Tiemblen los Tiranos 76: Vilcapugio y la esquiva Potosí

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Tiemblen los Tiranos 76: Vilcapugio y la esquiva Potosí

Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El 1° de octubre de 1813, tuvo lugar la batalla de Vilcapugio. Junto con Ayohuma fueron dos de las derrotas de los ejércitos de la revolución contra los realistas. Todavía se insistía en llegar a Lima por el Alto Perú. A 209 de esa batalla, sirva este trabajo del Instituto Belgraniano, para recordarla y homenajear a los combatientes.

El Editor Federal

Después de la batalla de Salta, la reorganización del ejército, la reparación del material y la incorporación de nuevos reclutas para cubrir las bajas producidas demoraron a Belgrano en Salta casi dos meses. Concluidos los preparativos, avanzó hasta Jujuy, en dirección a Potosí, que fue ocupada en los primeros días de mayo. Al entrar a la ciudad, las calles estaban adornadas con arcos triunfales y una muchedumbre aclamó a los soldados del ejército patriota.
Potosí fue una de las ciudades del Alto Perú menos accesible al espíritu de la revolución. Era un centro minero de gran importancia y asiento de un Banco de Rescates o Casa de Moneda, prevalecía en ella una aristocracia de terratenientes, explotadores del mineral de plata, y de funcionarios reales, veedores, ensayadores y demás categorías del rubro bancario y minero, ligada a los intereses metropolitanos.

Con la llegada del ejército patriota se había producido un cambio de opinión, debido a múltiples causas: difusión de las ideas separatistas que eran apoyadas por esa aristocracia, el odio que inspiraban los chapetones, impotencia probable de España para recobrar su imperio colonial, política de capitulación y también debido al temor que inspiraban los soldados del ejército patriota.
Belgrano se esforzó en borrar la pésima impresión que había causado el ejército patriota cuando había entrado en el Alto Perú al mando de Castelli en 1810, por los excesos cometidos en esa oportunidad.

Para ello controló con mano firme la disciplina militar. Un bando militar que se publicó en el ejército disponía en uno de sus artículos: «Se respetarán los usos, costumbres y aun preocupaciones de los pueblos; el que se burlares de ellos, con acciones, palabras y aun con gestos será pasado por las armas”.(1) Antes de llegar el general Belgrano, el bando y sus efectos le precedían, para lograr el apoyo de la población al ejército patriota.
Se preocupó también de remontar sus efectivos; y por ello le ordenó al coronel Zelaya que fuera a Cochabamba, con orden de formar allí un nuevo regimiento de caballería.

Entretanto el general Pezuela, que había reemplazado a Goyeneche, reorganizaba en Oruro el ejército realista y reforzaba su armamento con 10 piezas de artillería que le remitió el virrey del Perú. El 7 de agosto se hallaba en Ancacato, 23 leguas al norte de Potosí, con una fuerza de 4.000 hombres y 18 piezas de artillería.
Belgrano contaba con el apoyo de la población indígena, que acababa de asegurarse en una entrevista con el cacique Cumbia. El plan de Belgrano consistía en atacar al ejército realista: por el frente, con el grueso de su ejército; y por el flanco izquierdo, con un cuerpo de caballería, organizado en Cochabamba por el coronel Zelaya; mientras el caudillo Baltasar Cárdenas promovía una vasta insurrección de las indiadas a su retaguardia.
El 5 de septiembre partió de Potosí al frente de su ejército, con un efectivo de 3.500 hombres y 14 piezas de artillería. El enemigo permanecía concentrado en Condo, cuatro leguas al oeste. Belgrano proseguía su marcha en dirección al lugar denominado Lagunillas. El 27 todo el ejército se hallaba en la pampa de Vilcapugio.
El destacamento de observación puesto por Pezuela en Pequereque, bajo las órdenes del coronel Castro, para vigilar el camino de Oruro, chocó de pronto con la indiada de Cárdenas, que fue fácilmente dispersada. Cayeron en poder de Castro los papeles del vencido y, con ellos, varias cartas de Belgrano en que se detallaba el plan.(2)
Advertido así Pezuela del peligro en que se hallaba, tomó una resolución audaz, anticipándose al movimiento del enemigo y, dirigiéndose a su encuentro, lo atacó en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813. El centro y la izquierda de la línea realista fueron destrozados, pero la derecha resistió bravamente bajo las órdenes de los coroneles Picoaga y Olañeta.
Dispuso entonces el mayor general del ejército patriota que el regimiento primero de Patricios que, bajo las órdenes del coronel Perdriel, se hallaba de reserva, corriese en auxilio del ala izquierda y atacase a la bayoneta. La falta de resolución de ese jefe malogró la maniobra; y el regimiento primero de Patricios, envuelto en la dispersión, cedió al pánico, desbandándose.
A las once y media de la mañana Pezuela consideraba perdida la batalla. Sin embargo la casualidad le depararía la victoria. Si bien él no tenía un plan de operaciones y Belgrano tenía un plan concertado e inteligentemente puesto en obra, las heroicas muertes del coronel Álvarez, del mayor Beldón y del capitán Villegas, dejaron su izquierda sin jefes de autoridad en el momento crítico del combate.
Ante la dispersión inevitable de su ejército, Belgrano evidenció su arrojo y serenidad. Desmontó en uno de los cerros situados a retaguardia, en el campo de batalla; tomó en sus manos una bandera, reunió una parte de los dispersos y comenzó a tocar llamada. A los pocos momentos contaba en derredor suyo 200 hombres y una pieza de artillería.
Belgrano se mantuvo en esa eminencia por espacio de tres horas, en la esperanza de que un refuerzo del ala derecha ya dispersa, o quizás el arribo del coronel Zelaya con la caballería de Cochabamba, le permitiesen restablecer el combate. El enemigo, dos veces rechazado en sus asaltos, se hallaba al pie de la cuesta ya prudente distancia, sin atreverse a atacarlos nuevamente. Esperaba refuerzos para intentar el desalojo de aquel reducido grupo de vencidos.
A las dos de la tarde, rodeado de 500 hombres y convencido de la inutilidad de la espera, Belgrano dispuso que el mayor general Díaz Vélez se dirigiese a Potosí, para reunir allí los dispersos que iban en esa dirección; mientras él se dirigía a Cochabamba, buscando la incorporación de Zelaya. Era su propósito amenazar la retaguardia del enemigo.

Arengó con estas palabras a sus soldados en el momento de ponerse en marcha: “Soldados: ¿Con que al fin hemos perdido después de haber peleado tanto?, la victoria nos ha engañado para pasar a otras manos, pero en las nuestras aún flamea la bandera de la Patria”.


Referencias:

1. Luis Roque Gondra, Vilcapugio y Ayohuma En: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Manuel Belgrano, Los ideales de la Patria. Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1995, p. 75.
2. Mario Belgrano, Historia de Belgrano. 2da. Edición. Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1996,p. 249.Véase también: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, General Belgrano. Apuntes biográficos. 2da. Edición Buenos Aires, 1995, p.80.

Fuente: Instituto Nacional Belgraniano

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