Fiel a los objetivos que motivaron su creación la Agencia Internacional de Energía (AIE) volvió a manifestar su interés por las potencialidades de generación que posee Nuestra América. El foco no está puesto en el desarrollo de nuestras naciones, sino en apoderarse de sus fuentes de energía.
Redacción
A través de un informe publicado la semana pasada, la Agencia Internacional de Energía (AIE), aseguró que América latina y el caribe poseen vastos recursos y credenciales sólidas en energía limpia para impulsar un sistema energético mundial más seguro y sostenible.
Entre las consideraciones expuestas, el documento afirma que solamente en el plano hidroeléctrico se genera el 60% de la energía de la región, lo cual significa el doble de la media mundial. Dice el informe que Brasil, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Venezuela obtienen de fuentes renovables entre 80 y 100 % de la electricidad que consumen. Al tiempo que Argentina, Brasil, Chile y México tienen los mejores recursos eólicos y solares del mundo, y la región posee cerca de 15 % de los recursos mundiales de petróleo y gas natural.
Ampliando detalles, el documento posa la mirada en la riqueza mineral, y considera que la región estratégica en la producción de minerales que son componentes esenciales en muchas de las tecnologías de energía limpia de rápido crecimiento, con alrededor de la mitad de las reservas mundiales de litio, y más de un tercio de las de cobre y plata.
Recordemos quiénes son los países de la AIE y cuál es su razón de existir. Fue creada en 1973, a raíz de la denominada crisis del petróleo movilizada por los países árabes en ese año – que dio nacimiento a la OPEP-, y su objetivo principal es simple y concreto: tiene la finalidad de asegurar energía confiable, adquirible y limpia a sus países miembros.
Los países que la integran, son al mismo tiempo los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y en su mayoría consumidores netos de hidrocarburos. Sus intervenciones geopolíticas más renombradas y de cara a garantizar su propio abastecimiento de combustibles han sido las operaciones militares en el Golfo Pérsico de 1991, la invasión a Libia en 2011; y anteriormente las posturas que impactaron fuertemente en el mercado internacional energético tras el huracán Katrina, que ocasionó cuantiosos daños en el Golfo de México, con especial impacto en Estados Unidos.
Los países que la conducen, son los mismos que comandan OTAN y el G7; es decir: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Canadá, Corea del Sur, Bélgica, Holanda, España, Portugal, Turquía, Grecia, entre otros.
Solamente México forma parte del organismo en cuanto a países de Nuestra América; Chile y Colombia están gestionando su incorporación; al igual que el Estado de Israel.
Dado que la intención fundante de la AIE es apropiarse, administrar y disponer de los combustibles fósiles a nivel planetario, así como se desarman en elogios con nuestros países, también son contundentes en las críticas, de cara a lograr mayores alineamientos.
Por ejemplo, el informe titulado “Perspectivas energéticas de América Latina 2023”, afirma que existe una “brecha sustancial” en la aplicación de políticas necesarias para la transición energética, con avances limitados y uso continuado de combustibles fósiles para satisfacer gran parte de sus necesidades de energía, especialmente para el transporte terrestre. Y sentencian que “eso” sucede, “a pesar de que 16 de los 33 países de la región se han comprometido a alcanzar las emisiones netas cero (de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, CO2) a mediados de siglo o antes, como ha propuesto la serie de conferencias sobre el cambio climático de las Naciones Unidas”.
En criollo, pretenden que Nuestra América se abastezca de energía solar, eólica e hidroeléctrica mediante tecnología y obras planificadas por los países miembros de la AIE; al tiempo que pretenden explotar, administrar y disponer del recurso hidrocarburífero que nuestro continente posee en abundancia.
De hecho, aportan algunos datos que confirman su sesgo. El informe asegura que si la región cumpliese los compromisos asumidos en materia de emisiones, “vería que las energías renovables satisfacen toda la nueva demanda energética de esta década”; además que nuestros países podrían las exportaciones petroleras en “dos millones de barriles al día para 2030, diversificando el suministro mundial y aumentando sus ingresos”.
Insiste además sobre los “recursos renovables competitivos”, y que nuestros países deben impulsar la producción de hidrógeno de bajo costo y bajas emisiones, que puede contribuir a descarbonizar la industria pesada y el transporte de mercancías a escala nacional e internacional. También, los biocombustibles aumentarían en su proporción, y los “ingresos a largo plazo procedentes de minerales críticos se duplicarían hasta llegar a casi 200.000 millones de dólares, superando a los de los combustibles fósiles”.
Creemos que no hace falta aclarar que las tecnologías, obras y empresas explotadoras de todas esas maravillas, deben hacerse con las pertenecientes a los países de la OCDE y la AIE. Ellos son los que pueden “garantizar el estándar de calidad y eficiencia”.
El informe es extenso y gira permanentemente en las “faltas” que América latina y el caribe comenten a los tratados internacionales respecto de las emisiones de carbono que los propios países miembros de la AIE no están dispuestos a cumplir.
No se trata de una hipocresía rayana en la candidez. Se trata de un mensaje claro al mundo no industrializado. Las energías de base, petróleo, gas, hidroeléctricas, nuclear, son las que permiten además de generar “cantidad”, traen consigo la “potencia”. En base a esta última, se pueden desarrollar las infraestructuras industriales pesadas y medianas, que garantizan a los países el agregado de valor a sus materias primas, y la generación más empleo y mejor remunerado para sus poblaciones.
Lógicamente, aquél países que alcanza determinado grado de desarrollo, deja de depender de las importaciones provenientes de los otros países de igual condición, hoy nucleados en la OCDE y la AIE.
Si bien los efectos del cambio climático existen y la emisión de carbono también, no son nuestros países los responsables del desequilibrio actual en la materia. Por lo tanto, no deben “pagar el pato” de lo realizado por casi dos siglos por las potencias industriales enumeradas párrafos arriba.
Nuestra América posee recursos suficientes en materia energética para el mejor de los desarrollos industriales autónomos. Existe además, experiencia suficiente como para no replicar los modelos contaminantes de décadas y siglos anteriores.
Lo que necesitamos es disponer soberanamente de los recursos naturales y las fuentes de energía. Eso es justamente los que la AIE nos viene a decir con ese informe.
El imperialismo es así. No hay que darle muchas vueltas.
Fuente: AIE / Pressenza