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Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Ayer, se celebró el “Día de la Industria Nacional”, en conmemoración de la primera exportación realizada allende los mares con productos de nuestro sistema productivo interno. Pero en esas bodegas también viajaba otra cosa.

El Editor Federal

Vamos con la efeméride oficial, luego agregaremos lo nuestro, y posteriormente – si así el lector lo desea -lo discutimos.

Varias fuentes afirman que el 2 de setiembre del año 1587, tuvo lugar la primera exportación de productos del país al exterior. Fueron tejidos y harinas de Santiago del Estero que viajaron a Brasil. Así, conmemorando esa operación comercial, desde 1941 se estableció es fecha como el “Día de la Industria”.

Según las fuentes, la nave que realizó el flete, fue la carabela “San Antonio” que zarpó del fondeadero del Riachuelo al mando de Antonio Pereyra. El barco transportaba tejidos y sacos de harina producidos en la por entonces próspera y productiva Santiago del Estero; y el cargamento lo había fletado el obispo del Tucumán Fray Francisco de Vitoria.

Por entonces, aún nuestro territorio formaba parte del imperio colonial de España. El entorno económico productivo era mayoritariamente artesanal, con cultivos incipientes y poca complejidad técnica incluso para la época.

Sin embargo, a medida que la corona se consolidaba en estas tierras, las poblaciones de origen europeo, las nativas y el mestizaje criollo que se iba desarrollando, generaron un volumen de producción suficiente como para satisfacer su propio consumo, abastecer al mercado interno inmediato, y cotar con un excedente que les permitía conformar carga y exportarla.

Las normas restrictivas del comercio colonial monopólico y las largas distancias hacían de cada empresa una gesta dificilísima. Los obrajes, telares y diversos parajes de producción textil se encontraban fundamentalmente en Tucumán y Santiago del Estero; por lo que los traslados hacia el puerto de Buenos Aires eran complicados y costosos.

En 1556 se introdujo el algodón en el centro de nuestro país – particularmente en las provincias mencionadas -, y gracias al valor artesanal agregado se constituyó como base del comercio y la economía de la región (las rústicas fibras de chaguar fueron reemplazadas por telas de algodón), aquella mentalidad emprendedora fue vital para gestar la industria local de cara al mundo.

Pero la “San Antonio” llevaba algo más para Brasil. Según la denuncia del entonces Gobernador de Tucumán, Ramírez de Velasco, también cargaba entreverada en los bultos, barras de plata provenientes de Potosí, cuya exportación estaba prohibida por Real Cédula.

Más allá dl relato oficial, el verdadero desarrollo industrial – procesos de fabricación y transformación de la materia en escala superior al pequeño taller – tardaría algunas centurias en llegar. En incluso, en épocas de su desarrollo incipiente, debido a reformas político administrativas de la corona española con repercusión directa en las colonias – más el siempre presente contrabando -, provocaron que sobre fines del siglo XVIII arribaron a Buenos Aires las primeras manufacturas inglesas.

La industria nacional, comenzó a cosechar frutos sobre fines del siglo XIX, pero la potencia fabril de nuestro territorio se vería durante el siglo XX.

No alcanzaría el espacio para extendernos en la larga historia de la disputa base que todavía reside en el seno de nuestro pueblo: los librecambistas que apuestan en sus distintos grados a un país semicolonial y dependiente; y los proteccionistas, que con sus diferencias, han intentado a lo largo de los siglos, crear, desarrollar y fortalecer nuestra industria.

Vale agregar dos cosas para finalizar. Una, tal es el grado de excelencia argentino en materia industrial, que ha llegado a ser unos de los pocos países del mundo que domina el ciclo completo de la tecnología nuclear; posee amplio desarrollo en la cadena espacial; y en estado latente, Argentina tiene la capacidad para desarrollar sin envidiar al extranjero la cadena relacionada ala microelectrónica y fabricación de semiconductores.

La segunda cuestión, también remite a la historia. A un debate parlamentario que tuviera lugar hace casi 150 años. El 18 de septiembre de 1875, tomando la palabra en la Cámara de Diputados, Carlos Pellegrini – alguien a quién no se podría describir como socialista, marxista, o adherente a ideas ajenas al desarrollo del capital, decía lo siguiente:

“El libre cambio mata a la industria naciente. Los que han defendido ciegamente teorías sostenidas en otras partes no se han apercibido que apoyaban intereses contrarios a los suyos. Cuando esta cuestión se discutía en el Parlamento inglés, uno de los ilustrados defensores del libre cambio decía que él quería hacer de la Inglaterra la fábrica del mundo y de la América, la granja de la Inglaterra. Y decía una gran verdad, que en gran parte se ha realizado porque en efecto nosotros somos y seremos por mucho tiempo, si no ponemos remedio al mal, la granja de las grandes naciones manufactureras (…) Yo pregunto, Sr. Presidente, ¿qué produce hoy la provincia de Buenos Aires, la primera provincia de la República? Triste es decirlo. Sólo produce pasto y toda su riqueza está pendiente de las nubes. El año que ellas nieguen riego a nuestros campos, toda nuestra riqueza habrá desaparecido. Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto.”

Fuentes

APPM

Archivo de sesiones del Congreso Nacional del 18/9/1875. Cámara de Diputados, págs. 1123-1124.

Argentina.Gob Portal El Historiador; dirigido por Felipe Pigna

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