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Guerras del opio y fuga de divisas: la historia oculta del HSBC

Una de las guerras internacionales de la historia, que al mismo tiempo encerraba una profunda lucha por la soberanía nacional, se libró oportunamente entre China y Gran Bretaña. Dado que sus consecuencias llegan hasta nuestros días, es bueno pensar en qué sucedió, para después reflexionar sobre nuestro pasado inmediato, el crudo presente y – principalmente -, el futuro próximo.

Por Fernando Del Corro

Las “Guerras del Opio” tuvieron lugar entre 1839 y 1842, la primera, y entre 1856 y 1860, la segunda y en ellas el Reino Unido tuvo como aliados al imperio ruso de los zares y a Francia, en la segunda, durante el imperio liderado por Luis Napoleón Bonaparte (Napoleón III), a pesar de los cuales son vulgarmente conocidas como “guerras anglo-chinas”, obviando la tradicional alianza entre el RU, Francia y Rusia, como que sus tres gobiernos, décadas más tarde, participaron, en conjunto, en el salvataje de la banca Baring Brothers cuando ésta estuvo a punto de quebrar en 1891 ante el default de la deuda externa argentina de 1890.

Se las recuerda como las “guerras del opio” ya que el origen de las mismas surgió a raíz de que el gobierno chino sancionó leyes comerciales destinadas a impedir el negocio que los británicos realizaban con ese estupefaciente al que introducían desde la India, país que por entonces, y hasta 1947, era una colonia suya.

A raíz de la victoria europea la monarquía china se vio obligada a firmar dos acuerdos en los que resultó sumamente perdidosa como que tuvo que legalizar el negocio del opio y, además, hacer concesiones territoriales como la entrega, a raíz del Tratado de Nankín, al RU del territorio de Hong Kong, recién recuperado por la actual china comunista el primero de julio de 1997.

Pero, además de ello, una China debilitada debió hacer también concesiones de mucha importancia a Portugal, país que amplió su colonia de Macao, que ocupaba desde el Siglo XVI, y que recién volvió a integrar el territorio del gigante asiático el 20 de diciembre de 1999, hacen hoy 24 años.

Dichas guerras generaron también conflictos internos como la Rebelión Taiping, que se extendió entre 1850 y 1864, la Rebelión de los Boxers, entre 1899 y 1901 y, finalmente el derrumbamiento de la Dinastía Qing en 1912 a manos del gobierno del partido nacionalista Kuomintang, liderado por Sun Yat-sen, el suegro de Chiang Kai-shek, y Mao Zedong, quienes lo sucedieron en la conducción del estado, siendo el segundo el jefe de la triunfante revolución comunista de 1949. A partir de 1912 el comercio chino se cerró, virtualmente, al comercio mundial y así fue que, junto con la ex Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), resultaron los únicos países casi indemnes de la gran crisis económica mundial desatada en octubre de 1929 en Nueva York.

La introducción del opio en China ya había comenzado en tiempos del Imperio Mongol pero con el tiempo fue monopolizada por la Compañía Británica de Bengala. De hecho los Países Bajos también habían estado vendiendo opio a los chinos, con los que tenían déficits comerciales, a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.

También el RU tenía un saldo comercial negativo con China a raíz de sus importaciones desde este país, como las de porcelana, seda y té. Por ello en el Siglo XVIII comenzó a introducir opio para equilibrar las cuentas, pero de manera ilegal. Fue tal la adicción que se generó entre los chinos que, en 1829, el emperador Dao Guang prohibió el consumo de opio y, obviamente, su comercialización.

Pero los británicos siguieron introduciendo ilegalmente el opio y así el emperador dio órdenes más duras de represión e hizo enviar a la reina Victoria una carta, que fue desoída y, por el contrario, fue una suerte de puntapié inicial de la primera guerra. Su texto es el siguiente:

“Pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. (…) ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (…) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy severas a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio. (…) Todo opio que se descubre en China se echa en aceite hirviendo y se destruye. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (…)”.

El texto fue firmado por el funcionario Lin Hse Tsu en 1939.

Tras las victorias bélicas el negocio se convirtió en algo realmente notable y, en ese marco, se optó por establecer en ese país un ente financiero que pudiera administrar adecuadamente las espectaculares ganancias y, así, vació el banco del opio, el HSBC.

Fuente: Revista Patria Grande

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