Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El pasado viernes se cumplieron 172 del fallecimiento de José Artigas, padre del federalismo, protector de los Pueblos Libres, y señor de la justicia. Sirvan estas líneas sueltas como homenaje.
El Editor Federal
Hoy, en la Banda Oriental, se dice que Artigas no vió a Uruguay. Dicen también que fue el gran ideólogo, y el mejor intérprete del fermento regional de lo que con forceps, se había determinado unas décadas antes que era el Virreinato del Río de la Plata. Que además, después de su partida al Paraguay, una parte de sus combatientes contribuyó a la formación y triunfo de la República Riograndense: gaúchos, federales y artiguistas, que en su bandera pusieron la franja roja en corte diagonal como símbolo de pertenencia a los Pueblos Libres.
Se cuenta que el 23 de septiembre de 1850, antes de morir, Artigas pidió montar a su caballo, como cuando se levantara en defensa y protección de las soberanías particulares de los pueblos del Plata, “tal como mandaban las tradiciones hispanas y las ideas salamanquinas de que el poder real tenía su origen en la soberanía del popular”. Modo que había regido en América, descentralizado y vigente hasta las denominadas Reformas Borbónicas. Un federalismo que atravesaba la región de norte a sur; y desde el Pacífico hasta el Atlántico.
¿Y lo que es el contraste,no? Hoy, al hecho de pretender poner pueblos hermanos unos contra otros se lo llama “nacionalismo”. Y allí van todos los pueblos de América desconfiándose entre sí, casi como respeto a una herencia y tradición, que más que liberarlos los condiciona.
¿Quién dijo que el chileno era enemigo del argentino?¿O quién que el peruano lo era del ecuatoriano? Seguramente ningún americano de ley.
Tampoco era – ni es – americano de ley, aquella o aquél, que en nombre de la libertad – liberal – blanca – ilustrada – centralista y progresista, traiciona a su pueblo, llamando al pobre a la paciencia, e impidiéndole defenderse de aquello que no sólo lo oprime sino que también lo humilla.
Decimos entonces, y tomamos una palabras de las personas que llevan adelante el Instituto Artiguista, que es muy “necesario mantener vivo al espíritu de aquel “Oberavá Karay” – señor que resplandece -, título con que los guaraníes de la zona de Curuguaty usaban para nombrar a aquel anciano que humildemente los catequizaba y que se llamaba José Artigas”…
… Karaí Guazú, Karaí Marangatú…
Decir mucho más estorba, molesta y hace desconfiar al que no nos conoce. Cerremos entonces, este recordatorio con un texto de Mario Benedetti denominado “Artigas”; a secas.
“Se las arregló para ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte
creó una justicia natural para negros zambos indios y criollos pobres
tuvo pupila suficiente como para meterse en camisa de once varas
y cojones como para no echarle la culpa a los otros
así y todo pudo articularnos un destino
inventó el éxodo esa última y seca prerrogativa del albedrío tres años antes que naciera Marx
y ciento cincuenta antes de que roñosos diputados la convirtieran en otro expediente demorado
borroneó una reforma agraria que aún no ha conseguido el homenaje catastral
lo abandonaron lo jodieron lo etiquetaron
pero no fue por eso que se quedó para siempre en tierra extraña
por algo nadie quiere hurgar en su silencio de viejo firme
no fue tosco como Lavalleja ni despótico como Oribe ni astuto como Rivera
fue sencillamente un tipo que caminó delante de su gente
fue un profeta certero que no hizo públicas sus profecías
pero se amargó profundamente con ellas
acaso imaginó a los futurísimos choznos de quienes inauguraban el paisito
esos gratuitos herederos que ni siquiera iban a tener la disculpa del coraje
y claro presintió el advenimiento de estos ministros alegóricos
estos conductores sin conducta estos proxenetas del recelo estos tapones de la historia
y si decidió quedarse en Curuguaty
no fue por terco o por necio o resentido
sino como una forma penitente e insomne de instalarse en su bien ganado desconsuelo».
Fuente: Instituto de Pensamiento Artiguista / Archivo Chasqui Federal