Venimos documentando desde hace meses las presencias e intervenciones de tropas estadounidenses en América del Sur. Sólo en lo que va del año, se anunciaron “ejercicios” o “asesoramientos” en Perú, Paraguay, Ecuador, Chile, y ahora, Uruguay. Recomendamos la lectura de lo que sigue.
Por Nicolás Centurión*
Estados Unidos pisará más fuerte en Uruguay a través de las Brigadas de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB por sus siglas en inglés). Así lo consignó la nueva embajadora de Estados Unidos en Uruguay, Heide Fulton, al semanario Búsqueda. Fulton dijo que intentará “capitalizar las herramientas” de los dos países para combatir a los narcotraficantes, la droga y la criminalidad.
“El desafío con los narcotraficantes y con los elementos criminales es que tienen muchos recursos y son muy creativos, y puede ser desafiante para los gobiernos hacerles frente. Pero sé que hay mucha voluntad en Uruguay para hacerlo. Nosotros estamos muy enfocados en una cantidad de iniciativas para construir capacidades”, indicó.
El Comando Sur busca fortalecer su influencia en la región ante el avance de China: en 2020 Uruguay retomó su participación en un entrenamiento naval internacional organizado por Estados Unidos; en 2022 la Armada recibió tres lanchas norteamericanas e incluso analizó la compra de buques OPV con Estados Unidos como intermediario; y recientemente también comenzaron a profundizarse los vínculos en el ámbito espacial.
¿Qué son las SFAB?
Creadas en 2017 para asesorar a fuerzas militares en Afganistán e Irak, las Brigadas de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB por sus siglas en inglés) pretenden expandir su presencia en América Latina, sumando nuevos países a sus operativos.
En los países a los que llegan, los «asesores» de las SFAB se vinculan con los órganos educativos y mandos superiores de las fuerzas armadas locales para organizar cursos y ejercicios conjuntos.
En 2020 arribaron por primera vez a América Latina, cuando desembarcaron en Colombia. En marzo de 2023, por ejemplo, efectivos de la 1° SFAB viajaron junto al Ejército de Colombia a la zona de La Guajira —limítrofe con Venezuela— para evaluar sus procedimientos y destreza técnica en la planificación y ejecución de misiones de artillería de campaña utilizando cañones Howitzer de 155 milímetros.
Los asesores que las brigadas envían a los países deben atravesar además un, según ellos mismos, riguroso proceso de tres años en el que se evalúan no solo sus capacidades militares, sino también sus «habilidades de liderazgo».
En cada SFAB se encuadran 816 efectivos en un régimen de rotación de tres años, bajo el mando de un general de brigada, y se dividen en unos 60 equipos –teams– multifuncionales integrados por cuatro a seis efectivos, categorizados según cuatro rubros: maniobras, artillería de campaña, de ingenieros y logística.
Desde su creación, las SFAB son seis, una en cada uno de los cinco comandos geográficos combatientes y la sexta en la reserva de la Guardia Nacional del Ejército.
Así, el Ejército de Estados Unidos mantiene SFAB en el Comando Sur, el de África, el Comando Central, el Comando Europeo y del Indo-Pacífico. La primera SFAB se estaciona en Fort Moore, Georgia, y corresponde al Comando Sur, cuyo teatro de operaciones se extiende desde el sur de México hasta Tierra del Fuego y desarrolla actividades de asistencia, que califica como «persistentes», en Colombia, Honduras y Panamá.
Según informaba en agosto el Servicio de Investigación del Congreso estadounidense, el Comando Sur tiene prevista la expansión de las actividades de su SFAB a Perú, Ecuador y Uruguay, aunque con carácter «episódico». Son una fuerza de élite que ya ha operado en Colombia, Panamá y Honduras esta división tiene por objetivo expandirse a Ecuador, Perú y Uruguay.
Con presencia en los países nombrados anteriormente, el Comando Sur se asegura el control de la costa del Pacífico. La pregunta que surge entonces es, ¿por qué Uruguay?.
El narcotráfico es y será en las próximas décadas la nueva Doctrina de Seguridad Nacional. El caballo de Troya para el ingreso de tropas militares en países soberanos y un nuevo mecanismo de injerencia, contrabandeando la preocupación por la seguridad nacional para que el Comando Sur se inmiscuya en territorio latinoamericano.
Pensémoslo de manera opuesta: ¿se imaginan tropas brasileñas, mexicanas o colombianas ayudando en territorio estadounidense el combate al fentanilo? ¿Cómo lo calificaría Estados Unidos? ¿Siquiera algún gobierno lo pondría en debate?
A su vez, si ampliamos el zoom de análisis, esta jugada de Estados Unidos puede tomarse como un dique de contención y prevención ante el avance de China y Rusia en la región. En un texto publicado sobre las SFAB se asegura que la expansión de esas fuerzas en la región latinoamericana «incrementará la presencia de los asesores, continuará construyendo la capacidad de los socios y mantendrá a EEUU como el socio de elección», incluso sostiene específicamente que una mayor presencia de «asesores» de esta fuerza «ayudará a contrarrestar la influencia de otras naciones».
Si atamos esto a las tristemente célebres declaraciones de Laura Richardson, Jefa del Comando Sur, América Latina sigue siendo el patio trasera de la potencia estadounidense y así lo entienden ellos.
Peores americanos
“El Comando Sur del Ejército está trabajando en concretar la primera oportunidad de intercambio con Uruguay durante 2024 para continuar fortaleciendo la asociación entre nuestros ejércitos y avanzar en los objetivos compartidos de seguridad nacional”, declaró la consejera de Prensa, Educación y Cultura de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay, Kerri Spindler-Ranta, al semanario Búsqueda.
En una reunión que Fulton mantuvo con el prosecretario de la Presidencia, Rodrigo Ferrés, el jerarca del gobierno le planteó el interés del país por aumentar la cooperación internacional para luchar contra el narcotráfico, informó El Observador.
Uno de los pedidos que Uruguay hace a Estados Unidos es que vuelva a instalar la oficina de la Administración del Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) que en 2019 se retiró del país en el marco de una redistribución de recursos en la región.
Esto implica una contravención a la Ley Marco de Defensa Nacional (2010), así como en los decretos que han establecido la política de defensa nacional (2014 y 2020) y en el que definió la política militar de defensa (2016), no hay referencias a la seguridad nacional. Es más, la seguridad nacional no ha sido parte de la tradición política del Uruguay contemporáneo.
Hasta el momento no se ha escuchado una sola palabra de queja o de alerta ante estos movimientos por parte del centroizquierdista Frente Amplio como oposición. Desde su fundación, dicha fuerza se define como una “fuerza política de cambio y justicia social; de concepción progresista; democrática, popular, antioligárquica y antiimperialista”. Bueno, esto último se ha desteñido con los años.
*Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Integrante de la Red CADTM -AYNA.
Fuente: CLAE / Rebelión