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Dado que el actual gobierno flexibilizó el mercado de patentes a demanda de lo requeridos por los grandes laboratorios extranjeros, Estados Unidos cambió la calificación sobre nosotros: ya no somos tan malos; pero vigilados somos mejores.

Redacción

Según un informe publicado a fines de abril por parte de la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA), Estados Unidos ya no vería con tan malos ojos el régimen de patentes de nuestro país, como tampoco su dinámica. Esa opinión yanqui no necesariamente es “buena” para Argentina.

La mano viene más o menos de esta forma: el tradicional «Informe de la Sección 301» que publica periódicamente el United States Trade Representative (USTR) – algo así como el “encargado comercial internacional” de Estados Unidos -, que mide y compara el grado de “protección y aplicación de la propiedad intelectual en el mundo”, dice que nuestro país en materia de políticas de patentes farmacéuticas y biotecnológicas, ha dejado de interponer “limitaciones indebidas”, además de promover y fomentar la competencia.

En criollo, eso significa que para los yanquis, el actual gobierno hizo muy bien en dar una mayor apertura comercial a los laboratorios extranjeros – si son estadounidenses mejor aún -, además de flexibilizar el régimen de patentamientos. Para Estados Unidos, cualquier país que sea proteccionista o celoso de su sistema de patentamiento interno entra automáticamente en una “lista de observación y vigilancia” que, desde sus parámetros, son negativos.

Es decir, cualquier país que lleve adelante una política soberana que no favorezca a los intereses estadounidenses es pasible se “observar y vigilar”. Algo similar, se plantea por el complejo comercial interno e informal – ferias populares, venta ambulante, etc -, donde no se “protegen” ni la ley de marcas o derechos de autor. Para Estados Unidos, somos “vigilables”.

¿A qué se debe el cambio de concepto en el rubro farmacéutico y biotecnológico? Porque no hay restricciones para los intereses que ellos promueven en nuestro país. No hay que dar muchas vueltas.

Según la fuente, el Informe de la Sección 301 ya no contiene críticas al sistema argentino de patentes farmacéuticas relativas a la existencia de limitaciones indebidas a la patentabilidad de productos farmacéuticos y biotecnológicos en Argentina, ni cuestionamientos a las pautas de patentabilidad vigentes desde el año 2012. Aparentemente, entre la Cancillería argentina y los empresarios farmacéuticos en nuestro país, lograron demostrar mediante una serie de gestiones, que las políticas de patentes en Argentina buscan promover la innovación y el desarrollo, al tiempo que garantizan y fomentan la competencia; es decir, no privilegiarían los monopolios ni favorecerían los mecanismos de renovación indefinida de patentes a punto de expirar.

Desde el punto de vista de CILFA, esto favorece a nuestro país, porque “sienta las bases para una mayor cooperación en el comercio bilateral entre Argentina y Estados Unidos en medicamentos, materias primas e insumos farmacéuticos”. Agregan que permitiría “integrar” las cadenas de valor de ambos países para mutuo beneficio.

Para la Cámara, esta oportunidad abre la puerta para la producción de medicamentos más accesibles y abre el horizonte de un sector que genera fuentes de trabajo, “brindando un importante valor agregado de conocimiento argentino”.

Sin embargo, más allá de los títulos y los deseos, es difícil no pensar en que la industria farmacológica nacional terminará de ser absorbida por el capital externo a partir de la liberación del mercado. Es como pretender convencer a alguien que un niño de preescolar y un adulto tiran parejo de una soga.

Esto no significa que nuestros profesionales no posean la capacidad y conocimiento suficiente como para no innovar en el mercado estadounidense. Estamos convencidos que pueden hacerlo sobradamente.

Lo que no vemos posible es que un planteo farmacológico argentino, concebido desde los problemas y particularidades locales, pueda ser aceptado en el país de norte, máxime, se pone en jaque algún desarrollo puramente estadounidense.

Nunca olvide que para Estados Unidos las únicas buenas políticas soberanas y proteccionistas son las que implementan ellos mismos, para sí mismos. Cualquier otro país que lo intente, debe ser “observado y vigilado” y añadido a alguna lista.

Fuente: CILFA

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