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En general, las exportaciones de las economías regionales, han descendido en número pero aumentado en precio gracias al “dólar soja” que las incluyó en abril. Eso encareció los productos en el mercado interno, y puso a la Argentina en un escalón un poco más arriba de la división internacional entre el hambre y la saciedad.

Redacción

La nueva edición del denominado Programa de Incremento Exportador (PIE), más conocido como “dólar soja”, trascendió la cadena de la oleaginosa para llevar el tipo de cambio diferencial a las economías regionales.

Estos sectores económicos, son cadenas de valor que cuentan con un precio por tonelada exportada que duplica el valor promedio de exportación de los commodities que vende Argentina al mundo. Si bien varias de ellas poseen lugares de liderazgo mundial, al mismo tiempo no son sistemas productivos de escala global, lo cual dificulta su poder de negociación a nivel internacional.

Las denominadas “economías regionales”, que supieron nuclear el 20% de las exportaciones del agro a principios de siglo, hoy apenas superan el 13% sufriendo una abrupta caída en el último lustro. Conforman complejos productivos que abastecen tanto el mercado interno como el externo. Su actor promedio es el pequeño y mediano productor, y según las estadísticas oficiales, del universo del complejo agropecuario, la mayor cantidad de empleo provienen de aquí: un millón.

Un balance del segundo trimestre

La inclusión en el dólar soja de los complejos regionales se produjo oficialmente en abril pasado. Las mercaderías contempladas en el programa fueron todas las que derivan de las actividades vitivinícola, olivícola, apícola, pesquera, forestoindustrial, lanera, como también de la producción de legumbres, ajo, té, maní, tabaco, limón, frutas –tales como la cereza, la ciruela y el arándano– y productos especiales que se destinan al mercado externo casi con exclusividad como el maíz pisingallo.

Pero también se contempló la inclusión de productos derivados de las cadenas de manzana, pera, naranja, mandarina, pomelo, arroz, kiwi, cebolla, y otras producciones con mayor relevancia a nivel local, como aceites esenciales, quinoa, lino, coriandro, orégano, pimiento para pimentón, manzanilla y árboles, arbustos y matas, de frutas o de otros frutos comestibles, incluso injertados.

Pasado el segundo trimestre del año y el primero de inclusión de estos sectores en el valor diferencial del tipo de cambio, se pueden hacer balances parciales que nos ayuden a pensar lo que viene para el segundo semestre.

Por ejemplo, la pesca, encabezó las exportaciones concentrando el 15,7%; seguida por los productos lácteos con un 13,6% -solamente esta cadena, vendió al mundo en 2022, productos por 1.675 millones de dólares.

El tercer lugar, lo ocupa un complejo productivo que para el mundillo empresario y la estadística oficial, perdió estándar de “commodity” y pasó a ser “economía regional”: la cebada. Si bien acapara en sí misma un tercio de las toneladas exportadas por el segmento, el pesto en el podio está basado en dólares obtenidos por ventas.

Luego viene el maní, del cual el 90% se industrializa en la provincia de Córdoba, lo que lo transforma en una economía regional sumamente importante para dicha jurisdicción. Argentina se ha consolidado como el primer exportador mundial de maní de calidad.

En quinto lugar, se ubica la vitivinicultura, que durante el 2022 exportó alrededor de U$S 998 millones. Los principales destinos de exportación del vino argentino son Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Canadá y Países Bajos.

El resto de las exportaciones nacionales como el limón, el té, las legumbres y algunas frutas, poseen de una alta inserción internacional con amplias capacidades de aumentar sus colocaciones. El Estado argentino ha trabajado desde sus cuerpos diplomáticos para ampliar los horizontes comerciales. Los productos nacionales están insertos en el mundo prácticamente si valor agregado y con el prestigio natural que nos caracteriza.

Eso es bueno, de cara a el “qué dirán” internacional. Los argentinos quedamos bien parados en términos ambientales. Somos buenos, bonitos y baratos para el mundo; y ruínes, caros y feos para el mercado interno.

Salvo la cebolla, el 90% de estos productos tan elogiados en el mundo, no son ingeridos por nuestros niños. El dólar soja es la llave justificadora, de la división internacional del hambre y la saciedad.

Fuente: MEcoN / BCR / Agroclave.

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