Un informe elaborado por la Organización de Estados Iberoamericanos y la UNESCO muestra la evolución de los indicadores de ciencia y tecnología en Iberoamérica en los últimos diez años. Los países de la región siguen rezagados con respecto a los más industrializados. La inversión y los recursos humanos están concentrados en unos pocos países.
Por Bruno Massare
La inversión de los países de América Latina continúa siendo inferior a la realizada por los países industrializados, existe una fuerte concentración de la inversión en I+D en pocos países y solo Brasil sobrepasa el 1% de inversión en el área como porcentaje del PBI, solo superado por España y Portugal si se considera a Iberoamérica. La Argentina se destaca por su cantidad de investigadores –aunque con una baja inversión comparativa– y por la igualdad de género en el sector científico. Estas son algunas de las conclusiones de la nueva edición de “El estado de la ciencia”, un informe que se realiza anualmente sobre las políticas científico-tecnológicas en Iberoamérica, que fue presentado esta semana a través de una conferencia virtual.
El estudio es una iniciativa de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), a través de su Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS), y la UNESCO, a través de su Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe. Los contenidos, al igual que en ediciones anteriores, fueron elaborados por el equipo técnico de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), coordinada desde el OCTS, una tarea que en esta oportunidad estuvo a cargo de Rodolfo Barrere.
La concentración de la inversión en I+D en América Latina consolida el comportamiento que se advertía en ediciones anteriores del estudio (los datos utilizados para la elaboración del informe son de 2012 a 2021): Brasil representa casi el 62% del esfuerzo regional, mientras que México le sigue con un 13% y la Argentina con un 9%.
Portugal y España son los países iberoamericanos que más esfuerzo relativo realizan en I+D, invirtiendo el 1,68% y 1,43% de su PBI, respectivamente, en estas actividades. Brasil es el único país latinoamericano cuya inversión representa más del 1% de su PBI (1,16%). La Argentina invirtió 0,52% mientras que el resto de los países destinó menos del 0,50% de su producto en I+D. Estos porcentajes siguen estando lejos de la inversión realizada por países como Israel (5,56% de su PBI en actividades de I+D), Corea (5%), Estados Unidos, Japón, Alemania y Finlandia (alrededor del 3%).
“El estado de la ciencia 2023” releva la evolución del gasto en I+D durante una década y allí se pueden advertir diferencias significativas entre cada uno de los países. Brasil incrementó su inversión hasta el 2015, mostrando un brusco descenso hasta el 2018, año en el que comenzó a recuperarse hasta una marcada caída en el 2020. España muestra cierta estabilidad en su nivel de inversión hasta 2016 y luego dio comienzo a un período de crecimiento hasta el final de la serie en el 2021. México, por su parte, muestra una tendencia negativa a partir del año 2016, que no logró revertir en el resto de la serie, y la Argentina experimentó una evolución fluctuante hasta el año 2017, año en el que se contrajo hasta 2020, cuando logró revertir la tendencia y finalizar el período con un crecimiento del 8% en relación al 2012.
Género y posicionamiento
En cuanto a la cantidad de investigadores en cada país de Iberoamérica, la distribución de recursos también es muy desigual entre los países. Brasil y España concentran la mayor cantidad de investigadores. En el caso de Brasil, el país contó con 173.830 investigadores en 2017, superando a los 154.147 de España en 2021 y más del triple que el país latinoamericano que le sigue: Argentina, con 57.981 investigadores, por delante de Portugal, México, Chile, Venezuela, Ecuador y Colombia.
En 2021, la cantidad de mujeres que trabajaban como investigadoras era menor al 50% en la mayoría de los países de la región, aunque reflejando brechas por sexo de diferente magnitud. En Chile, México y Perú las mujeres representaban tan solo un tercio de las personas en investigación. Por otro lado, en la Argentina, Paraguay y Uruguay superaban la mitad de las personas dedicadas a la investigación.
Uno de los gráficos elaborados para el estudio busca representar el posicionamiento de cada país iberoamericano según los recursos dedicados a I+D a partir de la inversión en relación con el PBI y la cantidad de investigadores cada mil integrantes de la población económicamente activa (PEA). Los países mejor posicionados de acuerdo con estas variables de análisis resultaron Portugal, España y, en menor medida, Brasil. Tanto en el caso brasileño como el mexicano, la cantidad de investigadores en relación con la PEA es menor que la de algunos países con economías de menor tamaño relativo. El caso argentino es inverso, con un número importante de investigadores y una inversión relativamente baja.
“La Argentina constituye un fenómeno particular dentro del conjunto de América Latina, se posiciona diferente porque tiene tres investigadores cada 1000 integrantes de la población económicamente activa (PEA)”, dijo Barrere durante la presentación ante la consulta sobre la fortaleza en recursos humanos del sistema científico-tecnológico argentino, que tras al reciente cambio de Gobierno vio degradado el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación al rango de secretaría.
El “Estado de la ciencia” toma como indicadores principales a la inversión y los recursos humanos en el área de ciencia y tecnología, las patentes y las publicaciones en revistas internacionales, estos dos últimos muy cuestionados en cuanto a en qué medida logran reflejar la innovación en un país. “Hay formas de medir la vinculación del sistema científico con el sector productivo, pero es algo que ocurre a nivel muy capilar, entonces a veces es muy difícil de lograr. Estamos trabajando para sumar indicadores de este tipo”, dijo Barrere.
Esta edición del “Estado de la ciencia” también incluye un dossier temático sobre inteligencia artificial (IA), en el que se articulan diversas perspectivas (ética, propiedad intelectual, impacto en el mundo del trabajo y en la educación) sobre la irrupción masiva de estas tecnologías.
Fuente: UNESCO / TSS