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Tiemblen los Tiranos 131: Malvinas, Hernández y la Soberanía Nacional

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Hoy, sábado 10 de junio los argentinos conmemoramos el “Día de la afirmación de los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas”. A 190 años de la invasión británica, compartimos un artículo sobre nuestras islas, de un periodista y escritor argentino del siglo XIX.

El Editor Federal

El 6 de noviembre de 1820 David Jewett, comandante de la “Heroína”, tomó posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de las Provincias Unidas de Sudamérica o del Río de La Plata, y puso el hecho en conocimiento público mediante una circular. Disuelta la unidad nacional, el gobierno bonaerense de Martín Rodríguez otorgó en 1823 a Jorge Pacheco el usufructo de la isla Soledad o Malvina del Este. Ese mismo año, designó al capitán de milicias Pablo Areguatí comandante de las islas.

En 1828 concedió a Luis Vernet –que había sido el promotor de estas gestiones y era socio de Pacheco- “todos los terrenos que en la isla de la Soledad resultaren vacos”, con ciertas excepciones y bajo el compromiso de establecer allí una colonia que gozaría del derecho de pesca en todo el archipiélago. Por último, el 10 de junio de 1829, el gobierno de Buenos Aires, expedía el decreto disponiendo que “las islas Malvinas, serán regidas por un comandante político y militar”, el cual debía residir en la isla de la Soledad y cuidar en esas costas “la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios”.

La decisión también establecía que tanto las Malvinas como las islas adyacentes al Cabo de Hornos serían regidas por un comandante político y militar, que haría observar en las islas las leyes de la Nación. El designado gobernador fue Luis Vernet, un comerciante nacido en Hamburgo, partió con una veintena de colonos ingleses y alemanes, y un derecho para usufructuar el ganado de las islas, otorgado por una vieja deuda.

Los sucesos a partir de allí, marcarán una disputa permanente por el control del archipiélago y del Atlántico Sur. Más allá de que la invasión británica rige sobre nuestro territorio – a excepción del periodo de recuperación y conflicto bélico de 1982 – en forma interrumpida desde 1833, aquel documento del 10 de junio de 1829 donde se establecieron las bases y las órdenes de gobierno, se constituyó en el “Día de la afirmación de los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas”.

Valga nuestra conmemoración, adhesión y compromiso con la causa Malvinas, mediante la reproducción de un artículo de José Hernández*, publicado en 1829.

Acerca de las Islas Malvinas – Por José Hernández

«La importancia de las Islas Malvinas es incuestionable. La República Argentina mantuvo siempre sobre las Islas su indisputable derecho de soberanía. Penetrados nuestros primeros gobiernos de la necesidad de afirmar la posesión de ese derecho por la explotación industrial de aquellas Islas, hicieron con ese fin algunos esfuerzos meritorios.

En 1828, el gobierno cedió al señor D. Luis Vernet la Isla llamada Soledad, a condición de formar en ella una Colonia a su costa. Esta se realizó con el mejor éxito después de vencer todas las dificultades inherentes a una empresa de tal magnitud. La colonia prosperaba hacía ya algunos años y el gobierno argentino veía con singular satisfacción el gran porvenir que aquella naciente colonia auguraba para la navegación y comercio de nuestras extensas costas hasta el Cabo de Hornos.

En 1831 fueron apresados en las islas tres buques norteamericanos que habían reincidido en la pesca de anfibios contra los terminantes reglamentos que debía hacer observar la autoridad de aquella jurisdicción.

El doctor Areco, en la tesis que presentó en 1866 para optar al grado de Doctor en Jurisprudencia, consagra algunos recuerdos a ese episodio histórico que debía tener tan deplorables consecuencias. Dice así:

“El Gobernador de Malvinas [el señor Vernet], obligado a hacer respetar los reglamentos relativos a la pesca, o mejor dicho matanza de lobos, dentro de su jurisdicción, reglamentos tan antiguos como ésta, e interesado en gozar exclusivamente de una de las concesiones que le había hecho el gobierno de Buenos Aires, detuvo unos buques norteamericanos, que según confesión de sus mismos capitanes, se ocupaban de este tráfico ilegal. El tribunal competente los declaró buenas presas y legitimó la conducta del señor Vernet”.

A consecuencia de ese apresamiento el comandante de un buque de guerra norteamericano destruyó la floreciente colonia de la isla Soledad, y ese hecho injustificable fue precisamente lo que indujo a Inglaterra a apoderarse de las Islas Malvinas, consumando ese atentado contra la integridad territorial de la Nación Argentina, cuya soberanía sobre aquellas islas había sido siempre respetada.
El gobierno argentino no ha obtenido reparación alguna por los serios perjuicios causados a un ciudadano argentino por la destrucción de la colonia Soledad, ni menos por la usurpación de las Islas Malvinas, arrebatadas por los ingleses, en una época en que los gobiernos hacían imprudente alarde de las ventajas materiales de la fuerza, en un momento dado.

Debemos creer que eso se deba a la indiferencia de nuestros gobiernos, o a las débiles gestiones con que se han presentado ante los gabinetes extranjeros. Absorbidos por los intereses transitorios de la política interna, nuestros gobiernos no han pensado en velar por los altos intereses de la Nación Argentina, más allá del círculo estrecho en que se han agitado estérilmente los círculos tradicionales. Nos hallamos felizmente en una situación nueva y especial.
Los últimos treinta años han marcado la serie de grandes progresos morales y materiales. Ya no es el alarde de la fuerza, el que apoya una gestión cualquiera en el mundo diplomático. Los gobiernos han comprendido ya que no hay otra fuerza legítima y respetable que la fuerza del derecho y de la justicia; que el abuso no se legitima jamás, e imprime siempre un sello odioso sobre la frente de los que lo consuman.

La historia y la moral les han enseñado que tarde o temprano se expía el atentado cometido a nombre de la fuerza, porque los que hoy se prevalen de la inferioridad relativa, hallarán mañana otro poder más fuerte, que utilizará en su ventaja la lección que se desprende de un acto depresivo y criminal.

En los tiempos contemporáneos tenemos ejemplos elocuentes de esa verdad. Austria devolviendo el Véneto a la Italia, después de haber experimentado el fusil de aguja; Francia desprendiéndose de México ante la actitud de los Estados Unidos; España abandonando las islas del Perú, ante la explosión del sentimiento americano, son hechos recientes que confirman la saludable revolución de las ideas de moral y de justicia, que se opera en el mundo.

Gobiernos ningunos en los últimos tiempos han llevado más adelante ese respeto por la opinión universal, que los gobiernos de Estados Unidos y de Inglaterra, y son los gobiernos más fuertes del mundo. La época lejana de ilusorias conquistas pasó y los americanos y los ingleses son hoy los primeros en condenar los atentados que se consumaron en otro tiempo a la sombra de sus banderas. ¿Cómo no esperar entonces que los Estados Unidos y la Inglaterra se apresuren a dar testimonio de su respeto al derecho de la Nación Argentina, reparando los perjuicios inferidos, devolviendo a su legítimo soberano el territorio usurpado?

Entendemos que la administración del General Mitre se preocupó de esta cuestión y envió instrucciones al ministro argentino en Washington, que lo era el señor Sarmiento, para iniciar una justa reclamación por la destrucción de la colonia y el abandono a que esto dio lugar.

Parece que el señor Sarmiento no reputó bastante explícitas las instrucciones, aunque apoyó resueltamente el derecho de entablar aquella reclamación. Entre tanto, deber es muy sagrado de la Nación Argentina, velar por la honra de su nombre, por la integridad de su territorio y por los intereses de los argentinos. Esos derechos no se prescriben jamás.»

Fuente Bibliográficas

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

José Hernández, “Acerca de las Islas Malvinas”, publicado en El Río de la Plata en noviembre de 1869, citado en José Hernández, Las Islas Malvinas, Buenos Aires, Joaquín Gil – Editor, 1952.

Muñoz Azpiri, José Luis – Historia completa de las Malvinas – Buenos Aires (1966).

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