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Inflación + codicia: Una práctica habitual en Argentina

La práctica de las empresas de utilizar la excusa de la inflación para generar ganancias récord a costa de los consumidores explica la mayor parte de la inflación en Europa y Estados Unidos. En Argentina hay numerosos ejemplos. Un salario competitivo no basta para bajar el costo de vida, sino que alienta a mantener los niveles más altos de precios que el mercado puede soportar.

Por Roberto Kozulj*

La dispar evolución de precios y salarios que desató primero la pandemia y profundizó luego la guerra ruso-ucraniana preocupa a los países desarrollados. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, criticó en 2022 durante una conferencia de prensa a la minera Exxon por ganar «más dinero que Dios este año», en un momento en que los estadounidenses enfrentan los precios récord de la gasolina. Quién es Dios para Biden es una pregunta sin sentido, pues las corporaciones ya han definido cuál es el suyo y no es el de la misericordia.

A diferencia de aquel capitalismo que solía reprimir en algún grado los impulsos más voraces, el capitalismo salvaje se ha desatado como un monstruo sin rostro humano. Este concepto se resume en una nota publicada por BBC Mundo: ‘Greedflation’: cómo algunas empresas están utilizando la excusa de la inflación para generar ganancias récord a costa de los consumidores, publicada el 1 de septiembre de 2022. La autora refiere a los casos de las petroleras, las industrias farmacéuticas, las de los alimentos y otros sectores, de obtener super ganancias a costa de los consumidores utilizando argumentos exagerados o falsos.

Greedflation, o inflación de la codicia, ha surgido como una explicación de la inflación tanto en Estados Unidos como en Europa debido a la práctica de las empresas de aumentar los márgenes de ganancia mediante incrementos innecesarios y engañosos en los precios. Detrás de ella se hallan hechos como el ejercicio del poder de mercado, el fracaso de las regulaciones, la creciente concentración empresarial, la avaricia y aspiraciones de los CEOs y el desprestigio de la política, los políticos y del Estado.

Esta conducta se produce en un contexto de recesión, baja de salarios, profundos cambios tecnológicos, conflictos geopolíticos y desconcierto. Ya en la crisis financiera de 2008 y 2009 -y en las recientes quiebras de entidades financieras- han coexistido dos factores: elevadas remuneraciones para ejecutivos y emisión monetaria descontrolada para salvar a estas instituciones y a los ahorristas. Todos buscan ganancias exponenciales y parece no haber remordimiento en un mundo de valores destruidos, recursos finitos y desigualdades extremas.

La codicia en Argentina

Este “nuevo factor inflacionario” tiene cientos de miles de practicantes devotos e infinidad de antecedentes en el país. Tal vez porque ya llevamos décadas de sufrir inflación por avaricia y más de 70 años de oír a los fundamentalistas de mercado que son las políticas de incontención del gasto público las culpables de dicha inflación, aún a sabiendas de que también hubo inflación con muy bajo gasto público.

Quienes no profesan esa fe son calificados como vulgares heterodoxos que deben arder en la hoguera de la indignación de una porción ciudadana desinformada que reclama menos impuestos, más libertad, cero regulaciones y también supresión de libertades y derechos de ciudadanos que no piensan como ellos.

Confunden una axiomática que asume muchas cosas menos el tiempo como variable determinante de la realidad material de los humanos como un factor clave. Pero, además, son poco honestos. No dudaron en pedir subsidios al Estado, fabricar dinero fácil con dinero fácil y tampoco se han preocupado por la sustentabilidad social de sus recetas.

A este sector poco le importa que en el grupo etario de 0-14 años, que representa solo el 22 por ciento de la población, el 34 por ciento o más de ellos sea indigente. En su mundo atemporal esto no es hipotecar el futuro, pues esta realidad es producto del populismo y no la herencia de los agudos períodos de desindustrialización que hemos vivido a causa de sus políticas.

Si se tiene en cuenta que los datos de junio del valor de la Canasta Básica Total y Alimentaria se ubicaron en 203.361 pesos para no ser pobre y en 94.148 pesos para no caer bajo la línea de indigencia ­-y que el Salario Mínimo, Vital y Móvil es de 80.342 pesos mensuales-, se puede entender mejor este anglicismo que se expresa como greedflation. ¿Les importa o saben que se necesitan más de 2,5 salarios para no ser pobres y que todo hogar con solo un salario mínimo es indigente? Ellos no atribuyen las causas de esta situación a una irresponsable remarcación de precios, es decir la greedflation.

Un ejemplo de ello es que el salto en el valor de esta canasta básica -determinada en buena medida por el precio de los alimentos- tuvo, a partir de 2016, un valor que más que duplicó los promedios vigentes entre 1998 y 2013. Ello en un período de baja de los precios de los alimentos en el mercado mundial de 12 por ciento promedio en el periodo 2016-2019 respecto al valor medio 2011-2014, según la FAO.

En cambio, entre 2020 y 2023, el valor de estos precios internacionales fue 26 por ciento superior al del período 2016-2019 debido al efecto rebote de la postpandemia y, sobre todo, por el impacto de la guerra ruso-ucraniana. Este efecto se monta, además, sobre aquel valor de la canasta básica expresada en dólares que inexplicablemente se había más que duplicado a partir de 2016, mientras que el salario nominal había disminuido en dólares en 29 por ciento entre noviembre de 2015 y abril de 2016 y en un 25 por ciento promedio 2016-2019 respecto al vigente en 2014-2015.

Poco les ha importado que las devaluaciones produjeran tal disminución del salario frente a ese abismal incremento de los precios. Creen que un shock nos salvará y que, si ello conduce a protestas, bastará con tener los pantalones bien puestos. Aun así, afirman amar a la Patria, una donde al parecer creen que hay gente que sobra.

Se dice que la avaricia es un vicio capital porque ese afán por el dinero conduce a los seres humanos a tratar de conseguirlo mediante cualquier medio y acto. En la Argentina tal vez esta es la clave para explicar tanto desasosiego y pobreza. Parece ser así que un salario competitivo no basta para bajar el costo de vida, sino que alienta a mantener los niveles más altos de precios que el mercado puede soportar.

Pero el mercado, no es una entidad abstracta ni libre de la influencia de la distribución del ingreso. Por ejemplo, la producción de leche cuyo valor índice con base 100 en 1990 alcanzó un pico histórico de 195 en 2014, fue de 115 en 2016. En 2022 dicho índice fue de solo 159. Seguramente este resultado elaborado con los datos de series de productos industriales no se ha debido a la avaricia, sino a la necesidad.

Como contracara la producción de cemento Portland cuyo valor en 1990 se establece en 100, fue de 338 en 2015, de 328 en 2018 y en 2022 de 361. Estos son datos duros, no una fantasía heterodoxa. Bien le haría al país que retroceda la avaricia y avance la solidaridad y la justicia social. El problema radica en que la avaricia es ciega y no habrá hasta quienes achaquen que ese pico de la producción de leche en 2014 no era más que el resultado de puro populismo.

*Economista y profesor titular de la Universidad Nacional de Río Negro.

Fuente: El Ortiba

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