No es una mera ironía. Quién mire y analice atentamente las dinámicas productivo-comerciales que se desarrollan en la cadena cebollera, podrá comprender cuatro o cinco factores claves del mundo del trabajo, la producción y su impacto en Argentina.
Redacción
La mayor cantidad de cebolla que se produce en el país proviene del sur de la provincia de Buenos Aires y Río Negro. Dado que la condición climática tras la sequía ha mejorado en términos relativos, las expectativas para la presente temporada en el sector son positivas.
Las buenas no están sustentadas por las demandas del mercado interno, sino por las expectativas que generan las exportaciones. Por lo tanto en esta nota, si bien nos abocaremos a la cebolla, veremos que hay varios elementos que pueden utilizarse para una lectura de las exportaciones primarias en general.
Según, las fuentes, las ventas externas del producto se producen en un 98% a Paraguay y Brasil. El resto, va a Europa. El promedio anual destinado al mundo gira en torno a las 150.000 toneladas.
Desde principios de siglo a esta parte varia cosas han cambiado en el sector. Por ejemplo, la multinacional Expofrut por entonces se encargaba de colocar el producto en la plaza europea, alcanzando cifras de 35.000 toneladas, sobre un total de exportaciones de 170 mil. Hoy por hoy las ventas cruzando el Atlántico están relegadas a un número insignificante. Expofrut estableció base de operaciones continentales en Brasil y desde allí conduce las transacciones.
Así, más allá del promedio de ventas señalado hacia el hermano país, el mismo supo duplicar las compras o reducirlas a la mitad. Como bien señala una de las fuentes, la fluctuación es llamativa. ¿Pero a qué se debe? Bueno; obedece a que el eje, el parámetro de comercialización internacional se conduce desde Brasil independientemente de lo que proponga nuestro Gobierno nacional o la gestión de Lula Da Silva.
Dicho todo esto, ¿por qué debería ser positivo para el sector cebollero la presente temporada? Bueno; prácticamente por lo mismo que fueron negativas varias de las anteriores. Desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) afirman que el buen pronóstico de ventas, obedece a que la configuración climática de El Niño, no favorece la producción primaria en el sur brasileño. Por lo tanto, nos favorece a nosotros y por ende que Brasil nos compre. Desde el INTA aseguran en periodos de “La Niña”, esos factores se invierten.
Aquí cabe entonces la siguiente reflexión apoyada en datos. Hace un año atrás, el precio de la cebolla había aumentado exponencialmente en las verdulerías. Los argumentos eran disímiles, pero la realidad una sola: había poco stock y con esa cantidad, debía abastecerse el mercado interno y el internacional.
El lector no familiarizado con la cebolla, podrá suponer que al haber una sequía de grandes proporciones que azotó en 2022 al mundo agropecuario, las producciones se perdieron. Algo de eso sucedió. Pero lo primordial fue que en 2021, hubo una sobre producción de cebolla, y ante la baja demanda brasileña, los precios internacionales se vinieron a pique, y por lo tanto “no valía la pena sacarla del campo”. Mientras tanto, el mercado interno no pagaba precios bajos ni había superabundancia de cebollas.
Entonces, el asunto de la oferta y la demanda y “complementariedad con Brasil”, caen de bruces ante este tipo de dinámicas comerciales y productivas.
Primero, de ser absolutamente cierto el asunto de la autoregulación de la oferta y la demanda, en 2021 la cebolla hubiese estado regalada en Argentina, sin que los productores y sus familias pasasen apremios, porque el volumen de ventas se habría concentrado “naturalmente” en el mercado interno, e incluso se habría abierto alguna industria procesadora que le agregase valor a dicho fruto tal como ocurre en Brasil. ¿Qué mejor oportunidad?
Segundo, se supone que dos economías complementarias marchan juntas. Lo que no provee una, lo realiza la otra. Existe entre ambas un equilibrio relativo, permanente y sostenido en el tiempo. Lo que afirman las fuentes oficiales como INTA e INDEC, demuestra que no es así. Brasil nos compra si le conviene o si nos necesita. De lo contrario, desarrolla otro tipo de estrategias hacia adentro de la cadena.
Tercero, la única recomendación que se les da a los productores desde el área gubernamental es: “¡ojo! No hagan mucha cebolla porque después queda en el campo”. Eso da la pauta que no piensan desde los organismos oficiales, desarrollar algunas políticas que impidan esa dependencia con Brasil. En el mejor de los casos se propone que los productores se consigan otro país al cual venderle cebolla.
Para cerrar, nos interesa poner el ojo en dos cosas de cara a insistir con la necesidad de “despegar” a las cadenas productivas de las dinámicas foráneas. Más arriba, mencionamos los planteos del INTA, respecto a la dinámica productivo-comercial que se da en la región a partir de “La Niña” o “El Niño”. Fenómenos climáticos que si bien no pueden determinarse con exactitud infalible, sí pueden pronosticarse con antelación y obrar productivamente al respecto. De lo contrario, continuaremos reflotando el antiquísimo argumento de los conservadores, de que “la suerte de Argentina está atada al régimen de lluvias”.
Finalmente, así como sucede con la cebolla, se dan cosas parecidas en la mayoría de las denominadas “economías regionales”. Es decir, se aquellos sistemas productivos primarios que no poseen escala internacional de producción como lo poseen la soja, el maíz, el trigo, el girasol y la cebada.
Es por ello que a menudo, se escucha recurrentemente que las economías regionales están en crisis y el mercado interno desabastecido.
Algo lógico. Les sucede lo mismo que a las PyMEs industriales. Hubo alguien que convenció a todos en Argentina que una pequeña empresa de autopartes, puede competirle mano a mano a la Mercedes Benz o a las grandes factorías chinas, y que puede “jugar” en el mercado internacional.
Un disparate a todas luces que puso su semilla para reventar la producción nacional.
Bueno, desde hace veinte años vienen haciendo lo mismo con las “economías regionales”.
Fuente: INDEC / +Producción