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Un modelo innovador impulsado por INTA respecto de la implantación y manejo de frutales, promete mejores resultados, rendimientos al alza y mejor calidad de la fruta obtenida. Sin embargo, de imponerse y no aumentar el área productiva, el método va en contra de la demanda de trabajo rural.

Redacción

Desde la sede del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en el Alto Valle del Río Negro, se está impulsando en trabajo conjunto con los productores frutícolas, el denominado “muro frutal”. Este es un modelo tecnológico que permitiría la simplificación de las tareas operativas que requiere la cadena, al tiempo que permite bajar los costos en materia de fitosanitarios y fertilizantes.

La propuesta impulsada por los técnicos de la entidad consiste en lograr árboles frutales con una copa – en la jerga denominada “canopia” – más estrecha conformando una suerte de “muro frutal”. Este modelo permite la posibilidad de lograr plantaciones más intensivas y acordes a las características de la producción de la región.

Se trata de un diseño e implementación de plantaciones con mayor densidad y con sistemas de conducción bidimensionales – a uno y otro lado de la “pared” -, que hoy es posible de lograr gracias a la incorporación de las mallas antigranizo. Estas disminuyen los riesgos climáticos frente a las altas temperaturas y granizadas; además de disminuyen el daño a la fruta por “rameado” producido por los vientos.

Asimismo, desde INTA hacen referencia a la ocupación de mano de obra. Tanto la fruticultura como la horticultura demandan para las “tareas culturales” – poda invernal, raleo primaveral y cosecha estival – gran cantidad de personal. Este ha sido uno de los problemas que ha tenido el sector en los últimos años, dada la escaza disponibilidad de cosecheros y los bajos salarios y jornales que puede pagar la actividad.

Como bien enuncia el INTA, “un círculo vicioso negativo de baja inversión, bajos rendimientos, pobre calidad y nuevamente, bajos ingresos, lo que pone en riesgo la sostenibilidad del sistema”.

Asimismo, INTA contribuyó a la incorporación por parte de la fruticultura, de tecnologías de riego mecanizado, defensa activa contra heladas, mallas antigranizo y poda mecanizada en verde. Según los profesionales de la entidad, en las chacras que se implementó el uso de mallas antigranizo se redujo prácticamente un 100 % el daño severo por sol en manzanas, porcentaje que puede variar según las condiciones de cultivo de cada unidad productiva y la situación meteorológica de cada temporada.

Lógicamente, este modelo de plantación tiene buenas y malas según el cristal con qué se lo mire. Por un lado, al tener “calles” – distancia entre filas – más angostas se obtienen mayores rendimientos por hectárea. Por otra parte, al ser árboles más planos la fruta tiene una exposición más pareja a la radiación solar, por lo que la toma de color y los índices de madurez de la fruta son más homogéneos.

Además, se reduce el ingreso de personal para las cosechas. Desde lo ojos del productor puede ser parte de una solución en el marco de la ecuación de costos. Sin embargo, visto desde el mundo del trabajo, al no proliferar nuevas unidades productivas, eso achicará la demanda de mano de obra y por ende la generación de empleo.

Desde INTA admiten que el costo de implantación dentro de este sistema requiere una inversión mayor; aunque, al aumentar el porcentaje de fruta de calidad embalada por hectárea, cosechar en una pasada, minimizar o eliminar el raleo manual, incorporar la mecanización y/o ayudas mecánicas para tareas de manejo reduce los costos operativos.

Un método interesante que en el contexto actual deja dudas respecto de la afectación de personal a la tarea productiva. De continuar la cadena en la situación actual, y de expandirse la implementación de esta tecnología en las chacras existentes, el mundo del trabajo seguirá achicándose para el obrero rural.

Fuente: INTA / InfoCampo

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