. Los procesos de degradación de suelo amenazan la calidad de las aguas, debido a las pérdidas de suelo por erosión y el arrastre de fertilizantes y otros agroquímicos aplicados.

Así, los estudios que se llevan adelante desde INTA Entre Ríos, parten de la concepción de que el suelo constituye una primera barrera para evitar la llegada de contaminantes a cursos de agua provenientes de actividades agrícolas. En el caso de los ambientes acuáticos en las cuencas bajo producción agrícola reciben el aporte difuso de agroquímicos y son crecientes los reportes de eutrofización o detección de contaminantes emergentes.

La remediación ambiental por lo tanto, se basa en implementar estrategias para eliminar o metabolizar sustancias contaminantes en el suelo o el agua (químicos agroindustriales, metales pesados, nutrientes y plaguicidas). En el caso del suelo, además se busca restablecer las características físicas y biológicas que lo hacen productivo, mejorar el balance de agua, carbono y el ciclo biogeoquímico de nutrientes.

Desde INTA, en la denominada zona núcleo, se realizan monitoreos de calidad de suelos y aguas en varias cuencas con diferentes sistemas productivos en el norte de la provincia de Buenos Aires, en Entre Ríos y el sudeste bonaerense. Son estudios de largo plazo, fundamentales para el diagnóstico de estado de situación de los recursos, del análisis de la tendencia a través de indicadores de su calidad y la experimentación de prácticas agronómicas de manejo más adecuadas para cada sistema de producción.

En otras regiones del país, INTA lleva adelante estudios en laboratorio para identificar microorganismos capaces de metabolizar contaminantes o se identifican y seleccionan especies capaces de bioacumularlos en sus tejidos. Por ejemplo, en la Estación Experimental de INTA Paraná, “se está evaluando desde 2019 cómo un humedal, con totoras como especie predominante, contribuye en la retención de nutrientes y plaguicidas provenientes de la actividad agropecuaria que llegan vía escurrimiento”, indicaron los técnicos del organismo que cumplen funciones endicha sede.

Explican que “la llegada de nutrientes a cursos de agua puede generarse por descargas puntuales orgánicas provenientes de aguas residuales de zonas pobladas, efluentes industriales o de residuos de producciones animales en confinamiento sin adecuado tratamiento”. También, “vía difusa por arrastre de los primeros centímetros del suelo por erosión hídrica generado por las lluvias”.

Eso implica que las cuencas de agua dulce a nivel global, aportan anualmente millones de toneladas de nutrientes hacia los océanos afectando la recuperación de los ecosistemas marinos. De allí la imperiosa necesidad, del análisis integral tanto “de la dinámica y flujos de agua y de nutrientes en el agroecosistema, la sincronía entre aportes vía fertilización o enmiendas orgánicas y demanda de los cultivos y las pérdidas asociadas a la capacidad de transporte del sistema, los cambios en el uso del suelo y la erosión”. La pérdida de materia orgánica del suelo, la compactación, el suelo descubierto y sin raíces vivas son factores determinantes en la susceptibilidad a la erosión hídrica y en consecuencia del deterioro ambiental.

Es por ello que la preservación de los humedales es fundamental para la retención de contaminantes provenientes de las actividades agrícolas, reteniendo plaguicidas en sedimentos. A partir de allí, podrán implementarse mecanismos de restauración.

Lógicamente, en la medida que desde el rol gubernamental, se comience a revertir el modelo productivo actual, por uno conveniente en términos ambientales y acorde a una transformación de la actual matriz productiva primarizada, los esfuerzos en materia de recuperación de suelos y cuencas, no caerán en saco roto.

Fuente: INTA – Paraná

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