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Un retroceso planificado de siglo y medio

Tras el discurso por la victoria electoral de Javier Milei el pasado domingo 19, los medios y portales se poblaron de análisis, datos y consideraciones de variopintas líneas editoriales. Nos interesó la que compartimos seguidamente, firmada por Ortíz y publicada el miércoles 22 bajo el título de “La implantación forzosa de la perimida e inviable argentina primarizada”, donde se derriban algunos argumentos de base que enunció el mandatario electo.

Por Carlos Andrés Ortíz*

Nunca fuimos “la primera potencia mundial”, burda falsedad que a fuerza de repetición buscan instalar los libertarios, ubicando ese supuesto dato, en torno al Centenario (1910) o una o dos décadas antes. 

Algo similar, y sin mayores fundamentos, es evidente que se sigue “enseñando” en los Institutos de (de)Formación Militar, en los que se exalta “la grandeza de la Argentina del Centenario”, con lo que se instala la supuesta “conveniencia” de volver a aquellos supuestos “soñados años de grandeza”, que en rigor eran de una economía sin industrias y endeudada, con mucha exclusión social muy acentuada. Tanta exclusión social hubo, que para los fastuosos actos del Centenario, la policía se encargó de sacar fuera de “la gran urbe” a los muchos pobres que vivían en las calles, a la buena de Dios, pues seguramente los gobernantes consideraban indecoroso mostrarlos a los ilustres visitantes del extranjero. 

¡Pero no era indecoroso, ni mucho menos inhumano (para esa falsa “Argentina potencia”), ¡no asistirlos dejándolos vegetar en la pobreza más absoluta! 

Pero lo que los historiadores ultra conservadores (afines al academicismo mitrista, de relatos históricos edulcorados y groseras gruesas falsedades y omisiones) y los economistas liberales, neoliberales y libertarios omiten, es la correcta mención de todo el contexto, de aquella falaz “Argentina soñada”, de la cual se omiten con muy dudosa inocencia, los serios problemas y acentuadas limitaciones de aquel contexto de economía forzosamente primarizada (sin industrias y sin entes tecnológicos propios), y con pavorosos indicadores de analfabetismo y de miseria económica generalizada, la cual contrastaba con niveles de riqueza escandalosos, de los sectores socio económicos privilegiados. 

Eran épocas en las que los ricachones de la relativamente nueva oligarquía campera, se hacían construir en Buenos Aires o alrededores, fastuosos palacios, haciéndose traer de Europa todos los materiales (incluso los ladrillos), y los albañiles y arquitectos; mientras que la mayoría de la población vivía en tugurios miserables o en sobrepoblados conventillos, con una familia entera hacinada en una sola habitación, y con uno o pocos baños compartidos. 

También en esos años de acentuados contrastes sociales y económicos, muchos sobrevivían malamente en las calles, o incluso tomaban como viviendas temporarias los grandes caños que se importaban de Europa, para ser usados en los sistemas de aguas corrientes y cloacas, que después se construirían. 

De esas pobres gentes que habitaban en los caños, surgió el calificativo despectivo de “atorrante”, pues la marca del fabricante de esos caños, impresa en los mismos, era “A. Torrant”. 

La creatividad del lenguaje coloquial incorporaba nuevos términos, que de alguna manera marcaron características de esos años, los que de “soñados” tenían muy poco, excepto para la ínfima minoría ahíta de riquezas. 

Por la cerrazón mental de mantener el contexto de liberalismo extremo, sin protección arancelaria alguna y sin incentivos para la industrialización, Argentina desperdició una irrepetible coyuntura mundial favorable, con altos precios para las materias primas alimenticias que producíamos, período que duró aproximadamente desde 1890 a 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, cambiando drásticamente las condiciones del comercio mundial y sus prioridades. 

Si bien en esos años, el PBI argentino era destacado en el contexto mundial, la situación social no era nada acorde a esos niveles de riqueza, los que por cierto no “derramaban” (palabrita usada por los liberales), al conjunto de la población, la cual en su mayor porcentaje sobrevivía malamente en la miseria crónica. 

Y nuestra economía era excluyentemente primaria, sin industrias, en las antípodas de ser una supuesta “potencia” mundial, además con todo el interior postergado. Cierto que venían muchos inmigrantes de Europa, pero también muchos de ellos volvían a sus países de orígenes, ante la falta de trabajo y la imposibilidad de acceder a la propiedad de la tierra, la cual había sido acaparada por el centenar o poco más de familias acomodadas. 

Si los inmigrantes querían trabajar la tierra, y no se contentaban con ser peones asalariados de los mega terratenientes, debían someterse al sistema de arrendamientos rurales, muchas veces en contratos de cortas duraciones, lo que atentaba contra las necesarias mejoras para dar mayores productividades a los campos. 

El sistema de arrendamientos rurales, dio lugar a muchas iniquidades, las que afloraron con fuerza al producirse El Grito de Alcorta, en 1912, con masivas protestas en diversos lugares de la Pampa Húmeda. Esas protestas fueron reprimidas, incluso perpetrándose el asesinato de uno de los abogados que habían asumido la defensa de los arrendatarios. 

Ese contexto de economía forzosamente primarizada, que los dueños del poder político se negaban a modificar, ya resultaba insuficiente para la población argentina de esos años, que según el censo de 1914 no alcanzaba a 7.900.000 habitantes. ¡Mucho menos esa economía podría dar trabajo a 47.000.000! 

Esa involución forzosa a la supuesta “Argentina soñada” que predican sectores de grandes terratenientes añorantes del poder omnímodo del que disponían, solo provocará miseria, desocupación masiva y caos general; involución que es propuesta, contra toda lógica de grandeza nacional, por sectores políticos afines al neoliberalismo y al anarco capitalismo libertario. 

Por otra parte, esos promotores de la involución socio económica forzosa, omiten la contundente realidad de múltiples ejemplos de países desarrollados y con buenos niveles de vida, los cuales solo se alcanzan con Estados Nacionales activos, que promueven el desarrollo tecnológico e industrial, lo cual es totalmente incompatible con el totalmente inviable y destructivo esquema de ultra liberalismo, de desprotección total de nuestras industrias, del cuidado de Empresas y Entes Estatales de altos valores estratégicos (como YPF, el complejo de Vaca Muerta, Aerolíneas Argentinas, el estratégico Sector Nuclear, el Conicet, el correcto manejo estatal de las grandes generadoras de energía, los apoyos concretos a los entes tecnológicos, y el fuerte efecto multiplicador de las grandes obras públicas, además del cuidado de nuestra población mediante la Salud Pública y la Educación Pública, gratuitas de calidad para toda nuestra población, etc.). 

Nadie puede construir un futuro de Grandeza Nacional, desde un esquema de destrucción generalizada. Y menos aún con políticas de mayores endeudamientos, con los mismos gestores que nos metieron en la mayor deuda externa de toda nuestra historia. 

Nada bueno puede hacerse sin el ejercicio de soberanía, perder la moneda propia es destruir soberanía. Controlar al Sector Financiero mediante el Banco Central, también es esencial para la soberanía nacional. 

*Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

Fuente: Portal del Autor (Mgtr. Carlos Andrés Ortiz  – caoenergía.blogspot.com)

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