La sequía es mala. Muy mala. Hizo desastres. Pero no todo es tan lineal. Sin embargo hay propuesta de solución: ¿cómo se ve comiendo pollo para toda la cosecha?
Redacción
Analizar integralmente los problemas de la cadena vacuna, el stock ganadero actual y el promedio de los últimos 50 años; más el consumo interno y las reyertas Campo-Gobierno de turno, son ejes propios de una saga de 3 o 4 libros. Hay mucho por decir. Trasciende unas pocas líneas periodísticas.
Tampoco hay que obviar el tema de la sequía de los últimos tres años como tampoco el desmembramiento del rodeo nacional entre 2012 y 2019; como tampoco las eternas carencias de la infraestructura para la cadena bovina que todos los actores reclaman, pero nadie quiere financiar. En estas dos cosas, hay tela para dos libros más.
Así las cosas, desde la provincia de Chaco un sector de los ganaderos se manifestó en los medios de la región. Entre una serie de argumentos – todos, siempre – negativos pero a su favor, expusieron una breve caracterización de la situación y alguna propuesta.
Los referentes de entidades rurales, que a la vez participan de la Mesa de Enlace en esa región, explicaron a un matutino chaqueño que el stock ganadero se verá afectado tanto este año como el venidero, a partir de la liquidación de terneros y el “alivianamiento” de los campos.
Para quienes no están está habituados a la jerga de la actividad, eso significa: el envío de terneros a otras provincias para engorde, mayor proporción de envíos a faena, y también venta de vacas – y por ende, vientres -. Lo que supuestamente quedó disponible, son una cantidad de madres que los campos o los productores puedan soportar, dadas las escasas o nulas pasturas.
Es cierto que la sequía trajo pérdidas varias. Las más destacadas fueron la pérdida de kilos por alimentación insuficiente. Por lo tanto, los kilos faenados o enviados a engorde, en promedio, eran significativamente menores a los de años anteriores. También, la muerte de terneros por falta de agua y poca alimentación. Otro factor, son las vacas madres “vacías”, sea porque las condiciones alimentarias impidieron el servicio; o bien, los abortos por condiciones de sanidad.
Todos esos factores implican pérdida de cabezas y pérdida de kilos. Es decir, las dos principales variables para cuantificar la dimensión de la cadena bovina.
Este panorama, teniendo en cuenta los próximos nacimientos, dejaran incluso, una situación delicada para 2024, porque el rodeo se ha reducido significativamente. Sin embargo, son las propias voces de la actividad de esa región los que cuentan que el “stock provincial no ha crecido en los últimos 10 años”.
De allí que exista una importante capacidad ociosa en materia de faena y plantas frigoríficas; lo cual se completa con la poca rentabilidad que deja la actividad en términos generales.
Una de las propuestas que manifestaron representantes de la Federación Chaqueña de Asociaciones Rurales (FeChaSoRu), es que la cadena debe apuntar a la exportación dado que será lo que salvará a la ganadería argentina. En este esquema, mientras las ventas externas de carne vacuna se realizan con una estructura de precios “competitiva”, para el mercado interno se deberá abastecer con “carnes sustitutas, como cerdo, pollo y también el ovino y caprino”.
Bajo la excusa que la ganadería de carnes sustitutas además de agregar valor a las regiones productivas específicas por fuera de la producción bovina, permitirá al productor ganadero planificar mejor su rodeo vacuno. Al no tener que “liquidar” anticipadamente novillos, podrían reservarlos para engorde, que sean más pesados; y por ende, con mayor precio de venta al exterior.
O sea, el pueblo argentino, deberá adoptar una dieta propia de países granjeros, sin desarrollo de ganado vacuno, de cara a que un puñado de ganaderos hagan negocios afuera con el pasto argentino.
Que el lector no se alarme. Este disparate no es nuevo. Lo han planteado otras veces y en otras épocas del país. Sucede que siempre se había tratado de un “pelotazo al aire”, que rara vez trascendía hacia la esfera pública.
Desde hace al menos dos años – desde la salida de la pandemia -, esta propuesta de los principales actores de la cadena bovina ha sido recurrente y va ganando metros. Mientras tanto, el Gobierno deja hacer.
Si la postura se impone, traerá dólares al país. El ganadero embolsillará y la caja fiscal también. El ganadero se hará más fuerte políticamente y el Gobierno cumplirá con los acreedores externos. No hay que ser muy inteligente para saber que será un conflicto que irá escalando en un espiral ascendente.
Mientras tanto, las familias argentinas, lo más cercano que verán a la carne será el pollo. Igual que ahora, pero mucho más caro. Porque la demanda de pollo crecerá y la cadena no está preparada para un aumento exponencial de mercado. Nunca olviden que una cosa es pensar una cadena productiva como complemento de otra, y por lo tanto, caminar más o menos a la par; y la otra es transformarse de la noche a la mañana en sustituta o reemplazante de lo anterior.
Son dos esquemas de negocio distintos; y dos formas de organizar el “todo” del proceso productivo. Mientras tanto, las vaquitas serán más ajenas que nunca.
Fuente: Diario Norte / Archivo