Éramos pocos y las Tacura Sapo vinieron rozagantes

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Éramos pocos y las Tacura Sapo vinieron rozagantes

Las políticas de prevención, combate, resignación y aprendizaje, llevan más de un siglo en Argentina. Lo más afectivo en aquel momento fue conocer el ciclo biológico de la langosta, sus subespecies y regiones de acción. Según los datos obtenidos y las medidas gubernamentales, hubo cierto “relajamiento” en el seguimiento de la plaga y hoy su población causa preocupación.

Redacción

Hace un mes, a partir de las recomendaciones del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), se declaró la Emergencia Fitosanitaria para las provincias patagónicas a causa de la detección de nacimientos de la plaga Tucura Sapo, una variante de la langosta. Al mismo tiempo, se le encargó al Instituto nacional de tecnología Agropecuaria (INTA) el diseño de un plan de acción para combatirla y volver a estabilizar la especie.

Todos los inicios de verano, el tema de la tacura sapo está presente en la cotidianidad de los productores de los valles y mesetas de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Si bien los monitoreos son periódicos y constantes, los mismos se encuentran con algunos inconvenientes logísticos que prolongados en el tiempo resultan contraproducentes.

El principal objetivo es disminuir la densidad poblaciones de este insecto herbívoro y nativo de la región sur del país. El peligro fundamental es que la tacura sapo come lo mismo que el ganado bovino y ovino. Es decir, la plaga compite contra el alimento de la producción ganadera de la región. Lógicamente, si el sistema productivo resulta afectado, la población asociada al mismo sufre la consecuencia por propiedad transitiva.

Como dijimos al inicio, hace más de un siglo que la tacura es de alguna manera estudiada. Desde INTA explican que lo importante es no permitir que la densidad de población de la especie aumente a niveles que pueden ser destructivos los recursos asociados a la ganadería como son los pastizales naturales de la meseta (por ejemplo, neneos). Según los técnicos de la zona, ese periodo de “estallido poblacional” es frecuente cada tres años.

Por lo tanto el monitoreo es importante. Se depende de los productores y pobladores de campo para su detección. Básicamente, esos controles consisten en principio, en identificar los lugares donde se vio a la tacura sapo, porque al año siguiente es donde los insectos vana nacer y comenzar a propagarse.

El ciclo de vida de la tucura sapo depende de la temperatura y la humedad. En los meses de diciembre y enero, cuando la mayoría de la población llega a su etapa adulta y su aparato reproductor está completamente desarrollado. Por eso su impacto en el ambiente es mayor. Durante la etapa de reproducción, la tucura se agrupa en manchas y marcha, consumiendo todo a su paso.

Desde INTA aseguran que el mejor momento para realizar los controles es durante el momento en que este insecto “ovipone” (pone huevos). Así, el trabajo con los productores es que estos indiquen los lugares donde ven que la tucura ovipone. Una vez detectadas y posterior a su nacimiento, las tacura se agrupan buscando refugio de la baja temperatura y la intensidad del viento patagónico a horas de la tarde y a la mañana. Allí es donde se aplica el insecticida.

Al trabajar sobre los focos, eso permite un menor uso de químicos y por ende menor daño ambiental. Además, es la manera más efectiva de controlar la población de la especie, evitando que lleguen a su etapa de reproducción que es cuando hacen mayor daño.

La Declaración de Emergencia Fitosanitaria

Como planteamos al principio, comenzado el mes de noviembre el SENASA publicó en el Boletín Oficial la declaración de la alerta fitosanitaria para las provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz por la detección de nacimientos de la plaga Tucura Sapo, en monitoreos realizados en el marco del Programa Nacional de Langostas y Tucuras del organismo; y que la misma se extendería hasta marzo de 2023.

La Tucura sapo es considerada una de las plagas más dañinas en la Patagonia, por su capacidad de consumir todo el recurso forrajero que encuentra a su paso y en verano, los adultos suelen alcanzar los cinco centímetros de largo. Si bien, en los organismos oficiales negaron que se hubiera “relajado el monitoreo”, este año, los operativos comenzaron en forma temprana, ya que se estimaba que los niveles poblacionales de la tucura sapo eran altos en la región.

La Emergencia sirve para elevar los niveles de trabajo al respecto del combate de la plaga, sabiendo que era probable que en 2022 se diera un ciclo de alta densidad. El anterior se había dado en 2019, que los agarró con poco poder de maniobra y luego aconteció la pandemia.

Y se ve que era importante el asunto porque en la resolución SENASA estipuló la creación del Comité Patagónico por Tucuras (CPT), que se conformará por representantes de la Dirección Nacional de Protección Vegetal del Organismo, el INTA y por centros oficiales de investigación, universidades, gobiernos provinciales, representantes del sector privado y público provincial de la región, y otras instituciones vinculadas a la problemática.

La misión del CPT será la de “establecer los procedimientos fitosanitarios, las medidas de prevención y vigilancia, y los servicios de alerta y control más convenientes a implementar para el manejo de tucuras en la región patagónica”.

Veremos qué acontece. Un siglo de combate y control de plagas no puede subestimarse hay mucho trabajo argentino acumulado en ellos.

Fuentes: Boletín Oficial / SENASA / INTA / Bichos de campo

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