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Cómo el atlantismo se come a los Estados Unidos

El panorama interno de los Estados Unidos, enlazado con sus virulentas actividades internacionales, permite entender los motivos que están generando un resquebrajamiento político que evoluciona, hacia noviembre del año venidero, con intensidad creciente.

Por Gabriel Fernández*

En varios artículos y en otras vías comunicacionales hemos descripto buena parte de los puntos centrales de la crisis humanitaria de esa potencia. Para aquellos que se guían a partir de los medios internacionales ligados al capital financiero, resulta difícil creer en la realidad.

Por tanto, se arman ficciones. En sus mentes, el Norte del continente sigue siendo la tierra de las oportunidades, el faro de la democracia y, en definitiva, un país serio. Eso no es así. Y ya no es preciso recibir informes reservados para acceder a la tremenda cotidianeidad que en verdad ofrece.

Veamos.

POBRES. Son muchos años de “si te lo propones lo conseguirás”, en modo Nike y sin fundamento asentado en la preparación y el esfuerzo. Pero sobre todo, son demasiados de ajuste financiero destinado a traspasar recursos productivos y sociales en dirección al ya célebre agujero negro.

En base a un hecho puntual, Democracy Now abre la puerta para la comprensión: “Este 19 de junio, en la ciudad de Washington D.C., la Campaña de los Pobres realizó un Congreso de Acción contra la Pobreza Moral. Al inaugurar el congreso, el obispo William Barber le pidió a la audiencia que repitiera con él: ´La pobreza es una sentencia de muerte en Estados Unidos y ya no nos callaremos más´. Barber acababa de jubilarse tras servir durante 30 años como pastor de la Iglesia Cristiana Greenleaf de la ciudad de Goldsboro, en el estado de Carolina del Norte. Luego de liderar las históricas marchas del Lunes Moral frente a la legislatura de Carolina del Norte en 2013, Barber cofundó la Campaña de los Pobres, que toma su nombre del movimiento impulsado por el reverendo Martin Luther King en 1968, que se vio truncado por su asesinato”.

El material, elaborado por Amy Goodman y Denis Moynihan, periodistas que confundieron honradamente el arribo de los demócratas al gobierno con un avance justiciero y ahora ponen el grito en el cielo al observar la catástrofe bideniana, señala que “la pobreza es la cuarta causa de muerte en Estados Unidos. La desigualdad económica está en su punto más alto, como se detalla en las cartillas informativas publicadas por la Campaña de los Pobres en colaboración con el Instituto de Estudios Políticos. La riqueza de las personas multimillonarias se incrementó en 1,5 billones de dólares en los últimos dos años, mientras que, tras la cancelación de los programas de ayuda financiera por la pandemia, la pobreza está en aumento. El crédito tributario por hijos redujo a la mitad la pobreza infantil en Estados Unidos. La cancelación de esta ayuda ha sumido a 3,5 millones de niños y niñas nuevamente en la pobreza. Por primera vez, solo en la ciudad de Nueva York, más de 100.000 personas viven en refugios para personas sin techo”.

Unas 40 millones de personas se hunden en la más abyecta pobreza dentro de la potencia norteña. No se trata de regiones sociales a las cuales les cuesta llegar a fin de mes sino de indigentes –como se los denomina por estos pagos- cuyo mayor logro es conseguir una carpa para alcoholizarse y drogarse antes de pasar la noche. Según el obispo que generó la actividad y disparó la indagatoria “Los salarios dignos podrían detener las muertes. La atención sanitaria universal podría detener las muertes. Los créditos tributarios por hijo podrían detener las muertes. Redireccionar el dinero que se destina a la industria de la guerra podría detener las muertes. La salvaguarda de los derechos electorales podría detener las muertes”. Los factores ausentes en la trama social resultan evidentes y los requerimientos, muy primarios.

SALUD. Los Estados Unidos contienen 27 millones de adictos a distintos tipos de drogas y 66 millones de alcohólicos. Es un reporte del famoso e ineficiente Cirujano General de la Nación, ese remedo de ministerio de Salud que las corporaciones y los laboratorios han logrado imponer al Estado. La información apunta datos de color: cada 15 minutos muere una persona por sobredosis de heroína. El incremento de la desigualdad registrado en los años recientes parece ligado de modo directo con ese dato. Al decir de la CNN nada menos, las cifras galopan desde 2019 hasta el presente. El medio internacional entrevistó a la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas: “Se trata, en efecto, de la continuación de una tendencia terrible. Los índices de muertes por sobredosis han ido en aumento desde hace décadas, y se incrementaron a un ritmo sin precedentes justo antes del comienzo de la pandemia de covid-19 en EE.UU.”.

Con este panorama, lector, es más sencillo comprender que la promocionada decisión de la Corte Suprema no mueve el amperímetro como para disparar un vasto debate social.

Todo esto resulta especialmente traumático en esa nación desterritorializada porque la catástrofe llega acunada por una comunicación de masas orientada para responsabilizar a las víctimas del padecer. Los pensadores rápidos, proclives a ofrecer sistemas de autoayuda parecen haber hegemonizado el “saber” norteamericano. Una de las frases más difundidas a la hora de analizar altas y bajas de la vida económica sostiene que «Los ganadores en la vida piensan en términos de yo puedo, yo haré y yo soy. Los perdedores, por otra parte, se concentran en lo que deberían hacer, en lo que deberían haber hecho o en lo que no pueden hacer». Todas estas tonterías, reproducidas en distintos tonos y códigos hasta el infinito, han intoxicado una comunidad otrora potente e industriosa al punto de hacerla sentir un hatajo de fracasados.

EDUCACIÓN. “A decir verdad no existe un sistema de educación pública en el país del Norte. El gobierno federal no administra escuelas. Cada uno de los 50 estados tiene su propio Departamento de Educación, el cual establece las reglas para los colegios de su jurisdicción. Los colegios públicos y las universidades reciben fondos del estado en el cual se ubican. La legislatura de cada estado decide el financiamiento que otorgará a los colegios y a las universidades”.

La aseveración corresponde al investigador Héctor Padilla, autor de La educación en los Estados Unidos de América. Entonces, añade: “El control de las escuelas norteamericanas recae en cada uno de los distritos escolares. El Consejo directivo Escolar, un pequeño comité de personas elegidas por miembros de la comunidad, establece las políticas generales para cada escuela del distrito correspondiente”. Así, el esquema podría ser deficiente pero, tensado hasta su borde, de cierta eficacia. La cuestión es que carece de la misma pues “Los Estados Unidos de América tienen actualmente el más alto índice de deserción escolar en el mundo”. Para qué adentrarse en los contenidos.

El investigador se explaya sobre un panorama que pone en cuestión la entronización de esa zona del continente como modelo democrático y progresivo a seguir. Otro periodista dedicado al tema, Timothy Rooks, se enfocó sobre la educación superior y explicó en DW que “Hace una década que la matriculación universitaria de estudiantes estadounidenses marcha a la baja”. De gratuidad, ni hablar: “Al mismo tiempo, los costes de las matrículas aumentan, lo que hace que los estudios queden fuera del alcance de quienes no pueden obtener becas o no están dispuestos a asumir préstamos estudiantiles”.

ARMAS. Veamos los elementos relacionados. En los días recientes se empezó a conocer el beneficio directo de la guerra en Ucrania. Si bien no anula la dimensión estratégica, contribuye al conocimiento de los intereses que se encuentran detrás de la provocación atlantista en Eurasia. Un informe del Departamento de Estado precisó que las ventas de las firmas armamentistas radicadas en los Estados Unidos a otros países y regiones tuvieron un aumento del 49% durante el año pasado.

En los Estados Unidos las compañías del rubro están tan enlazadas con el poder público, que pueden vender sus armas a otros países en forma directa o a través del gobierno central. En ambos casos se requiere la autorización de Washington, y Joseph Biden, que ya conocía el circuito tras su voluminosa tarea bélica durante la gestión de Barack Obama, no dejó de firmar envío alguno. Es más. Hay información abierta que apenas exige una mirada bien enfocada. Fíjese.

No existe ocultamiento de semejantes relaciones: Las autoridades ucranianas dieron una clara señal de la estrecha cercanía que la guerra forjó entre Kiev y al menos cuatro grandes empresas armamentísticas. Pocos meses atrás la embajada de Ucrania en Washington invitó a un ágape al personal diplomático y militar asignado. En la misma tarjeta de invitación figuraban los auspiciantes: Northrop Grumman, Raytheon Technologies, Pratt & Whitney y Lockheed Martin. Se trata de las líderes mundiales en el sector de la defensa. Resulta ostensible que cualquier llamado a la paz surgido del tándem Estados Unidos – Ucrania posee serios obstáculos para sostener su credibilidad.

MORTALIDAD. Pocos días atrás The economist ofreció nuevos informes sobre el patético cuadro de situación. Por caso, vale precisar que la mortalidad infantil resulta creciente. Ya llega a 5,43 bebés de cada mil mueren antes de cumplir el año, frente a los 3,2 de la Unión Europea. El estado con menor mortandad infantil, California, con 3,92, está por detrás de casi toda Europa occidental. El peor país europeo, Bulgaria, con 5,6 muertes por mil, está al nivel de estados de riqueza media como Pensilvania o Nebraska. Y el peor estado de EEUU, Misisipi (8,12) está por detrás incluso de Ucrania (7,2), con lo que ello implica. Es un resultado claro de lo apuntado aquí sobre el no sistema de salud norteamericano. Las personas que no tienen seguro médico no pueden permitirse pagar un hospital ni seguir un control de salud postparto para la madre ni para el bebé.

En línea, el porcentaje de jóvenes (15 a 24 años) que mueren en la nación del Norte es muy alto: el triple que en Reino Unido y muy por encima de Canadá. Y lo peor de todo es que esa cifra no está cayendo, como en el resto de países, sino que se mantiene estable. Las causas de esa diferencia son variadas y todas remiten a la cultura reinante en el faro de la democracia: la gran cantidad de armas en circulación facilita crímenes y suicidios. Estos últimos son la segunda causa de muerte en esas edades, junto a la conducción temeraria y otras actividades arriesgadas.

Vale destacar que, mientras la mayor parte del mundo se enfrenta a un envejecimiento general, a una escasez de bebés, los Estados Unidos siguen registrando tasas de fertilidad promedio (1,66 bebés por mujer, superiores a las de la mayoría de Europa y Asia, equilibradas con América latina), que se explican por la cantidad de migrantes que arriban al país con el anhelo de prosperar. El desencuentro estructural es ostensible: la pirámide demográfica se asemeja a la de un país en guerra con muchos mayores pero falta de jóvenes. En especial, faltan hombres: en 6 estados no llegan ni a los 70 años de vida media. En Europa, eso solo ocurre en cuatro: Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumanía.

Los datos dentro del país son bastante gráficos. Los distritos con menor esperanza de vida coinciden con el Sur profundo: Alabama, Kentucky, Misisipi, Luisiana, Arkansas, Tennessee. Se trata de estados donde se dan los mayores niveles de pobreza, ausencia plena de salud pública y tenencia de armas, entre otros. Puede imaginar el lector cuál es el espacio político que lidera los sondeos electorales en esas regiones. Pensar que una semana atrás el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, sugirió que Donald Trump obtuvo y sostiene su popularidad en base al manejo de las redes sociales. ¿O será por su llamativa cabellera?

TODA UNA CULTURA. Pero hay más. El diseño urbano de gran parte del país, pensado para los automóviles y carente de un esquema de transporte público adecuado, obliga a la mayoría de la población a conducir a todas partes. Como frutilla en la crema, la idea instalada mediáticamente sobre el transgresor libertario que viola las normas de velocidad, niega el cinturón de seguridad y se permite tomar el volante en estado de ebriedad, ha derivado en la cifra de 13 muertes por 100.000 habitantes, casi tres veces más que las 3,38 víctimas registradas en Europa. Y en los estados del sur, las cifras se disparan, hasta las 26,2 en Misisipi. Incluso los dos estados más seguros (los norteños Rhode Island y Nueva York, con 5,7 y 5,8 muertes por 100.000 habitantes, respectivamente) superan con creces las cifras de la mayor parte de las naciones.

Los datos referidos a homicidios alcanzan niveles inimaginables en el resto del orbe. El número de muertes violentas multiplica por 10 la cifra registrada en el Viejo Continente: 6,52 víctimas por 100.000 habitantes. En sintonía, algo sobre lo que este narrador advirtió tiempo atrás: el grave problema de drogas. En muchos de estados, una parte importante de la población depende de los tranquilizantes destinados a combatir la depresión; se han revelado mucho más adictivos y problemáticos de lo que aseguraban los laboratorios, que no son obligados a rendir cuentas al respecto y se siguen enriqueciendo con un boom de ventas. La rockstar del momento es el fentanilo, una droga de la misma familia de la heroína, pero 50 veces más fuerte; por estas horas su fama se ahonda en base a una extensa lista de muertes por sobredosis.

DOBLEGADOS. Los Estados Unidos y sus trabajadores fueron vigorosos. Buena parte de su impulso, luego del trampolín inicial de la Guerra de Secesión, se basó en los sindicatos (como lo registra FIST) y la obtención de recursos que pusieron en marcha un dinámico mercado interno. El quiebre de la vida gremial se articuló en el efecto arrastre de las corporaciones financieras para con las empresas productivas –más temerosas de una digna comisión interna que del esquema parasitario que las doblegaría-, del macartismo –toda actividad crítica resultó sospechosa e impugnada-, de su enlace con las organizaciones delictivas y de una emisión ininterrumpida de valores individuales y anti sociales desde los medios ya cooptados. Este proceso, se sabe, es previo a la hegemonía del Consenso de Washington, cuando sus ejes se universalizaron.

El creativo pueblo norteamericano fue doblegado por la combinación de egoísmo y queja en relevo de la solidaridad y la lucha. Así, la transferencia de recursos fue visualizada como natural, en premio a las virtudes de los vencedores. En una extensión de la filosofía activa del senador Joseph McCarthy la caracterización de comunista para quien propusiera educación pública, atención sanitaria universal, salarios dignos, derechos laborales, incentivo a la producción de bienes de producción y consumo, se reconvirtió en populista, autócrata, demagogo, terrorista y siguen los apelativos.

¿POR LO TANTO? Ahora bien, en algunos de los episodios más significativos de esta secuencia se ha indicado que si el país más perjudicado por la guerra es Ucrania, a la zaga emerge Europa, y muy en especial Alemania y Francia. Pero piense en lo narrado hasta aquí.

La situación francesa, con Emmanuel Macron corriendo por las arterias parisinas con un extinguidor en mano, habla por sí sola. Asimismo, la Alemania del triste Olaf Sholz pasó en pocos meses de ser la vanguardia económica del Viejo Continente a zambullirse en la recesión. “Ahora sentimos los efectos de las condiciones económicas más difíciles en el mercado laboral: el desempleo aumenta y el crecimiento del empleo pierde fuelle”, indicó la presidenta de la Agencia para el empleo, Andrea Nahles, en un comunicado. Lo cierto es que la zigzagueante patria germana, que cayó en recesión este invierno boreal, terminará el año en números rojos. Los principales organismos económicos y el Fondo Monetario Internacional vaticinan un retroceso entre 0,2 y 0,4%.

Pero ¿en qué hay que pensar entonces?

En que la otra víctima es el Estado norteamericano. Cuyos números internos, como vimos, son aún más complicados que los que sacuden a las potencias europeas.

Nada es inmediato. Pero las tendencias fuertes, que involucran Productos Brutos de dimensiones ciclópeas, no son re orientables. Los gigantes suelen tener una fuerza equivalente a su tamaño; la usufructúan, dominan y atemorizan. Eso sí: cuando empiezan a caer, su propio peso convierte el derrumbe en indetenible.

Ahora es cuando las potencias emergentes empiezan a hacer uso de su ímpetu creciente y aprovechan el entrelazamiento de la economía mundial para guiar el planeta en dirección multipolar. Con China a la cabeza, no piensan en desmembrar los Estados Unidos ni en aniquilar Europa, sino en situarlos como grandes protagonistas en un nuevo esquema equilibrado. India es un interesante ejemplo de comportamiento diplomático. Irán ha evidenciado una inteligencia ardiente. En América latina varios parecen haber comprendido los rasgos esenciales del proceso.

ESTADO PROFUNDO. Los factores señalados explican por sí mismos el malestar interno de la vida política norteamericana. A medida que se acercan las elecciones presidenciales previstas para noviembre del año venidero, se incrementan las acciones político jurídicas contra el ex presidente Trump. Como una buena parte de la Justicia norteña adscribe de modo directo al poder globalista y es parte del desmembramiento padecido por esa nación, la posibilidad de una condena -por revisar documentos oficiales en su residencia de Mar-a-Lago, por instar al fraude durante los comicios previos, por convocar a la movilización en el Capitolio, o por lo que fuera- está abierta. Es difícil pues implicaría forzar los argumentos y adoptar sospechas como pruebas, pero es una baraja inserta en el mazo.

Aquí el problema es la consecuencia. Una cosa es condenar -e inhabilitar- a un dirigente importante y otra es condenar -e inhabilitar- a quien encabeza las preferencias populares con vistas a ocupar el Poder Ejecutivo. Guste o no, esas masas desposeídas y enojadas han adoptado al rubicundo como su referencia. Ni siquiera los republicanos que lo apoyan (Ron Desantis: “un jurado en Washington condenaría a un sándwich de jamón si es un sándwich de jamón republicano”) ni los demócratas que asemejan su discurso al generado desde el trumpismo (Robert Kennedy Jr.: “Biden perdió su camino y está alejado de las necesidades y prioridades reales del pueblo estadounidense”) catalizan las esperanzas generales.

Entre la inocultable catástrofe humanitaria, la notoria ausencia de derechos sociales y la proscripción de quien mostró otro camino en los hechos -desde la Casa Blanca-, se puede hacer crujir el esquema hasta quebrarlo. Los Estados Unidos se han re politizado en los años recientes, justamente debido a la irrupción de Trump. Así, el ladero conceptual del cracker, Stephen Miller, se permitió señalar dos días atrás que quienes lo atacan “están criminalizando la libertad de expresión, están criminalizando la resistencia contra el Estado Profundo, están criminalizando un cuestionamiento a un resultado electoral”. La expresión, denota. Hace menos de una década la referencia al Estado Profundo quedaba circunscripta a la descripción de quienes nos ocupamos de la información internacional, y a nadie se le hubiera ocurrido comunicarse de ese modo con un votante promedio norteamericano.

No se trata de abonar confusiones, sino de entender. Trump no es nuestro referente; los líderes propios deben surgir del Sur. Pero el desarrollo político del rubicundo en su Norte, no proviene de las redes ni de los engaños comunicacionales; es el emerger de un proceso interno catastrófico, que se pretende ocultar.

* Periodista y escritor. Director La Señal Medios / Área Periodística Radio Gráfica / Autor de Fuentes Seguras. Artículo publicado el miércoles 9 agosto 2023.

Fuente: Cuadernos de Bitácora

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