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Ingleses, embrollos globales y la problemática láctea

Como si las cadenas globales de producción y su división internacional del trabajo no fueran suficientes, cada sector está viviendo una época de singular concentración a lo largo y ancho del planeta, motorizada por la desregulación paulatina de todos los eslabones. La leche y sus derivados tiene su capítulo también.

Redacción

Mientras el “superministro” de Economía casi presidente y precandidato cantado a mandatario, Sergio Massa, anunció a mediados de la semana pasada la puesta en marcha del Programa Impulso Tambero II, ingleses y norteamericanos lanzaron sendos informes a la palestra, que atentan contra la producción de pequeña escala en los tambos del mundo.

Estas cosas no son de extrañar a esta altura aunque no salgan en los diarios. Sin embargo, la magnitud del poder de operación del tándem FAO-AHDB es tan grande, que al final del camino siempre pareciera que el incapaz es el pequeño productor lechero.

Tal vez el lector haya escuchado por ahí, que para toda producción que tiene lugar en el mundo, siempre hay un país que pone o determina los precios de referencia internacionales. Ocurre algo simple en el camino: es muy difícil poder tener arriba de una mesa, los números y factores expuestos arriba de una mesa, y que cualquier persona pueda sacar conclusiones integrales respecto de estos mecanismos. En el mejor de los casos, todos – incluso los periodistas –, estamos expuestos a esa dificultad de poder comparar y establecer patrones de conducta.

Como ya deben estar sospechando, dichos precios de referencia internacional en su gran mayoría son “puestos” por Estados Unidos, Gran Bretaña, sus estados socios, o naciones demasiado condicionadas como para salir rápidamente de sus influencias. En el caso de la leche, ese país es Nueva Zelanda.

Pero además, por más que los neozelandeses lloren y pataleen, sus parámetros de precios están condicionados por las operaciones de sus patrones jerárquicos.

Por ejemplo, a mediados de la semana pasada, la Mesa de Desarrollo de Agricultura y Horticultura de Gran Bretaña (en inglés AHDB), manifestó abiertamente que si bien los pequeños productores lácteos están en mala situación en todo el mundo, lo que deben hacer es «pensar globalmente pero actuar localmente». En criollo, que un pequeño tambero santafesino piense en vender su leche al mundo, mientras es el mismo mundo quién lo está ahorcando con los precios internos de los insumos dado que están atados al dólar.

Esta cosa de las “Mesas” sectoriales ha proliferado en Argentina en los últimos veinte años de forma deliberada, principalmente en los sectores productivos primarios abiertos al mercado mundial. Su razón de ser no es otra que convertirse en grupo de presión locales, que en articulación con lobistas foráneos, influencian o inciden en la redacción y aprobación e leyes como de actos de gobierno. Las más conocidas en nuestro país son la “Mesa de Enlace”, y las recientemente formadas “Mesa del Litio” y “Mesa del Cobre”, pero hay muchas más.

Pero existen también otros factores que influyen en los mercados internos. Por ejemplo, la gran consultora con sede en Alemania y tributaria de la cadena láctea global, denominada Red Internacional de Comparación de Granjas y conocida por su sigla IFCN.

Este organismo aseguró la semana pasada que la producción mundial de leche se desaceleró a su nivel más bajo registrado históricamente, y que los expertos del organismo manifestaron preocupación sobre la sostenibilidad del sector y la capacidad de cubrir la demanda del mercado lácteo a largo plazo.

Pero aquí hay una gran contradicción: según el informe de la IFCN, que levanta y reproduce el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), internacionalmente la producción de leche estaba creciendo en forma constante en torno al 2,5 % anual, pero en 2022 se redujo al 0,4 %. Para esa organización, esto sucedió a pesar de que los gobiernos europeos y norteamericanos – y el argentino también – habían sido beneficiados por subsidios y programas especiales.

Hubo algo durante 2022 que se llamó (y llama) guerra entre Ucrania y Rusia, que fue utilizado por Estados Unidos para desestabilizar a su favor, las cadenas de costos internacionales de las cadenas productivas primarias. En criollo, ajustó mecanismos históricos de la división mundial del trabajo.

Pero los alemanes insisten en la ineficiencia de los pequeños establecimientos lácteos. Dicen que, así como los “países desarrollados” están lidiando con “desafíos ambientales y de bienestar animal, la escasez de mano de obra, tierra y sucesores dispuestos a hacerse cargo de las granjas familiares”, los países ajenos a ese grupo, están condicionados por políticas inciertas y falta de infraestructura para respaldar el crecimiento del sector.

La FAO – organismo dependiente de Naciones Unidas -, habla de caídas interanuales de precios de productos lácteos del 22%. Afirma que tal caída obedece a la alta oferta desde los centros de exportación de quesos y derivados, en conjunto con la caída en la demanda de los tradicionales países compradores.

En definitiva, ante tanta información cruzada que solamente confunde, lo que se le propone al tambero argentino es que adapte su estructura de costos, aumente su producción y pierda rentabilidad, de cara a poder insertarse en un mercado internacional que ha sido maliciosamente alterado en perjuicio de los países productores con poco valor agregado como el nuestro.

Dado el panorama internacional para la cadena, desde Economía se lanzó el Programa Impulso Tambero II, al cual se le asignó un presupuesto de 7.000 millones de pesos, destinados a subsidios para asistir a pequeños y medianos productores de leche que comercializan un promedio anualizado de hasta 7.000 litros de leche por día.

La medida alcanzaría al 88% de los productores de la cadena, y cada uno podrá recibir una suma acumulada de 800 mil pesos.

Según el propio Massa, el Programa permitirá que cada productor o productora reciba, durante dos meses, una suma fija resultante del promedio mensual de la leche comercializada entre los meses de abril de 2022 y marzo de 2023, de acuerdo a los siguientes segmentos:

– Quienes comercializaron hasta 1.500 litros diarios recibirán $20 por litro de leche.

– Quienes comercializaron entre 1.500 litros y 7.000 litros diarios recibirán $15 por litro de leche.

El error será si desde el propio gobierno no se fomenta la venta al mercado interno, y apuntar a ordenar la cadena de costos de producción usando la logística y la industrialización de cercanía como instrumento.

Ya avisaron los ingleses: el plan es continuar reventando los sistemas productivos locales.

Fuentes: AHDB / OCLA / FAO / IFCN

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