El artículo fue publicado hace unos días, titulado “El alto precio del combustible mata a más personas en Europa que los combates en Ucrania”, y firmado por un periodista holandés llamado Marc Vandepitte. No van a leer cosas demasiado reveladoras ni detalles minuciosos, pero da panorama de cómo están viviendo en Europa la crisis energética y los vaivenes económicos a los que estamos habituados en Nuestra América.
Redacción
Es molesto el hecho de que las sanciones económicas derivadas de la invasión de Ucrania afecten más a Europa que a Rusia. Pero ahora un estudio reciente de la revista The Economist ha demostrado que debido a los altos precios del combustible, la cantidad de muertes adicionales en Europa en el próximo invierno podría ser mayor que la de soldados muertos hasta ahora en combate en Ucrania. Un dato que da que pensar.
Antes de la guerra Rusia suministraba alrededor de 40% del consumo total de gas de la Unión Europea. En respuesta a la guerra y para reducir la dependencia del gas ruso, Ucrania y Polonia cerraron algunos oleoductos que transportan gas desde Rusia a Europa Occidental.
Rusia desconectó a países como Finlandia, Bulgaria y Polonia que no estaban dispuestos a pagar su gas en rublos. Además, las obras necesarias para mantener el importante gaseoducto Nord Stream a plena capacidad también se vieron comprometidas.
La fuerte reducción del suministro de gas, que hasta ahora no se puede compensar en su totalidad por las importaciones de otros lugares, ha disparado los precios del gas e indirectamente los de la electricidad en Europa.
Mientras tanto, debido a un otoño muy suave y a las grandes reservas de gas que Europa ha acumulado, los precios del mercado han bajado desde su máximo en el verano. Sin embargo, el precio medio del gas hoy en día es casi dos veces y media superior al del periodo 2000-2019. En el caso de la electricidad, casi el doble.
Y ahora el invierno está a la vuelta de la esquina. Es un fenómeno bien conocido que en el periodo invernal mueren más personas a causa del frío que en el verano. Tanto en Europa como en Estados Unidos la media es de un 20% más.
En el pasado los precios de la energía tenían poco o ningún impacto en ese exceso de mortalidad porque las fluctuaciones de los precios eran muy pequeñas. Pero ahora que los aumentos de costes son notablemente grandes podemos esperar un impacto mucho mayor.
The Economist desarrolló un modelo estadístico para calcular ese impacto. Además de los precios de la energía, hay otros tres factores que provocan muertes adicionales: el más importante es la severidad del invierno, además de la gravedad de la temporada de gripe (que viene determinada en parte por el frío) y, por último, las compensaciones que los gobiernos dan a las familias para hacer frente a la subida de precios.
Los altos precios de los combustibles pueden agravar el efecto de las bajas temperaturas sobre la cantidad de muertes, al disuadir a la gente de poner la calefacción, con lo que se expone de esa manera más al frío. En gran medida, lo mismo ocurre con el apoyo de los gobiernos a los hogares para hacer frente a la crisis energética.
Según el estudio de The Economist la «dura conclusión» es que el impacto «será muy fuerte» y la cantidad de muertos «podría ser mayor que la cantidad de soldados muertos hasta ahora en combate en Ucrania».
Si los precios de la energía se mantienen en los niveles actuales, en un invierno típico unas 147.000 personas más podrían perder la vida la vida en Europa en comparación con que se mantuvieran los precios «normales». Si es un invierno suave (haciendo los cálculos según la temperatura del invierno más cálido de los últimos 20 años para cada país) la cifra se reduce a 79.000. Con un invierno duro (calculando según el invierno más frío desde el año 2000 hasta ahora) el exceso de mortalidad adicional se podría elevar a 185.000.
Se cree que entre 25.000 y 30.000 militares de ambos bandos han muerto en la guerra, además de unos 6.500 civiles ucranianos. En total es una cifra inferior incluso al número resultante de la mejor predicción de tiempo del modelo de The Economist.
La revista señala que el efecto puede variar mucho de un país a otro. En los países que han establecido precios máximos o una facturación máxima apenas habrá mortalidad adicional o incluso puede que la mortalidad disminuya. Esto incluye a Francia, Gran Bretaña, España y Austria. En los países en los que el apoyo gubernamental es escaso (por ahora), como Italia, Estonia y Finlandia, se prevé una cantidad de muertes mucho mayor.
Sin duda las sanciones contra Putin debilitarán la economía rusa a largo plazo, pero hasta ahora no es en absoluto el caso. Los ingresos previstos por las exportaciones energéticas rusas serán un tercio superior a los del año pasado. Los principales castigados son los países europeos. que se castigan a sí mismos imponiendo esas sanciones. Datos recientes muestran que la tasa de actividad rusa (indicador de actividad actual) es mayor que en otros grandes países europeos.
Como consecuencia de los altos precios de la energía muchas empresas podrían tener que cerrar sus puertas o trasladarse a otras regiones donde los costes energéticos son más bajos. Además, para combatir la inflación que, a su vez, es resultado sobre todo de los altos precios de la energía, es casi seguro que nos dirigimos a una verdadera recesión en Europa.
Además de la autoflagelación económica, el peaje que pagará Europa en vidas humanas será especialmente alto. Ya es hora de reflexionar profundamente sobre el sentido o la falta de sentido de las sanciones económicas.
Fuente: Rebelión