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Argentina, la Defensa y las galaxias

Compartimos un interesante artículo sobre tecnología para la defensa en el plano aeroespacial. Para nosotros, editorialmente va en relación con la nota también reproducida ayer sobre instrumentos de guerra electrónica de los cuales Argentina carece.

Redacción

Nota del Editor:

Prácticamente en continuidad con una de las notas de la edición de ayer (“Instrumentos de Guerra Electrónica: un parámetro argentino), compartimos el artículo publicado el pasado viernes respecto de la propuesta de conformación de una Fuerza Aeroespacial Argentina.

La nota está firmada por Mariano Germán Videla Solá, y más allá de la propuesta basada en los nuevos factores geopolíticos asociados al desarrollo tecnológico y militar, el autor hace un breve repaso respecto de la historia de nuestro país en materia de investigación y perspectiva nacional en lo relacionado con la Defesa y la industria Aeroespacial.

Argentina tiene mucho para decir al respecto, y está sufriendo las consecuencias del “Tratado de Versalles” que mantiene encorsetado a nuestro país: los Acuerdos de Madrid.

A continuación, compartimos la nota. No hace mucha referencia a cuál sería una hipótesis de conflicto actual; aunque la sugiere.

Tengamos en cuenta que venimos de un par de décadas donde para Argentina el conflicto está en la frontera interior. De hecho, el anunciado futuro Ministro de Defensa, plantea desplegar las Fuerzas Armadas para la represión y combate del narcotráfico y el delito civil.

Y eso que tenemos un tercio de nuestro territorio nacional invadido por Gran Bretaña y sus aliados de la OTAN. Además, hay un radar británico de uso militar instalado en Tolhuin, Tierra del Fuego, entre otras cosas que suceden en materia de logística desplegada por nuestro invasor.

Pero bueno… Los cipayos son así: cipayos.

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La propuesta que la Fuerza Aérea pase a ser la Fuerza Aeroespacial ArgentinaPor Mariano Germán Videla Solá

El constante avance en el desarrollo de tecnología aeroespacial, con su aplicación en el ámbito militar, permite analizar la posibilidad de dar un paso más en la historia aeronáutica argentina, dando lugar a una fuerza aeroespacial. En particular, el cambio de denominación de Fuerza Aérea hacia una Fuerza Aeroespacial es una tendencia que han tomado algunos países que por sus características geográficas, económicas y políticas no pueden tener un Organismo que se encargue exclusivamente de la cuestión aeroespacial, como ocurre con las grandes potencias, por ejemplo, la Fuerza Espacial de los Estados Unidos (USSF) o las Fuerzas Aeroespaciales de la Federación Rusa.

Un caso para estudiar es la decisión tomada por el Gobierno de Colombia en el año 2023 con la sanción de la Ley 2302, que significó el cambio de denominación (de Fuerza Aérea a Fuerza Aeroespacial), trazando un nuevo camino para la vigilancia y control del espacio aéreo, cuyos límites trascienden a la actividad regular de una fuerza aérea.

Otro ejemplo de unidad entre Fuerza Aérea y Fuerza Aeroespacial ocurrió en el año 2020 con el Ejército del Aire Frances, que adquirió la nueva denominación de Ejército del Aire y del Espacio. Esta conjunción responde a una iniciativa tomada luego de la creación de un Comando Aeroespacial, (Commandement de l’espace) creado el 3 de septiembre de 2019) con una fuerte apuesta al ejercicio virtual Astér X, conformado por el Centro de Mando y Control de Operaciones Espaciales (C3OS), el Centro de Observación Militar por satélite (CMOS) y el centro operativo para la vigilancia militar de objetos espaciales (COSMOS), siendo el primer ejercicio espacial militar europeo.

Más alto, más rápido, más lejos: ¿Una oportunidad?

El omnipresente lema de la Fuerza Aérea Argentina guarda similitudes con las palabras pronunciadas por quien fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire y Espacio Frances general Philippe Lavign con motivo del cambio de denominación: “Hoy los aviadores deben mirar más alto, más allá, hacia el espacio, este nuevo campo de confrontación que es altamente estratégico y cada vez más conectado”.

Mas allá de la referida analogía, y de una cuestión formal -jurídico normativa-, muchos países han decidido avanzar hacia el cambio de denominación como una forma de no limitar el dominio aeroespacial hacia otros sectores del ámbito de la defensa, nucleando de esta manera a todas aquellas actividades ligadas al aeroespacio en una única institución.

Cabe destacar que la especialización de la Fuerza Aérea en cuando al dominio aeroespacial no restringe al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y al Comando Conjunto Aeroespacial en su actividad, dado que el control aeroespacial es competencia de todas las fuerzas, con su expertise propio en la materia.

El cada vez mayor alcance de la tecnología satelital con incidencia directa en cuestiones militares, antes reservada a las grandes potencias, sumada al desarrollo de vectores con capacidad estratégica, implican rever la rica historia argentina, de cara al futuro.

Antecedentes históricos

Desde sus orígenes, Fuerza Aérea, creada en 1945, avanzó a paso firme en el desarrollo de nuevas tecnologías en materia aeroespacial. Con la creación el 28 de enero de 1960 de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) la FAA consolida institucionalmente su labor, que tiene como preámbulo el inicio de sus primeras de investigación en 1947.

El primer paso tiene lugar en 1947 con el desarrollo del motor cohete AN-1, de 320 kg. de empuje y 40 segundos de tiempo de combustión, en paralelo al desarrollo del cohete Tábano, diseñado para ser lanzado desde un avión. Durante las décadas de 1960 y 1970, la CNIE lleva a cabo lanzamientos de toda una familia de cohetes: En 1961 el cohete APEX A1-02 Alfa Centauro, seguido por el vector de dos etapas APEX-A1-S2-015 Beta Centauro, y los Gamma Centauro de performances superiores.

La primera década de 1960 tiene un particular desarrollo aeroespacial, que incluyo hitos como el lanzamiento simultaneo de cohetes Gamma Centauro desde CELPA Chamical y la Base Matienzo en la Antártida Argentina, lo que significó que la Argentina se convertía en el tercer país que estudiaba los Rayos X en la atmosfera del continente austral, luego de la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Durante las décadas de 1960 y 1980 se dio el mayor desarrollo aeroespacial argentino. Créditos: Fuerza Aérea Argentina

Luego de la familia Centauro, se sucedieron los cohetes Orión I y Orión II, que alcanzaron los 100 km de altura, seguidos por una importante empresa denominada “Programa Felino” en cuanto a cohetes para fines meteorológicos, entre ellos el Gato Negro A-1, el Tigre A-2, el Jaguar A-3, Leopardo A-4 y Sonda Pantera A-5, que son lanzados para tareas de detección y prevención de granizo.

Otro hito de esta etapa fue el Experimento BIO I, desarrollado conjuntamente en el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales (IIAE) de la Provincia de Córdoba y la CNIE, que incluyo el análisis de parámetros biológicos de animales, que incluyeron el envío de carga viva tras alcanzar altitudes de 300 km.

En particular, los cohetes Tauro se encontraban provistos de sofisticados equipos de medición e instrumental fotográfico, lo que le permitió efectuar misiones de relevamiento de recursos naturales. En ese contexto, la Fuerza Aérea Argentina avanza con el Programa Satelización, que incluía entre otros el Sistema Satelital Domestico Argentino SAC I, siendo este el primer paso para la construcción de un lanzador de satélites con su correspondiente sistema de guiado, lo cual origino el frustrado Proyecto Condor.

El avance aeroespacial incluyo la experiencia conjunta con Francia y los Estados Unidos (Operación Orión-Eclipse), y el desarrollo de los cohetes Rigel, Castor, Canopus I y II, alcanzando su máximo apogeo con el lanzamiento de los cohetes científico Tauro-01 hacia comenzó de la década de 1980.

Siendo la cúspide de la actividad aeroespacial nacional, el desarrollo de los vectores Condor I y II se trató de un programa para la construcción de un cohete de 2 etapas, con un sistema de control por radio, con una carga útil de 500 kg. y un alcance estimado de 1000 Kms. El contexto socioeconómico de la década de 1980, sumado a las consecuencias geopolíticas de la guerra de Malvinas llevaron a que las instalaciones fueran desmanteladas en julio de 1990, desguazándose la planta de construcción bajo supervisión de veedores norteamericanos.

La basta actividad aeroespacial desarrollada a lo largo de casi cinco décadas contrasta con la actualidad, donde programas como la Experiencia Centenario carecen de continuidad y recursos suficientes para dar un salto cualitativo en cuanto a nuevas capacidades. Sin dudas, existen prioridades que deben ser atendidas en el menor plazo posible, que hacen a la misión primordial de la FAA, como ser revertir la involución tecnológica que implico la baja del sistema de armas de la familia Mirage, dejando a la fuerza sin capacidad de combate supersónica.

En medio de la norma argentina de constante incertidumbre, más que esperar, debe ser un anhelo el no exacerbar el conformismo como virtud, sino más bien valorar el formidable esfuerzo realizado a diario por los integrantes de la fuerza, fortaleciendo su compromiso con aquellas herramientas que estén a nuestra disposición, en un contexto donde el desarrollo y control de la soberanía aeroespacial es cada vez más relevante.

Fuente: AgendAr

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