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El cuento de “La buena leche”

El pasado miércoles, el Gobierno nacional anunció medidas para la cadena láctea. La intención es la de “compensar” la alta dependencia del factor externo por la caída del precio internacional y el aumento de los insumos de la actividad. Los tamberos, al fin y al cabo, son el pato de la boda.

Redacción

Para remendar parte del disparate de utilizar tipos de cambios fijos para determinados commodities exportables como la soja y el maíz, pero que al mismo tiempo son insumo básico para algunas cadenas de valor agropecuario como la láctea, el miércoles, el “superministro” de Economía, candidato a Presidente y mandatario real en funciones tras la abdicación de la dupla “Fe-Fe”, Sergio Massa, anunció una serie de medidas para el sector.

Así, el funcionario anunció la suspensión del cobro de retenciones por noventa días para los productos lácteos, el aumento de 20 % en la cuota del Programa “Impulso Tambero” y la extensión del mismo hasta el 31 de diciembre. A cambio – siempre hay algo por trocar -, el ministro pidió congelar los precios de los productos por tres meses y mantener la rentabilidad de los tamberos, implicando – según dijo – “una inversión superior a 10.000 millones de pesos por parte del Estado”.

Antes de continuar, hay que hacer una observación que nuevamente pareciera que no se tiene en cuenta. Más allá de que Massa también anunció que los productos lácteos tendrán un tope mensual de incremento del 5% en el marco del programa Precios Justos, debe decirse que la actividad láctea está ampliamente concentrada a no más de 5 empresas procesadoras. El resto debe volcarse a quesos o a fraccionamiento de leche a escala prácticamente local – lo cual no está mal sino todo lo contrario -. Por lo tanto, las “chicas” están al margen de los circuitos de consumo masivo o de los volúmenes de exportación de la cadena.

Asimismo, los precios al público no los “ponen” los tamberos, sino que lo hacen las grandes fábricas y las cadenas de distribución y comercialización. Exigirle al tambo que no traslade costos para que no aumenten los precios al consumidor final en el contexto reinante, es cuando menos tomarle el pelo; o bien dar continuidad disfrazada al libre albedrio de los intermediarios y supermercados. La familia que compra leche, quesos o manteca acude al punto de venta urbano. Son ínfimamente escasos en proporción los que retiran leche del tambo.

Pero continuemos…

Según Massa, las medidas fueron tomadas para “compensar” el aumento de costos de producción que le acarreó a la actividad la dolarización interna de los insumos básicos como el forraje, productos de aplicación sanitaria, combustibles y energía.

Por otro lado, el propio ministro mencionó lo siguiente: “la caída internacional del precio de la leche en polvo está golpeando a la industria, que además tiene un nivel muy importante en términos de generación de empleo en algunas localidades de la provincia de Santa Fe”.

El desbarajuste interno que se dio a partir de ese factor externo, fue que para la producción el costo en dólares aumentó – y en pesos ni les cuento -; para vender en el mercado interno el precio es el mismo o mayor que en momentos de frenesí exportador; pero para los eslabones ligados a la venta externa de leche en polvo el volumen de ingresos bajó, y sin embargo, no quieren perder tasa de rentabilidad. Por lo tanto, producir leche es cada vez más caro al tiempo que se paga cada vez menos.

Previo a los anuncios lo que habían puesto el grito en el cielo fueron los referentes de CONINAGRO. Estos venían reclamando un “dólar leche” que no les fue concedido – por suerte, sino la situación sería peor a lo largo del tiempo -.

Pero es interesante escuchar algunos planteos de tamberos chicos. Hasta el mes de julio, “hacer un litro de leche nos sale 121 pesos y la vendemos a $107”. O sea, surfean permanentemente un 11,6% abajo. Imaginen los márgenes hacia abajo con las escaladas inflacionarios de agosto y septiembre, más la devaluación del mes pasado y los desequilibrios internos de la cadena. No hay negocio o producción que perdure mucho en el tiempo en estas condiciones.

Así las cosas, la suspensión de retenciones por 90 días no cayó mal en el sector. Las mismas ascienden al 9% del precio de exportación para la leche en polvo y 4,5% para los quesos, leches fluidas, lactosuero y manteca. Recordemos que al igual que ocurre con los granos, ese impuesto lo pagan efectivamente las exportadoras. Estas, obviamente trasladan ese “gasto” al resto de la cadena lo cual va “mordiendo” un poco del precio de venta a cada eslabón, para perjudicar en mayor medida al productor primario: el tambero.

Respecto del incremento del 20% para el Programa “Impulso Tambero”, no quedó claro si ese guarismo se extenderá a todos los ítems que contempla el plan. De ser así, pasaría a pagarse $24 por litro para aquellos productores que no superen el promedio de 1.500 litros diarios, y $18 por litro para los que producen entre 1.500 y 7.000 litros diarios, con un tope que ascendería a $960.000 por mes.

De esta manera, el Ministerio de Economía y la Secretaría de Agricultura, “cumplieron” parte del compromiso de tomar medidas para el sector. De ahora en más, contexto electoral incluido, resta ver cómo se comporta “el mercado”. Es decir, las 5 empresas mayoritarias, las 3 más influyentes en cuanto a distribución y abastecimiento; y el puñado de grandes supermercados que “ordenan” los precios al consumidor.

No es el cuento de “La buena pipa” pero se le parece.

Fuentes: MEcoN / SAGyPN / Télam / CONINAGRO / TodoLechería

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