La pasión que casi todo lo puede. No se trata de entender, se trata de vivir. Para quienes dicen que “es solamente fútbol”, va este artículo de Mariano Maccarone*. “Para hacer filosofía hay que estudiar”. En otros países capaz que sí. Por estos lares, con ser o sentirse argentino alcanza. Aquí le dejamos una muestra de que se puede.
El Editor Federal
“Los hermanos sean unidos”
Ante cada partido los argentinos desatamos una defensa sólida de los nuestros, la misma solidez que mostraba nuestra selección, nuestros representantes. Un nacionalismo de común unión en donde quedaron de lado los colores de los distintos clubes, con todos igualados bajo el manto sagrado de la celeste y blanca.
Pasa en las familias, es una cuestión de sangre. Cualquier argentino puede pelearse con un familiar de la peor manera, y cuando intercede un amigo, uno de afuera, por más que se ponga de nuestro lado, por más que nos dé la razón….
Enseguida reaccionamos: “A mi familiar no lo tocás, yo lo puedo criticar, pero vos no”, porque la familia es sagrada, solo nosotros tenemos potestad de golpear esa mesa donde se reúne, y ponemos, firmes, el límite. Un argentino puede criticar a otro argentino, si valiera, pero nadie de afuera tiene ese derecho. El argentino entiende, y vivencia esta verdad, como nadie. No hay nadie que comprenda a un argentino mejor que otro argentino. Somos una gran familia, que muchas veces pelea, pero que en el fondo siempre se pone por encima de todo.
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“No regalamos nada, me van a tener que matar para meter un gol”
Eso expresaba nuestro Dibu Martínez antes de salir a jugar el segundo tiempo de la semifinal. El argentino no necesita ser empíricamente el mejor, le basta con creer que lo es, y lo sea, o no, su actitud le otorga un valor agregado que aún si hubiese alguna inferioridad, queda anulada, y lo termina siendo.
Somos una raza pasional, que defiende lo suyo, que no se rinde fácilmente, que confía en que los obstáculos están ahí para superarlos. Si no tenemos armas para combatir una invasión, podemos tirar agua hirviendo, si nuestro instrumento militar no es el más avanzado, cambiamos para siempre la estrategia y táctica militar volando al ras del mar, porque es NUESTRO mar, y nuestra patria la que estamos yendo a recuperar. Y si hay que atar con alambre para que funcione, atamos con alambre, y lo sacamos adelante, con esa creatividad que nos caracteriza.
Está en nuestro ADN; somos capaces de dar la vida por lo nuestro, y ponemos naturalmente lo colectivo por encima de lo individual. La patria, por encima de los hombres, y los nombres.
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“¿Cómo no la vas a poder tocar, si sos argentino?”
La copa se mira y no se toca. Esa copa que esperamos décadas está en manos de Enzo Fernández, que con una sonrisa que recuerda a la del zorzal le dice al periodista que él también la puede tocar, simplemente por ser argentino. Esta alegría no es solo nuestra, es de todos. Un pibe que con su inocencia para jugar como en el potrero del barrio, arroja en pleno éxtasis un postulado filosófico; el derecho a la felicidad, de todos los argentinos. Porque todos los argentinos fuimos felices en ese momento, sin distinción alguna. Y tuvimos, y tenemos, derecho a ser felices.
No nos sientan bien ciertos protocolos, somos gauchos, somos la gauchada, el favor, el hacer el bien sin mirar a quien, la bondad insondable que carga esa inocencia tan natural de nuestros pibes, tan bien expresada, tal vez sin ser consciente de ello, por Enzo Fernández.
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Tres estrellas, para tres verdades que se nos revelaron
Qué distinto sería todo en nuestro país si las distintas ideologías dejaran de enfrentarnos entre hermanos, y pusiéramos por delante la patria, el bien común para todos, un proyecto de país, lejos de la discusión de programa de chimentos a los que la farandulización de la política nos ha malacostumbrado, y hartado. La selección rescato esos valores de la familia, de ponerla por encima de todo, del bien común como máxima.
Qué distinto sería todo si fuésemos más defensores de lo nuestro, si creyéramos realmente en “La nuestra”, nuestra capacidad, que es enorme, y no sólo en el terreno de los Maradona y los Messi, también en Vilas, Sabatini, Aymar, Ginobili, Pareto, Weiss, Delfo Cabrera, Fangio, Bonavena, Monzón, Nicolino, Porta, Fangio, Bocca, Argerich, Alcón, Borges, Cortázar, Jauretche, Hernández, Quiroga, Walsh, Favaloro, Piazzolla, Gardel, Quino, Fontanarrosa, Yupanqui, Larralde, Olmedo, Les Luthiers, Charly, Spinetta, Pappo, Cerati, Houssay, Leloir, Milstein, Pérez Esquivel, nuestros científicos pioneros en la industria nuclear y aeroespacial, nuestros próceres y héroes de Malvinas, y un largo etcétera.
Otra cualidad de los argentinos es que nacemos donde queremos, como Liniers, o como Guillermo Brown, sabemos que el pasaporte es una forma de sentir, y no la ubicación geográfica, aunque la tierra nos tira siempre en una cultura de folklore y tango, de nostalgia y arenas donde bailan remolinos. Siempre supimos gambetear a los que no jugaron para nosotros.
Qué distinto sería todo si nos doliera cada hermano en situación de calle, cada jubilado en la indigencia, cada laburante con salario de pobreza, cada pibe mal alimentado en un país con la mejor proteína siendo saqueada gracias a los permisos de pesca que emiten los ingleses en nuestras Islas Malvinas.
Los argentinos somos capaces de grandes cosas, y sino pregunte por un tal San Martín, que cruzó la cadena montañosa con el segundo pico más alto del mundo por amor a la patria, y a la libertad de los pueblos. Napoleón se hubiese meado encima ante esas formaciones…
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Es hora de dejar de lado la sobre ideologización, y poner por encima de todo a la celeste y blanca.
Se preguntará ud. lector, ¿cómo? Lo invito a que indague, investigue, busque. Hay en esta campaña electoral, que ya comenzó, muchos nombres, pero pocas propuestas. En el congreso un puñado de proyectos de ley están durmiendo el sueño de los justos hace décadas. Proyectos para todos, para el bienestar general de todos nosotros. Su espíritu es el de volver a otorgarnos a todos los argentinos la potestad, y el derecho, a ser una nación feliz y pujante, que no expulsa al destierro a los nuestros. Pongamos esos proyectos en el debate diario, más allá de nuestras preferencias ideológicas, y con un único objetivo, el del bienestar de los argentinos, todos, también aquellos que se sienten así sin haber nacido aquí.
Volvamos a la ley primera, a la unión verdadera. Nos merecemos ser un pueblo feliz, merecemos nuestros rituales y tradiciones, nuestros asados en familia, nuestros pibes con futuro en lugar de ansias de Ezeiza, porque en definitiva estos pibes que alegraron al pueblo se tuvieron que alejar de su terruño buscando un futuro mejor para ellos y los suyos, y nos tiene que preocupar que nuestra patria no les brinde oportunidades.
Que no nos devoren los de afuera, y que las vaquitas, no sean ajenas… para que las penas no sean de nosotros.
De nosotros depende.
¿Vamos a hablar de las cosas que nos importan, o de aquellos que evitan hablar de esas cosas?
*Mariano Maccarone en ante todo argentino. Vive en Buenos Aires y tiene algo más de 30 años. Como casi todos nosotros, hace lo que puede para sobrevivir. ¡Ah! También filosofa.