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Los tumbos de la calesita europea

Cuatro o cinco cosas que están sucediendo en el ámbito de la Unión Europea podrían tener eclosión en este 2024. En algunas dependen se sí mismos y en otras están “regalados”. Un punto de vista “sudaca” en el marco de la espera de “inversiones”.

Redacción

Hace un par de años “Europa” chocó la calesita. “Europa” encara un 2024 electoral y busca definir prioridades. Todos juegan. ¿Por qué entrecomillado? Porque ya son múltiples los sectores que no se identifican como europeos. Los motivos de ellos son múltiples, y no alcanzan para comprenderlos los años que lleva como tal la Unión Europea (UE).

El nuestro – y a mucha honra -, es un análisis “sudaca” que para los europeos probablemente carezca de validez. Pero a nosotros – los sudamericanos – nos puede venir bien para apuntar algunas cosas que probablemente sucedan en los próximos años, y como subcontinente semicolonizado y dependiente, nos pone condicionantes hacia adelante.

Si hay algo que hizo bien la diplomacia de la UE fue justamente “hacer” que cuando se pronuncie la palabra “Europa”, se piense en la UE como un conjunto, con poco acento en las particularidades o en las exclusiones. Sin embargo, los alemanes siguen siendo alemanes; los franceses siguen siendo franceses; los italianos, italianos; los suizos nunca fueron parte; y los ingleses cuando estuvieron, lo hicieron a medias.

Así las cosas, y de cara a las elecciones de la UE-institución de este año, hay algunas cosas para apuntar. Todas determinadas por los movimientos rusos, chinos y estadounidenses.

En primer lugar, el conflicto en Ucrania ya prácticamente definido a favor de Rusia, sigue generando contrapuntos hacia el interior de la UE. La contradicción está en que los rusos serían una amenaza para el bloque continental; pero esa postura ya no es acompañada por los 27 países que componen la institución. Ahora, buscan una “paz justa y duradera”, a cambio del ingreso de Ucrania como miembro 28.

¿No sería eso una forma de escalar el conflicto con Rusia? No lo sabemos. Pero lo cierto es que Europa necesita del suministro de materias primas de las llanuras ucranianas, y Ucrania necesita ser reconstruida luego de dos años de guerra. Por lo tanto hay negocios imperdibles en puerta.

Una segunda cuestión es la de sumar más países a la UE. Además de lo dicho sobre Ucrania, están esperando por su ingreso Moldavia, Montenegro, Albania y Macedonia del Norte. También solicitaron su ingreso Serbia, Kosovo, y Bosnia-Herzegovina, aunque lo que detendría los mismos, son todos los conflictos étnico-religiosos internos y entrecruzados, en los cuales la UE no quiere entrometerse sin la seguridad de lograr conducirlos. Estos países no son los únicos que tienen conflictos de esa índole.

Al mismo tiempo, el interés por la incorporación de países de los Balcanes, pretende restar influencia económica y operativa del tándem China – Rusia. Ocurre sin embargo, que para lograr ese objetivo, la UE debería destinar muchos recursos hacia esos países para “estabilizar” sus economías internas según los estándares del bloque. Un argumento que huele a verso, pero que talla en las disputas internas: los países proveedores de bienes de capital como Alemania, Francia e Italia tienen una postura; y los demás que no se verían tan favorecidos comercialmente tienen otra. La UE “compraría” conflictos y demonios que no será capaz de conjurar.

Un tercer aspecto, estaría dado por las reformas internas que se reclaman en el seno de la actual UE, que están directamente relacionadas con el desequilibrio permanente en la administración de los recursos comunitarios disponibles. Básicamente, lo que intentará hacer la conducción de la UE es disciplinar a los díscolos – como Hungría y Polonia -, y restablecer cierto equilibrio interno. El problema está en que, hacia adentro, los países miembros atienden permanentemente conflictos internos, cuyos orígenes la UE no subsanó, o bien propició.

El cuarto eje es la preocupación por Estados Unidos. Principal aliado y socio militar en OTAN. Si el actual gobierno yanqui tiene continuidad, le daría “tiempo” a la UE para poder reordenar los cabos sueltos que mencionamos actualmente. De triunfar la oposición – hoy con Trump – a la cabeza, se duda del rol estadounidense en el concierto OTAN y la asistencia permanente económica y militar sobre Ucrania.

Asimismo, se recrearían ciertas políticas arancelarias que perjudicarían la economía del bloque. Recuerden que, durante el gobierno de Trump, la UE todavía gozaba de energía abundante y barata por parte de Rusia y pescaba en ciertas peceras, que hoy ya no existen o están fisuradas por la propia influencia estadounidense y china a nivel mercados.

Así las cosas, cuando en junio los países miembros renueven electoralmente las bancas en el Parlamento con sede en Bruselas, todo esto está en juego. La población estaría más interesada en que se estabilice la tambaleante situación económica – dentro de los términos europeos – y los estándares de calidad de vida acostumbrados.

Según las fuentes, ninguna duda de la continuidad de los demócratas cristianos; pero estiman que también crecerán en influencia y representación los sectores liberales conservadores y del conservadorismo supremacista. En Europa les dicen “ultraderecha” y “populistas de derecha” (en la medida que alguno lea estas líneas, ya lloverán las correcciones y críticas de los politólogos de aquellos lares).

En ese marco, los que la UE necesita para seguir adelante es financiación y mayores aportes de sus miembros. Ya se imaginarán: los que más tienen no quieren poner, y los que menos piden recursos para adaptarse a las políticas.

¿En que puede afectar a Argentina y Sudamérica todo este asunto? En que puede que pase lo mismo que en los últimos cuatro o cinco siglos: todo aquello que necesiten intentarán llevárselo de acá o de África, vía colaboraciones locales.

Fuentes: Reuters / DW / AFP

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