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Fuentes seguras. Nada es para siempre

Las construcciones históricas occidentales, en efecto boomerang. Un discurso esquizofrénico. La razón y el poder. Maquiavelo. Territorio y política. La persistencia del Sendero.

Por Gabriel Fernández *

Lo hemos dicho: todo pasa, y todo queda. Aunque, como se sabe, alguien lo apuntó previamente. Sucede que es cierto. Las vicisitudes políticas se desplazan de continuo, mientras algunos elementos perviven y enlazan los períodos. Por eso resulta tan inadecuado guiarse por las novedades explosivas como ignorar su sentido; tan temerario estimar que todo sigue igual como dejar de lado los factores persistentes.

LAS HERRAMIENTAS DE OCCIDENTE. Está claro que en la era de las redes sociales, con una fuerte impronta orientativa dispuesta por los grandes medios de comunicación, el título restallante conduce a vivir un día a día agotador y al consecuente embrollo que dificulta la interpretación del bloque de sucesos que nos atraviesa. Así, buena parte de las sociedades anda al garete empujada alternativamente en distintas direcciones; sin atinar a sostener un rumbo mientras afronta los innúmeros problemas que surgen.

Occidente ha contribuido a elaborar las herramientas de su propio fin de ciclo. Tanto en lo económico como en lo institucional. Hoy recurre, desesperadamente, a los adjetivos para relevar dificultades hondas que se evidencian en procesos materiales muy detectables. Las caracterizaciones difundidas a diestra y siniestra en cuanto soporte difusor exista, carecen de sostén y se van adentrando en un estrecho desfiladero que conduce a una versión maniquea –torpe– de las variadas realidades que componen la realidad internacional.

Hemos explicado que el Sendero de la Multipolaridad está asentado sobre el Camino de la Desterritorialización. Se trata de un sencillo pero eficaz descubrimiento de esta saga ya convertida en libro: la hegemonía del gran capital financiero, al tornarse global, forzó a los estados centrales a aplicar políticas de transferencia de recursos de la zona productiva hacia la zona rentística. Programas equivalentes a los que impulsaron sobre nuestras naciones por décadas ¡con resultados semejantes! Por eso, entre otras cosas, la situación interna de los Estados Unidos, nada menos, se está caracterizando por un creciente desorden integral tonificado por la pobreza.

Bien. El lector interesado en la cuestión puede zambullirse en la obra de Rudolf Hilferding para comprender cómo el capital financiero logra configurarse en síntesis del capital usurero y del capital bancario y de qué modo se apropia de los frutos de la producción social. El tema fue planteado en una edición de Fuentes Seguras que circuló, oh sorpresa, por el país del Norte traducida y comentada. Se tituló Sistema financiero: el quiebre interior y la bajada indicó Ley Glass Steagall y Ley Gramm – Leach – Bliley. Crédito productivo, crédito especulativo. Transversalidades.

DE LA PREHISTORIA A LA HISTORIA. El asunto sigue en debate pues encarna una de las claves del presente en proyección. El problema del centro occidental que vulgariza sus acciones en el belicismo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) radica en que su éxito inicial se asentó en acciones opuestas a las actuales, sostenidas en discursos convincentes. La camiseta de los negros, al decir del genio de Arturo Jauretche, resultó determinante en la guerra de Secesión. La combinación de canales para el transporte interno y el trabajo infantil, alzaron Londres. Enseguida, Henry Ford señaló que sus obreros deberían adquirir los vehículos que fabricaban.

Los sindicatos cumplieron de modo competente su función. Ampliaron los mercados internos de los países líderes, promoviendo briznas de justicia social en sus regiones. La expoliación de los territorios externos, básicamente colonias o semi colonias ultramarinas, completó un volumen de acumulación significativo y construyó un planeta en el cual los centrales elaboraban productos con valor agregado mientras el resto les proveía de las materias primas imprescindibles. Tras la universalización del dólar como moneda de reserva e intercambio, y el control de la producción y el precio del petróleo, más el despliegue del poder bélico, las grandes corporaciones que venían reptando en el interior del esquema consideraron que habían descubierto la pólvora, pero también la fábrica de pirotecnia.

La hegemonía rentística se impuso en el mundo, y el fenomenal impulso la llevó a plasmar su modelo puertas adentro de las grandes potencias. Encontró o forjó una dirigencia acorde con sus necesidades y con celeridad desmontó los mecanismos de control de los Estados, pasó a dominar la banca emisora, implantó planes de ajuste aquí, pero también allá. El apasionante decurso muestra hoy el borde de la contradicción en el discurso emitido: mientras se proclama la productividad como objetivo, se incrementa el número de desempleados, mientras se levanta un tótem al consumo, se reducen los ingresos sociales. Al tiempo que se intensifica la propaganda sobre la libertad y la democracia, se agudiza la censura y se deforman o evitan los procesos electorales genuinos.

Ahí puede hallarse el otro factor que incide en el fin de ciclo para Occidente: la democracia. Ambas carreteras -la económica y la política- son transitadas hoy por naciones otrora sojuzgadas que emergen con determinación. Como se propuso en el primer tramo expansivo del capitalismo moderno, apuestan a la inversión productiva. Cuentan con recursos naturales pero también con tecnología y know how adecuados para su modificación. Generan tramas mercantiles internas y externas que necesitan elevar el nivel de consumo masivo. Desde el Estado orientan las actividades y manejan el crédito sin ofrecer espacio para la especulación. Como si esto fuera poco, votan. Con distintos mecanismos, propios de cada tradición, escogen a sus dirigencias.

HAZ LO QUE YO HAGO, NO LO QUE YO DIGO. La tribulación de los centros propagandísticos del capital financiero resulta, entonces, ostensible. Invierten los términos y califican de deficitarias a las naciones que descreen de la usura y de populista a toda medida destinada a impulsar el poder de compra social. Qué dirían Ford y sus operarios. Al menos, sabemos lo que piensa Henry Kissinger al respecto. En sintonía, imputan como autócratas y demagogos a líderes ampliamente respaldados por sus pueblos, y no trepidan, incluso, en generar fraudes en sus propios espacios electorales.

Los Estados Unidos son, otra vez, el ejemplo más nítido de semejantes maniobras. La manipulación de la información es demasiado evidente y su prolongación a través de las redes, un machacar. A lo que se suma la cancelación de las referencias que sus mismos pueblos (ya no son evaluados “sus pueblos” en verdad) hacen surgir: la censura y la difamación se enlazan cuando alguien pretende recuperar el potencial productivo. La cobertura argumental resulta algo vergonzosa, pues todo eso se concreta con fuertes algaradas relacionadas con la garantía de “derechos”, presuntamente vigentes en el Norte y arrasados en el Sur.

Como si esto no se percibiera en el mundo periodístico, de modo regular vuelve la idea de instituír entidades destinadas al control de las realizaciones, con el declamado intento de evitar las llamadas fake news y los afamados mensajes de odio. Estas iniciativas surgen de franjas cercanas, que se postulan ligadas a la verdad. ¿Los colegas que las proponen no se preguntan quiénes formarían esos espacios con presunción ecuánime? ¿Los estados, las asociaciones profesionales, las empresas, los gremios, el Poder Judicial? Es indudable que resultaría peor el remedio que la enfermedad.

Algo semejante ocurre con los reivindicadores de regímenes violentos: se ha puesto en boga un frenesí anti negacionista que, en lugar de aportar hondos contenidos esclarecedores, supone que eliminando los textos “rivales” se resuelve la cuestión. La complejidad de las investigaciones y la densidad de los análisis, así como las diferencias cualitativas registrables en cada ejemplo, hablan a las claras de la inviabilidad de suprimir hipótesis a diestra y siniestra, de un plumazo.

Sepamos perdonar; no saben lo que hacen.

EL CAPITALISMO, ESE CREADOR DE REVOLUCIONES. Retomamos. Lo expuso Francis Ford Coppola en El Padrino III, durante la reunión de accionistas en las que hizo su estelar presentación Michael Corleone, y lo explicó antes el mencionado Hilferding: “El capital financiero se desarrolla con el auge de la sociedad por acciones y alcanza su apogeo con la monopolización de la industria (…) Pero son los bancos los que disponen del capital bancario y el dominio sobre ellos lo tienen los propietarios de la mayoría de las acciones bancarias. Es evidente que, con la concentración creciente de la propiedad, se identifican cada vez más los propietarios del capital ficticio, que da el poder sobre los bancos y los del capital (real), que da el poder sobre la industria. Y tanto más cuanto que hemos visto cómo el gran Banco se apodera cada vez más del capital ficticio”. Las objeciones que recibió el pensador vienés son parte de un debate fino que no oscurece su mirada anticipatoria.

Las dualidades producción – parasitismo y democracia – autoritarismo se encuentran claramente trastrocadas. Al evolucionar la razón de los emergentes multipolares, amparada en los intereses geoeconómicos y geopolíticos más hondos, comenzó a elaborarse y a enunciarse un proyecto que contiene y enlaza esa bifurcación hacia el orden internacional. En la primera secuencia, China alza la voz y sugiere libertad de comercio; que cada nación se relacione con las demás según sus conveniencias, sin imposiciones, reglas forzadas ni violencia. En la segunda, que las decisiones globales se adopten según los parámetros dispuestos por la Carta de las Naciones Unidas, sin que país o asociación alguna pueda relevarlos. Ambas son propuestas surgidas de la matriz misma del capitalismo.

Como contracara, el atlantismo y muy específicamente los Estados Unidos, están proponiendo un Orden Internacional Basado en Reglas. ¿De qué se trata? Lo explicó la Cancillería del gigante asiático: “Es en realidad, el intento de un número pequeño de países occidentales de imponer sus reglas de bando como normas internacionales, para restringir y reprimir a otros países. Los Estados Unidos han abandonado el derecho internacional aceptado por la comunidad internacional, han socavado el sistema en cuyo establecimiento han participado, y han lanzado el supuesto Orden Internacional Basado en Reglas como un nuevo comienzo. Lo que pretenden hacer no es más que modificar las reglas, poner restricciones a los demás, sacar beneficios privados, y aplicar la ley de la selva”.

Aquí surge otro asunto, que vale la pena considerar. Es cierto que no alcanza con tener razón, sino que es preciso aquilatar poder para imponerla. Una gran cantidad de fuerzas minoritarias y de intelectuales atormentados en todo el planeta lamentan que sus grandes ideas no puedan aplicarse por la ausencia de ese interesante factor. Pero deben apuntarse dos cosas: cuando la certeza es abrumadora, cobra cuerpo político, pasa a ser un ingrediente vigoroso aunque no definitivo de la realidad en movimiento; y cuando la misma se afinca sobre bases materiales sólidas y crecientes como los PBI de los multipolares asociados, empieza a transformarse, ahí sí, en un elemento determinante.

EL LUGAR DEL MIRADOR, EL LUGAR DEL HACEDOR. La mención de la dirigencia que surgió párrafos atrás no es antojadiza. Fue Nicolás Maquiavelo el pensador que planteó la influencia del territorio en el comportamiento de las personas. A su entender, el espacio físico en donde viven configura, hasta cierto punto, su carácter. Puede indicarse que la relación entre la cúspide política del Estado con los intereses profundos encarnados por un pueblo, concreta un proceso virtuoso que necesita articularse sobre “buenas leyes”. En contrapunto, cómo no observar que la ruptura de ese vínculo deriva en el protagonismo de personajes ridículos, menores, irrisorios.

El filósofo florentino, injustamente identificado con un oportunismo rastrero que jamás aparece en su obra, subrayó que el dirigente debe conducirse con rectitud para ser estimado y admirado por “su pueblo, los nobles y el ejército”. Con ese objetivo, aconseja llevar adelante grandes empresas que hagan vibrar a la sociedad, el manejo adecuado de la política interna y el establecimiento de un esquema comprensible de premios y castigos. Pone de relieve, además, que esas causas exigen dejar de lado ideales inalcanzables y relevarlos por finalidades realizables.

El respeto se gana con esas grandes banderas, firmeza, apariencia de sinceridad y la confluencia de amor y temor. Según Maquiavelo, es poco probable que un dirigente respetado por su pueblo enfrente luchas internas. La ética del proceder tiene que subordinarse a la razón de Estado, lo cual no implica que el fin justifique los medios sino que el rumbo del país está por encima de los individuos y, para garantizarlo, suele ser preciso recurrir a la violencia. El realismo esbozado por el autor de El príncipe también ayuda a comprender, por estas horas, aquella frase del mítico secretario de Estado: “ya no hay estadistas”.

(Dos puntualizaciones: la idea de apariencia de sinceridad ha sido interpretada equívocamente, como si el conductor no fuera una figura pública, en tanto que la disociación entre fines y medios es un apunte de Napoleón Bonaparte a la obra de Maquiavelo, que extrema su sentido).

EL PASADO, PARA TOMAR ENVIÓN. Es preciso observar con atención el decurso de los acontecimientos. Aunque las naciones multipolares insistan en que su andar se resume en producción y democracia, lo cual es cierto, resulta muy probable que estén recurriendo a ropajes antiguos para caracterizar un nuevo mundo cuyas líneas son, todavía, difusas. En la historia humana es habitual que las transformaciones de fondo carezcan de nombres adecuados, precisamente debido a su novedad, aunque también en busca de legitimidad. En este punto podemos situar la recurrencia china a la Carta de las Naciones Unidas. Contenido, claro, pero forma sin duda.

La figura del Papa, los valores que difunde, hablan de esa necesidad. Una de las instituciones más añejas presenta en la acción de Jorge Bergoglio y en sus encíclicas y homilías, parámetros destinados a modificar las relaciones de fuerza mundiales, aplicar a fondo las nuevas tecnologías y, de hecho, terraformar la Tierra a niveles insospechados para el ser humano promedio. La sombra del ayer confunde pero al mismo tiempo brinda un aura de trascendencia a las realizaciones del presente. Virgilio y Homero Expósito se conjugaron para advertir “Es necesario empezar a pintar todos los días sobre el paisaje muerto del pasado”.

Pero la prosa de los pueblos surge salpicada de expresiones formuladas mucho tiempo atrás, y por momentos -pensemos en Rusia- parece encarnar la resurrección de modelos que, a decir verdad, están siendo superados. Se avecinan otros cambios, insertos en los que describimos a trazo grueso. En su seno, pueden surgir retrocesos que gestarán depresión (la extensión de la vida individual contrasta con los ritmos históricos) aunque no podrán reconstituir un orden unipolar que en pocos años será tan lejano como la última extinción masiva. El tiempo que nace incluirá datos relevantes del mundo arrasado -varias corporaciones ya gestionan un lugar- y presentará nuevos desafíos a las zonas más intensas -y más humildes- de nuestras sociedades.

Solo para identificar sucesos bien recientes. Los acontecimientos en Africa -se les llama  golpes por comodidad, pero se trata de ensayos de una institucionalidad hondamente democrática en lo político y definitivamente anti colonial en lo económico-,  los gestos independentistas en América latina, la vivificación del G77 + China (ver aquí el interesante documento elaborado), la irrupción de Turquía para resolver la contienda entre Armenia y Azerbaiyán, el impulso ruso al protagonismo norcoreano, la consolidación de la Franja y la Ruta, la vertebración del Lejano Oriente ruso (potencial supremo de recursos), los mensajes del Papa Francisco a China y Rusia, el agotamiento de Kiev en el conflicto, así como la agudización de las dificultades económicas europeas y norteamericanas, son algunos de los elementos que denotan la persistencia del Sendero.

Los seres humanos construyen la historia. No pueden hacerlo desde una página en blanco. Necesitan operar dentro del marco en el cual se desenvuelven. Por eso sus logros son magníficos, pero suelen quedar opacados por la enunciación de ideales plenos y anhelos absolutos. Vale descartar la hojarasca y valorar las victorias alcanzadas a pura inteligencia y pasión. Victorias elaboradas con los instrumentos disponibles en cada era.

Eso sí. Este narrador se siente en la obligación de precisar: Nada (pero nada, eh) es para siempre.

*Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal.

Fuente: Radio Gráfica

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