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Andan diciendo que los argentinos hacemos escuela

Compartimos un extenso artículo publicado en el día de ayer. Está firmado por un analista polaco que nos estudia atentamente. Recomendamos su lectura, porque más allá de coincidir o no con el punto de vista, sirve para comprender cómo nos valoran afuera.

El Editor

La escuela argentina de geopolíticaPor Ronald Lasecki*

Los orígenes del pensamiento geopolítico argentino nacen en el siglo XIX, con el telón de fondo de la formación institucional y espacial del propio Estado argentino.

El 25 de mayo de 1810 se independizó como Provincias Unidas del Río de la Plata mediante la llamada Revolución de Mayo del Virreinato Español del Río de la Plata que existía desde 1776. Pero ya en mayo de 1811 Paraguay declaró su independencia y en agosto de 1825 lo hizo Bolivia, rompiendo con la autoridad de Buenos Aires.

También se utilizó indistintamente en aquella época el nombre de «Provincias Unidas de Sudamérica», que a su vez reflejaba las aspiraciones de Buenos Aires al control político de la periferia independiente del antiguo Virreinato del Río de la Plata y a una integración política sudamericana de mayor nivel.

Otra forma de estatalidad argentina fue la Confederación Argentina, que existió entre 1831 y 1861. En aquella época se utilizaba indistintamente el término «Federación Argentina», que a su vez reflejaba el conflicto entre los partidarios de la centralización del Estado y los defensores de una forma más laxa de unión de sus provincias. En representación de la Confederación Argentina en las relaciones exteriores estuvo el gobernador de Buenos Aires de 1835 a 1852, Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Tras la derrota de las fuerzas de Buenos Aires en la batalla de Caseros en febrero de 1852, asumió el poder Justo José de Urquiza y García, antiguo gobernador de la provincia de Entre Ríos. Llevó a la adopción de la Constitución de 1853, que a su vez dio lugar a la secesión de Buenos Aires, existiendo como estado independiente (Estado de Buenos Ayres) hasta la victoriosa para sí misma Batalla de Pavón en septiembre de 1861, cuando se unió a la militarmente derrotada Confederación Argentina como entidad dominante. A esto siguió el último cambio de nombre del país, hasta la fecha, por el de República Argentina en diciembre de 1861.

Un enorme papel en la formación del territorio argentino lo desempeñó Julio Argentino Roca (1843-1914), autor de las guerras contra los mapuches (la llamada ‘conquista del desierto’, en español), libradas entre 1879 y 1884, y figura dominante de la política argentina entre 1880 y 1904. El surgimiento de la estatalidad argentina tal como la conocemos hoy sólo puede hablarse a partir de la conclusión con éxito de la ‘conquista del desierto’, es decir, a partir de mediados de la década de 1880.

En 1867, el presidente Bartolomé Mitre Martínez promulgó un decreto por el que se concedía a los agricultores y ganaderos el derecho a ocupar tierras en la Pampa y la Patagonia. En 1879, una fuerza argentina de 8.000 soldados lanzó una agresión contra los asentamientos mapuches al sur del río Negro. Tras ganar la campaña a un coste de 1,5 millones de pesos, se repartieron 20 millones de hectáreas entre los 500 socios más cercanos de J. A. Roca, y el reconocimiento de los títulos anteriores amplió el control efectivo de Buenos Aires sobre estos territorios.

Las condiciones naturales de Argentina

El surgimiento del pensamiento geopolítico en Argentina era comprensible, dadas las excelentes condiciones geopolíticas del país. Argentina es uno de los países más aislados geopolíticamente del mundo. Tras la eliminación de la amenaza brasileña en la Guerra da Cisplatina (1825-1828) y de la paraguaya en la Guerra del Paraguay (1864-1870), la única fuente de amenaza territorial directa para Argentina permanecía a 12.000 km de distancia. El Reino Unido, que mantenía la soberanía colonial sobre las Malvinas desde 1833, cuyo intento de liberación armada por parte de Argentina en 1982 terminó con la derrota de Buenos Aires, pero no amenazaba el núcleo geopolítico continental del Estado argentino.

Argentina también se ve favorecida por sus condiciones naturales. A diferencia del resto del continente sudamericano, Argentina no tiene un clima tropical y la formación vegetal predominante no es tropical. Los veranos argentinos son lo suficientemente secos para que crezcan los granos de los cultivos tradicionales. Los inviernos son lo suficientemente frescos como para eliminar los insectos portadores de gérmenes peligrosos para el hombre y el ganado.

El territorio del Estado es una vasta llanura, plana y moderadamente irrigada. La llanura de la superficie, combinada con la vegetación de pradera y el clima templado, hacen del área argentina una de las zonas agrícolas más fértiles del mundo. El sistema fluvial de la Plata, formado por los ríos Paraná, Paraguay, Uruguay y el estuario del Río de la Plata, es navegable en casi toda su longitud y, junto con los canales y esclusas que conectan sus ríos, constituye uno de los sistemas de transporte fluvial más extensos del mundo, cuya desembocadura en el océano está geopolíticamente controlada por Argentina.

La conectividad intrínseca de la región de La Plata permite activar economías de escala, producir más capital y alimentar a poblaciones más numerosas que los países tropicales o andinos de Sudamérica. Argentina es privilegiada en cuanto a las condiciones de transporte de las mercancías producidas en la región de La Plata. El transporte por vías navegables es entre 10 y 30 veces más barato que el transporte por tierra. La red de transporte del sistema fluvial de La Plata permite así generar grandes cantidades de capital a un coste mucho menor que el transporte terrestre. Entre otras cosas, se prescinde de la necesidad de infraestructuras viarias. Sin embargo, la planitud de la superficie y su buena conectividad con los puertos oceánicos también reducen el coste de la construcción de infraestructuras terrestres. El transporte fluvial también aumenta la rentabilidad de la exportación de productos agrícolas argentinos como la soja, el maíz y el trigo, cuya relación volumen-valor hace que no sea rentable transportarlos largas distancias por tierra.

La integración del sistema fluvial y la llanura de la superficie favorecen también la aparición de una autoridad política unificada, en lo que las condiciones argentinas contrastan, por ejemplo, con las de Eurasia, donde la red fluvial meridional ha dado lugar a la formación de organismos políticos separados y hostiles a lo largo de los ríos individuales. El único organismo político cuyo territorio entero se encuentra en el Cono Sur de Sudamérica es Chile, que está separado de Argentina por una cordillera de los Andes de casi 7.000 metros de altura; un vuelo de Santiago de Chile a Buenos Aires lleva más tiempo que un vuelo de Londres a Nueva York, por lo que Chile no es un rival para Argentina que amenace su núcleo geopolítico.

Los precursores de la geopolítica argentina

Durante el periodo formativo de la estatalidad argentina en el siglo XIX, obras como Argirópolis: O la Capital de los Estados Confederados del Río del Plata (1850) de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), más tarde presidente de Argentina entre 1868 y 1874, cuando los últimos caudillos regionales fueron derrotados. Allí, el autor abogaba por el establecimiento de una nueva capital nacional en la isla Martín García, en el Río de la Plata, para impulsar una mayor integración de las tierras del antiguo Virreinato del Río de la Plata. Abogó por recurrir a las tradiciones unificadoras del liberalismo europeo para superar el legado del imperio español y el caudillismo derivado del mismo. El ejemplo emblemático del caudillo provincial fue para D. F. Sarmiento el longevo gobernador de Buenos Aires, J. M. de Rosas – bajo su mandato, el poder se concentró en manos de una oligarquía privilegiada, lo que, según el autor de «Argirópolis», fue un obstáculo para la formación de un sentimiento nacional y de la conciencia de un territorio estatal integrado entre los argentinos.

El escritor nacionalista Juan Bautista Alberdi (1810-1884) reclamó a la administración de J. A. Roca en las páginas de su obra Reconstrucción Geográfica de América del Sur (1879) que ampliara la fuerza institucional del Estado argentino para vincular más eficazmente a Buenos Aires las tierras que históricamente formaban parte del Virreinato del Río de la Plata. Al igual que D. F. Sarmiento, J. B. Alberdi también llamó la atención sobre la amenaza de un menor sentimiento de identificación cívica y estatal entre los argentinos en ausencia de un sistema político y social participativo.

En la segunda mitad del siglo XIX, los sucesivos gobiernos argentinos intentaron remediarlo ampliando el adoctrinamiento patriótico y nacional en la educación estatal. Al hacerlo, se creó la impresión de que Argentina y su territorio estaban bajo la amenaza constante de centros de poder fuertes y expansivos: brasileños, chilenos y británicos. A principios del siglo XX, la narrativa patriótica argentina hacía hincapié en los grandes éxitos económicos del país en el siglo XIX, contra los que se alzaron el Reino Unido y Estados Unidos en las décadas de 1920 y 1930.

En 1833, los británicos habían arrebatado a Argentina el archipiélago de las Malvinas, mientras que la fuente de cualquier resurgimiento económico podría provenir de la explotación por parte de Buenos Aires de zonas hasta entonces no desarrolladas o subdesarrolladas como la Patagonia, los océanos o la Antártida. Dirigirse hacia ellas contribuiría a desarrollar la idea nacional argentinista y a ganar para Argentina el lugar que le corresponde en la política mundial.

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Características generales de la escuela geopolítica argentina

De los países latinoamericanos con una herencia en pensamiento geopolítico, sólo Argentina, junto con Brasil, ha producido su propia escuela. El pensamiento argentino presenta una doctrina internamente coherente; cuenta con una tradición que se remonta muy atrás en el tiempo; está formado por numerosos representantes; y ejerce una influencia significativa en la política interior y exterior del país. Publicada en Argentina entre 1969 y 1983, la revista Estrategia representó, en su campo, el más alto nivel de contenido de América Latina, y probablemente del mundo.

Las principales áreas de interés de la escuela argentina de geopolítica son: la expansión brasileña y su búsqueda de hegemonía; la preocupación por la alianza de Brasil con EE.UU.; el papel de Argentina como líder natural de los países de la región del Cono Sur; la orientación marítima, con especial referencia al Atlántico Sur, la liberación de las Malvinas del colonialismo británico y la garantía de los derechos de Argentina en la Antártida; la energía nuclear y la adquisición de armas nucleares propias, sobre todo si Brasil desarrolla una; y la influencia de los centros externos sobre la situación interna de Argentina y su posibilidad de desarrollo nacional. Una característica de la escuela argentina de geopolítica es también su actitud positiva hacia la escuela alemana de geopolítica, incluso después de la derrota de Alemania en dos guerras mundiales sucesivas.

En la escuela argentina de geopolítica se presta especial atención a las cuestiones marítimas y oceánicas; el papel de Argentina como Estado marítimo, en consonancia con su posición especial en el «hemisferio oceánico» (es decir. Sur); la especial responsabilidad de Argentina como centro de poder que controla las «entradas» y «salidas» estratégicas del Atlántico Sur; el dominio argentino del Estrecho de Magallanes y del Cabo de Buena Esperanza, que cobraría especial importancia si se cerrara el Canal de Panamá; la importancia estratégica del archipiélago de las Malvinas y la necesidad de liberarlo del colonialismo británico; la importancia estratégica actual y potencial de la Antártida y la necesidad de asegurar los derechos de Argentina sobre ella ante la penetración en la región de otros centros de poder.

Los orígenes de la escuela argentina de geopolítica

El primer autor argentino claramente inspirado por el pensamiento geopolítico angloamericano – más concretamente por la obra de un inglés, Halford John Mackinder (1861-1947), y de un yanqui, Alfred Thayer Mahan (1840-1914) – fue el almirante Segundo Storni (1876-1954). Su obra Intereses Argentinos en la Mar (1916) se considera precursora de la escuela argentina de geopolítica. En ella, el autor identifica diversas rutas comerciales y regiones geográficas en el océano mundial. Considera el Atlántico y el Pacífico como espacios no desarrollados, la dirección natural de expansión para el económicamente fuerte Estado argentino, líder en el siglo XIX en la exportación de maíz, linaza, carne vacuna y trigo.

Es incorrecto que Argentina, siendo dependiente de una red de transporte marítimo y del comercio marítimo, no haya mostrado hasta ahora ningún interés por las zonas marítimas. Los mares y océanos que rodean a Argentina no sólo pueden convertirse en activos económicos adicionales para Argentina, sino que la expansión en su área también puede convertirse en un eje para la formación de la idea nacional argentina. Para ser eficaz en los mares, Argentina debe crear una industria fuerte y unas fuerzas armadas tecnológicamente modernas. El desarrollo del comercio y del transporte marítimo argentinos debería ir acompañado del desarrollo de la industria pesquera y de transformación del pescado argentinas.

El giro del interés argentino hacia la escuela alemana de geopolítica se produjo en las décadas de 1920 y 1930, cuando la situación política del país empezó a degenerar durante el inepto gobierno de los radicales pequeñoburgueses (1916-1930) y la proliferación de levantamientos obreros contra ellos, que generaron violencia y caos en las calles y perturbaron la economía. La confusión se exacerbó aún más tras la crisis económica de 1929, que marcó el comienzo de la llamada «década infame» (Década Infame) de 1930-1943, en la que gran parte de las clases medias y trabajadoras de Argentina se vieron sumidas en la ruina económica y empujadas a la pobreza. Con este telón de fondo, crecían las dudas sobre la democracia liberal y el capitalismo, considerados regímenes inestables e ineficaces que generaban caos político y social. El derrocamiento del presidente pequeñoburgués-radical Hipólito Yrigoyen (1852-1933) por los militares en septiembre de 1930 se convirtió en un símbolo del derrumbe de la confianza en la democracia.

La inspiración para una visión alternativa del Estado como organismo provino del pensamiento alemán. En 1900, el presidente J. A. Roca creó la Escuela Superior de Guerra en Buenos Aires. Un año más tarde, el coronel alemán (más tarde general) Alfred Arent, más tarde autor de la obra Land der Zukunf (1905) dedicada a Argentina, se convirtió en su decano. A lo largo de la primera década del siglo XX, la mitad del personal de la Escuela Superior de Guerra, que formaba a oficiales argentinos en cursos de dos años, eran militares alemanes. Oficiales alemanes como Johannes Kretzchmar siguieron trabajando en Argentina hasta la década de 1940, creando una estructura jerárquica disciplinada en las fuerzas armadas argentinas. En aquella época, el ejército argentino sólo admitía católicos en los rangos de oficiales, y uno de los antiguos alumnos de la Escuela Superior de Guerra fue el posterior líder argentino Juan Domingo Perón (1895-1974), que visitó Italia y Alemania en 1938, donde realizó consultas sobre estrategia de guerra de montaña y cuestiones geopolíticas. A su regreso a Argentina, J. D. Perón fue nombrado comandante de la Unidad de Montaña de Mendoza y escribió varios artículos y libros de divulgación sobre la Primera Guerra Mundial, la historia del siglo XIX y cuestiones de estrategia militar.

La visión del mundo de las fuerzas armadas argentinas durante este periodo puede describirse como saturada de las teorías del darwinismo social, el estado orgánico de Friedrich Ratzel (1844-1904), el catolicismo, el anticomunismo, un nacionalismo que se desarrollaba exuberantemente ante las desfavorables relaciones comerciales con el Reino Unido y una aversión al demoliberalismo, considerado responsable de la debilidad del Estado y de las actividades de los partidos políticos corruptos. La cuestión de la seguridad nacional tenía como telón de fondo una visión orgánica de la República Argentina, en la que los derechos del individuo debían ceder ante el bien de la colectividad. Oficiales argentinos como el general Juan Bautista Molina se veían a sí mismos como salvadores de la nación frente a la amenaza del comunismo y la decadencia demoliberal.

Los lectores argentinos conocieron el pensamiento geopolítico alemán a través de la obra de Richard Hennig y Leo Korholz, Einfuhrung in die Geopolitik (1934), que se publicó traducida al español en 1941 como Introducción a la geopolítica. La tesis central del libro sobre el Estado orgánico y la necesidad de un ejército fuerte como garante de la seguridad en tiempos de incertidumbre encontró partidarios en el cuerpo de oficiales argentino. La obra del geopolítico brasileño Mário Travassos (1891-1973), Projeção Continental do Brasil (1938), que expone la teoría de la «frontera móvil» como expresión del poder estatal, tuvo un éxito similar y fue adaptada por los argentinos para su propia periferia patagónica y antártica. En los años 30 y 40, los autores argentinos siguieron de cerca el marco metodológico y doctrinal esbozado para la geopolítica por Karl Haushofer (1869-1946) y sus discípulos.

El interés por la Antártida aumentó notablemente en Buenos Aires tras el golpe de Estado del Grupo de Oficiales Unidos en junio de 1943, y especialmente después de que su miembro Juan Domingo Perón asumiera personalmente el poder en 1946 y dirigiera el Estado argentino hasta 1955. El pensamiento geopolítico de J. D. Perón se caracteriza por la convicción de que Argentina era víctima de la agresión colonial británica en las Malvinas y la Antártida, que debía permanecer neutral ante los conflictos de los estados del hemisferio norte y que debía alcanzar la autosuficiencia geoeconómica.

En 1948, J. D. Perón ordenó al Instituto de Geografía Militar que elaborara mapas de la República Argentina que abarcaran las Malvinas y la Antártida Argentina. Todos los mapas de Argentina publicados bajo el mandato de J. D. Perón debían incluir el sector argentino de la Antártida y las Malvinas. Las reivindicaciones británicas y chilenas sobre la Antártida fueron consideradas ilegales o incluso tratadas como inexistentes. Se creó el concepto de una «Argentina tricontinental», formada por una parte propiamente dicha en forma de República Argentina, Malvinas y la Antártida Argentina. En 1946, este concepto se introdujo en la enseñanza escolar. En 1947, se creó un Ministerio separado para las Malvinas y la Antártida Argentina. La idea de una «Argentina tricontinental» se reprodujo posteriormente en sellos postales, atlas y murales argentinos.

En la narrativa peronista, Argentina fue víctima de la anexión colonial y la usurpación de sus tierras por parte del Reino Unido. Su territorio propiamente dicho, incluidos los territorios insulares y antárticos, pasó así prácticamente de 2,8 millones de km² a 4 millones de km². Los estados ricos, superpoblados e industrializados del norte amenazaban la soberanía económica de Argentina sobre sus recursos naturales y su incipiente industria.

Las publicaciones editadas durante este periodo, como el Diccionario Histórico Argentino, reproducían el código geopolítico argentino definido por J. D. Perón. También eran populares en los círculos militares argentinos de este periodo las obras de J. E. Jasón y L. Perlinger, Geopolítica (1948) y del mayor Emilio Isola y el coronel Ángel Barra, Introducción a la Geopolítica Argentina (1950), donde se relataban las teorías más importantes de la geopolítica europea desde una perspectiva argentina. También se pusieron a disposición de los lectores argentinos las obras del autor español Vicens Vives Tratado general de geopolítica (edición argentina 1950), y de Alberto Escalona Ramos Geopolítica mundial y geoeconómica (1959).

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Doctrinas de seguridad nacional

Tras la Segunda Guerra Mundial, las doctrinas de seguridad nacional se desarrollaron intensamente en los círculos militares argentinos en respuesta al reconocimiento de una supuesta amenaza comunista en acontecimientos como el Bogotazo (1948) en Colombia, la Revolución Cubana (1959) y la derrota estadounidense en Bahía de Cochinos (1961), o las actividades de Ernesto ‘Che’ Guevara (1928-1967).

La inspiración de los estudios publicados, entre otros, en la Revista de la Escuela Superior de Guerra provino de contactos con participantes en misiones militares francesas en la década de 1950; consultas sobre geopolítica, seguridad nacional, desarrollo económico y social y estrategia con los ejércitos de países como Brasil, Chile, Perú y Venezuela; la formación de oficiales y especialistas militares argentinos en instituciones yanquis como la Escuela de las Américas en Georgia y el Colegio Interamericano de Defensa; estudios de la escuela brasileña de geopolítica, en particular los del Gen. Golbery do Couto e Silva (1911-1987).

En el caso de Argentina, las doctrinas de seguridad nacional destacaban la amenaza que suponían para la sociedad y la economía las corrientes subversivas que pretendían desestabilizar el Estado y su espacio y socavar los valores cristianos y occidentales. Los militares trataron de establecer una cooperación con los círculos industriales y comerciales, y de identificar y destruir las tendencias subversivas.

Los militares intervinieron en el proceso político en 1963, 1966 y 1976, explicándolo por la necesidad de contrarrestar la agresión comunista y la crisis económica. La inestabilidad política, las huelgas obreras y los disturbios de los años 60 y 70 eran, para los militares argentinos, pruebas de tendencias centrífugas que amenazaban a todo el corpus de la sociedad, desde la familia hasta las diversas ramas de la economía y la Iglesia católica. Líderes militares como Juan Carlos Onganía (1966-1970), Jorge Rafael Videla (1976-1981) y Roberto Eduardo Viola (marzo-diciembre de 1981) trataron la ocurrencia de estos procesos centrífugos como «desafíos» para los argentinos, cuya respuesta sería un nuevo eje de integración nacional para ellos.

Clásicos de la escuela argentina de geopolítica

Gracias a los militares argentinos, se crearon nuevas instituciones en Buenos Aires para proporcionar análisis y comentarios expertos sobre la situación de Argentina y los retos a los que se enfrentaba el país: el Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y de las Relaciones Internacionales (INSAC), el Instituto de Estudios Geopolíticos (IDEG), así como la Agencia Nacional de Desarrollo y la preparación para el servicio exterior Instituto del Servicio Exterior Argentino.

Entre 1969 y 1983, el INSAC publicó la influyente publicación periódica Estrategia (posiblemente la principal revista geopolítica del mundo en aquella época), que abordaba cuestiones geopolíticas como la cuestión del desarrollo de la Patagonia; asegurar la posición de Argentina en la cuenca del Río de la Plata, el archipiélago de las Malvinas, el Canal de Beagle y la Antártida; y contener la expansión allí de centros de poder competidores como el Reino Unido, Chile y Brasil.

Bajo la bandera del IDEG, por otra parte, se publicó la revista Geopolítica, en la que se hizo mayor hincapié en cuestiones de integración interna de los diversos territorios argentinos. Temas como la integración regional, el desarrollo nacional y la cooperación internacional se trataron en las páginas de este título.

Cuestiones como la amenaza sobre los territorios argentinos por parte del Reino Unido, Chile y Brasil; el creciente descontento con un gobierno civil inepto y, por último, la supuesta amenaza comunista y soviética, crearon un clima de incertidumbre en las décadas de 1960 y 1970, a partir del cual se creó un entorno favorable para el desarrollo de doctrinas geopolíticas.

Entre las obras geopolíticas escritas durante este periodo, destaca ¿Qué es la geopolítica? (1965) del coronel Jorge E. Atencio, en el que se defiende que la geopolítica debe servir de guía a los estadistas, identificando las necesidades territoriales y de materias primas del Estado. Este autor también defendió la geopolítica alemana frente a las acusaciones de autores yanquis como Isaiah Bowman (1878-1950) y Robert Strausz-Hupé (1903-2002), señalando que el uso de la geopolítica por parte de los fascistas no invalidaba la legitimidad de la mera consideración del factor espacial en el pensamiento político. Por otra parte, la distinción entre el pensamiento militar alemán y las categorías de fascismo y nazismo también estaba presente en círculos militares argentinos más amplios; el pensamiento militar alemán gozaba de gran estima, mientras que al fascismo se le reprochaba su debilidad al llevar al poder a líderes impredecibles e irracionales. El planteamiento de J. E. Atencio, que presenta a Argentina en su libro como una gran potencia naval o potencial en la zona del Atlántico Sur y la Antártida, se inscribe en esta tendencia.

Otro estudio destacable de este periodo es Estrategia y Poder Militar (1965) del almirante Fernando A. Mill, donde también se invoca la tradición de la geopolítica alemana, pero el autor no presenta proyectos expansionistas, sino que defiende la necesidad de desarrollar la periferia del país, incluidos el archipiélago de las Malvinas y la Antártida argentina, cuya importancia aumentaría aún más si se cerrara el canal de Panamá. Argentina es vista aquí como un Estado marítimo y peninsular, y la narración se realiza desde una posición talasocrática. También cabe mencionar la obra Geopolítica y geoestrategia americana (1966) de Justo P. Briano. En ella, el autor argumentaba en defensa del interés por las doctrinas geopolíticas alemanas y a favor de adaptar las teorías yanquis y brasileñas para preparar a Argentina para desempeñar el papel de potencia líder en las relaciones internacionales.

La figura más importante de la escuela argentina de geopolítica fue el general Juan E. Gugliamelli, comandante del V Cuerpo de Ejército, rector de la Escuela Superior de Guerra, miembro del gobierno militar de J. C. Onganía y redactor jefe de la revista Estrategia. Como oficial, fue responsable de las regiones periféricas del país, como la Patagonia y el Atlántico. Veía a Argentina como un Estado peninsular, con remotas regiones periféricas al norte y al sur. Para evitar que la soberanía argentina se viera socavada por centros de poder en competencia, Buenos Aires debía asegurar e invertir en estas regiones periféricas y desarrollarlas. En los conceptos de J. E. Gugliamelli confluyen el concepto alemán de Estado orgánico y la teoría sudamericana (peronista) de la dependencia (“dependista”) y la idea de la lucha por la subjetividad geoeconómica.

La obra más importante de J. E. Gugliamelli es Geopolítica del Cono Sur (1983), donde sostiene que la estructura de las exportaciones argentinas, en la que el lugar más importante lo ocupan los cultivos agrícolas, expone al país al riesgo de la dependencia de centros externos, estrecha el campo de las decisiones políticas libremente tomadas y no permite satisfacer las necesidades de bienestar y previsión. Y en materia de seguridad nacional, restringe la libertad de acción estratégica, crea espacios susceptibles de incentivos adversos en las relaciones de los países del Cono Sur del continente sudamericano (Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, el núcleo histórico de Brasil en el sudoeste del país). En política interior, esto amenaza a Argentina con una permanente inestabilidad social y agitación izquierdista.

De especial interés para J. E. Gugliamelli es el expansionismo brasileño, que se remonta a las expediciones de los bandeirantes, extendiendo el alcance del poder efectivo de Río de Janeiro (1) mucho más al oeste de lo previsto por el Tratado de Tordesillas (1494) que delimitaba las esferas de influencia de España y Portugal. Esta tendencia fue continuada por el «padre de la diplomacia brasileña», el barón de Río Branco(2) (ministro de Asuntos Exteriores de Brasil de 1902 a 1912), cuya doctrina de política exterior incluía: la expansión de las «fronteras naturales» de Brasil; el control de los amortiguadores Paraguay y Uruguay; el debilitamiento de Argentina -sobre todo en la provincia de Misiones-; y la sustitución del Reino Unido por Estados Unidos como aliado más importante de Brasil. J.E. Gugliamelli también polemizó con M. Travassos, advirtiéndole contra su doctrina geopolítica de expansión este-oeste de Brasil hacia Bolivia, que pretendía romper el tradicional eje de comunicación norte-sur de Bolivia a través del sistema fluvial de La Plata.

En numerosos artículos publicados en Estrategia, J. E. Gugliamelli abordó cuestiones como: la amenaza que suponía el acuerdo nuclear entre Brasil y Alemania (1975); la central hidroeléctrica de Itaipú en el río Paraná, construida por Brasil entre 1975 y 1983; realizó una crítica de las teorías geopolíticas de M. Travassos y G. de Couto e Silva; al mismo tiempo, pidió la adaptación de la teoría fronteriza de este último a la geopolítica argentina; criticó las estrechas relaciones de Brasil con EE.UU. y propuso a Brasilia una «alianza para la liberación», en caso de que decidiera abandonar sus estrechos vínculos con Washington, y por lo demás, advirtió contra la «confrontación abierta «(3).

En una línea similar, Julio E. Sanguinetti, escribiendo en Estrategia(4) sobre la importancia de la alianza de Brasil con Estados Unidos. Brasil es un satélite de la AP estadounidense, ligado a ella por lazos de subordinación y dependencia unilateral y desequilibrada. Esto tiene razones estratégicas, pero también económicas: EEUU necesita a Brasil para extender sus líneas de defensa desde Natal hasta el Cabo de Buena Esperanza; también necesita asegurarse de que Brasil no se convierta en un Estado comunista, ya que esto podría amenazar el flanco sur de EEUU y actuar como catalizador de revoluciones de la misma naturaleza en el resto de América Latina; por último, Brasil se encuentra dentro de la esfera de influencia y dominación económica de EEUU. Brasil es uno de los «países clave» para el dominio global de Washington, compartiendo este estatus con Alemania Occidental, Taiwán y otros.

A su vez, el coronel Augusto B. Rattenbach señaló(5) la cooptación de las industrias armamentísticas estadounidense y brasileña y las exportaciones brasileñas de armas y armamento como expresión del imperialismo de Washington y del subimperialismo subordinado e instrumentalizado de Brasilia. La industria armamentística brasileña es una extensión del complejo militar-industrial yanqui, y la venta por parte de Brasil de sus productos a los países vecinos hispanohablantes es una manifestación más del expansionismo del gigante lusófono, parte de la construcción de la dominación anglosajona del continente sudamericano.

A. Bianchi advirtió contra la dominación brasileña de la zona del Atlántico Sur. Oscar Camillion señaló el eje geopolítico Washington-Brasília y su relevancia para las relaciones Brasilia-Buenos Aires, al tiempo que subrayó que la posición más débil de Argentina en este equilibrio de poder es en parte culpable de la escasa coherencia geopolítica interna del Estado argentino. Nicolás Boscovich analizó la expansión de Brasil en la cuenca del Plata y propuso, para contrarrestarla, dotar a Bolivia de una salida al océano a través del río Bermejo argentino, y por lo tanto bajo control de Buenos Aires.

Asimismo, el coronel Florentino Díaz Loza retrató a Brasil como una herramienta en manos de Washington y sus aspiraciones como «subimperialismo» estadounidense. Andrés Fernández Cendoya señaló a mediados de los 70 la transformación de Bolivia en un peón de Brasilia y advirtió contra una alianza Brasil-Chile dirigida contra Argentina. Eduardo Machicote criticó las teorías y la doctrina de G. de Couto e Silva por considerarlas al servicio del imperialismo estadounidense. Carlos P. Mastrorilli también criticó a Brasil por servir a EE.UU. y se refirió polémicamente a los escritos del geopolítico brasileño Carlos de Meira Mattos (1913-2007).

Armado Alonso Piñeiro advirtió contra la expansión brasileña en Estados tapón como Bolivia y Paraguay, y recomendó que Argentina encabezara la integración de los países hispanohablantes como contrapeso al eje EE.UU.-Brasil. El almirante Isaac F. Rojas advirtió de los peligros que plantean la expansión de Brasil en la región de La Plata y los proyectos hidroeléctricos de Brasilia en esa zona; la presa y el proyecto hidroeléctrico de Itaipú en Brasil requieren la aprobación de Buenos Aires por su impacto en el proyecto argentino de la presa de Corpus. Argentina debe empezar a explotar su potencial eléctrico, que cobra importancia ante la crisis de acceso a la energía. El comandante Rolando Segundo Siloni realizó un análisis histórico de la expansión lusitano-brasileña en la Cuenca del Plata.

Las teorías de J. E. Gugliamelli también tuvieron una influencia inspiradora en otros representantes de la escuela argentina de geopolítica, como el Gral. Osiris Guillermo Villegas (1916-1998), Ministro del Interior, entonces negociador clave en las conversaciones para resolver la crisis del Canal de Beagle (1978). El colaborador del INSAC, por su parte, fue el Gral. J. T. Goyret, autor de la obra Geopolítica y subversión (1980), donde adapta a las necesidades argentinas la teoría de la seguridad nacional que vincula variables estratégicas con variables económicas y sociales de G. de Couto e Silva. En las páginas de la revista Armas y Geoestrategia, de la que fue fundador, hizo hincapié en la necesidad de vincular las cuestiones de seguridad y desarrollo en el pensamiento militar, y de ocuparse del desarrollo de las regiones marginadas para defenderse de las amenazas a la seguridad del Estado tanto dentro como fuera de la República Argentina.

El economista y geopolítico Carlos Juan Moneta abogó en 1975 por la asunción por parte de Buenos Aires de la soberanía material sobre las Malvinas, y por la necesidad de defender el Atlántico Sur de la penetración comunista y brasileña. C. J. Moneta advirtió que Brasil trataría de extender su ocupación sobre la Antártida Argentina en 1990, al darse cuenta los militares brasileños de la importancia del continente polar y del estrecho de Drake. También se prevé que los intereses de Buenos Aires en la región antártica se vean amenazados por Washington y Moscú. Autores como Vicente Palermo (1951), F. A. Millia y Pablo Sanz señalaron que el desarrollo de las zonas oceánicas que rodean a Argentina se convertiría en el impulso de un desarrollo económico sin precedentes, y otorgaría a Argentina una misión histórica, dándole importancia en la familia de naciones cristianas de Occidente. Los círculos militares argentinos trataron durante este periodo de construir, con la ayuda de EEUU, la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAN) para contrarrestar la desviación comunista y supuestamente soviética en la región.

Una línea completamente diferente, continental y emancipadora, estuvo representada, asociada a la revista Geopolítica, por Gustavo F. J. Cirigliano, autor, entre otras obras, de La Argentina triangular: geopolítica y proyecto nacional (1975). Postulaba superar dos de las debilidades geopolíticas de Argentina: el subdesarrollo de los «espacios abiertos» en la Patagonia y la Antártida, y la excesiva concentración demográfica e industrial en la provincia de Buenos Aires. Al integrar su periferia y lograr el equilibrio como Estado-nación, Argentina debía «acertar con su geografía y su historia». En el plano internacional, G. F. J. Cirigliano abogó por la integración regional latinoamericana y por una política de no alineamiento en la Guerra Fría. Argentina asumiría el liderazgo de los países del Cono Sur, que se liberarían de la influencia estadounidense. El desarrollo del Cono Sur se perseguiría en un triángulo geopolítico de ejes estratégicos dominados por Buenos Aires: el eje fluvial (Río de la Plata), el eje andino (noroeste de Argentina, Chile, Perú) y el eje austral (Estrecho de Magallanes, Malvinas, Antártida). La culpa del fracaso de Argentina hasta ahora en el camino hacia la superpotencia es de EEUU y el Reino Unido.

La importancia de la integración nacional y del orden interno del país para su coherencia geopolítica fue subrayada por Miguel Ángel Basail. La defensa de los derechos de Argentina sobre el Atlántico Sur, las Malvinas y la Antártida Argentina, y la importancia de estas zonas en caso de cierre del Canal de Panamá fue expuesta por Juan B. Bessone.

La concepción continental de la emancipación de Sudamérica del dominio de las talasocracias yanqui y brasileña fue presentada en la obra Geopolítica de la liberación (1972) por Norberto Ceresole: el eje talasocrático Washington-Brasília mantiene una ventaja en los mares, por lo que Argentina debería encabezar la integración telúrica de los estados sudamericanos de habla hispana. El comandante Benjamín Cosentino destacó la importancia histórica, geopolítica y estratégica de las Malvinas y del Atlántico Sur. Héctor Gómez Rueda propuso construir la importancia y grandeza de Argentina a través de su integración con los estados vecinos. Jorge Nelson Gualco hizo recomendaciones similares, proponiendo la integración sudamericana bajo el liderazgo de Argentina, pero excluyendo a Brasil, cuyo modelo de desarrollo criticó por neocapitalista y servil a los intereses estadounidenses. La emancipación de Argentina de EEUU en el campo de la industria armamentística fue defendida por el general Eduardo Juan Uriburu. Llamó al proyecto «Plan Europa» e implicaba la compra de armamento y tecnología militar a países europeos, en particular Alemania, Francia y Bélgica. Horacio Veneroni también señaló que EEUU había «atrapado» a las industrias armamentísticas latinoamericanas en un acuerdo de dependencia de las suyas. La emancipación de Argentina mediante el desarrollo de todo su potencial geopolítico fue propugnada en 1970 por el general Osiris Guillermo Villegas.

Augusto Pinochet (1915-2006), señala(6) que la elite política argentina y los fundadores de la escuela argentina de geopolítica son conscientes de que la ubicación de su país lo sitúa fuera del alcance efectivo de las potencias mundiales, lo que da a Buenos Aires la libertad de disputar la hegemonía en la región del Cono Sur. Estas tendencias adoptan la forma tanto de un sentido de responsabilidad por la paz y la seguridad del Cono Sur, como de un deseo de crear una «Gran Argentina» que incluya también las Malvinas, Sandwich del Sur y la Antártida argentina. Para ilustrar esta predisposición geopolítica de su país a dominar la región de La Plata, los oficiales argentinos utilizan la metáfora de la «ruta de la naranja» (El Camino de la Naranja): una naranja (o cualquier otra cosa) lanzada a la corriente de cualquier río perteneciente al sistema fluvial de La Plata debe llegar tarde o temprano a Buenos Aires, quedando así bajo control argentino.

La desaparición de la escuela argentina de geopolítica

Tras el fin del régimen militar, que duró el periodo conocido como «Proceso de Reorganización Nacional» entre 1976 y 1983, y tras la llegada del demoliberalismo y durante el reinado del primer presidente demoliberal del país, Raúl Alfonsín (1983-1989), la escuela argentina de geopolítica se descompuso y perdió su originalidad.

Las antiguas orientaciones «continental» (independentista) y «occidental» (pro yanqui) perdieron vigencia, mientras que surgieron numerosos trabajos escritos en clave marxista o liberal que acusan a la geopolítica de ser una herramienta doctrinal del militarismo, la dictadura, el expansionismo y el terrorismo de los gobiernos militares. La tradición de la escuela argentina de geopolítica es defendida por autores como N. Boscovich (por ejemplo, la obra de 1999 Geoestrategia para la integración regional), C. J. Moneta, Hugh Gaston Sarno, Andrés Alfonsín Bravo y otros. También se publican traducciones al español de obras de K. Haushofer, H. J. Mackinder y Saul Cohen, entre otros.

Los temas tratados incluyen: la integración económica regional. MERCOSUR, la gobernanza democrática y la política de no alineamiento, la globalización y las relaciones de EE.UU. con América Latina, así como las clásicas cuestiones de seguridad territorial y fronteriza – especialmente en relación con las Malvinas, que siguen siendo colonia británica -.

*Analista político polaco. Especializado en Eurasia

Traducción: Enric Ravello Barber

BIBLIOGRAFÍA

1. Child J., «El pensamiento geopolítico en América Latina», Latin American Research Review, vol. 14, nº 2/(1979), pp. 89-111.

2. Dinges J., El tiempo del Cóndor. Cómo Pinochet y sus aliados sembraron el terrorismo en tres continentes, Editorial Czarne, Wolowiec 2015.

3. Dodds K, 2Geopolítica e imaginación geográfica de Argentina», [en] K. Dodds, D. Atkinson (eds), Geopolitical Traditions.A century of geopolitical thought, Routledge, Londres y Nueva York 2000, pp. 150-185.

4. Dobrzycki W., América Latina en el mundo moderno, Editorial del Ministerio de Defensa Nacional, Varsovia 1989.

5. Tenże, Relaciones internacionales en América Latina. Historia y contemporaneidad, Wydawnictwo Naukowe SCHOLAR, Varsovia 2000.

6. La geopolítica de Brasil: la lucha de una potencia emergente con la geografía, https://wikileaks.org/gifiles/attach/44/44401_An%20Emergent%20Po.pdf (14.03.2020).

7. Pinochet Ugarte A., Geopolítica. Segunda Edición, Editorial Andres Bello, Santiago 1974.

Fuente: Geopolítica.Ru

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