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Tiemblen los Tiranos 173: Una Constitución para el pueblo

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Mañana, 11 de marzo, se cumplen 75 años de la promulgación de la Constitución Nacional de 1949. Los problemas que estamos viviendo los argentinos por estos años, tiene mucho que ver con la abolición de la misma en 1956. Aquí, su reivindicación.

El Editor Federal

El Golpe de 1955, el de la revolución Fusiladora, abolió meses más tarde, la Constitución Nacional de 1949. La Constitución de Pueblo Argentino. Nuestro país tuvo una oportunidad histórica de restituirla, durante la Convención Constituyente de 1994, donde pudo incluso tomar aquel texto y reformular lo necesario para el nuevo tiempo.

No sólo que eso no aconteció, sino que excluye de las “Reformas preexistentes”, al texto de 1949. Lo peor, fue que, desde allí en adelante, ninguno de los Convencionales dio explicaciones concretas ante la pregunta de por qué no se retomaron los principios básicos y fundantes de la misma; o al menos por qué no la pelearon. Nada de eso se dijo. El objetivo era borrarla de la historia.

Pero no lo han logrado. Imposible hacerlo.

En el Preámbulo del texto del ‘49, Perón y Sampay dieron rango constitucional a la Soberanía política, la Independencia económica, la Justicia social. Las tres banderas históricas del Pueblo Argentino desde sus orígenes.

Pero además era una Constitución “moderna” y de avanzada para su tiempo, incorporando Derechos que todavía hoy están en plena discusión; además incorporar principios como el monopolio estatal sobre el Comercio exterior, la defensa de los Recursos Naturales estratégicos de la Nación.

La Constitución Nacional de 1949 estaba al mismo tiempo respalda por hechos anteriores, contemporáneos y posteriores a su promulgación: se nacionalizaron los ferrocarriles, correos y teléfonos, y la energía eléctrica. Se impulsó la industria siderúrgica, se creó la flota mercante de bandera, Aerolíneas Argentinas, la Comisión Nacional de Energía Atómica; además de conducir, crear y reordenar las funciones de las Juntas Nacionales de Granos y Carnes, como así también el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI).

Como supo decir Francisco Ramos, la Constitución del ’49 fue producto de una verdadera avanzada del mundo del trabajo, del movimiento obrero y de la comunidad organizada.

En lo posterior, ningún gobierno tuvo voluntad para reimplantarla. Se hizo todo lo posible para ocultar y enviar al olvido aquella Carta Magna.

El broche de oro al ostracismo, lo puso el acuerdo entre el alfonsinismo y el menemismo – el Pacto de Olivos -, donde convocó a la convención constituyente para remozar y acomodar a los designios del Consenso de Washington, un nuevo texto liberal semicolonial que puso al Pueblo de rodillas.

Lo peor, premió a las dos líneas históricas y diluyentes que condenaron a nuestro país a la plena condición de derrota en la que vive. Por un lado, otorgó la autonomía a la ciudad de Buenos Aires, cuna y abolengo de cipayos. Por otro, devolvió gentilezas a los provincialismos de los patrones de estancia, dándole la potestad sobre los recursos naturales estratégicos con la excusa de los “pactos preexistentes” que “custodiarían la tradición federal”.

Ese no era el mandato del pueblo federal. Nunca peleó por las bases para la disgregación; sino por la de igualdad de condiciones.

A 75 años de la Constitución del ’49, y a casi 30 años de una de las traiciones más grandes que sufrió el pueblo argentino de parte de los unitarios y los carcamanes de provincia, es que desde estas páginas reivindicamos la unidad nacional, la unidad americana, el federalismo popular y las tres banderas ancestrales del pueblo criollo: soberanía política, independencia económica y justicia social.

Fuente: Nac&Pop / Archivo Chasqui Federal

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