Tiemblen los Tiranos 153: Artigas y el pueblo en armas

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Tiemblen los Tiranos 153: Artigas y el pueblo en armas

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Compartimos el trabajo de Emanuel Bonforti*, quién des desmenuza los aspectos organizativos de la Liga de los Pueblos Libres encabezada por Artigas.

El Editor Federal

La Revolución de Mayo fue solo una imagen de un largo proceso en nuestro desarrollo histórico, una foto de un álbum incompleto, una parte de un rompecabezas. Como dirían algunos autores revisionistas, un relato de una independencia inconclusa. Lo cierto es que el proceso que inicia el 25 de mayo comienza con una impronta anti absolutista en sus demandas para evolucionar a posiciones nacionales que debían contemplar demandas de índole social.

La Revolución implicó un recambio administrativo en los principales satélites coloniales, algunos se dieron con mayor velocidad, otros con muestras de una significativa radicalidad. Partiendo del diagnóstico de la ausencia de burguesías maduras para llevar adelante las tareas democráticas que la Revolución demandaba, la organización se impuso por instituciones mestizas de los antiguos virreinatos y que dieron origen a un tipo de estructura particular y específica de América, la democracia caudillesca; es Artigas un hijo de la democracia de los caudillos.

Los pueblos del antiguo virreinato se mostrarían hostiles al tipo de modelo de independencia encabezado por Buenos Aires. Llegado el caso, la percepción era que el 25 de mayo solo fue un cambio de collar, pasar de la dominación española a la porteña. Este enfrentamiento que para los ojos de Buenos Aires no era más que «ordenar» a ciertas regiones díscolas que obstaculizaban el proceso independentista, muy por el contrario, para las regiones del interior tuvo otros significados.

Detrás de la pantalla de la falsa institucionalización que se arrogaba Buenos Aires, se escondía la puja por un proyecto pos independencia sostenido en la lógica del libre comercio, lo que derivaba en la ruina de las economías regionales. La guerra de recursos, como decía Juan Bautista Alberdi, significó el fortalecimiento de un liderazgo particular en la región, el caudillo, y la aparición de una metodología de resistencia, la montonera. En ese marco de tensión entre el poder central de Buenos Aires y la lucha con enemigos internos es que surge la organización la Liga de los Pueblos Libres conducida por José Gervasio Artigas.

Para 1940, el prestigioso periodista Carlos Quijano escribió un editorial en el Semanario Marcha con el título Panamericanismo no, acuerdos regionales sí, donde analizaba tres políticas de integración: Monroe, Bolívar y Artigas. El autor asociaba la primera formulación al vasallaje, a la segunda le adjudicaba el rango de utopía y la tercera era la que más aplicabilidad tenía con la realidad.

Desde ese punto, analizaremos al artiguismo como una tradición política, pero sobre todas las cosas a Artigas como conductor de una organización comunitaria novedosa que contemplaba la cuestión nacional y la cuestión social bajo una mirada concreta y comunitarista.

En primer lugar, si algo caracteriza a las experiencias emancipadoras es que se encuentran situadas en tiempo y en espacio, parafraseando el método de Gustavo Cirigliano un proyecto rehace y reorganiza su espacio físico, además también es estructurante. Estos puntos atraviesan el proyecto artiguista. Con respecto al espacio físico, el centro de visión geopolítica fueron las Misiones Orientales1 lindantes con el Brasil portugués, a partir de este punto se expande hacia el oeste y al sur.

Se observan dos regiones marcadas, la mediterránea y el litoral, ambas son estratégicas para el desarrollo y el mantenimiento del proyecto; la primera ofrece los recursos de la economía minera y los talleres artesanales, y la segunda los recursos agroganaderos En cuanto a lo estructurante, el proyecto artiguista deberá priorizar y desechar realizaciones producto de las demandas de su base social y de las circunstancias de una revolución.

Si algo destaca al proyecto artiguista es la heterogeneidad de sectores sociales que confluyen en su base: gauchos, peones, indios, zambos, criollos, pequeños, medianos y, en un primer momento, grandes ganaderos, pequeños comerciantes, artesanado de la región mediterránea. En esa heterogeneidad se jugaba la unidad latinoamericana; la excepcionalidad del novum americano producto de la experiencia mestiza fue el gran acompañante de esta experiencia que fue predominantemente rural y de esta característica se articulará su organización.

Así, Artigas, hombre formando en un Ejército de línea, se vincula con caudillos de pequeño a medida que su poder se extiende conformando un nuevo tipo de Ejército en el que conviven experiencias militares tradicionales y la táctica montonera; a este acuden libertos que se fugan de sus dueños imperiales del Brasil y también curas patriotas.

Este nuevo Ejército se encuentra atravesado por una gran fuerza moral convencida de la lucha contra el absolutismo. Además de las fábricas de armas que se van instalar de forma casera, cada miembro de este Ejército ofrecía sus armas y caballos, siendo las armas blancas las de mayor popularidad; la caballería se convirtió en la metodología preferida para atacar al enemigo, el conocimiento del animal y del terreno serán una marca de este nuevo Ejército. La identificación de los enemigos era clara: el absolutismo, pero también el poder central de Buenos Aires y el imperio del Brasil.

Al margen de la movilización que implicaba la guerra por la independencia, Artigas con sus caudillos debió repensar la organización comunitaria, desde instituciones administrativas y financieras. Si bien se utilizó el esquema heredado por el virreinato, se tornaba imperiosa la búsqueda de ingresos; había que sortear el esquema extorsivo del puerto con su aduana. De esta manera, se crearon nuevas instancias de recaudación, se realizaron nuevos controles fiscales y se reorganizaron los sistemas contables nacionales.

La administración se conjugaba con una particular concepción de la función pública la cual en el proyecto artiguista era considerada como servicio a la Patria. Había una obligación moral del servidor público y la elección de los hombres que participaban de la administración pública se daba entre los americanos prohibiendo la participación de los españoles. Quienes eran seleccionados debían ser hombres del «llano» como los consideraba Artigas y tener un amplio predicamento al interior del pueblo y mantener una moral intachable.

Dentro de los problemas en el momento de organización del proyecto artiguista se encontraba la búsqueda de recursos. Se impulsó la recolección de diezmos, se promovió un impuesto a la actividad ganadera. Por otra parte, se reestructuró el cobro de los impuestos aduaneros, se presionó tributariamente a los productos extranjeros dando una muestra clara de las diferencias con la política libre importadora de Buenos Aires.

La presión de la carga fiscal a determinados sectores beneficiados por ventajas comparativas tenía su motivo en la reorientación de estos recursos a la recuperación de la economía, impulsar una suerte de círculo virtuoso que engorde las arcas de la Liga Artiguista. El aumento de recursos también se dio bajo la lógica de la expropiación de propiedades enemigas, que podrían ser en materia de tierras, pero también en lo referente a buques comerciales, sobre todo de bandera inglesa.

En este sentido, se vincula el punto del comercio y la promoción industrial. Artigas sabía que la principal fuente de divisas provenía de la región del litoral con su actividad agro ganadera, sin embargo, había que promover el desarrollo industrial/artesanal en el contexto de guerra. La planificación fue puntal para el desarrollo industrial, la Liga Artiguista proponía una unión mercantil y aduanera en su seno, es decir, la creación de un mercado interno basado en la protección de la producción local. Se lanzan así las primeras líneas de nacionalismo defensivo y productivo de la región.

Esto se acompañaba a su vez con el fomento del comercio. Había que evitar las prácticas contrabandistas que eran propias del virreinato; el desarrollo del comercio era preservado para los americanos, es decir, se evitaba cualquier fuga de divisas proveniente de esta actividad. Este tipo de método también da cuenta de un gobierno fuerte y centralizado más allá de su proclama federal.

El contexto de guerra también obligaba a planificar la actividad ganadera, y a través del Reglamento de Tierras se ponía freno a la matanza de vacas de una edad determinada; asimismo, se avanzó en un mecanismo de defensa de vientres y la ampliación del consumo de carne procurando una alimentación equilibrada destinada al Ejército.

De esto se desprende también que se pensó un proyecto industrial para la zona del litoral que contemplara a los saladeros y a la marquetería de sebo, así también, la explotación de maderas de la zona de las Misiones. Quizás la mayor creación fue la fábrica de pólvora a cargo de Andresito Artigas en Misiones.

La nueva economía también demandaba la creación o la reformulación de un sistema de transporte y comunicaciones, se reacondicionaron caminos, pero también se trabajó en la confección de nuevas carretas. Lo interesante fue el nuevo sistema de correos que se dio entre las provincias de la Liga Federal.

En la creación de un Estado Nuevo, como puede considerarse la Liga Artiguista, también se pensó en acuñar moneda, elemento central para pensar cualquier soberanía económica. La nueva moneda que fue escasa convivía con sistemas de trueques que se daban entre las diferentes regiones de la Liga.

Ahora bien, cualquier Proyecto que ve amenazado su integridad territorial debe atender la salud pública de su población, y la Liga Federal de Artigas no fue una excepción, su preocupación estaba centrada en frenar el avance de la viruela, por lo que se diseñó una vacuna antivariólica. En ese marco sale un edicto desde el Cabildo de Montevideo que dice lo siguiente: «Conservar la salud pública es una de las principales atenciones del Magistrado: precaver cualquier accidente de contagio es un triunfo, que se consigue: impedir la peste de Viruela desoladora de nuestro continente, ha sido al presente lo que ha determinado el Gobierno con el antídoto experimentado de la Vacuna”2.

La movilización para poner en funcionamiento la vacuna también significó activar las imprentas de Montevideo donde se imprimían los instructivos de aplicación y la certificación de la misma.

El otro gran tema en política sanitaria del Proyecto Artiguista fue el mejoramiento de los hospitales de sangre, carretas enormes que llevaban camillas en su interior para media docena de heridos. Esta situación obligó a Artigas a diseñar otra estrategia para atender a los heridos de guerra y se instaló un hospital fijo en Florida. Había que pensar de cero el funcionamiento de este hospital, desde la numeración de las camas y el mobiliario, hasta protocolos de internación y externación.

Así como hubo que planificar de cero hospitales fijos de campaña, también hubo que pensar en la formación de profesionales. Artigas a partir de este momento se vincula con una serie de cirujanos en su mayoría extranjeros pero necesarios para pensar la práctica de la cirugía.

Continuando con lo formativo se fundaron escuelas en primeras letras y se impulsó la educación parroquial; en este punto, Artigas es un conocedor de la eficacia de los Jesuitas y sigue confiando en el monopolio formativo por parte de éstos.

Existe una serie de rasgos comunes en relación a los grandes emancipadores: conducir una base social heterogénea, como también saber que a medida que se avanza con la resolución de las tareas nacionales se debe ampliar la base de sustentación contemplando la cuestión nacional. En este punto, y al ser una revolución profundamente rural, Artigas debía formular un programa de reformas sociales que involucrara la cuestión del acceso a la tierra.

De esta manera, la planificación estatal vinculada a la reforma agraria se asentó en el Reglamento de Tierras, que contemplaba una organización administrativa y judicial de la provincia Oriental, un plan socio económico de distribución de tierras y fomento de la producción y un programa de restablecimiento y de adecuadas garantías del orden interno.

El programa de la Liga Artiguista se inscribe en la realización de tareas necesarias en el marco de cualquier revolución nacional. Esto da cuenta de la inmadurez de las oligarquías portuarias que se encargaron de sabotear el proceso independentista ya que su único objetivo era quedarse con la llave de la aduana y vivir del intercambio del puerto. Pero la construcción de una Nación implica planificación, intelecto, compromiso, pero sobre todo creación.

Alguna vez Perón dijo que San Martín debió edificar un Ejército de la nada y se convirtió en el mejor Ejército de América. Con Artigas sucedió algo parecido; generalmente se circunscribe su influencia a la Banda Oriental o en el mejor de los casos, se reconoce cierta ascendencia en Santa Fe o en Entre Ríos. En realidad, Artigas debió planificar la organización comunitaria sumamente extensa que comenzaba en las Misiones Orientales, se extendía por Entre Ríos, llegando en dirección norte hasta casi el Paraguay y al oeste hasta Córdoba.

Perón describía el concepto de «Nación en Armas» como una forma de movilizar y disponer por parte del Estado a todas sus fuerzas vivas a los fines de conseguir un objetivo político -cabe destacar que la finalidad de la guerra es la política-. Artigas implementó a su estilo la idea de Pueblos en Armas3, desde un Estado incipiente, con la herencia de la tradición hispano criolla en sus instituciones. A eso le agregó el conocimiento adquirido en su paso con los jesuitas; asimismo, Artigas era un hombre de frontera, entendido de la realidad directa. Esto lo ubica inmediatamente como político y militar realista que comprende las necesidades de organización y las demandas de su base social. Con todo esto, Artigas planificó una Liga extensa en la que decidió respetar autonomías, pero nunca dejó de ser la expresión de Estado fuerte.

* Sociólogo (UBA), Periodista (UAI), Maestría en Historia en proceso (UNSAM). Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano (UNLa). Docente de la UNLa y coautor del libro Introducción al Pensamiento Nacional.

NOTAS

1. REYES ABADIE, WASHINGTON; BRUSCHERA, OSCAR; MELOGNO, TABARÉ, El ciclo Artiguista. Ediciones Margarita Silberberg. Montevideo. 1973.
2. Ídem.
3. El historiador Gral. (R) Fabián Brown analiza la etapa de emancipación a partir de la teoría de Clausewitz. Sostiene al respecto: “…protagonista y observador de los conflictos napoleónicos y, particularmente, de la resistencia española de 1808 y la posterior invasión a Rusia, infirió que, en los conflictos armados de su tiempo, existía un cambio de naturaleza respecto de aquello que denominaba “la guerra de los reyes”. La nueva guerra era la lucha de los pueblos por derechos que se comenzaban a expresar en términos de una identidad nacional. En el Capítulo XXVI, denominado “La Guerra del Pueblo”, Clausewitz definía el nuevo fenómeno, sosteniendo que “…ha roto sus antiguas barreras, por consiguiente, como una expansión y un fortalecimiento de todo el proceso fermentivo que llamamos guerra…” Disponible en: http://centrougarte.unla.edu.ar/#nota70

BIBLIOGRAFIA y SUGERENCIAS


– BROWN, FABIÁN. Güemes. Disponible en Revista Allá Ité http://centrougarte.unla.edu.ar/#nota70
– GALASSO, NORBERTO, Los Malditos. Hombres y mujeres excluidos de la historia oficial de los argentinos. Buenos Aires, Editorial Madres de Plaza de Mayo, 2005.
– GALASSO, NORBERTO, Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2000.
– REYES ABADIE, WASHINGTON; BRUSCHERA, OSCAR; MELOGNO, TABARÉ, El ciclo Artiguista. Ediciones Margarita Silberberg. Montevideo. 1973.
– ROSA, JOSÉ MARÍA, (dir.) Los protagonistas. La historia de hombres y mujeres que constituyeron nuestro país, Buenos Aires, Editorial Proa, 1968.

Fuente: Revista Allá Ité

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