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Cocoliche plagado de eufemismos y la eterna monserga de atentar contra la “productividad y la generación de valor agregado”. El Gobierno volvió a cambiar el esquema de derechos de exportación; y tal vez cuando lea esta nota, el nuevo cuadro, ya sea viejo.

Redacción

Ayer, amanecimos con la designación formal de Fernando Vilella como Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (SAGyPN), y continuará bajo la égida del Ministerio de Economía, según se publicó en el Boletín oficial (BORA) mediante el Decreto 49/2023. El lector, nos espetará que “el cargo es en Bioeconomía; ustedes lo dijeron hasta ayer”. Lo cual es cierto, pero al mismo tiempo era un error en cual incurría el propio funcionario. Más adelante lo aclararemos.

Estrenando su designación, Vilella se reunió – tal como estaba previsto – con los representantes de la Mesa de Enlace y del Consejo Agroindustrial Agropecuario (CAA). El motivo era volver a conversar – negociar – el improvisado anuncio sobre el incremento y generalización del cobro de derechos de exportación – “retenciones” – a todo el complejo agropecuario.

Si el lector le pega un repasada a las ediciones anteriores de Chasqui Federal, verá que hicimos hincapié en dos o tres oportunidades, sin aseverar demasiado sobre la firmeza de la decisión, pero evaluando las consecuencias inmediatas. Por tanto, casi todo lo dicho la semana pasada al respecto, quedó “viejo”.

A los votantes del nuevo gobierno les molesta que se caracterice esta situación como “improvisación” y se nos enrostran los “amagues y recules” de la gestión anterior. Lo cual es verdad, porque el gobierno de los Fernández Massa fue lo que hizo sobre las cuestiones importantes. Obviamente nuestros análisis y comentarios no inciden en las decisiones gubernamentales – somos un medio muy pequeño -, pero al menos tratamos de ser certeros.

La cosa es que, en horas de mediodía de ayer, el finalmente designado Secretario anunció el nuevo esquema de cobro de retenciones acordado con los principales actores del sector.

A esta altura, y dados los incontables hechos de incontinencia verbal que en 10 días lleva la actual gestión, no podemos dar los datos por definitivos hasta que no estén oficialmente escritos y publicados. Pero el panorama quedaría más o menos así: Vilella dio marcha atrás con la alícuota casi universal del 15% para todo, y especificó que los principales subproductos de la soja como el aceite y la harina, pasarán a tributar del 31 al 33%.

Se armó algo de revuelo por esto, pero recordemos que entre los amagues de los Fernández Massa en algún momento se mencionó lo de elevar a ese segmento al 33%, y el sector salió con los tapones de punta amenazando con la peor de las calamidades. Ahora protestaron un poco nomás.

Según Vilella, el incremento para los subproductos de la soja, compensa en términos fiscales lo que implicaría el restablecimiento de las retenciones para los sectores que venían a cero (0%). Entonces, la nulidad de tributación de este derecho de exportación se mantiene para los siguientes productos: olivícola, arrocero, cueros bovinos, lácteos, frutícola (menos el limón), hortícola, porotos, papa, ajo, garbanzos, lentejas, arvejas, miel, azúcar, yerba mate, té, equinos, lana.

En el caso del sector vitivinícola, las retenciones serán del 8%; y del resto del complejo cerealero oleaginoso, regirá un 15%.

Según el anuncio, queda revisar la situación de algunos sectores – que se ve que no estuvieron debidamente representados en la negociación -, como ser: la pesca, los porcinos, el sector forestal, el maíz, el maíz pisingallo y el girasol.

De todas formas, la concreción de las alícuotas para las retenciones conserva su mera impronta fiscalista y recaudatoria. Ya no está la excusa del “desacople de los precios internos respecto del mercado internacional”. Ahora, toda Argentina es también mercado internacional, en franco detrimento del sistema productivo y del poder adquisitivo del salario – sea formal o informal – de los trabajadores.

Obviamente, los pataleos no se hicieron esperar. El pequeño y mediano productor tiene la siguiente realidad: los precios están a la baja y los costos de producción al alza. También se incrementaron los valores de los servicios, la logística y el arriendo. A eso, se suma lo de siempre: el monto de las retenciones también lo afronta el productor, porque desde las exportadoras hacia abajo, les trasladan el costo de la cadena.

Hemos escrito mucho en Chasqui al respecto mediante la metáfora del “palo de gallinero”. Es decir, el de arriba caga al de abajo. Es llamativo que ante tanto cráneo en materia de economía y su espectro ideológico, no hayan previsto nunca en sus cuentas está dinámica del sector. Pero como somos gente de buena fe, suponemos que tal cuestión desde Krieger Vasena para acá se les pasó. Uno a veces se distrae…

Por último, nos queda hablar de los “berretines”. Hay de todo tipo y color. Vamos primero con los clásicos de siempre.

Desde la CAA, hicieron hincapié en que “comprenden la situación de las arcas públicas” y confían en que las célebres retenciones sean – esta vez sí – “transitorias” como lo prometió el presidente. De esta manera se fomentará la producción y la inversión sobre valor agregado agropecuario. Cosa que no hicieron nunca, pero bueno… Siempre dicen lo mismo.

Los que están enojadísimos son los de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro Exportador de Cereales. Los famosos CIARA-CEC. En un comunicado difundido minutos después del anuncio de Vilella, manifestaron que el mismo fue una «muy mala noticia para la economía del país».

Obviamente, repitieron su monserga: «la principal industria exportadora se verá castigada por la suba de impuestos y eso va a limitar el flujo de divisas y atentará contra el empleo industrial de la soja”. La suba de esos dos puntos detallados arriba, implican una recaudación fiscal promedio de 400 millones de dólares anuales; y es una cifra equivalente a lo que aportarían las economías regionales más la cadena láctea en el caso de pagar derechos de exportación.

¿Se puede decir que CIARA-CEC tiene razón en las quejas? A esta altura, no. Porque generalmente, no se encargó de “descalzar” el precio internacional con la cadena de costos internos. Alguno dirá, “los subproductos de la soja no se consumen en el país”.

Eso es una verdad o mentira a medias, según como se mire. Parte del forraje – comida de animales – que se consume a nivel interno está compuesto por harina y aceite de soja aunque sea en una porción menor. Pero ocurre otro fenómeno de “mercado”: la cadena sojera establece parámetros de precios. Los arriendos están medidos en soja, los fletes y los servicios también.

Entonces, querido lector, cuando a usted del vengan con la monserga de que “el mercado es libre y se regula naturalmente”, cuéntele este ejemplo.

Por último el “berretín tailing” del momento, es la pretensión de que la vieja y querida área de Agricultura, Ganadería y Pesca, se transforme en “Bioeconomía”.

Bueno… no prosperó el cambio de nombre. Según las malas – y casi siempre certeras lenguas -, había que “laburar mucho” para cambiarle el nombre al área. Sí, leyó bien. Además, en los sectores que aperan en la actividad, cuando se enteraron del posible cambio, se rieron por la connotación “afrancesada”.

El asunto de la “bioeconomía” viene de cierta corriente internacional en el sector agropecuario que promueve un cambio de concepción sobre la actividad: dejar de ser una mera productora de alimentos, para pasar a transformarse en una actividad vinculada también a la generación de energía, la creación de valor agregado industrial y la sustentabilidad climática.

En criollo, le diríamos “la manera conveniente de hacer agricultura” desde Sudamérica. Un continente que pugna por dejar de ser semicolonia e independizarse definitivamente.

Pero no; no viene por ahí la cosa. Vilella es un hombre de la academia y desde Agronomía de la UBA ha sido uno de los principales cultores del denominando “agronegocio extractivista”, caracterizado por la cartelización de la actividad en dos o tres empresas con un único paquete tecnológico.

Capitalismo conservador puro y duro como el que promueve el actual gobierno.

En fin… Siguen las retenciones al agro pero con libre mercado. Un cocoliche propio de estos tiempos.

Fuente: SAGyPN / BORA / CAA / CIARA-CEC / Archivo Chasqui Federal

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