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El saqueo sistemático de recursos naturales y la miseria planificada para el pueblo argentino, necesita agua. Para controlar los recursos naturales estratégicos, se necesita controlar el acceso al agua. Para que eso sea irrestricto, se debe controlar el territorio. Para que el territorio no se transforme en algo hostil, y el saqueo se convierta en riqueza, se debe controlar la logística.

Por Pablo Casals

Nos viene bien el título de la canción de La Renga para la nota. La sequía, la crisis hídrica y el abandono estatal sobre el manejo de las cuencas ya no son noticia. En todos los rincones del país, sea por efecto climático o por no atención gubernamental (o ambas cosas), los casos se suceden uno tras otro. Así como en amplios sectores de la sociedad y el arco político se coincide en que Argentina no puede estar atada al milagro de la “buena cosecha salvadora”, tampoco puede estar atada al régimen de lluvias.

Más aún si por lo que se escucha, no existe ninguna intención de parte de las alianzas electorales mayoritarias, dejar de fomentar el modelo extractivista agrominero exportador. Tienen entonces la obligación de cuidar el agua.

El saqueo sistemático de recursos naturales y la miseria planificada para el pueblo argentino, necesita agua. Para controlar los recursos naturales estratégicos, se necesita controlar el acceso al agua. Para que eso sea irrestricto, se debe controlar el territorio. Para que el territorio no se transforme en algo hostil, y el saqueo se convierta en riqueza, se debe controlar la logística.

Bueno… es lo que han venido haciendo en los últimos 250 años de a cucharadas pero de forma sistemática. Los intentos o periodos donde se logró desarticular por pocos años esta lógica, no alcanzaron por falta de tiempo de desarrollo. Y se sabe: quienes controlan todo lo mencionado en el párrafo anterior tienen espalda para aguantar y tiempo para esperar.

El caso Tartagal

En el norte de Salta saben bien de lo que hablamos. Allí el saqueo de una u otra vertiente es ancestral. Pero respecto del agua, hay un tema que nos interesa contar dada la importancia para esa región, pero también para la contundencia del ejemplo.

Tartagal se quedó sin agua. La sequía feroz es uno de los motivos. Los regímenes de lluvias alterados por los cambios tanto climáticos como por la paulatina desaparición de los montes y selva salteña para la producción agroindustrial, ha literalmente reventado el sistema hídrico de esa región.

Oportunamente, se construyó el dique concentrador Itiyuro – “reservorio” se diría en el sur argentino -, que se alimenta por las aguas del río Caraparí, y que actualmente enfrenta una grave baja de su caudal. ¿Pudo haberse evitado? El tema de la falta de lluvias tal vez no, pero sí pudieron haberse previsto posibles dificultades. La famosa “construcción de escenarios posibles” que tanto vanaglorian los analistas del establishment, no tuvo en cuenta que tal vez, en algún momento de la historia inmediata de la región, dejara de llover por un par de años.

Pero a pesar de todo, había obras pensadas y planificadas; a las que se les asignó presupuesto y quedaron inconclusas, o ni siquiera arrancaron: el acueducto de Yacuy, del Plan Bicentenario y de Reparación Histórica contratadas para Colonia Santa Rosa, Embarcación, por mencionar uno de ellos.

Con todas las macanas hechas, desde sectores legislativos se está impulsando la declaración de Emergencia Hídrica en toda la provincia. Tarde. Porque debe comenzar a llover inmediatamente. Ya no se trata solamente de una cuestión de quita de impuestos y subsidios.

Si bien, la empresa de aguas salteña, está trabajando desde hace varios días para tratar de dotar mínimamente del suministro a la ciudad, la cantidad de obras de saneamiento sin realizar hacen pensar las consecuencias. De allí que parte de las tareas es la de construir canalizaciones que vinculen otros espejos de aguas regionales con el Dique Itiyuro, y al menos poder abastecer la operatoria de las tomas de captación de agua para consumo humano.

Según el senador salteño, el Gobierno Nacional envió a la provincia meses atrás, 5 mil millones de pesos para obras de saneamiento. Parte del servicio de saneamiento es justamente planificar la captación, se ésta para abastecer al Dique, o perforaciones en caso de ser posible, u otras variantes que presente la región. En Argentina hay sobrada experiencia para resolver esos problemas. No se trata de una cuestión técnica, sino de voluntad política.

Se dice por otra parte, que el Gobierno de Sáenz en la provincia está más preocupado por mostrar superávit y equilibrio de las cuentas públicas que de resolver los problemas. Algo abominable e irrisorio mientras existan cuestiones elementales por resolver, pero que al mismo tiempo hacen todos los gobiernos de las últimas décadas. No es algo que sea patrimonio de ese Gobernador.

Se alega también que las empresas provinciales y de provincias aledañas que podrían atender esas obras, están afectadas a las necesidades de la operatoria minera. Se sabe que las provincias de Noroeste han volcado una gran parte de la orientación de su matriz productiva para fortalecer el sector.

¿Podría armarse una empresa estatal que se encargue de las obras? Seguramente; aunque incluso Aguas del Norte podría hacerlo.  Sucede que las “obras por administración” pareciera que están prohibidas en Argentina. Si para hacer lomos de burro hay que llamar a licitación pública, imagine lo que debe implicar la construcción de un canal o viaducto.

Por último, les compartimos un chisme que tiene 25 años, pero que ahora es dato: el viejo anhelo de la administración menemista – donde ya existían todos estos problemas -, era que las empresas israelitas se hieran cargo de la planificación, las obras, y la explotación del servicio. En criollo, la Argentina hídrica realizada a medida de lo que sirviese al Estado de Israel.

Había “mucha voluntad política “para que eso pudiera llevarse adelante: desde los encumbrados gracias a los pedazos de las estatales Agua y Energía y Obras Sanitarias, hasta las empresas contratistas, gremios del sector, los yanquis de la texana Azurix, y un par de etcéteras. Sin embargo, entre los vaivenes nacionales entre 1998 y 2003, y otras condiciones domésticas, el proyecto se fue demorando.

¿Quién pudo reencausar el proceso? Alberto Fernández y sus ministros Felipe Solá, Santiago Cafiero desde Cancillería; Martín Guzmán y Sergio Massa desde Economía; y Eduardo De pedro desde Interior. ¿Y qué hicieron? Otorgarle la posibilidad a la empresa de aguas y saneamiento estatal israelita, Mekorot, de planificar a voluntad el manejo de todas las cuencas estratégicas del territorio nacional. Lo cual implica poder de decisión (disfrazado de consejo), de qué se produce, cómo, y en qué condiciones.

No hay que ser ingeniero astro físico recibido con honores para saber que la obra se adaptará a lo que se pretenda explotar, y a la tecnología que se aplique para eso.

Fuente: Gobierno de Salta / El Profesional / Archivo Chasqui Federal

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