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Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Compartimos el siguiente trabajo titulado “José Antonio Álvarez Condarco. Un héroe olvidado”, escrito por el historiador chileno Fernando Lizama Murphy. A 167 años de su fallecimiento, la nota cuenta la historia de este poco conocido guerrero de la Independencia. De hombres y mujeres como él, hemos nacido a la libertad. Sirva el artículo para aquellos que nunca ocupan los primeros escalones ni los títulos, pero trabajan denodadamente por hacer de este suelo un lugar digno de ser vivido.

El Editor Federal

“…la presencia de este oficial es aquí rarísima, como que a su inmediata dirección giran las fábricas de pólvora y salitres, delineación de mapas topográficos y otras incumbencias no menos importantes, que absolutamente no hay otro a quien confiarlas”.

Fragmento de carta de San Martín a Pueyrredón, presentando a Álvarez Condarco

En todas las guerras existen personajes que cumplen roles secundarios y eso les impide calificar para ser integrado al panteón de los héroes. Las guerras por la independencia de los países de América del Sur tienen muchos de esos personajes injustamente olvidados.

Hoy nos vamos a referir a un tucumano genial y valiente, que tuvo una muy importante participación en la guerra por la independencia de Chile y, más indirectamente, en la del Perú. Escribiremos sobre don José Antonio Álvarez de Condarco. (Posteriormente suprimiría la preposición “de” de su apellido)

Nació en Tucumán en 1780 y de su infancia no es mucho lo que se sabe. Solo que era hijo del regidor del Cabildo de su ciudad, homónimo y de doña Gregoria Sánchez de Lamadrid. Es muy probable que en sus años de colegio haya aprendido química, lo que le resultó de mucha utilidad en su vida profesional y tal vez ya en esta época haya sobresalido por su prodigiosa memoria visual, como se verá, característica importante para su futuro y el de la Independencia de Chile

En 1810, establecido en Buenos Aires, decide que sus simpatías están al lado de los patriotas de Mayo y asume algunos compromisos en una de las corrientes que intentan dirigir los ánimos independentistas de los habitantes del Río de la Plata.  Es en esas instancias donde se le encomienda su primera misión a Chile: mediar, para unificar criterios y directrices, entre las distintas facciones que luchan por la independencia del país.

En Chile ya existía un marcado espíritu por zafarse del yugo español, no así en el Perú, donde, quizás por la cercana presencia del virrey, se sentían más leales a la corona. Hasta allá viaja Álvarez Condarco con el ánimo de insuflar energías libertarias en la capital del virreinato. No solo no lo consigue sino que además es hecho prisionero en varias oportunidades, temiendo incluso por su vida. Por fortuna logra fugarse de prisión y retornar a su país.

Es difícil evaluar si sus misiones tuvieron éxito. Con la perspectiva del tiempo, es más fácil decir que fueron un fracaso. En Chile, O´Higgins y Carrera, salvo en contadas excepciones, no lograron ponerse de acuerdo y al parecer en el Perú tampoco sus palabras cayeron en tierra fértil. En 1812 está de regreso en Tucumán, donde se integra a la Logia Lautarina o Logia Lautaro, una organización secreta a cuyo alero se unieron los jefes de casi todos los movimientos libertarios de Sudamérica.

Incorporado al ejército de su país como oficial de Artillería y en vista de sus conocimientos de química aplicada a la fabricación de explosivos, es nombrado director de la recién fundada fábrica de municiones de Córdoba.

En 1813 regresa a Chile, ahora formando parte del contingente que acompaña al coronel Juan Gregorio de Las Heras que cruza la cordillera con la misión de apoyar a los chilenos en su combate contra las tropas virreinales, lo que no consigue evitar que O´Higgins sea derrotado en Rancagua, obligándolo a buscar refugio en Argentina.

Antes de que eso ocurriese, Álvarez Condarco ha regresado a su país llevando varias cartas que desde Chile envían sus agentes a José de San Martín, a quien le cae en gracia este hombre, más aún al conocer sus capacidades como experto en explosivos. Decide retenerlo a su lado.

La primera misión que le encomienda es ponerse a cargo de la fabricación de pólvora en los arsenales ubicados en El Plumerillo, cercano a Mendoza, con instrucciones expresas de que nadie, ni siquiera el mismo general, puede ingresar al recinto sin la autorización de Álvarez y vistiendo en forma adecuada, es decir, sin portar ningún elemento que pudiese provocar una chispa.

Cuenta la historia que San Martín quiso entrar una noche al polvorín y el guardia no se lo permitió, por instrucciones expresas del encargado. Pese al malestar inicial que la decisión del subalterno le produjo, al día siguiente, frente a todo el ejército formado, destacó la decisión del custodio y de su superior para hacer cumplir sus instrucciones.

Desde ahí en adelante José Antonio Álvarez Condarco se convirtió en uno de los asesores más cercanos a San Martín. Fue tanta esa cercanía, que el prócer lo eligió para padrino de su hija Mercedes.

Pronto lo envió a Buenos Aires con la delicada misión de entregar a Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas de la Plata, la lista de los elementos que se requerían para el Ejército Libertador. Posteriormente le encomendó distintas tareas hasta que, en 1816, cuando se acercaba el momento decisivo, lo envió nuevamente a Chile, esta vez con la misión de entregar al gobernador Casimiro Marcó del Pont, una copia oficial del acta de la independencia de las Provincias Unidas de la Plata, la que no es bien recibida por el destinatario, que en algún momento piensa fusilar al mensajero, pero luego se arrepiente y lo envía de regreso.

Todo sale como lo planeó San Martín, que en realidad, apoyándose en la prodigiosa memoria visual de Álvarez, su verdadero encargo era que memorizase los accidentes que existen en las rutas que deberá seguir el Ejército Libertador al cruzar el macizo andino.

El viaje de ida José Antonio lo realiza por el Paso de Los Patos, a la altura de San Juan y el regreso, expulsado por Marcó del Pont, lo hace por Uspallata. Esto le permite dibujar los mapas correspondientes a las dos vías principales que se utilizaron en la travesía, individualizando los accidentes geográficos de los caminos más importantes que transitarán las tropas en el viaje decisivo.

El cruce del Ejército Libertador está considerado como la más extraordinaria hazaña de la historia militar americana. Entre enero y febrero de 1817 por seis pasos, distantes 800 kilómetros entre el de más al norte con el de más al sur, cruzaron Los Andes 4.300 soldados,(algunas versiones hablan de 5.400 combatientes, más 710 esclavos negros, liberados a cambio de formar parte del ejército), unos centenares de obreros que iban despejando la ruta, más 1.500 caballos, varios millares de mulas (muchas de las cuales pasaron a ser parte de la alimentación) tirando carros con raciones, portando cajas con municiones, cureñas y todo lo necesario para combatir a un enemigo preparado y fresco para recibirlos en Chacabuco, batalla que se desarrolló el 12 de febrero de ese año y que significó el primer triunfo para la consolidación de la independencia de Chile.

En esta contienda José Antonio Álvarez Condarco fue uno de los ayudantes de campo de San Martín, con el grado de Sargento Mayor.

Pero después de la derrota los realistas se reagruparon y se dirigieron a Talcahuano, donde se hicieron fuertes a la espera de refuerzos que deberían llegar desde el Perú y España. Durante un año consiguieron detener los constantes embates de las tropas chileno-argentinas que intentaban dar el golpe de gracia.

Cuando el ejército realista se reforzó, los patriotas, inferiores en número, se vieron obligados a replegarse hacia el norte, siendo sorprendidos en la Batalla de Cancha Rayada (Talca), el 19 de marzo de 1818, en la que fue herido en un brazo Bernardo O´Higgins.

Esta derrota obligó a continuar retrocediendo hacia Santiago, donde las fuerzas lograron reunirse para enfrentar a los realistas en la decisiva Batalla de Maipú, que significó el fin del gobierno de la corona española en Chile. En esta gesta también estuvo presente, junto a San Martín, Álvarez Condarco.

Luego de recuperado el control del país, se inició el proceso de ordenarlo y uno de los compromisos adquiridos por O´Higgins con San Martín, fue continuar juntos hasta lograr la independencia del Perú, vieja meta del cuyano que, pese a varios intentos por tierra, no había conseguido. Ahora la idea era intentarlo por mar. Pero la naciente república carecía de naves lo que obligaba a adquirirlas de alguna manera, pese a que los recursos económicos eran escasos, por no decir casi inexistentes.

Para la misión de conseguir barcos y tripulantes ambos líderes resolvieron que la persona más idónea era José Antonio Álvarez Condarco, que debería viajar a Inglaterra en busca de los elementos y personas requeridas.

A comienzos de 1818 San Martín regresó a las Provincias Unidas de la Plata con el ánimo de informar a su gobierno de los detalles de la reconquista y traer recursos frescos. Álvarez Condarco permaneció en Chile apoyando la gestión de O´Higgins, a la espera de las instrucciones que le llegarían desde allende Los Andes.

San Martín, sabiendo que si el enviado viajaba por mar corría un serio peligro de ser capturado por naves españolas que surcaban el océano sin oposición, decidió que se reuniera con él en Mendoza para continuar viaje hasta Buenos Aires y desde ahí embarcarse hacia Londres, lo que ocurrió en mayo de 1818.

Aquí se inicia el enorme servicio que este tucumano prestó a la causa libertaria de América, especialmente a Chile y al Perú. Pese a que no hay datos oficiales, el historiador Diego Barros Arana estima que Álvarez no llevaba más de unos $ 30.000.- de la época, cifra a todas luces insuficiente para completar su misión, pero a cambio debía conseguir las naves y a sus tripulantes, cuyos importes y salarios serían pagados una vez que arribasen a Chile.

En los tiempos actuales resulta difícil de creer que alguien aceptara esas condiciones comerciales, pero al parecer el enviado tenía, además de sus otras capacidades, el don de la persuasión, porque no solo consiguió los objetivos buscados, sino que además logró que el connotado marino inglés Lord Thomas Alexander Cochrane aceptase viajar a Chile para organizar su armada y guiarla hacia la victoria contra los españoles del Perú.

Cochrane no fue el único que viajó, también lo hicieron otros marinos y soldados que habían luchado en las Guerras Napoleónicas y que se encontraban sin trabajo en Europa.

Una vez conseguido su objetivo, Álvarez Condarco no regresó de inmediato a América y permaneció en el Viejo Continente hasta 1825. En Inglaterra contrajo matrimonio con Juana Dudding Pidefil de cuyo matrimonio nacieron tres hijos. Y desde entonces la vida de este prócer se convierte en un rompecabezas de piezas dispersas que al parecer los historiadores nunca lograron armar.

Se sabe que en Inglaterra se dedica a impartir clases de química, matemáticas, e ingeniería, para luego viajar de regreso a América. En Chile ya no estaba O´Higgins, exiliado en Perú desde 1823, ni San Martín en Argentina, radicado en Europa desde 1822. Por otra parte se dice que sus hijos fueron educados, los primeros años, en Inglaterra. Clara, la hija mayor, nace en 1825 por lo que, si se educó en ese país, no pudo viajar con su padre. ¿Permanecieron su mujer y sus hijos en el viejo continente por varios años más? Se sabe que Clara hablaba inglés perfectamente.

En el resto de Sudamérica hay rastros de su presencia en Bolivia, donde ejerce como ingeniero. Luego pasa a Mendoza y desde ahí a Chile, donde trabaja como profesor de matemáticas. Al parecer regresa nuevamente a la Argentina residiendo hasta 1839, año en el que debe salir del país, perseguido por oponerse al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Retorna a Chile junto a su familia, donde lo nombran jefe del Departamento de Ingenieros y Caminos de la República. No se sabe hasta cuándo ejerce esta función.

Curiosamente en esa época se destaca su hija mayor, Clara (1825-1865) por sus inquietudes intelectuales que le permiten codearse con los personajes más destacados de la época como Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y otros. Se convierte en colaboradora habitual en “El Mercurio” de Valparaíso, tanto por sus traducciones como por sus aportes literarios.

Se comenta que hacia 1840, cuando la niña tenía quince años, la conoce el pintor Mauricio Rugendas, que se enamora de ella, usándola como modelo para algunos bocetos, sin que nunca la pintase en una obra más definitiva. También se atribuye a Rugendas un óleo de Juana Dudding, la esposa de Álvarez Condarco, cuyo original no ha podido ser encontrado para acreditar la verdadera autoría.

Por eso, si su hija alternaba en tertulias con lo más granado de la sociedad intelectual de la época, además de escribir en “El Mercurio”, resulta difícil de comprender que José Antonio Álvarez Condarco falleciera en Santiago de Chile el 17 de diciembre de 1855, en la más completa miseria.  Tanto así que sus amigos debieron hacer una colecta para pagar el funeral en el Cementerio General.

¿Qué ocurrió con su familia para que su final fuese ese? ¿Qué ocurrió con las autoridades chilenas para que lo relegasen de esa forma? Y sus amigos ¿por qué aparecieron solo para hacer una colecta y no lo ayudaron en vida? ¿Qué hizo él con su vida, que lo llevó a tan dramático final? Al parecer, la historia no tiene las respuestas a estas interrogantes

Lo que sí se sabe, y es el triste corolario de esta historia, es que hacia 1970 Argentina intentó repatriar los restos del prócer para sepultarlo en el panteón de los héroes. Desde el cementerio General de Santiago respondieron que era imposible porque cuando se cumplió un siglo desde su sepultación, el cuerpo fue removido pues durante mucho tiempo nadie lo visitó, ni se preocupó por mantener la tumba que se encontraba en muy malas condiciones. La razón esgrimida por la administración del camposanto para justificar su medida se resume en una palabra: abandono.

Hoy algunas calles, nombres de escuelas y otros sitios públicos honran la memoria de este hombre que tanto hizo por la independencia de Chile, Argentina y del Perú, que en su época cayó en un injustificado olvido.

Talca, septiembre 2022

Bibliografía

Barros Arana, Diego. Historia General de Chile, Tomo XI, pág. 87. Editorial Universitaria, Santiago de Chile.

Pignatelli, Adrián. La increíble epopeya del cruce de los Andes: 5 mil hombres guiados por un jefe dispuesto a todo por la libertad. Infobae.com:  https://www.infobae.com/sociedad/2021/01/17/la-increible-epopeya-del-cruce-de-los-andes-5-mil-hombres-guiados-por-un-jefe-dispuesto-a-todo-por-la-libertad/

Lazzari, Eduardo. José Antonio Álvarez de Condarco: los ojos y la memoria de la revolución americana. Ver: Nuevos papeles: https://www.nuevospapeles.com/nota/18009-jose-antonio-alvarez-de-condarco-los-ojos-y-la-memoria-de-la-revolucion-americana

En este enlace es posible ver un breve video recordando una de las hazañas de Álvarez Condarco: https://www.youtube.com/watch?v=vD4pbFaFdq0

Fuente: Portal personal del autor.

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