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Una ganga…

Hagamos de cuenta que es cierto: según un reporte del sector inmobiliario rural, en Argentina conviene alquilar el campito antes que venderlo.

Redacción

Un informe empresarial publicado en algunos medios especializados del mundo agropecuario, explica – sin pretender explicar – una de las tantas razones por las cuales, los mayores propietarios del sector insisten desde hace años que “no conviene producir en Argentina”; y que lo que hacen es un permanente subsistir. El motivo fue develado por la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), en un informe donde asegura que las tierras en nuestro país están en un 100% por debajo de su valor real, y que actualmente poseen un precio deprimido por las condiciones políticas.

El documento, analiza el movimiento del mercado inmobiliario rural del segundo semestre de 2021, y afirma que la compra venta de tierras está en los mínimos históricos -habría disminuido en un 30% respecto de 2020-, pero que los arrendamientos mantienen la linea de la “buena demanda”.

Aducen a la caída de adquisiciones que la “la elevada carga impositiva, incluido el incremento de retenciones a las exportaciones, la inseguridad jurídica ante la toma de tierras”, y las diversas dificultades para operar “libremente” en dólares, serían determinantes para esa disminución.

Tan grave parece ser el asunto, que esa serie de factores habrían provocado que la caída de los precios por hectárea estén un ciento por ciento por debajo de tierras de similar calidad en otras partes del mundo. La comparación se basa en que mientras en el denominado “cinturón maicero” de Estados Unidos, que abarca los Estados de Iowa, Illinois, Indiana, el valor oscila entre 27.000 y 30.000 dólares por hectárea. En cambio en nuestro país, en la denominada “zona núcleo” – norte de Buenos Aires, sudeste de Córdoba y sur de Santa Fe -, los campos tienen un valor que va de 13.500 a 15.000 dólares por hectárea.

Por otra parte, el mismo informe destaca que como la demanda de arrendamientos se mantiene estable, existe una “escasísima oferta de campos agrícolas de calidad”. Por lo que el volúmen de negocios se vuelca al alquiler de parcelas para producir. Cosa que es de esperar según la dinámica exportadora que ha cobrado el país en los últimos años, y el alza permanente de los precios internacionales de las materias primas en general.

Por cada hectárea de soja en arrendamiento el propietario obtiene un promedio de ingresos según los contratos de hasta un 30% del rinde del campo. Es decir, algo más de US$ 600 por hectárea. Para el caso del maíz, los valores superan los U$S 560.

Según la lógica del informe, en un mundo que demanda alimentos en mayor cantidad cada año, y en un país que es netamente exportador de materias primas a granel o con escaso valor agregado, antes que comprar tierras, conviene alquilarlas porque hay una tasa de ganancia prácticamente asegurada.

Por otra parte, el supuesto empuje a la baja de los valores de la tierra y su relación con la rentabilidad que implica el arriendo, hace sospechar que la dinámica tiende a la mutua concentración de oferentes de tierras por un lado, y demandantes de arriendos por el otro. Una sociedad casi perfecta que en la actual configuración global de la cadena de valor agropecuaria viene funcionando bien en las últimas décadas, en detrimento de los pequeños propietarios.

Ahora bien; dejamos una pregunta abierta para terminar: dada la dinámica concentradora del capitalismo, ¿cuánto tiempo falta para que los grandes tenedores de tierra comiencen a ser “comidos” por los grandes arrendatarios?

Fuente: CAIR / Agrofy

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