En silencio y salvo por alguna nota muy esporádica, venimos siguiendo el tema e intentando acceder a los proyectos de ley propuestos por distintos sectores. Asimismo, recabando las distintas voces del arco político y de las poblaciones directamente afectadas. Más allá de todos los contenidos que tiene la nota de hoy, este asunto de la Ley de Humedales hace las veces de pequeña foto de la historia de nuestro país.
Por Pablo Casals
El pasado jueves 29 de octubre se tendrían que haber reunido los diputados que integran las comisiones de Ambiente, Agricultura y Presupuesto para debatir los diferentes proyectos que pretenden regular el uso de las zonas definidas como “humedales”, y obtener un dictamen de Comisión.
Lo que se dijo oficialmente, fue que el oficialismo comenzó a recibir “presiones” de parte de algunos de los gobernadores de las provincias mineras como consecuencia del lobbies de las empresas (multinacionales o subsidiarias de las mismas), y que algunos diputados habían comenzado a “despegarse” y pusieron en duda el acompañamiento. Desde la oposición lo que afirman es que, como vieron que “no les daban los números para imponer el proyecto en comisiones”, resolvieron levantar el plenario.
La ensalada de la Ley de Humedales que disputan ambos sectores es una muestra viva y condensada de la historia argentina, más allá de cómo cada parcialidad se autoperciba. Cada cual puede decir lo que crea conveniente, pero los actos son los que definen una conducta.
Una foto de la historia
Decimos que es una muestra concentrada de nuestra historia, porque a grandes rasgos, contiene los tres grandes elementos que han determinado nuestra suerte como pueblo desde hace 250 años a esta parte. Para no estirar el análisis, intentaremos sintetizarlos en unas pocas líneas
Por un lado, el sector alineado a las fuerzas económicas de supremacía global. Aquí tenemos desde la tradicional oligarquía; las empresas exportadoras de materias primas o de escaso valor agregado; las Cámaras y empresas del sector importador; la banca privada multinacional; y los sectores provinciales tributarios de este círculo rápidamente descripto. Liberales conservadores; cultores del privilegio de casta y una supuesta extirpe; y que utilizan al Estado como vehículo socializador de sus pérdidas privadas. Hoy, en general, abonantes de la oposición.
En segundo lugar, lo que podríamos llamar “el liberalismo nacional”. Los que creen en la formación de una “burguesía nacional” que nos lleve a un desarrollo de un capitalismo “más humano” a partir del impulso de la banca estatal y el correcto equilibrio institucional, que sin tocar los grandes resortes d ella economía primarista, propone una mediana industrialización que genere excedente exportable y que otorgue condiciones de movilidad social a profesionales, comerciantes y prestadores de servicios. Una especie de “modo de vida norteamericano” pero en Argentina, sin berretines imperialistas ni de supremacía anglosajona; pero tan liberales como los anteriores. Son los “progresistas”, concentrados en las grandes ciudades y/o cabeceras administrativas y comerciales; con acceso más o menos garantizado a los bienes y servicios básicos, y empleos calificados o de mediana remuneración. En síntesis la clase media más los sectores adinerados con “verdadera conciencia social”. Estos, hoy, se enrolan en el oficialismo.
El tercer grupo, es todo lo que queda por afuera de los anteriores y que conforman el 70% de la población. Las y los laburantes de barrio y de pueblo, que según a cómo hayan podido soportar a los largo de sus vidas la opresión, la carencia, el sacrificio, la monotonía rutinaria del trabajo, y la multiplicidad de contratiempos permanentes, suelen adoptar posturas más conservadoras o más progresistas, pero que en el fondo no abonan ninguna de las dos (elemento de la psicología social que los otros sectores mencionados conocen al dedillo). Es la gente que “quiere vivir tranquila”; el pueblo que desea casa, auto, educación y salud para sus hijos; un laburo seguro y que sirva; y cada un par de años hacerse un paseo vacacional. Ese también es el pueblo que pelea cuando hay que hacerlo y no se rifa ante cualquier causa. Por ello es varias veces humillado a lo largo de la vida y básicamente, toma la posición que puede con lo que tiene.
Los tres grupos han dicho lo suyo respecto de los proyectos de Ley de Humedales. Antes de seguir hablando y contando cosas, les proponemos el siguiente ejercicio: ¿adivinen quién no está siendo tenido en cuenta en las propuestas legislativas?
Los humedales y las cuencas
Vamos a hacer una definición primaria de qué es un humedal. El Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA), ámbito donde coinciden el Estado Nacional, los provinciales y el de CABA, ha dicho en su normativa específica que un humedal, “es un ambiente en el cual la presencia temporaria o permanente de agua superficial o subsuperficial causa flujos biogeoquímicos propios y diferentes a los ambientes terrestres y acuáticos. Rasgos distintivos son la presencia de biota adaptada a estas condiciones, comúnmente plantas hidrófitas y/o suelos hídricos o sustratos con rasgos de hidromorfismo”.
Macanudo…. Además de técnica, la definición propuesta por ese organismo oficial es al mismo tiempo bastante amplia y poco específica. Casi que podríamos decir: “si hay agua en el suelo, pero no es mar, río, lago, laguna, bache o charco; es un humedal”. Ridículo comentario, ¿no? Sin embargo, una parte de la galleta que está desandándose en el Congreso Nacional tiene que ver con su definición. De ella derivará qué se podrá hacer y qué no.
Es interesante traer a la mesa un informe elaborado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Se puede decir mucho sobre este organismo ya que su hacer no es ajeno a la conducción política real de la matriz productiva que rige en Argentina. Sin embargo, es como el INDEC: uno puede no estar en acuerdo con un concepto estadístico – por ejemplo, cuándo se considera que una persona es pobre – , pero no puede negarlo como fuente. Bueno… con INTA sucede lo mismo.
Entonces, el organismo específico del agro, establece en su informe y mapas complementarios, que en Argentina la superficie total que ocupan los humedales es de 265.200 kilómetros cuadrados (un 9,5% de la superficie continental americana del país).
¿Y qué dicen los muchachos del INTA sobre los proyectos de ley sobre los humedales? Que van en contra de los sistemas productivos asociados o complementarios a los humedales; porque son fundamentales a la vida comunitaria, cultural, identitaria; y están asociados al trabajo y la producción en cada región donde se encuentran.
El informe de INTA, afirma que los humedales, son fundamentales para la actividad pecuaria (cría de ganado en pie) en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Chaco y Formosa y la región patagónica; como también lo son para las producciones de frutas de pepita y carozo Mendoza, Neuquén y Río Negro.
De hecho, hay que avisarles a los diputados que las “aguadas” artificiales, tanques australianos, abrevaderos y los molinos de viento que hay en el campo, son formas de manejo centenarias de los humedales. Sin ánimo de ofender a les diputades: una cosa es no saber porque se puede aprender; otra cosa es no preguntar. Pero vamos a volver más abajo con esto porque hay algunas “ironías” emanadas de por un legislador progresista de la Capital, festejada por un medio también capitalino y“chupa pauta”.
Regresando al informe de INTA, se establece que el 40 % de la producción bovina se realiza en zonas de o con humedales. En Corrientes, Chaco, Formosa y Santa Fe la proporción va del 40 y el 60 %. En la patagonia, existen los denominados ancestralmente “mallines”, que son los humedales patagónicos junto con lagunas poco profundas y sin un volumen estable. Según el informe, en la provincia de Chubut, el 40 % de la producción ovina y el 70 % de la bovina se concentran en los departamentos del oeste, básicamente en estos mallines.
El informe hace lugar también a que el 80% de la producción frutícola que se concentra en las provincias de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén y Río Negro, se da en los oasis y valles irrigados. En igual sentido menciona provincias de la pampa húmeda y del NEA, con sistemas productivos asociados a las cuencas de los ríos, que también están compuestas de humedales.
Y acá está para nosotros la madre del borrego. Ya volveremos sobre este punto.
Apuntes de la “batalla legislativa”
Vamos a compartir los principales puntos polémicos de los proyectos en general, y en particular el que impulsa el oficialismo.
La mayoría de las propuestas, propone un “Inventario Nacional de Humedales” para instrumentar un “ordenamiento territorial”. Bueno… el INTA ya lo tiene y está colgado en internet. Además, están los gobiernos provinciales y sus estamentos para el manejo del agua; más las autoridades interjurisdiccionales de cuencas, que tiene información a rolete respecto de humedales y afines.
Otra cosa que propone el proyecto oficial este este caso; es planificar un aprovechamiento “sustentable” del humedal; y prevé además delimitar áreas de “conservación” en las que no se podrán establecer o realizar actividades productivas. Allí, los productores y comunidades afectadas recibirían compensaciones de un “Fondo Nacional de Humedales”. En criollo, planes sociales; o algo así como cuando a los que agarraban el retiro voluntario en los 90’s, les decían que se compren un auto y lo pongan de remiss.
Al mismo tiempo, la mayoría de los proyectos chocan con la Constitución vigente, respecto de la quita de autonomía a las provincias para manejar el recurso hídrico, pero sin sacarle la responsabilidad político institucional y normativa. Una especie de limbo legal, que da lugar a la multiplicación de nichos de filantropía y control de recursos por parte de terceros. Cosa que ya sucede con bosques, planicies, cerros, montañas y sectores del litoral marítimo argentino. Por lo tanto, no sólo las provincias ceden soberanía: el Estado Nacional también lo haría.
Asimismo, por fuera de la pampa húmeda, las provincias y las regiones poseen sistemas de manejos hídricos, más o menos complejos; y peor o pésimamente manejados. Si a esta situación se le agregan restricciones de tipo territorial, lo único que le queda a la población dependiente de esos sistemas es la mendicidad y la migración. O sea, la destrucción de sus sistemas de referencia y autopercibimiento; su lugar en el mundo.
También están las presiones, aprietes y lobbies tanto de las mineras, como de las multinacionales del sector agropecuario y de algunos sectores de las “entidades del campo” y la oligarquía. Era lógico y esperable: los proyectos le disputan territorio, renta, decisión y conducción sobre los recursos naturales y el proceso productivo.
Era lógico asimismo, que los gobernadores de esas provincias se manifestaran en contra: tienen que pagar sueldos, muchachos. Sin los aportes de esas empresas, no pagan los sueldos. Recuerden por favor, el caso Chubut y la minería, donde todos estos factores se cruzan y el conflicto está en permanente latencia.
Por otra parte, el oficialismo dice venir trabajando mucho, tomando en cuanta todas las observaciones y factores que “hacen ruido” a las comunidades, en aras de “confluir en un proyecto integral”. También, despectivamente, un legislador del oficialismo y de la gran urbe, se hizo el piola con la frase “cada paisano que venía con una propuesta de modificación la incluíamos».
Un pelotudo considerable – diría Fontanarrosa -, que no puede explicar el origen de sus bienes porque no se le conocen oficio u actividad previa a su investidura. Detalles que en general los paisanos llevan impresos en el rostro.
La madre del borrego
Más allá de la suerte final que tenga el tema de los humedales y su ley, hay una cosa que ni oficialismo ni oposición se animar a blanquear ni pueden confesar: el proyecto de colonia próspera no se toca; les sirve a los dos.
Regresen ala parte del texto donde se explicó cuáles eran las tres grandes tradiciones argentinas y se podrá comprender un poco mejor.
La clave para resolver el conflicto de los humedales, los incendios y los desequilibrios ecológicos, son dos: la primera, dejar de ser una semicolonia asociada y respetuosa de la división internacional del trabajo, que avala y reproduce la explotación de los recursos naturales y la concentración en manos extranjeras de los principales puntales de la economía, la producción y el trabajo.
Tanto oficialismo y oposición cultivan el cipayismo a ultranza. Un poco más brutos o más ilustrados; con más guita o menos guita, pero cipayos al fin. Repasen si no lo pueden creer, las acciones concretas de las principales figuras de gestión de ambos sectores – Massa y Rodríguez Larreta respectivamente –, y analicen sus trasfondos.
Por otra parte, y con esto cerramos, el tema del recurso hídrico se resuelve manejando el recurso hídrico. Y para ello hay que dominar las cuencas. Sí, hay que modificar la Constitución y sacarle el libre albedrío a las provincias, porque el manejo del agua es potestad del Gobierno Nacional.
Más allá que desde esta Redacción venimos hablando del tema hace mucho, no inventamos nada: Ya planteaba Manuel Belgrano hace más de 200 años; Florentino Ameghino hace más de 100; y el pueblo trabajador desde siempre.
Sin el agua no se puede. Desde 1955 a esta parte, en lo formal, el recurso hídrico está blindado por el mercado mundial para su propio beneficio, uso y usufructo. Los números oficiales sobre los cuales se viene construyendo propagando gubernamental desde entonces, avalan nuestros dichos.
Ejercer la soberanía nacional para lograr la independencia económica y realizar la justicia social, requiere de conducir lo que sucede en todo el territorio. No es lo que oficialismo y oposición vienen desarrollando.