Un “bastón” de plástico para el Mariscal

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Una solución que se convirtió en un problema. Una herramienta que oportunamente resolvió costos y procesos de trabajo en las zonas de producción agropecuaria, hoy es un factor fundamental de un modelo geopolítico perjudicial para Argentina.

Por Pablo Casals

Se supone que las soluciones vienen al mundo para resolver problemas y no para generarlos. Sin embargo, y aunque parezca ilógico o inexplicable, son cosas que pasan; y Argentina volverá incursionar en la variante. ¿Cuál es la nueva? Transferirle la tecnología de los silobolsas a los brasileños, como “gran solución gran” al problema de falta de infraestructura de acopio de cercanía en Mato Grosso.

El silobolsa es un invento argentino. Su objetivo inicial era el de generar un instrumento para poder almacenar forraje – alimento animal – en buenas condiciones, principalmente en establecimientos que no tuvieran unidades de almacenamiento, o bien en zonas del país donde el factor climático era directamente un impedimento para hacerlo.

Entonces había un problema – permanente o transitorio -, y había que buscarle una solución conveniente, barata y que no le complicara la vida al productor de bolsillo flaco. Porque si se trataba de una empresa o un gran productor, a este le convenía hacer directamente una planta de almacenamiento para su propia mercadería, y captar también la de sus vecinos a cambio de unos pesos.

Así, en la década del ’90, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTA) junto a un grupo de pequeñas firmas y “emprendedores” agrícolas idearon un silo de plástico, adaptable a la necesidad del productor, resistente a la intemperie, impermeable, fácil de manipular, barato y eficiente. Con el mantenimiento mínimo, el silobolsa garantiza el mantenimiento de la mercadería en perfecto estado durante 24 meses.

Según algunos productores consultados, después de ese lapso, el grano va perdiendo calidad por diferentes factores, pero a menos que la bolsa tenga filtraciones y el grano se pudra, la mercadería “aguanta” hasta 7 años. La pérdida de calidad, se compensa mezclando la mercadería vieja con la nueva, tras una o dos pasadas de acondicionamiento. Así, si bien se resigna un poco de rentabilidad con la porción de grano “nuevo” utilizada para mezclar; se recupera valor al “levantarle” el precio a la más antigua.

Lógicamente, es raro que la producción permanezca tanto tiempo almacenada, dada la permanente tensión que existe entre el sector productor, el exportador, la industria y los Gobiernos. Sin embargo, esa potencialidad de reserva, forma parte de la “espalda” intangible para el fisco de quienes especulan con la venta o acumulación de la producción.

El lector no familiarizado con estos temas se preguntará sobre cómo es posible que eso suceda. La respuesta es simple: al mismo tiempo que el Estado abandonó el ejercicio de producir o de participar como actor del comercio exterior, se creó el silobolsa… y “calzó justo”. Al vaciamiento de la actividad estatal, se le sumo el “almacenamiento virtual” en bolsas.

Hoy que la práctica está tan inmersa en el mundo agropecuario, pretender combatirla sería una pérdida de tiempo. Es mejor hacerla jugar a favor, y generar las condiciones para que esa mercadería sea industrializada en establecimientos de cercanía.

Imagine usted que cada silobolsa que usted puede observar desde la ruta (y ni le cuento lo que hay tierra adentro), posee aproximadamente un estándar de 60 metros de longitud y entre 2,5 o 2,8 metros de diámetro. Bien cargados e infladitos contienen aproximadamente 200 toneladas; es decir 7 camiones o 4 vagones de tren. Calcule al promedio de toneladas por hectárea de soja, en años sin sequía, lo que entra en un silobolsa equivale a la producción de 50/55 hectáreas aproximadamente.

Entonces el silobolsa, aquello que apareció como una solución, se convirtió en un instrumento de especulación comercial y productiva.

¿Por qué hablar de esto ahora?

Porque como parte de las buenas migas con Brasil, y todo el tachín tachín de Lula Da Silva “bueno” -Bolsonaro “malo”, y la “firme convicción con diálogo, con confianza, y con turismo” del Embajador Scioli; Argentina se está convirtiendo cada vez más en un proveedor barato y no complementario de Brasil en materia energética y agropecuaria.

Hemos hablado ya bastante del gasoducto “Kirchner” desde Vaca Muerta, con provisión de alta capacidad hacia el complejo industrial de Sao Paulo.

Pero ahora IPESA en conjunto con el INTA, promoverán el uso intensivo de este instrumento. IPESA, la empresa que “mejor” desarrollo le dio al silobolsa y las mantas, desde aquél lanzamiento al mercado en los 60/70’s de la manta “Parvón” compuesta de denominado “agrotileno”; y que durante los ’90, la firma fue una de las mayores desarrolladoras del silobolsa; pasado el 2002/2003, se expandió hacia Brasil.

Algo lógico: nuestro hermano país cuadruplica la capacidad de producción agropecuaria de Argentina; sus distancias logísticas son más grandes y difíciles de cubrir, y su capacidad de acopio, almacenaje y acondicionamiento, es proporcionalmente menor a la nuestra. Por lo tanto, la inserción masiva del silobolsa les viene fenómeno para la conservación y circulación barata de la producción.

Una parte importante de la planificación brasileña para el incremento de producción, y pasar de los casi 300 millones de toneladas actuales a 500 millones para 2050, incluye como instrumento fundamental al silobolsa. La ampliación se du “frontera agropecuaria” hacia la selva amazónica y fundamentalmente hacia el sudoeste; conjuga al Mato Grosso, con Paraguay y el departamento boliviano de Santa Cruz de la Sierra. Un vergel, con potencialidad productiva extraordinaria, pero sin infraestructura. Entonces, allí estará el silobolsa para resolver el problema.

Esto será un magnífico negocio para IPESA do Brasil, y le dará mayor “prestigio” del que ya tiene el INTA en el ambiente global del agronegocio. Pero más allá del rol argentino en el liderazgo regional de Brasil, el gran negocio para IPESA es contraproducente para nuestro país.

¿Por qué? Simple. Si bien no significa un gran escollo en términos económicos montar puertos secos o plantas de almacenamiento estático repartidas por los nuevos territorios ganados para la agricultura, para las grandes empresas que intervienen en el sector de la agroexportación sí les significa tiempo.  Entonces el silobolsa les permite ahorrarse ese tiempo y por ende dinero en infraestructura, para sólo pensar en cómo llevar los graneles a puerto, sea por el Atlántico, sea por el Pacífico, o sea por la cuenca del Plata.

Por lo tanto, Argentina, Paraguay y Bolivia prestarán servicio logístico a la gran factoría de producción agropecuaria en que se pretende transformar Brasil de aquí a un cuarto de siglo, y donde algo tan insignificante en apariencia como el silobolsa, tendrá un rol estratégico fundamental: baja inversión, velocidad, eficiencia probada a mediano plazo, y movilidad.

Argentina quedará prácticamente cercado en términos geopolíticas, de cara poder volver a desarrollar la matriz industrial en forma equitativa en todo el territorio. La hoy denominada “zona núcleo”, se extenderá hacia el “Norte Grande”, abandonando completamente la proyección marítima y Antártica.

Un tiro en el pie llamado transferencia tecnológica. Un “bastón” de plástico para el Mariscal.

Fuente: INTA / Gobierno nacional / IPESA / Agencia Brasil

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