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Fuentes Seguras. La paz, el infierno tan temido

Compartimos la célebre columna de Gabriel Fernández, publicada durante el fin de semana en Radio Gráfica. Cada vez que podemos y el tema amerita, lo hacemos. No tanto por coincidir necesariamente, sino porque da panorama para poder comprender con mirada argentina, la política internacional.

Por Gabriel Fernández *

Los planteos en favor del cese de hostilidades y por una seguridad genuina surgen de las más variadas regiones del mundo. La OTAN y sus medios desesperan por acallarlos. La verdad sobre Rusia y el START. La propuesta de China. Las necesidades del mundo árabe. Irán, en el juego. Antártida Argentina: un mensaje imprevisto que detonó lejos.

La decisión del gobierno ruso acerca del Strategic Arms Reduction Treaty  / Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), no implica otra cosa que frenar las inspecciones de los Estados Unidos sobre sus arsenales nucleares. El Tratado, suscripto en 1991 por George W. Bush y Mijail Gorbachov, y actualizado en 1993 cuando ya Boris Yelstin desmontaba la grandeza soviética, consiste en autolimitar la cantidad de misiles en manos de cada superpotencia.

El Nuevo START es un acuerdo firmado por el presidente estadounidense Barack Obama y el de Rusia, Dmitri Medvédev en Praga, durante el mes de abril de 2010. Ambos países dieron por concluido el periodo de la Guerra Fría y superaron los acuerdos START I y START II. Este tratado limitó el número de misiles balísticos intercontinentales y bombarderos nucleares reduciéndolos a 700 unidades operativas. El límite que impuso fue un 74% menor al establecido en el tratado START de 1991, y un 30% más bajo que el límite de ojivas admitido hasta entonces.

Como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) participa activamente del conflicto en Ucrania y como los Estados Unidos se han convertido voluntariamente en proveedores de armamentos, recursos y propaganda en favor del gobierno de Kiev, lo único llamativo de la resolución es la demora en su anuncio. De otro modo, la administración de Joseph Biden tendría derecho a inmiscuirse en los galpones del adversario.

El reciente pero ya célebre discurso del presidente Vladimir Putin puede considerarse razonable, mas no desafiante. Sin embargo, fue difundido por los medios orientados por las grandes corporaciones financieras como el anuncio de un inminente golpe nuclear sobre Ucrania o sus aliados. Es de resaltar que hace varios meses los gobiernos occidentales y sus difusores insisten en denunciar que se avecina un lanzamiento de esa naturaleza. Mientras tanto, se pertrechan hasta los dientes bajo el manto de su Iniciativa de Defensa Estratégica.

Ese ardid no es mucho más que conceder al Comando Estratégico de los Estados Unidos (USSTRATCOM) el derecho a inferir que un rival se predispone a atacar, para justificar un pre contraataque preventivo. El disparate suele reforzarse con voluminosos informes que dan cuenta de la maledicencia de los presuntos planes antagónicos con los valores de Occidente. Esa Iniciativa fue creada en 1984, bajo la presidencia de Ronald Reagan y quedó en la órbita del Departamento de Defensa norteamericano.

CIVILIZACIÓN O BARBARIE. ¿Qué dijo Putin? Su discurso ante la Asamblea Federal de Rusia describió al país como una civilización antigua, independiente y distinta, a veces siguiendo un camino en relación con otras civilizaciones, a veces en divergencia. Ucrania, parte de la civilización rusa, está ocupada por los poderes occidentales. Por tanto, la fase aguda de lo que es esencialmente una guerra contra Rusia tiene lugar sobre el cuerpo de esa civilización. Aseveró entonces que  “Rusia es un país abierto, pero una civilización independiente; no nos consideramos superiores, pero heredamos esta civilización de nuestros antepasados ​​y debemos transmitirla”.

Putin explicó que “Ucrania está siendo utilizada como herramienta y campo de pruebas por Occidente contra Rusia”. Por eso, “Cuantas más armas de largo alcance se envíen a Ucrania, más tiempo tendremos para alejar la amenaza de nuestras fronteras”. ¿Qué significa? Que si la OTAN no revee su actitud, la guerra será larga y dolorosa. No habrá una victoria rápida con mínimo número de muertos. La línea del frente puede desplazarse a Lviv (cerca de la frontera con Polonia). Entonces la política alemana puede cambiar. El comercio normal con Francia y Alemania recién podría recuperarse a fines de la próxima década. ¡Están atacando a Europa!

El jefe de Estado de la Federación de Rusia añadió “Las promesas de los gobernantes occidentales se convirtieron en falsificaciones y mentiras crueles. Occidente suministró armas, entrenó batallones nazis. Incluso antes del inicio de la Operación Especial rusa, hubo negociaciones sobre el suministro de sistemas de defensa aérea … recordamos los intentos de Kiev de obtener armas nucleares”.

Putin dejó en claro que el factor confianza entre Rusia y Occidente, especialmente los Estados Unidos, se ha evaporado. Así que es una decisión natural para Rusia “retirarse del tratado sobre armas ofensivas estratégicas, pero no lo hacemos oficialmente. Por ahora solo estamos deteniendo nuestra participación en el tratado START. No se pueden permitir inspecciones estadounidenses en nuestros sitios nucleares”. Esa es la clave. No hay amenaza, solo el derecho a evitar que un enemigo monitoree los arsenales.

Nadie dice, empero, que Washington abandonó varios tratados previos: el Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) fue anulado por George W. Bush en 2002, así como el Tratado de Armas Nucleares de Alcance Intermedio. El Tratado de las Fuerzas Armadas (INF) fue rechazado por el ex presidente Donald Trump en 2019. Ni siquiera existían, por entonces, conflictos abiertos como en la actualidad.

El discurso siguió. Putin puso de relieve el vigor de la economía rusa: “El PBI ruso en 2022 disminuyó solo un 2,1 por ciento, las estimaciones del lado opuesto no se hicieron realidad, dijeron 15, 20 por ciento”. Esa capacidad de recuperación le facilita a Rusia suficiente espacio para “trabajar con socios para hacer que el sistema de acuerdos internacionales sea independiente del dólar estadounidense y otras monedas occidentales. El dólar perderá su papel universal”.

El mandatario anunció que “Se construirán nuevos corredores, rutas de transporte hacia el Este, esta es la región donde centraremos nuestro desarrollo, nuevas carreteras a Kazajstán y China, nuevo corredor Norte-Sur a Pakistán, Irán”. Los mismos se enlazarán con Rusia desarrollando “los puertos de los mares Negro y Azov, es necesario construir corredores logísticos dentro del país”. El resultado será una interconexión progresiva con el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) cuya coordinación incluirá a Irán e India y, finalmente, la mega Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China.

Al enfocarse sobre el litigio euroasiático, Putin señaló que “nuestras relaciones con Occidente se han degradado, y esto es completamente culpa de los Estados Unidos”. Afirmó que como el objetivo de la OTAN es infligir una “derrota estratégica” a Rusia, firmó un decreto “poniendo nuevos complejos estratégicos terrestres en servicio de combate”. No mencionó, pese a la algarada comunicacional posterior, la posibilidad de emplear armas atómicas; se restringió a informar que la Federación de Rusia continuará la Operación Especial iniciada en febrero del año pasado a través de fuerzas regulares.

GESTIONES ACELERADAS. Rápidamente, la embajadora de los Estados Unidos en Rusia fue convocada al Ministerio de Relaciones Exteriores. Apenas minutos después del discurso. El ministro Serguei Lavrov, le dijo a Lynne Tracey que Washington debe tomar medidas concretas: entre ellas, retirar todas las fuerzas y equipos militares norteamericanas y atlantistas de Ucrania. En un movimiento audaz, exigió una explicación detallada de la destrucción de los oleoductos Nord Stream 1 y 2, así como el cese de la negativa del gobierno norteño a investigar e identificar a los responsables.

Apenas horas después, el diplomático chino Wang Yi (Relaciones Exteriores del Partido Comunista, ex ministro del área) se reunió con el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolai Patrushev. Este remarcó que “el curso hacia el desarrollo de una asociación estratégica con China es una prioridad absoluta para la política exterior de Rusia”. Wang Yi agregó: “Moscú y Beijing necesitan sincronizar sus relojes”.

El lector se preguntará ¿no hay diferencias entre Beijing y Moscú? Si, y vale tomarlas en cuenta para debates que se avecinan: mientras la República Popular China insiste en influir sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de la aplicación de su Carta, la Federación estima que esa institución se encuentra obsoleta. Los planes estratégicos desarrollados por ambas naciones son lo suficientemente importantes como para que intenten aproximar posiciones. Pero el matiz existe y se percibirá en los meses venideros.

EL TRASFONDO DE LA PAZ CHINA. Horas atrás la República Popular China dio a conocer su propuesta para detener la guerra en Ucrania. Se trata de una sencilla y contundente batería de medidas que enlazan con la Iniciativa de Seguridad Global presentada con antelación y destinada a frenar el intervencionismo persistente de la OTAN mediante la cooperación internacional.

El primer punto impulsa las conversaciones de paz, que hasta el momento brillan por su ausencia. Al respecto la nación que conduce el presidente Xi Jingpin señala que “El diálogo y la negociación constituyen la única solución viable a la crisis de Ucrania” y asegura que seguirá desempeñando un “papel constructivo al respecto”.

Enseguida se aboca a la resolución de lo que denomina “crisis humanitaria”: A su entender las operaciones “deben seguir los principios de neutralidad e imparcialidad, y las cuestiones humanitarias no deben politizarse”. El texto insta a “apoyar a la ONU” para que desempeñe un papel de coordinación en la canalización de la ayuda humanitaria a las zonas de conflicto.

Vale reiterar que una de las directrices de la acción externa del coloso se afirma en el respeto a la Carta de las Naciones Unidas. La administración del Partido Comunista cuida notablemente los aspectos legales de las relaciones y, no sin un dejo de ironía, sugiere al bloque anglosajón, aunque también a la Federación de Rusia, que respeten las normativas que impusieron tras la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, realza la importancia de proteger a la población civil y a los prisioneros. “China apoya el intercambio de prisioneros de guerra entre Rusia y Ucrania, y pide a todas las partes que creen condiciones más favorables para ello”.

Dentro del material trabajado para la exposición pública, el Dragón considera de enorme trascendencia la seguridad de las centrales nucleares que se encuentran en distintos puntos ligados directa o indirectamente al conflicto. Beijing se opone a los ataques armados contra las centrales y llama a todas las partes para que “respeten el derecho internacional, incluida la Convención sobre Seguridad Nuclear”.

Eso no es todo al respecto. En línea, promueve la reducción de los riesgos estratégicos. El documento aboga por prevenir la proliferación nuclear y evitar las crisis nucleares. “China se opone a la investigación, desarrollo y uso de armas químicas y biológicas por parte de cualquier país y bajo cualquier circunstancia”, subraya.

Luego se zambulle en la cuestión alimenticia. A su entender todas las partes deben aplicar “plena y eficazmente y de forma equilibrada” la Iniciativa sobre los cereales del mar Negro, firmada por Rusia, Turquía, Ucrania y la ONU. Los lectores recordarán que informamos oportunamente sobre este pacto, en el cual el país orientado por Recep Tayyip Erdoğan se comprometió a proteger la salida de las naves con productos a través del Bósforo.

Es interesante señalar que el trasfondo de la propuesta es desafiante con respecto a las tácticas desplegadas, con gran apoyo propagandístico, en los meses recientes. De hecho, uno de los ejes del planteo implica “Poner fin a las sanciones unilaterales”. Lo explica así: esas medidas no resuelven la cuestión, solo crean nuevos problemas. Por eso “China se opone a las sanciones unilaterales no autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU”.

Finalmente destaca el sentido de sostener estables las cadenas de suministro. “Todas las partes deben mantener seriamente el sistema económico mundial existente y oponerse a utilizar la economía como herramienta o arma con fines políticos”. De allí surge la convocatoria a la comunidad internacional a tomar medidas para apoyar la reconstrucción regional tras un eventual cierre del conflicto. “China está dispuesta a proporcionar ayuda y a desempeñar un papel constructivo en este empeño”.

ENUNCIACIÓN SIMPLE, TRAMA COMPLEJA. La enumeración de estas sencillas puntualizaciones no debería llamar a engaño. Cada una contiene una compleja trama destinada a resolver el problema presente. Resulta preciso enlazar el pronunciamiento descripto con la Iniciativa de la Franja y la Ruta y la Iniciativa de Seguridad Global. Esos dos planteos previos fueron desplegados coordinadamente por el gobierno chino, después de obtener una vasta adhesión general al diseño comercial.

Es que no hay forma de plasmar el hilván del primer emprendimiento sin garantizar la paz. Cuando se observa con detenimiento la red de rutas, vías férreas, vías navegables que se necesita para concretar el proyecto, se percibe con claridad que una relativa armonía entre los involucrados resultará esencial.

Así como China en la década del 80 promovió una apertura al mundo con llegada de inversiones y del comercio internacional sobre el mar de China Meridional y el océano Pacífico, la apuesta de la Franja y la Ruta comenzó delineando nuevas rutas terrestres hacia Europa en el oeste y para eso se activó como prioridad mejorar la conectividad entre los países asiáticos.

Semejante proyecto resulta imposible sin pensar en la importancia de pacificar y desarrollar Asia Central (Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkestán, Kazajstán en primer término e Irán, Afganistán y los países del Cáucaso con posterioridad). Por esa razón no casual que la Iniciativa fuera presentada ante el mundo por Xi en 2013, en territorio kazajo. Tampoco que los Estados Unidos y sus aliados generaran distorsiones institucionales allí y en otros de los países mencionados.

Con esta gran proposición China desea actualizar la legendaria ruta comercial por la que transitó el comercio con Europa a través de Asia Central durante las dinastías Han (206 a. C. hasta el 220 d. C) y Tang (618 hasta 907). La iniciativa, calificada cual un Plan Marshall del siglo XXI, incluye el 75% de las reservas energéticas del mundo, el 70% de la población mundial y su plasmación congregaría el 55% del PBI mundial.

Por eso, y más, es preciso evaluar la suscinta propuesta destinada a finalizar la contienda en Eurasia dentro de las proyecciones estratégicas del gigante milenario. Nadie puede vender ni comprar, producir ni investigar, en territorios bombardeados y arrasados. Sólo la “lógica” del capital financiero logra sentirse cómoda con un panorama de esa naturaleza, por el mismo rasgo de su tipo de acumulación.

En aquella búsqueda lanzada diez años atrás, se perciben los profundos análisis previos destinados a que la seda posea una trama firme sobre la cual sostenerse. El financiamiento estará asentado en instituciones financieras privadas y estatales de China y de organismos internacionales como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Semejante base infraestructural contiene otra de las grandes preocupaciones del centro Occidental: el tipo de cambio no podrá ser únicamente el dólar –que ha hegemonizado los vínculos comerciales desde 1971 al presente- sino que el yuan y las otras monedas de los emergentes multipolares irán ocupando un lugar razonable en la comercialización.

En este punto habría que rastrear, también, la provocación atlantista hacia el Este.

OTRO MUNDO EN ESTE MUNDO. Vamos hacia otro espacio, sin por ello dejar de lado los ejes previos. La década reciente ha mostrado cambios de importancia en el llamado mundo árabe. Se trata de modificaciones que explican por qué los medios concentrados prefieren emitir una narración situada treinta años atrás. En principio, la República Popular China forjó acuerdos económicos y comerciales profundos con una veintena de naciones árabes, desplazando parcialmente la influencia estadounidense.

La mayor parte de los protagonistas de esa región siempre candente han suscripto la Iniciativa de la Franja y la Ruta. (También lo hicieron numerosos países africanos). Los lazos entre el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y China se intensificaron. Según el analista internacional Mohammad Salami, el coloso ha logrado “más espacio en Asia occidental que los Estados Unidos. Gran parte de esto tiene que ver con el cansancio de la región ante las presiones de un orden unipolar y la aparición repentina de un sistema multipolar menos intrusivo”.

Veamos por qué. El especialista completa: “La política de Asia Occidental de Beijing es practicar la no injerencia en los asuntos políticos de los países de la región. Las naciones árabes, en particular, encuentran más agradable obtener la asistencia técnica y económica de China sin verse obligadas a reformar sus sistemas políticos en respuesta a preocupaciones ´humanitarias´ occidentales selectivas e inconsistentes. La falta de historia imperial de China en Asia occidental ha facilitado que los árabes acepten las propuestas de Beijing sin prejuicios, mientras que Occidente continúa interfiriendo agresivamente en algunos de los conflictos más polémicos y destructivos de la región”.

El asunto, sin embargo, tiene otros condimentos. Los chinos se han convertido en uno de los mayores compradores de combustibles fósiles del Golfo Pérsico durante la década reciente. Este desarrollo coincide con una mayor renuencia de los Estados Unidos a comprar petróleo de Asia Occidental para reducir su dependencia energética extranjera. Un tercio de las importaciones de petróleo de China se originan en el CCG, el mayor de los cuales es de Arabia Saudita. De resultas, la potencia orientada por Xi es el mayor comprador y, al mismo tiempo, el mayor inversor en la región.

Y una más, en verdad sensible. Puertas adentro, los productores petroleros del Golfo observaron con gran preocupación el modo de intervención norteamericana en Yemen, el atentado contra una refinería en Arabia Saudita y la reciente provocación al arribar funcionarios oficiales a la isla de Taiwan. Como contracara, perciben que los acuerdos de seguridad delineados entre Rusia, China e Irán, con pespunte turco, sobre Asia Central y el Cáucaso, resultan eficaces. Hace poco, un informe de la inteligencia británica (Security Service – MI5) apuntó que las tres naciones antedichas constituyen “las mayores amenazas” a su seguridad.

La administración Biden viene intentando compulsivamente, pero sin ofertas superadoras, mejorar las relaciones con el CCG. El lector perspicaz habrá observado que las declamaciones sobre “sanciones” contra Rusia no son planteadas cara a cara con los gobiernos árabes, y que los mismos escuchan esos discursos provenientes de los Estados Unidos y de una Unión Europea (UE) sojuzgada por la OTAN, sin realizar comentario alguno y, sobre todo, sin modificar la tendencia.

Ese lector, si se asoma a la historia, podrá palpar la dimensión del giro. Tras la progresión en los vínculos de China con Arabia Saudita, este reino inició vínculos más estrechos con Irán. En simultáneo, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos restablecieron a sus embajadores en Teherán. Si: Kuwait. ¡El primer tramo de la invasión atlántica contemporánea, el lugar que se intentó regentear a sangre y fuego sin tomar en cuenta la integridad territorial iraquí!

Retomamos el discurrir de Mohammed Salami: “Para la región, la implicación más importante del enfrentamiento chino-estadounidense es su creciente desencanto con las provocaciones innecesarias e ininterrumpidas de Washington y la incapacidad de los Estados Unidos para garantizar la seguridad en cualquier lugar. Por otro lado, China continúa aplicando silenciosamente las estrategias de poder blando que más atraen a un Asia occidental fatigado: diplomacia, economía y cooperación de beneficio mutuo en una gran cantidad de temas clave”.

UN MENSAJE DESDE EL SUR. Finalmente, otro protagonista del nuevo formato planetario, emitió un mensaje. La República Argentina se mostró determinada a sostener y desarrollar su presencia en la Antártida, lo cual implica ratificar su condición bioceánica y persistir en el reclamo por la soberanía en el Atlántico Sur. Hoy, las islas Malvinas están ocupadas por el invasor británico. El presidente Alberto Fernández visitó la Base Marambio en el marco del Día de la Antártida Argentina, que conmemora el 119° aniversario de presencia en ese continente, y afirmó: “Aquí, en el fin del mundo, uno puede asumir la dimensión de la Patria”. Estuvo acompañado por el ministro de Defensa, Jorge Taiana, el canciller Santiago Cafiero y otros funcionarios del gabinete.

En su discurso, el jefe de Estado sureño recordó que la presencia argentina en la Antártida comenzó en 1902 y jamás se vio interrumpida. “La Primera Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina destinada a crear una base permanente partió el 12 de febrero de 1951 del Puerto de Buenos Aires. Ese día el entonces presidente Juan Domingo Perón junto a Eva Duarte despidieron a los expedicionarios. Iban a crear el Instituto Antártico. Fue la primera institución científica a nivel mundial dedicada exclusivamente a la investigación antártica”, indicó.

Y añadió que Perón sabía que la “ciencia es soberanía”. “No hay desarrollo posible sin producción científico-tecnológica. La Antártida es un centro de investigación científica de gran importancia para la humanidad y para nuestro país”. Enfatizó que “El crecimiento de nuestra Argentina tiene proyección hacia el Sur y visión bicontinental y parte del desarrollo nacional depende de la defensa de sus componentes estratégicos”. Fernández aseguró que las tareas que se concretan hoy en la Antártida son “vitales” para la humanidad y remarcó que “esas tareas las estamos haciendo nosotros, la Argentina del trabajo cotidiano, la Argentina que viaja hacia un futuro de libertad”.

El cierre fue importante si se toman en cuenta los tiempos presentes. Una mención sobre los “agresores” convirtió el discurso en un planteo internacional de relieve. El presidente realizó un llamado a la “paz mundial”. Precisó: “El mundo de hoy observa una guerra desatada en Europa sin conocer hasta dónde llegarán los daños que ella provoque. La amenaza nuclear vuelve a asomar ante una humanidad que mira impávida como se expande la violencia y la muerte en un mundo que acaba de sobrevivir a una pandemia. Pareciera que los muertos en Hiroshima y Nagasaki no pesan en la conciencia de los agresores”.

Fue cobertura de la Gráfica.

Todo esto es parte de la realidad.

*Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal. Con la colaboración de Lautaro Fernández Elem desde la Antártida Argentina.

Fuente: Radio Gráfica

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